ESPACIO DE HOMENAJE Y DIFUSION DEL CINE ITALIANO DE TODOS LOS TIEMPOS



Si alguién piensa o cree que algún material vulnera los derechos de autor y es el propietario o el gestor de esos derechos, póngase en contacto a través del correo electrónico y procederé a su retiro.




jueves, 23 de diciembre de 2010

La Carne - Marco Ferreri (1991)

TITULO 
La carne
AÑO 
1991
IDIOMA 
Italiano
SUBTITULOS 
Español y Francés (Separados)
DIRECTOR 
Marco Ferreri
GUIÓN 
Marco Ferreri, Lilian Betti (Argumento: Marco Ferreri)
REPARTO 
Francesca Dellera, Sergio Castellitto, Philippe Léotard, Farid Chopel, Petra Reinhardt, Gudrun Gundlach
GÉNERO 
Comedia | Erótico

Sinópsis
Comedia de amor, sexo y antropofagia. Paolo y Fancesca, hartos de la neurosis imperante en la vida urbana, deciden alejarse de ella y refugiarse en una pequeña casa cerca de una playa para practicar el sexo sin ningún tipo de límites. Exhuberante y posesiva, la mujer utiliza técnicas aprendidas de un gurú del sexo para convertir a su amante (casado y padre de dos hijos) en un esclavo...(FILMAFFINITY)
 
1
2 

Marco Ferreri entró en el mundo del cine a través de la realización de cortometrajes publicitarios. Más tarde, se dedicó a la producción y llegó a España como representante comercial de los objetivos Totalscope, la versión italiana de los Cinemascope americanos. Aquí conoció a Rafael Azcona, con el que colaboró en El pisito en 1959 y El cochecito en 1960, dos comedias españolas marcadas por un feroz sarcasmo antiburgués. De vuelta a Italia, Ferreri siguió rodando con su L’ape regina en 1962, una sátira anticatólica que fue censurada, incluso su título modificado debido a la crítica que hacía sobre la institución del matrimonio.
En Se acabó el negocio (La donna scimmia), de 1963, habla sobre las relaciones entre los sexos dominadas por la explotación del más débil, con el final también censurado, esta vez por decisión del productor Carlo Ponti.
Más adelante, realizó el capítulo de Il professore dentro de la película colectiva Controsesso en 1964, y luego el cuento antimachista El harén (L’harem) de 1967. Sin embargo, la que se cosidera su obra maestra es Dillinger ha muerto (Dillinger è morto), de 1969, un ensayo sobre la soledad del hombre contemporáneo en la sociedad capitalista.
Luego rodó la triste alegoría sobre el futuro El semen del hombre (Il seme dell’uomo) en 1970, un cuento kafkiano anticlerical, y La audiencia (L’udienza) en 1971. Más tarde, realizó una curiosa por no decir surrealista relectura de la derrota del general Custer en Little Big Horn llamada No tocar a la mujer blanca (Non toccare la donna bianca) en 1975.
Pero cuando alcanza de nuevo la cumbre es gracias a la adaptación del cuento de François Rabelais La gran comilona (La grande abbuffata), de 1973, que anticipó la furia iconoclasta del Saló o los 120 días de Sodoma de Pier Paolo Pasolini.
Desde entonces podríamos citar las siguientes obras: La última mujer (L’ultima donna), de 1976, y La casa del sorriso, de 1988. Homenajeando el cine que ya no existe en Nitrato d’argento (1995), concluyó con una nota de melancolía su recorrido como cineasta, a la vez genial e inclasificable.
 

La pija grita en el cine de Ferreri. A veces, de tanto gritar termina llorando. En el final de La última mujer Gerard Depardieu se castra y sostiene el miembro ensangrentado entre sus manos mientras se escucha el llanto de un bebé. La carne empieza con un montaje de varios dinosaurios mecánicos de museo, e imprime sus títulos sobre uno en particular al que la cámara recorre en su totalidad. El cuello largo y venoso del bicho hace pensar en una erección. Sobre la imagen se escucha una grabación que más parece un grito desesperado que un rugido. A los hombres ferrerianos la virilidad les pesa y les duele. La mujer es portentosa como la naturaleza misma, libidinosa hasta el milagro. El hombre es un hijo eterno, creyente y cándido. En La carne, Paolo (Sergio Castellito) desespera por Francesca (Francesca Dellera), enloquece por completo, y la única manera que encuentra de librarse de su celestial penitencia es que ella desaparezca. Paolo busca o se inventa un dogma glorificando a una mujer que es más carne que espíritu, y su propio cuerpo se convierte en un mecanismo subyugado al estimulante capricho de Francesca, de una lucidez sexual superior. Después de coger juntos por primera vez, Paolo, vestido con una túnica blanca, se corta las venas frente al mar mientras clama a los gritos que a Dios se lo ve una sola vez, pero su muerte es impedida por la propia Francesca, que bebe de su sangre y, con ese gesto, hace converger en la escena vampirismo y cristianismo.
Entender la mirada de Ferreri sobre Francesca como misógina es desatender su mirada sobre Paolo. Tampoco su enfoque puede ser considerado misántropo. Ferreri retrata chicos y juega como uno, con las imágenes y los sonidos, con los diálogos, con las ideas, con los límites. Todo es juego, y uno de verdad: intenso, libertario, políticamente incorrecto. En sus personajes hay algo del espíritu payaso, lúdico y melancólico. Son  pibes con vida a cuestas queriendo volver a las tetas de la vieja. O al mismísimo vientre, como Charles Serking (Ben Gazzara) en Historias de locura común, cuando intenta meter su cabeza entre las piernas de una mujer obesa para terminar rompiendo en llanto ante su propio patetismo. Si no lo hacen de manera tan radical o literal como en este caso, lo harán buscando siempre el mar. En The Master, Paul Thomas Anderson retoma estos conceptos sobre la mujer como fuerza absoluta cuya capacidad dominante es innata, mientras que la potestad del hombre requiere de un aprendizaje metódico. Esta  película guarda otras similitudes con el cine de Ferreri, como la mujer de arena casi idéntica a la de El semen del hombre a la que Phoenix se abraza en posición fetal, y la conducta física simiesca de su protagonista, manifestación de las pulsiones primitivas del hombre y de la decadencia del macho. Al contrario del personaje de Amy Adams, el de Francesca Dellera no presenta su misma sagacidad despótica. Ella es en cierta forma tan ingenua como él. Ambos están condenados a un deseo carnal que no pueden controlar, como los personajes de la Divina Comedia que les dan nombre. La mujer dominante se encarna en la figura de la ex esposa y madre de los dos hijos de Paolo, más cercana ideológicamente al repudiado padre del protagonista y antítesis sustancial del carácter religioso de este. Paolo es un artista y un idealista, mientras que aquella se desempeña como funcionaria y se opone al bautismo de sus hijos debido a su ateísmo.
En los chicos se plasman esas diferencias esenciales entre hombre y mujer. Mientras que la hija, una adolescente en plena maduración erótica, reta al viejo constantemente, el hijo, de unos ocho años, presenta una personalidad mucho más juguetona, al punto de romper la cuarta pared mirando detrás de cámara mientras se ríe por las muecas graciosas de Castellito, en una escena por demás divertida y de una tensión sexual que puede resultar incómoda sólo si se la ve desde una perspectiva conservadora. Paolo se encuentra solo en su cama luego de que Francesca le provocase una erección imbatible que lo deja inmovilizado de pies a cabeza cuando recibe la visita sorpresiva de sus hijos, enviados por la madre a reclamarle el dinero de la manutención. Postrado, con el pene erguido, y sólo cubierto por una túnica, vemos a la hija mirando tentada el miembro erecto de su padre en plano y contra plano, naturalizando la sexualidad entre padre/hija (cuyo extremo incestuoso se da en Historia de Piera). Segundos después la nena repite irreflexivamente el discurso demandante y celoso de su madre y ex esposa de Paolo. Este queda expuesto como el chico que es en el fondo, atrapado en un cuerpo adulto y sin ánimos de asumir las responsabilidades sociales de la paternidad. En el inicio mismo de la película se presenta a los tres frente al dinosaurio/pija, sólo amenazante para este adulto/niño que conoce las consecuencias de la procreación. Paolo enfrenta al aparato mecánico y los pibes prácticamente se le cagan de risa en la cara menoscabando su  autoridad patriarcal.
La voracidad sexual se desplaza o se combina con la comida, aditamento habitual en el cine italiano. Francesca es un pedazo de carne tentador. En el supermercado, Paolo la utiliza como modelo para explicarle al carnicero el corte que quiere comprar. Ella se ofende, pero él, obsesionado con el hinduismo, se excusa diciéndole que en la India la  vaca es la madre sagrada. La escena pareciera ser más una provocación de Ferreri hacia quienes han cuestionado el papel que las mujeres desempeñan en sus películas, pero por las características concedidas a Paolo no se puede dudar de la honestidad del comentario en boca de ese personaje. Para él la carne es un vehículo espiritual, alimento primario, paraíso materno, que a un nivel estrictamente sexual se convierte en un mecanismo fatigoso y despiadado. El sexo es abrumador por real y en la concreción se anula toda posibilidad de idealismo. Ante el inminente abandono de Francesca que se va a ir tras una cigüeña, el personaje de Castellito decide quitarle la vida clavándole un cuchillo en el vientre para luego cortarle uno de los brazos y servírselo, en un final típicamente ferreriano (vale decir drástico).De esta forma logra cumplir su sueño de infancia de comerse a Dios entero frente al mar mientras el sol se pone.
https://cinefiliaerrante.wordpress.com/2013/04/10/la-carne-marco-ferreri/


7 comentarios:

  1. Estimado: todos los enlaces están muertos

    Gracias igual por el esfuerzo

    ResponderEliminar
  2. Aviso: no funcionan los enlaces.
    Gracias !

    ResponderEliminar
  3. Se volvieron a caer los enlaces! Gracias

    ResponderEliminar
  4. Se volvieron a caer los enlaces! Gracias Existe la posibilidad de subir Le Carne? saludos

    ResponderEliminar
  5. muchas gracias ! eres genial ! God Bless You !

    ResponderEliminar