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miércoles, 19 de mayo de 2021

Paganini horror - Luigi Cozzi (1989)

 

TÍTULO ORIGINAL
Paganini Horror
AÑO
1989
IDIOMA
Italiano y Alemán (Opcionales)
SUBTÍTULOS
Español (Separados)
DURACIÓN
82 min.
PAÍS
Italia
DIRECCIÓN
Luigi Cozzi
GUIÓN
Raimondo Del Balzo, Daria Nicolodi, Luigi Cozzi
MÚSICA
Vince Tempera
FOTOGRAFÍA
Franco Lecca
REPARTO
Daria Nicolodi, Donald Pleasence, Jasmine Maimone, Maria Cristina Mastrangeli, Pascal Persiano, Giada Cozzi
PRODUCTORA
Fulvia Film
GÉNERO
Terror | Sobrenatural

Sinopsis
Una banda de rock decide grabar una canción usando rituales satánicos. Para darle una mejor ambientación, van a una mansión en la que ha habido otros rituales del mismo estilo. Los maléficos espíritus no tardarán en aparecer para crear un reguero de muerte y horror... (FILMAFFINITY)

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Niccolò Paganini, considerado uno de los mejores violinistas de la historia. Nació en la Italia de finales del siglo XVIII, consiguiendo un éxito y fama sin precedentes siendo muy joven, lo que le llevó a la mala vida bajo el amparo del alcohol, para luego resurgir de sus cenizas.
Su forma de tocar el violín era tan desmesurada que parecía poseído, lo que, unido a su aspecto pálido y demacrado, llevó a la aparición de leyendas que decían que estaba bajo el influjo del diablo, al que había vendido su alma, y que las cuerdas de su violín estaban hechas con cabellos del mismísimo señor de las tinieblas.

Sin duda todo esto suena bien. Muy bien. Material para hacer un film hay de sobras, y de hecho se hicieron (incluso el mismísmo Klaus Kinski lo interpretó) pero siempre tirando a la vertiente más biográfica.

Tuvo que llegar Luigi Cozzi para que en 1989, justo a la vez que la versión de Kinski (también director), nos toparamos con el personaje en su faceta más sobrenatural. Pero claro, cuando ves que Cozzi, experto en exploitation italiano (Star Crash, choque de galaxias, Contaminación: Alien invade la Tierra, El desafío de Hércules), está al mando y el film data del 89, cuando el fantástico italiano ya está en plena decadencia y ya no hay la inyección de capital que había años atrás, te temes lo peor.

De entrada nos meten un prólogo de una niña que electrocuta a su madre tirándole un secador de pelo a la bañera mientras ésta está dentro, y nos quedaremos con cara de "¿a qué viene ésto?". De ahí saltamos a un grupo de música femenino que intenta grabar un disco pero las composiciones no acaban de funcionar, hasta que, gracias a uno de los técnicos que le compra la última e inédita partitura de Paganini a un extraño personaje que responde a los rasgos faciales de un decadentísimo Donald Pleasence. El técnico toca la canción en un piano y ahí comienza a sonarnos lo que está tocando...¡coño! es el Twilight de la Electric Light Orchestra. Luego, cuando graban la canción con todos los instrumentos y con la cantante certificamos que han robado vilmente la canción de la E.L.O. y simplemente le han cambiado la letra, pero la música es la misma. Aquí la SGAE italiana estuvo muy poco avispada, la verdad.

Volvemos al grupo de música, que andan emocionadas con el tema resultante y tienen la fantástica idea de grabar un videoclip llenos de zombies, fantasmas y monstruos como el Thriller de Michael Jackson (sic), así que acaban llegando a una casa que es donde el mismísimo Paganini firmó su pacto con el diablo y mató a su novia. Y, evidentemente, los asesinatos comenzarán a sucederse.

Visto muy por encima el argumento, puede resultar interesante y más si te la presentan con esa carátula que es increíble (obra de Sciotti), pero cuando tienes de director a un señor más bien poco agraciado para el cine, un plantel de actores malos como ellos solos, de los que solamente se puede destacar al mentado Pleasence (que no sale más de 8 minutos en pantalla) la ex de Argento, Daria Nicolodi, y a la showgirl Luana Ravegnini, y una falta de medios más que alarmante, la cosa está clara: esto es un film de aquellos malos que solamente sirven para reírte de ellos.

 
Con un montón de ideas absurdas y delirantes como esa especie de rotura temporal, un asesino enmascarado con un violín dorado del que sale una hoja de cuchillo muy slasher él, escenas con colores azules y rojos queriendo imitar al mejor Argento, un maquillaje justito y unos efectos de rayos que son de chiste. La cosa se puede aguantar por ver con que nueva locura nos sorprenden y ya un final de esos que te lo explican todo y dices "pues vale".

Si en el plano actoral no hay demasiada historia, detrás de las cámara había algo más de chicha: producida por Fabrizio De Angelis, otro maestro de la explotación italiana de los 70 y 80; maquillajes del duplo Franco Casagni y Rosario Prestopino, que ya venían de hacer estas labores con Argento, Fulci, Soavi o Deodato.

Melodía de horror, o Paganini horror en su versión original) acabó siendo el útlimo film de Cozzi, también conocido por su seudónimo Lewis Coates, que luego facturó un par de documentales sobre su buen amigo Dario Argento, con el que acabó montando la famosa tienda de Roma y una editorial en la que suele escribir algunos libros sobre sus vivencias en el mundo del celuloide.
http://aratzforever.blogspot.com/2015/01/melodia-de-horor-paganini-horror.html

Luigi Cozzi è uno di quei registi che, nel parlato comune cinefilo, denigriamo sempre con neologismi come “cozzata” per indicare un brutto film, magari di fantascienza o horror. Che Cozzi, scrittore, archeologo e studioso del fantastico, abbia girato pellicole non memorabili è vero, ma è altrettanto vero che, come il diavolo nei dettagli, ogni sua opera, nel bene o male, è adorabile anche nella sciagura. Per spezzare una lancia in suo favore è innegabile che un film come Hercules, con il suo cast all italian star da Richard Donner dei poveri, era  (ed è) qualcosa di incredibilmente unico nel panorama italiano, pieno sì di un’ingorda sovrabbondanza di effetti alla Ray Harryhausen, a volte ottimi, molte volte no, ma anche forte di un’idea gagliarda: rileggere i miti greci come un’opera sci-fi. La sua (brutta) fama da regista “trash” la si deve però all’onesto Scontri stellari oltre la terza dimensione (Starcrash), rilettura, un po’ come farebbe un’Asylum non lobotomizzata, del classico Guerre stellari di George Lucas, con tutti i deliri del caso, un gruppo di interpreti già (s)cult a fine anni 70 (David Hassellhoff, Caroline Munro mezza nuda e Nadia Cassini regina delle Amazzoni), ma soprattutto l’invidiabile stoltezza di stare girando un capolavoro assoluto del cinema di fantascienza. Inutile dire che il film fu spernacchiato ovunque e con gli anni fu ribattezzato come Star Trash, giocando col titolo internazionale, o Cozzi Stellari, pur ritagliandosi una certa fama di culto tra i coprofili del cinema orfanello e sfortunato.

Come però il regista arrivò a fine anni 80 a girare Paganini horror fu un’incredibile coincidenza di fattori astrali, gli stessi che muovono come pedine gli eroi di tante sue opere. In questo caso la causa scatenante fu il capriccioso divo Klaus Kinski in una parentesi a Venezia come un Nosferatu senza dentoni e con una zazzera da rockstar, ben diverso da quello interpretato per Herzog.

E’ innegabile che la carriera di Cozzi vada pari passo con quella dell’amico Dario Argento per il quale collaborò ai copioni di Quattro mosche di velluto grigio e Il gatto a nove code, fece da seconda unità per La sindrome di Stendhal e Due occhi diabolici, curò gli effetti ottici per Phenomena e girò una serie di prodotti in tv e al cinema che omaggiavano il maestro, primo il sottovalutato L’assassino è costretto ad uccidere ancora del 1975. Non stupisca quindi che Paganini horror sia influenzato, come sarà il successivo The back cat (De profundis), dagli horror argentiani, Suspiria in primis ma anche Inferno.
Abbiamo parlato però di Klaus Kinski, una star internazionale con la fama di “testa di cazzo”, tanto poco interessato alla qualità dei copioni proposti quanto capriccioso e irascibile sui set. Di questo ne aveva parlato lungamente la rivista Nocturno nelle parole di Joe D’amato/Aristide Massaccesi che lo descrisse come “un marchettaro, (uno che) faceva tutto per soldi, andava dove meglio lo pagavano, però era un professionista eccezionale”.

Quando arriva sul set di Nosferatu a Venezia, prodotto da Augusto Caminito, Kinski ha probabilmente in mente solo la sua regia, Paganini, tanto da fare vero terrorismo sul set rifiutandosi di indossare i canonici denti da vampiro e di rasarsi la testa come il suo personaggio, da Murnau ad Herzog, richiedeva. Il regista, Mario Caiano, stufo ed esasperato, se ne va (ma prima di lui avevano dato forfait Maurizio Lucidi e Pasquale Squitieri), la sceneggiatura non viene rispettata, il divo impone intere e deliranti sequenze di monologo su una barca, le attrici vengono molestate sessualmente dall’attore, insomma il caos più completo che fa naufragare il tutto, un pretestuoso seguito del cult del 1979 con  la bella Isabelle Adjani, in un pasticciaccio senza capo né coda, mortificato da un montaggio inverecondo frutto degli stravolgimenti di trama improvvisi. In mezzo a questa confusione chi termina l’opera è proprio Luigi Cozzi che, nel bene o nel male, salva un’opera accreditata nei credits è al solo produttore Caminito.

Il passo successivo, come detto, per Kinski è Paganini, sulla carta un successo annunciato, con l’attore divenuto regista assoluto di un’opera grandiosa sulla scia dell’Amadeus di Milos Forman. L’unica cosa che purtroppo si ripete è invece lo stesso caos artistico del precedente Nosferatu a Venezia con il pubblico disorientato, la critica inacidita e un film immontabile e scalcagnato, pretestuoso e farraginoso storicamente. Cozzi però questo ancora non lo sa, assapora il successo dell’opera kinskiana e pensa prima ad un altro biopic sul musicista per Nat Wachsberger (cfr. Roberto Curti – Italian Gothic Horror Films, 1980-1989) , lo stesso di Stacrash, poi, naufragato quel progetto. ad una versione sci-fi/horror di quello, appunto Paganini horror. Anche se, stando ad un ‘intervista, sul portale close up Cozzi fa risalire l’idea del film a molto tempo prima : “Paganini Horror è stato concepito e scritto da me intorno al 1985, sceneggiato poi con la collaborazione dell’attrice Daria Nicolodi. Il copione piacque a diverse società, che lo opzionarono nel corso degli anni, senza che nessuna riuscisse però a realizzare il progetto”.

A produrre questo strano horror con forti dose di fantascienza, come solito del regista, dovrebbe essere Ugo Valenti, produttore associato per uno dei migliori lavori di Cozzi, Contamination – Alien arriva sulla Terra, buonissimo sci-fi del terrore girato in Colombia, la stessa location che si sceglie appunto per Paganini horror. Si chiama quindi Enzo Sciotti per disegnare una splendida locandina da portare nei vari mercati del cinema per trovare finanziatori e il progetto sembra lì lì per nascere. Qualcosa comunque non funzionò: la sceneggiatura non piaceva a Valenti che presto abbandonò il progetto, lasciando dietro di sè, oltre alle buone premesse, soltanto il magnifico poster con un efficace Paganini zombi intento a suonare, davanti a due spaventati ragazzi, una melodia che si immagina diabolica.

Cozzi, con l’aiuto Daria Nicolodi, ex compagna del regista Dario Argento, rivede lo script che fino ad allora parlava di una casa capace di alterare il tempo con tutti i paradossi del caso, una storia simile al contemporaneo lavoro tv di Lucio Fulci La casa del tempo.  L’apporto al copione dell’attrice/sceneggiatrice sembra si limitasse alle “scene esoteriche”, qualunque esse in un film che probabilmente non rende atto alla sceneggiatura. Oltre alla Nicolodi comunque la sceneggiatura passa nelle mani sia dello sceneggiatore di fiducia di Lucio Fulci, Dardano Sacchetti, che del regista Raimondo Del Balzo, famoso più che altro per melodrammi strappalacrime come L’ultima neve di primavera e Bianchi cavalli d’agosto. Fatto sta che il progetto ottiene la luce verde solo quando ad interessarsene è il produttore di Zombi 2, Fabrizio De Angelis: nelle sue idee iniziali il film dovrà essere un megasplatter sulla scia dei successi fulciani de L’aldilà e Quella villa accanto al cimitero.

Via però la Colombia e, dopo qualche giorno a Venezia, ci si trova a girare a Roma in una villa diroccata ma suggestiva. Nel cast viene ingaggiata anche la star hollywoodiana Donald Pleasence, già Dottor Loomis per gli Halloween, e al lavoro in quel periodo su molti set italiani. Come protagonista viene scelta Jasmine Maimone, già interprete per Cozzi del corto sulla Rai, La casa dello Stradivari, opera che molti punti in comuni con Paganini horror, a partire dal nome della location, la suggestiva Casa del Sol. Altri attori sono la stessa co-sceneggiatrice Daria Nicolodi, il Pascal Persiano di Voci dal profondo di Fulci, poi nomi non molto conosciuti come Maria Cristina Mastrangeli vista in Mery per sempre di Marco Risi, il Pietro Genuardi di Killer Crocodille sempre di De Angelis, più la figlia del regista Giada in un cammeo e un paio di bellissime ragazze messe solo per essere presto massacrate nella finzione

Quando il film però deve iniziare il budget cala pericolosamente e De Angelis da’ indicazione a Cozzi di eliminare tutte le scene splatter sul copione e magari riciclare qualche idea dal vecchio copione fantascientifico. Cozzi ne esce frustrato anche ora ricordandolo “Ero lì con questa bella sceneggiatura ambiziosa e loro mi consegnarono una videocamera da 16 mm, mi diedero una villa per iniziare a girare e dissero ‘Inizia a girare’! In condizioni come queste, nemmeno il miglior regista del mondo avrebbe potuto fare di meglio“.

Paganini horror è un’opera confusa, un film che vive momenti di regia azzeccata ad altri più tirati, un prodotto sicuramente ben confezionato sul piano tecnico ma mortificato da pessimi effetti ottici ed una recitazione che definire atroce è un complimento.

Le sue interpreti principali, senza contare una Daria Nicolodi svogliata e in perenne trance, sono oltre l’umana concezione: urlano ad un metro di distanza manco fossero in un incubo di Gabriele Muccino, fanno le facce per camuffare una scarsa espressività e moltiplicano il disagio di un copione recitato probabilmente lì lì sul momento. Jasmine Maimone, ragazza da una sega e vai dei vari giornalini semi porno anni 80 Blitz o Gin Fizz, era apparsa in piccole parti in Demoni di Lamberto Bava, Poliziotto senza paura di Stelvio Massi e Scandalosa Gilda di Gabriele Lavia, senza mai convincere nessuno sulle sue doti attoriali. Bella ma non bellissima, dalla faccia un po’ spigolosa e il corpo perfetto come la bellezza dell’asino adolescenziale impone, la sua carriera aveva avuto una bella impennata grazie alla vittoria nel 1983 del titolo di Miss Roma, ma wikipedia descrive, con una crudeltà di cronaca mai così sincera, il suo fallimento nel mondo del cinema:

“Ha tentato senza successo di apparire a Hollywood. Ha partecipato alle audizioni per i principali ruoli femminili in All’ultimo respiro (1983) e Il sole a mezzanotte (1985), che alla fine è andato a Valérie Kaprisky e Isabella Rossellini. Non è riuscita a vincere il ruolo di protagonista in Emmanuelle IV (1984). Dopo il ruolo nel film horror ” Paganini Horror (1989), Luigi Cozzi ha pianificato di lanciare l’attrice nel suo prossimo film. Tuttavia, il progetto non è mai stato implementato a causa della mancanza di fondi, il che significa che Jasmine ha rinunciato alla sua carriera di attore e si è concentrato sul lavoro come istruttore di danza. 100.000 dollari che ha raccolto per il suo ruolo nel film Paganini Horror assegnato per l’apertura di una scuola di danza“

Accanto a lei non sfigura in “cagneria” Maria Cristina Mastrangeli, un’altra banshee urlante e fastidiosa che inficia il valore di un film scalcagnato ma tutto sommato godibile, salvato dal mestiere del regista. Di lei si può leggere una biografia su internet che ci preoccupa non poco. “Studia recitazione alla Fersen di Roma, ottiene il diploma di qualifica professionale della Regione Lazio presso la scuola Mario Riva, ma è fondamentale nella sua formazione l’incontro con vari membri dell’Actors Studio. Dal 1985 al 1990, è al Duse Sudio di Francesca de Sapio, poi segue l’insegnamento di Susan Strasberg e Geraldine Baron. È attrice all’Argentina, Teatro di Roma dal 1986 al 1991. In quell’ambito lavora con Nikita Michalkov, Marcello Mastroianni, Maurizio Scaparro, Roberto Guicciardini“. Non vogliamo mettere in dubbio il suo percorso artistico importante, l’actor studio e bla bla bla, ma in Paganini horror la Mastrangeli non risalta sul resto del cast, anzi primeggia come peggiore attrice, superata solo dalla oscena performance di Jasmine Maimone che non esagero a definire una delle attrici più insulse mai viste nel nostro cinema horror, una spanna sopra le già atroci Coralina Cataldi Tassoni di Il bosco 1 e Lara Wendel di Killing Birds Raptor.

In questo orrore attoriale, mandato in pasto al pubblico senza pensare ad un doppiaggio salvifico, risalta facilmente il buon Donald Pleasence che, in quelle poche pose, grazie anche all’azzeccata voce prestatagli da Dario Penne, ci regala una performance diabolica di tutto rispetto. La scena nella quale getta una valigia piena di soldi dal campanile di San Marco a Venezia declamando “Volate miei piccoli diavoli” è forse la migliore a livello concettuale di una pellicola dagli umori inespressi.

Peccato perché Paganini horror, se si passa oltre l’illogicità degli eventi, ha davvero dei momenti molto buoni ed un uso delle luci colorate suggestivo e affascinante. Certo non  bisogna crucciarsi a chiedersi come faccia un membro di una band a comprare uno spartito dal valore inestimabile né soffermarsi sui dialoghi che mettono in bocca ai personaggi la ridondanza di dover riempire il giusto silenzio che la situazione richiederebbe. D’altronde che senso ha che una persona commenti “Stiamo per entrare  in una stanza” o “Ora faccio un gradino” quando lo vediamo già sullo schermo?

Però, come detto, sono l’atmosfera e la regia di Cozzi a fare la differenza e conferire a Paganini horror un gusto terribilmente agrodolce, un po’ come un sacco di spezie per mascherare un piatto rancido. Così il primo omicidio con il violino che cela una lama ai danni della pancia nuda della bellissima Luana Ravegnini, showgirl di quegli anni, o la mutazione, per via di alcune muffe del 700 (“Si proliferavano all’interno degli Stradivari“), di Michele Klippstein, prima valletta de La corrida, in uno zombi di pus e sangue, sono momenti felici di un’opera sicuramente infelice.

Cozzi fa del suo meglio per salvare un film che non richiede più lo splatter necessario per piacere ai fanatici del genere, ma che si ricorda soprattutto per le sue sterzate feroci come un muro invisibile che fa letteralmente esplodere Maria Cristina Mastrangeli. Sprecato in questo senso il lavoro, ottimo nella povertà del budget, di Rosario Prestopino e Franco Casagni nelle poche scene sanguinose. Dimenticabili invece gli effetti di luce blu per simulare la corrente come nella “memorabile” sequenza di apertura che vede una bambina (Giada Cozzi) uccidere con un phon la madre.   E’ bene dire che molte idee del regista finirono tagliate dal montaggio, soprattutto un calcare l’apporto degli astri sui paradossi temporali, più un finale alternativo nel quale Pleasence indossa il costume del musicista assassino e suona il suo violino.

Le musiche di Vince Tempera sono sotto lo standard del compositore ( Ecco noi per esempio…, Sella d’argento, Goldrake, Ape Maia, Capitan Harlock, Daitan III) e si limitano a scimmiottare hit di successo pop rock come You give love a bad name dei Bon Jovi. In più non si capisce come una canzone atroce tipo quella cantata da Jasmine Maimone all’inizio (Stay The night) sia peggio della paganiniana (solo nella fantasia degli autori) The winds of time (“Questo pezzo scalerà la hit parade!“). Aggiungiamoci l’imbarazzo di un brutto videoclip, un omaggio a Charlotte sometimes dei The Cure, girato nella fantasia della trama dal “miglior regista horror sulla piazza“, in realtà un pazzo con in mano una telecamera che riprende culi e urla “Fantastico!” mentre le attrici commentano “E’ un genio!“. Ad essere sinceri però la sciaguratezza degli elementi (la donna con  la maschera da faust, il Paganini killer) rendono simpatica questa parentesi di brutta musica trash pop/rock.

Da noi questo Cozzi dalle tinte musicali uscì in  vhs e poi ebbe un’edizione, sempre per la Avo film, in dvd d’identica qualità audio e video. All’estero è bene segnare diverse uscite, migliori, tra i quali le recenti in blu ray per la Severin con ben 8 minuti di scene tagliate (ma con la regione A che rende impossibile vederlo nei nostri apparecchi) e quella per la 88 films inglese con un altrettanto nutrito carico di extra (scene tagliate escluse). Entrambi i dischi sono anche in italiano.

A Paganini horror seguirà lo sfortunato The black cat (De profundis) del 1989, terza parte non ufficiale della trilogia iniziata con Suspiria e proseguita con Inferno, una chiusa certamente più dignitosa di quella vera, La terza madre, girata distrattamente da Dario Argento nel 2007. Anche qui abbiamo l’idea delle stelle capaci di influenzare il destino degli esseri umani, ma l’opera, scritta ancora con l’aiuto di Daria Nicolodi, risulta più compatta e affascinante di questo Paganini (fanta)horror.

Paganini horror comunque non è un bel film, ma sa intrattenere, non annoia e, se non si hanno grandi aspettative, ci fa respirare l’aria migliore dei nostri amati B movie del terrore italiani. Non male alla fine.
Andrea Lanza
https://malastranavhs.wordpress.com/2020/01/07/paganini-horror/ 


 

 
 

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