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lunes, 26 de julio de 2021

Quo Vado? - Gennaro Nunziante (2016)

 

TÍTULO ORIGINAL
Quo vado?
AÑO
2016
IDIOMA
Italiano
SUBTÍTULOS
Español (Separados), Italiano e Inglés (Opcionales)
DURACIÓN
85 min.
PAÍS
Italia
DIRECCIÓN
Gennaro Nunziante
GUIÓN
Gennaro Nunziante, Checco Zalone
MÚSICA
Checco Zalone
FOTOGRAFÍA
Francesco Di Giacomo, Valerio Evangelista
REPARTO
Checco Zalone, Eleonora Giovanardi, Sonia Bergamasco, Maurizio Micheli, Lino Banfi, Massimiliano Montgomery, Angelica Napa, Adam Nour Marino, Fabio Casale, Ludovica Modugno, Ninni Bruschetta
PRODUCTORA
Taodue Film, Medusa Produzione
GÉNERO
Comedia | Sátira. Trabajo/empleo

Sinopsis
Narra las peripecias de un funcionario de una administración provincial, con quince años de servicio, que se dedica a la rutinaria pero cómoda tarea de expedir las licencias de caza y pesca. Vive feliz en casa de sus padres, mimado por su madre, y con una novia con la cual no tiene intención de casarse ni tener hijos. Pero su mundo se derrumba cuando el Estado decide eliminar las provincias. Antes que aceptar una indemnización y buscar otro trabajo, el protagonista acepta varios traslados a regiones remotas de Italia y finalmente incluso asume trasladarse a Noruega para trabajar como guardián de una estación científica italiana en el Polo Norte. (FILMAFFINITY)

Premios
2016: David di Donatello: 3 nom. incluyendo actriz secundaria (Bergamasco)

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2 
3 
Sub 
 
 

La italianidad al palo
Es difícil ver “No Renuncio” sin ignorar el contexto local de achicamiento del Estado que ocurre en nuestro país. También es increíble como los chichés y los gags, con los cuales castiga a los empleados del Estado, remiten al imaginario local. Como si en el resto del mundo no tuvieran los mismos prejuicios.
Sin entrar en la discusión sobre la verosimilitud, o no, de lo que expone la película, “No renuncio” trata el tema disponiendo de un efectivo humor “fácil”. No por nada, la cuarta colaboración entre Checco Zalone (humorista, guionista y protagonista del film) y el director Gennaro Nunziante fue la comedia más exitosa de los últimos tiempos en Italia.
Desde el principio, Checco nos hace reir con sus desgracias, luego de ser capturado por una tribu africana, a la cual le debe contar su historia de vida para safar de la muerte.  Se trata de un personaje que desde el principio de su vida sabía que quería ser un funcionario del Estado, para aprovecharse de las claras ventajas que ese trabajo tiene. Tiene quince años de servicio expidiendo las licencias de caza y pesca. Vive feliz en la casa de sus padres, está “enamorado” de su madre, y está de novio con una chica con la cual no está interesado en formalizar nada. A menos que haya un interés mutuo de por medio.
El problema empieza cuando el Estado italiano tiene la intención de modernizar (¿les suena?) el sistema y restablecer todo el sistema de empleados públicos. Y el protagonista no está dentro de las excepciones establecidas, por eso lo invitan a renunciar con una jugosa indemnización o a aceptar traslados a regiones remotas de Italia.
Incentivado y motivado por el Senatore Binetto (Lino Banfi), que acomodó a toda su familia durante generaciones, Checco acepta y desafía al sistema actual aceptando un incomodo traslado a Noruega para trabajar como guardián de una estación científica italiana en el Polo Norte. Allí conoce a Valeria (Eleonora Giovanardi) que genera un cambio en su vida en todo sentido.
No Renuncio se acerca más una crítica que un festejo de lo que significa ser italiano. Una aceptación de lo que es Italia como país. Eso explica su éxito y su gran taquilla, porque toma muchos aspectos del sentido común de Italia como su machismo a ultranza, o la diferencia con la vida en los países nórdicos “civilizados”. También se trata de una burla al italiano que se va.
Y una clara referencia al kilombo diario y el poco respeto de las normas de los italianos, o a la fuerte burocracia estatal y la influencia de la mafia del sur del país. Tantas cuestiones que no tienen sentido mencionar y muchas que quizás siendo extranjeros nos perdamos, pero que todas ellas juntas hacen al italiano y, en cierto modo, al ser occidental en general.
No Renuncio no se destaca en otra cuestión que no sea la humorística. Incluso al protagonista le alcanza con hacer un papel modesto para generar las continuas risas. “No renuncio” se destaca por sí misma. Sobre el final el film se cae con la cuestión amorosa y la moraleja que debe dar. Pero sin dudas se trata de una película de humor simple y que hace reir. Y mucho.
Germán Morales
https://www.proyectorfantasma.com.ar/critica-no-renuncio-cine-italiano-2016/


El costumbrismo como una nota al pie
Quizás no sea demasiado conocido por estas latitudes, pero en Italia –gracias a sus trabajos para la televisión, sus discos y sus películas– Checco Zalone es casi tan famoso como la pasta al dente. Unido al realizador Gennaro Nunziante, el pelado Zalone viene encabezando una serie de películas que poco y nada le deben a la tradición de la commedia all’italiana y sí bastante más a la comicidad de la pantalla pequeña (el viejo e inoxidable sketch) y al trasplante de usos y costumbres de algunas comedias estadounidenses. ¡No renuncio!, con su título original Quo vado? –cuarta de esas colaboraciones en la pantalla grande– acaba de romper todas las expectativas comerciales en su país natal, y viene a ser al cine italiano lo que el díptico Ocho apellidos… al español. Al menos en parte: la idea del italiano en tierras lejanas y culturalmente diversas forma parte del núcleo de la comicidad del film, jugando el juego del reconocimiento de virtudes y defectos de origen.
Como su padre en la ficción, Checco (indistinguible separación entre actor y personaje) tiene un posto fisso, esto es, forma parte de la planta permanente de los trabajadores estatales de un pequeño pueblo de pescadores. Pero no es un ñoqui. Apenas –como soñaba con serlo el joven checo de Trenes rigurosamente vigilados– un oficinista aplicado, culo en la silla, al sellado de carnets de aprobación. Es a partir de una purga de empleados, ejecutada por una villana neoliberal de manual, y su negativa a aceptar la consiguiente indemnización, que comienzan las aventuras de Checco en los puestos más aislados posibles. Polo Norte incluido. La estructura episódica, la subtrama romántica que se establece a partir de su encuentro con una bella bióloga, la idea del crecimiento/maduración tardía recuerda sin demasiados esfuerzos a la temática central de muchas comedias made in USA, más allá del consciente y constante énfasis en la italianidad del personaje y sus actitudes.
Hay chistes objetivamente hilarantes, como el brevísimo momento en el que la mamma le ofrece, como vendedora de tienda de joyas, una caja aterciopelada con decenas de variedades de pastas para el almuerzo. O aquel otro en el que la aparición sucesiva de los hijos de su amada culmina en un gag visual de perfecto timing. La estadía en una ciudad noruega permite, nuevamente, poner en choque frontal el griterío y la puteada con el respeto extremo por los límites y la tolerancia absoluta a los tiempos de espera. Pero la suma, como suele ocurrir, no hace al todo y ¡No renuncio! se pone demasiado blanda cuando debería aplicar algo de oscuridad y el lugar del costumbrismo irónico es finalmente usurpado por el voluntarismo de la historia y los personajes. Ejemplo contemporáneo de la comedia nacional y popular del país con forma de bota, lo de Nunziante/Zalone es apenas una nota al pie de la industria que supo hacer de la comedia un arte rico, recio y orgulloso.
Diego Brodersen
https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-39581-2016-07-28.html


Al quarto tentativo la coppia Zalone/Nunziante, con Quo Vado?, riesce finalmente a scrollarsi di dosso i detriti del ritmo televisivo e a sviluppare la lettura comica e grottesca dell’Italia in un compiuto racconto cinematografico.

Chi mangia le foche?
Quo vado? racconta la storia di Checco, un ragazzo che ha realizzato tutti i sogni della sua vita. Voleva vivere con i suoi genitori evitando così una costosa indipendenza e c’è riuscito, voleva essere eternamente fidanzato senza mai affrontare le responsabilità di un matrimonio con relativi figli e ce l’ha fatta, ma soprattutto, sognava da sempre un lavoro sicuro ed è riuscito a ottenere il massimo: un posto fisso nell’ufficio provinciale caccia e pesca. Con questa meravigliosa leggerezza Checco affronta una vita che fa invidia a tutti. Un giorno però tutto cambia. Il governo vara la riforma della pubblica amministrazione che decreta il taglio delle province. Convocato al ministero dalla spietata dirigente Sironi, Checco è messo di fronte a una scelta difficile: lasciare il posto fisso o essere trasferito lontano da casa… [sinossi]
Quo Vado? inizia, e la sensazione è quella di precipitare sempre nello stesso pozzo: la gag reiterata in cui la guida africana – terra unica e senza divisioni geografiche, al contrario di un’Europa in cui si cita l’Italia ma poi si distingue tra Bergen e le Svalbard – cerca di rassicurare Checco profetizzando eventi che si verificano poi sempre all’opposto, si muove stancamente, arto meccanico privo di una reale e propria vis comica. L’impressione netta è dunque quella di partecipare una volta di più al banchetto imbandito dalla coppia Zalone/Nunziante, rabberciato da un punto di vista narrativo e ancorato solo ed esclusivamente alle potenzialità comiche dell’attore pugliese, al secolo Luca Medici.
Si tratta, in ogni caso, di un’impressione, perché in realtà il vero punto di forza di Quo Vado? risiede proprio nella costruzione di una sceneggiatura per nulla improvvisata, ma calibrata al contrario con il bilancino. La già citata cornice africana permette per esempio all’io narrante – sempre il personaggio di Zalone, ovviamente – di muoversi indietro nel tempo senza aderire alla sfiancata abitudine della commedia nostrana, ma proponendo al contrario una lettura “in” e “extra” tempo degli eventi che si susseguono, che contribuisce alla riuscita comica del film.

Il primo punto su cui viene naturale soffermarsi è proprio quello legato alla comicità: Quo Vado? è un film divertente, in cui con una certa regolarità la battuta colpisce il bersaglio, e che cerca di dosare riuscendo nell’intento gag verbali e non. Zalone ha dopotutto messo a punto, nel corso degli anni, un personaggio che funziona in entrambe le direzioni: mescolando un linguaggio gergale – ma rifuggendo dal regionalismo fine a se stesso – a un corpo che riesce a modellarsi sulle situazioni in cui viene a trovarsi, l’attore ha trovato la chiave di volta per collocarsi all’interno dello scacchiere comico nostrano (da sempre piuttosto affollato, ma mai come negli ultimi anni) in una posizione di forza.
Quo Vado? è la sintesi perfetta di questo accurato lavoro di costruzione del personaggio: un’opera che si tinteggia di grottesco senza sposarne le derive – territorio dove invece preferiscono collocarsi sia il Maccio Capatonda di Italiano medio sia la coppia non-più-coppia Biggio/Mandelli –, che gioca a volte con la commedia del “misunderstanding”, punto di partenza di tutti i film con Lillo e Greg, ma non disdegna neanche scivoloni nella comicità di grana grossa a pochi passi dalla scatologia. Senza sposare nessuna di queste cause fino alle estreme conseguenze, ma mantenendo un equilibrio continuo, Gennaro Nunziante e Checco Zalone hanno la capacità di avvicinare il pubblico che magari disdegnerebbe un cinepanettone di Neri Parenti, o non si lascerebbe sedurre fino in fondo da una coppia di comici televisivi. Zalone, altro prodotto del piccolo schermo, ha avuto la capacità di distinguere i media, e le rispettive funzioni. In questo modo riesce ad apparire credibile anche sullo schermo di un cinema. Su migliaia di schermi, stando ai dati forniti dalla distribuzione di Quo Vado?… L’operazione perfetta per un comico che è in qualche modo la quintessenza di una nuova democrazia (cristiana) cinematografica, la voce della maggioranza silenziosa.

Si potrà anche storcere il naso di fronte al successo clamoroso di ogni singolo film di Zalone (Cado dalle nubi incassò 14.073.000 €, Che bella giornata si erse fino a 42.779.000, e Sole a catinelle sbaragliò una volta per tutte la concorrenza assestandosi addirittura oltre i 50 milioni di incasso), ma è il risultato di un’operazione in tutto e per tutto nazionalpopolare. Mai, in realtà, ingannevole verso il pubblico. Nel mettere in scena i vizi peculiari dell’italiano medio, la rozzezza, la sottile ignoranza, il pressapochismo, l’accettazione del sopruso, se può tornare a proprio vantaggio, deridendoli ma non ergendosi a moralizzatore dei costumi, Zalone ha centrato il punto, il cuore dello spettatore medio.
In questo senso Quo Vado? segna un indiscutibile passo in avanti, in direzione di una scrittura più sfaccettata, meno veicolata a uso e consumo della singola sequenza comica. Agevolati anche dagli spostamenti fisici del personaggio – l’azione si dipana tra l’Italia, la Norvegia e l’Africa –, Nunziante e Zalone finalmente scelgono di non rimanere in superficie, scavando in maggior profondità anche nel personaggio, e nelle sue ossessioni. Il sogno del posto fisso, lettura non troppo distante dal vero del (mal) costume italiano, è il grimaldello per svelare desideri e paure del personaggio: il suo percorso, chilometrico ma ancor più morale, è quello di un disvelamento del proprio ruolo sociale. Zalone non è più l’elemento impazzito che manda in tilt lo schema generale – come invece accadeva nei precedenti film –, ma deve capire qual è il suo compito, organizzarsi all’interno di un sistema più grande di lui. L’utopia del film, inevitabile, è che questo sistema possa anche essere scalfito (e migliorato) dalla presa di coscienza dell’individuo, ma questo è un punto secondario. Quo Vado?, oltre a intrattenere e divertire, sceglie per una volta di raccontare, di elevare una serie di macchiette – la madre/matrona, il superiore incarognito, e via discorrendo – a veicolo di una narrazione condivisa, comprensibile, percepibile come “reale”.

Oltre a questo, comunque, Quo Vado? raggiunge la pancia degli spettatori trascinandoli al riso: l’escalation che parte dalla domanda “chi mangia il krill?”, l’incontro con un automobilista italiano per le strade di Bergen, la giornata-tipo di Checco come responsabile dell’ufficio provinciale caccia e pesca, il matrimonio norvegese, sono momenti di pura comicità cinematografica che dimostrano l’arguzia di Zalone, la sua comprensione del tempo comico, il controllo totale del meccanismo che ha azionato. Tutto ciò che fa di un attore un autore. Da qui a gridare al miracolo ce ne corre, e l’errore più grave sarebbe quello di mettere in atto paragoni con il passato della commedia italiana che lasciano il tempo che trovano, ma sarebbe altrettanto grave – se non di più – snobbare il fenomeno, o svilirlo per partito preso.
Raffaele Meale
https://quinlan.it/2016/01/02/quo-vado/ 



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