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domingo, 6 de octubre de 2013

Bubu - Mauro Bolognini (1971)


TITULO ORIGINAL Bubù
AÑO 1971
IDIOMA Italiano
SUBTITULOS Español (Separados)
DURACION 97 min.
DIRECCION Mauro Bolognini
GUION Mauro Bolognini, Mario di Nardo, Giovanni Testori (Novela: Charles L. Philippe)
MUSICA Carlo Rustichelli
FOTOGRAFIA Ennio Guarnieri
REPARTO Massimo Ranieri, Ottavia Piccolo, Antonio Falsi, Gigi Proietti, Anna Fadda, Gianna Serra, Alessandra Cardini, Brizio Montinaro, Alessandro Francisci
PRODUCTORA B.R.C. Produzione Film
GENERO Drama | Prostitución

SINOPSIS Bubu abandona su trabajo en una panadería e introduce a su novia en el mundo de la prostitución con la intención de vivir a su costa. La falta de perspectivas en sus vidas permanentemente amenazadas por una incurable infección venérea y las humillaciones a las que la chica se ve sometida hacen muy tumultuosa la relación de la pareja. (FILMAFFINITY)

Subtítulos (Español)

-“Transformé el amor en dinero, porque el amor es cansancio y el dinero consuela”
-“A veces esas chicas son más puras que otras a las que el dinero les permite ser honestas”.
-“La sífilis es como la cárcel que puede destrozarte o puede fortalecerte, a mí ni la sífilis ni la cárcel me han dado nunca miedo”.

Prostitución formal
Melodrama de contenido durísimo pero formalmente mucho más liviano que cuenta la vida de una mujer a la que su novio arrastra al mundo de la prostitución para que la mantenga. El vórtice en el que se ve involucrada la llevará a cotas cada vez más dramáticas de desesperación. Mauro Bolognini, demuestra una gran capacidad de dirección con un buen manejo de la situación artística, una fotografía notable, planos muy adecuados y una gran dirección de actores que lleva a grandes cotas especialmente a Ottavia Piccolo en el papel de la infortunada meretriz. Pero ahí se acaba todo, Bolognini es un director formalista, rígido en los planteamientos estéticos, un cineasta de manual que lleva todo a cabo con afán perfeccionista pero con escasa imaginación y con estrecho margen de maniobra, lo que la convierte también en una cinta refinadamente anquilosada, de una belleza granítica. Por otro lado, el sumo cuidado en el aspecto técnico que trata de imponer con disciplina dictatorial, deja muy de lado el guión que avanza linealmente a un ritmo constante, sin poner el acento en los giros narrativos o en los acontecimiento que pudieran destacar para el desarrollo de la historia, en general desarbolando de energía y de tensión narrativa la novela que Charles-Louis Philippe escribió a finales del siglo XIX y que fue éxito de público y crítica sin que la película pueda seguir ni con el entusiasmo popular ni con el beneplácito de los expertos que si le brindaron a la historia original sobre el que se basó la película.
Ciertamente la película no pasa de ser un discreto relato, con más pretensiones que hechos que no obstante si tiene algunos puntos interesantes que merecen ser vistos, insistiendo en la interpretación del personaje femenino, en la fotografía y en algunos planos interesantes y también en el reflejo del mundo de la prostitución en el París del siglo XIX y del negocio montado por aquel entonces entorno al oficio más antiguo del mundo, unos hechos en los que la literatura y el cine no ha abundado demasiado y que merece la pena descubrir. La dureza de la situación que viven los personajes, la encarnizada supervivencia en un mundo hostil, aparece, sin embargo, dulcificada por la embriaguez formal del director.. y es que a veces las cosas deben resultar feas para ser útiles, o para trascender como obras de arte y en una historia como esta hubiera sido seguramente lo más conveniente, pero se ha quedado en una oportunidad perdida para el cine.
http://palomitasconchoco.wordpress.com/category/italia/
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Los desheredados
Siempre he tenido una relación extraña con el cine italiano. Siempre lo he tenido como una de mis cinematografías favoritas, pero lo cierto es que mi conocimiento del tema es más bien escaso. Recuerdo haber descubierto a Fellini y a Visconti cuando tenía 13 o 14 años, quizás demasiado pronto, porque, por aquel entonces, no tenía una base sólida como cinéfilo. También la dupla Pasolini-Bertolucci, que cuando no teníamos internet era de lo poco que se podía rescatar si no vivías en una ciudad grande de España. Después llegaron Rossellini y Antonioni, y más tarde Bellocchio. Estos tres seguramente sean mis directores italianos favoritos, y los entiendo como una cadena que cuenta la Historia del Cine italiano (y europeo) desde el final de la segunda guerra mundial hasta la actualidad, teniendo al cinéfilo Bellocchio como último heredero de la gran tradición.
Pero más allá de eso, se me escapan los múltiples matices de este país, más allá de unas cuantas películas, no consecutivas en muchas ocasiones, de las filmografías de De Sica, Risi, Olmi, Germi, Ferreri, y de otros que me son desconocidos, como Comencini, Rosi, Petri y muchos más. Entre ellos, Mauro Bolognini fue siempre una incógnita. Apenas reseñas en los libros que consultaba y menos noticias en internet. De hecho, si nos molestamos en buscarlo, descubrimos a Bolognini en foros de cine de culto, más cerca de Fulci, Bava o Argento que de los ya citados Fellini o Visconti.
Bubù, la película con la que me estrené con este cineasta, recuerda instantáneamente a las películas que rodaron Fellini y Visconti en los 70. Una reconstrucción de época (finales del XIX en este caso) de ambientes destartalados y decadentes. Pero en mi opinión, les separa su mirada sobre ese mundo. Aquellos dos grandes maestros mostraban la grandeza de la caída, las grandes construcciones que se venían abajo (las ruinas romanas en Roma, el barco hundido en E la nave va, Venecia en Morte a Venezia o la decadencia wagneriana en Ludwig), Bolognini se centra en los pequeños detalles. Los personajes de Fellini y Visconti se sienten avasallados ante la herencia que tienen que conservar, son incapaces de hacer frente al reto de continuar una tradición. Se convierten en sombras que muestran un fracaso, el de la cultura europea. Visconti lo mira con tristeza, a Fellini se le escapa alguna sonrisa.
Sin embargo, Mauro Bolognini no tiene, a priori, tantas ambiciones. Él se refugia en los pequeños espacios y se enamora de sus personajes. Berta, la protagonista de esta historia, es una flor delicada que es forzada a prostituirse para mantener a su gran amor, Bubù, un vago que se aprovecha de ella. Bolognini muestra el estoicismo de la mujer con tristeza, en medio de tanta miseria y desesperación. Su amor por Bubù es sadomasoquista. Él la maltrata, la fuerza a vender su cuerpo, pero también la estremece con sus besos. Es difícil ponerle un adjetivo a esta relación y quizás por eso es tan hermosa y poética.
Bolognini lleva hasta el extremo su obsesión por ese cuerpo femenino mancillado. La película es suya, así que todo está en función a ella. Si bien es una película con gran despliegue de escenarios, el director renuncia a ellos. Sus planos son muy cerrados y oscuros, siempre dirigidos a la intimidad de la pareja. Una habitación oscura, los paseos por la noche. Apenas hay planos generales, uno o dos de transición, o quizás de desahogo, pues Bolognini no se muestra como un formalista, más bien como un director popular que hace brotar la belleza de la realidad misma, sin adulterarla.
No hay una elegancia visual exagerada, como existe en la mayoría de reconstrucciones de época, que buscan la belleza de una manera muy evidente (incluso en películas muy valiosas como La edad de la inocencia, de Martin Scorsese). La belleza de Bolognini es mucho más minimalista y anárquica, como si no se diera importancia. En este sentido, su película me recordó al director japonés Tatsumi Kumashiro. La carrera de este director transcurrió en su totalidad dentro del género pinku-eiga japonés, producciones de bajo presupuesto en el que el director tenía toda la libertad creativa que quisiera siempre y cuando la película tuviera escenas de sexo. Al igual que en Bubù, las mejores películas de Kumashiro viven de escenas íntimas de la pareja en su dormitorio, si bien en el caso del nipón hay que matizar que, en muchas ocasiones, el presupuesto no daba para más. En todo caso, en ambos directores noto esa necesidad de huír de la tradición visual y temática del cine de su país, para encerrarse con sus personajes-víctima, en la opacidad de sus planos cerrados, como si ante el fin de un mundo, sólo hubiera lugar para los pequeños gestos.
http://startingplace.wordpress.com/2010/08/30/bubu-mauro-bolognini-1971/


Sinossi
Avviata alla prostituzione dal fornaio Luigi (detto “Bubù”), Berta incontra Piero, timido studente. La donna è costretta a soggiornare in un ospedale avendo contratto la sifilide con cui ha contagiato anche Piero e Bubù. Quest’ultimo finisce in galera per un furto e Berta, una volta dimessa, inizia una nuova vita con Piero; ma non appena uscito, lo sfruttatore costringe nuovamente Berta sul marciapiede, senza trovare l’opposizione del remissivo Piero.

Dichiarazioni
«Luoghi di Milano e Torino sono stati gentilmente prestati come naturali scenografie d’una vicenda che nella rielaborazione filmica non è più propriamente parigina, ma inserita in un centro del Nord senza riferimenti topografici precisi» (M. Bolognini, “La Stampa”, 6.2.1971).
«Quando ho girato Bubù, Bolognini mi ha detto che il personaggio dolente della prostituta per amore era fatto apposta per me. E forse è vero, i personaggi trasfigurati dall’amore sono quelli nei quali mi sono sempre riconosciuta, anche quando leggevo i libri o guardavo i film degli altri. Anche se il film era ambientato a Milano abbiamo girato molte scene a Torino perché la città era più intatta, e quindi più adatta a girare scene in costume. Bolognini è un regista preciso e meticoloso e a Torino si trovava molto bene: fu lui a trasfondere in me l’amore per una città che fino a quel momento conoscevo pochissimo» (O. Piccolo, in D. Bracco, S. Della Casa, P. Manera, F. Prono, a cura, Torino città del cinema, Il Castoro, Milano, 2001).
Tratto dal breve romanzo populista Bubu de Montparnasse di Charles Louis Philippe (pubblicato nel 1901), il film di Bolognini trasporta la vicenda parigina in un’ambientazione non definita: i luoghi di Torino e di Milano che appaiono non suggeriscono riferimenti geografici espliciti, ma suscitano richiami visivi ad un certo clima pittorico fin-de-siècle. «Al parigino, e così vividamente descritto, boulevard Sébastopol, alle diverse rues Greneta, Chanoinesse, Malebranche ecc., si sono sovrapposte strade e case milanesi e torinesi, ossia delle due città ove Bubù (non più “di Montparnasse”) è stato principalmente girato. Torino e Milano hanno zone scampate in così miracoloso modo al massacro urbanistico da poter figurare come genuino sfondo a una storia impossibile oggi a collocarsi con assoluta verità su quello ideato, intorno al 1900, dall’autore del libro. Luoghi come piazza Quattro Marzo nella nostra città; a Milano, Largo Richini e la zona dei Lavatoi dei Navigli» (A. Valdata, “La Stampa”, 6.2.1971) costituiscono locations suggestive sia a vello di verosimiglianza storica, sia a livello estetico-figurativo.
La bellezza delle immagini e la qualità dell’interpretazione sono proprio gli elementi che hanno suscitato il maggiore interesse delle critica. «Sul piano calligrafico-culturale fin quando sono in gioco impegni figurativi che sollecitano il regista a liberare suggestioni pittoriche (in Metello erano i Macchiaioli, qui sono gli Impressionisti e più spiccatamente Toulose-Lautrec), il film è certamente fine. Ma quando si entra nella psicologia o anche nella semplice storia di quel piccolo-grande amore romantico, a Bolognini cadono le vele, e lo spettatore è diviso tra due impressioni che sembrano e non sono contrastanti: quella di un tenerume troppo vieto perché attacchi, e quella d’una frigidità di fondo che impedisce la piena fioritura del tema pucciniano» (L. Pestelli, “La Stampa”, 10.2.1971).
Il film rientra a pieno titolo negli schemi drammaturgici della letteratura naturalista e del melodramma decadentista; si sentono echi del teatro di Bertolazzi e del giornalismo verista di Paolo Valera. Nello squallido micro-universo in cui vive Berta si imbatte Piero, giovane studente socialista, ingenuo e idealista: «la sua doppia educazione sessuale e sociale gli farà perdere tutta la confidenza nelle sue idee generose, ma inoperanti di fronte alla materialità della miseria» (R. Bassan, “Ecran”, n. 57, 1977). La piccola prostituta Berta si trova così contesa da due uomini per tanti versi opposti tra loro: da una parte l’idealista Piero, dall’altra il cinico e spietato Bubù. La giovane Ottavia Piccolo dimostra di possedere grande sensibilità nell’interpretazione di questo personaggio complesso, al tempo stesso fragile e capace di grande coraggio nell’affrontare la vita. Alquanto legnoso e monocorde appare invece Massimo Ranieri, che in Metello appariva molto più “dentro” il suo personaggio.
Forse è rinvenibile qualche ascendenza di Pasolini (con il quale Bolognini ha avuto intensi rapporti di lavoro) nei personaggi dei proletari emarginati, disperati, senza redenzione, angariati dalla miseria economica e morale. La stessa sofferente popolazione urbana a cavallo tra Ottocento e Novecento è già al centro di Metello, che il regista pistoiese firma pochi mesi prima di questo film.
Secondo Alberto Moravia Bubù costituisce l’ennesimo “tuffo nel passato” che Mauro Bolognini ama fare con quasi tutti i suoi lavori. «In Metello il passato è il primo socialismo italiano; in Bubù, la sifilide. Bubù è un film migliore di Metello e forse uno dei migliori del regista appunto perché la sifilide, pur appartenendo al passato, non è un fatto di cultura ma di costume e Bolognini ha più sensibilità per il costume che per il dato culturale» (A. Moravia, “L’Espresso”, 21.2.1971).
Il passato che questo regista è solito mostrare è un tempo di miseria, meschinità, angustia, ristrettezza, mortificazione, vergogna: egli ci fa «penetrare nelle schifose corsie degli ospedali, nei luridi appartamenti di abitazione, negli squallidi cortili dei poveri e nelle odiose strade dei ricchi […]. Il lui questo sentimento di orrore per il passato non si esprime solo negli stracci, nelle calcinature, nello squallore ma soprattutto nello spessore della rappresentazione, segno indubbio di una partecipazione poetica» (Ibidem).
Scheda a cura di
Davide Larocca
http://www.torinocittadelcinema.it/schedafilm.php?film_id=82&stile=large

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