TÍTULO Il Vangelo secondo Matteo
AÑO 1964
SUBTITULOS Español (Separados)
DURACIÓN 131 min.
DIRECTOR Pier Paolo Pasolini
GUIÓN Pier Paolo Pasolini
MÚSICA Luis Enríquez Bacalov (AKA Luis Enrique Bacalov), J.S. Bach, W.A. Mozart, Billie Hollyday
FOTOGRAFÍA Tonino Delli Colli
REPARTO Enrique Irazoqui, Margherite Caruso, Susanna Pasolini
PRODUCTORA Coproducción Italia-Francia; Arco Film Roma / Lux Compagnie Cinématographique de France
PREMIOS
1966: 3 nominaciones al Oscar: bso (Adaptada), vestuario B&N, direcc. artíst. B&N
GÉNERO Drama | Religión. Biblia
SINOPSIS En clave neorrealista pero sin apartarse del texto bíblico, el polémico Pasolini realiza un cercano retrato de Jesús de Nazaret. (FILMAFFINITY)
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Subtítulos (Español)
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¨Morire era il suo único modo di fare la revoluzione¨
La Ricotta (RoGoPaG), 1962
Signos extraordinarios precedieron al nacimiento del Mesías: una estrella lo anunció en los cielos y un ángel tranquilizó al esposo de su madre, porque, como decían las profecías, habría de nacer de una joven virgen. Pero los libros sagrados del pueblo judío eran conocidos por Herodes, su rey. Herodes, temeroso de que aquel niño pudiera convertirse en el libertador que acabara con el poder de Roma, ordenó matar a todos los recién nacidos. María y José deberán huir a Egipto para evitar que los soldados de Herodes maten al niño. Ya con 30 años, Jesús de Nazaret viajará hasta Jerusalén para proclamar su condición de Mesías.
Pier Paolo Pasolini profundiza en un Jesucristo hombre de su tiempo, aproximándose a él según la descripción del Evangelio de San Mateo, sin ninguna visión premeditada. Es una película muy fiel al texto de este evangelista, transpirando autenticidad, sencillez y humildad. El personaje de Cristo está interpretado por el actor español Enrique Irazoqui, alejándose de cualquier falsa grandilocuencia. Es, junto a Pajaritos y pajarracos, la mejor película de Pasolini, un homosexual comunista que con esta película, dedicada al Papa Juan XXIII, obtuvo el Premio de la Oficina Católica Internacional del Cine.
Más de cuarenta años después de su rodaje y con la sangre fresca del “gore” Cristo de Mel Gibson chorreando por las carteleras, sentarse a ver la versión que del Evangelio de Mateo hizo Pier Paolo Pasolini se convierte en un ejercicio de salud mental al que uno debe entregarse libre de prejuicios, asumiendo que, a veces, una extensa suma de defectos e imperfecciones producen un resultado final extrañamente fascinante. En ese misterio radica justamente el suave milagro del cine.
Pasolini optó por hacer lo que nadie había ensayado hasta aquel momento: acercarse al personaje de Jesucristo con mirada limpia y laica, renunciando a la espiritualidad de todo a cien del cine en colorines y cinemascope del Hollywood de los 50. Pasolini prescinde de los referentes estéticos habituales en el arte religioso, descartando el concepto clásico de belleza en favor de la sinceridad. Nos cuenta los hechos sin adornarlos, se olvida de la solemnidad y nos sitúa en los mismos escenarios por los que se pasean sus personajes, convirtiéndonos en observadores directos, sin intermediarios, de lo que ocurre. Asistimos al irrefrenable sufrimiento de María ante el calvario de su hijo, o a las lágrimas de Pedro al ser consciente de que en efecto ha negado por tres veces a su maestro (al entender, en suma, que ha traicionado a quien también es su amigo). Como si todo estuviese sucediendo por primera vez delante de nuestros ojos, y varias décadas antes de que un danés idiota viniese a descubrirnos el dogma de la pureza. El Jesucristo de Pasolini se mueve entre paisajes ásperos revelándose intensamente humano, con ocasionales arrebatos de ira y la permanente sensación de que el tiempo se le escapa de las manos.
Pier Paolo Pasolini profundiza en un Jesucristo hombre de su tiempo, aproximándose a él según la descripción del Evangelio de San Mateo, sin ninguna visión premeditada. Es una película muy fiel al texto de este evangelista, transpirando autenticidad, sencillez y humildad. El personaje de Cristo está interpretado por el actor español Enrique Irazoqui, alejándose de cualquier falsa grandilocuencia. Es, junto a Pajaritos y pajarracos, la mejor película de Pasolini, un homosexual comunista que con esta película, dedicada al Papa Juan XXIII, obtuvo el Premio de la Oficina Católica Internacional del Cine.
Más de cuarenta años después de su rodaje y con la sangre fresca del “gore” Cristo de Mel Gibson chorreando por las carteleras, sentarse a ver la versión que del Evangelio de Mateo hizo Pier Paolo Pasolini se convierte en un ejercicio de salud mental al que uno debe entregarse libre de prejuicios, asumiendo que, a veces, una extensa suma de defectos e imperfecciones producen un resultado final extrañamente fascinante. En ese misterio radica justamente el suave milagro del cine.
Pasolini optó por hacer lo que nadie había ensayado hasta aquel momento: acercarse al personaje de Jesucristo con mirada limpia y laica, renunciando a la espiritualidad de todo a cien del cine en colorines y cinemascope del Hollywood de los 50. Pasolini prescinde de los referentes estéticos habituales en el arte religioso, descartando el concepto clásico de belleza en favor de la sinceridad. Nos cuenta los hechos sin adornarlos, se olvida de la solemnidad y nos sitúa en los mismos escenarios por los que se pasean sus personajes, convirtiéndonos en observadores directos, sin intermediarios, de lo que ocurre. Asistimos al irrefrenable sufrimiento de María ante el calvario de su hijo, o a las lágrimas de Pedro al ser consciente de que en efecto ha negado por tres veces a su maestro (al entender, en suma, que ha traicionado a quien también es su amigo). Como si todo estuviese sucediendo por primera vez delante de nuestros ojos, y varias décadas antes de que un danés idiota viniese a descubrirnos el dogma de la pureza. El Jesucristo de Pasolini se mueve entre paisajes ásperos revelándose intensamente humano, con ocasionales arrebatos de ira y la permanente sensación de que el tiempo se le escapa de las manos.
No hace falta tener fe para dejarse seducir por sus palabras y su presencia, la de un Enrique Irazoqui que se hizo con el papel sin pretenderlo realmente: había ido a Italia a contactar con intelectuales que apoyasen la lucha antifascista como miembro que era de un sindicato clandestino, pero el director decidió nada más verlo que él era el Cristo que necesitaba. La película nos conmueve sin necesidad de malas artes ni de efectismos: la desnudez de su planteamiento demuestra ser altamente eficaz y convierte en especialmente ridículos otros tratamientos que la historia del cine ha dado al mismo tema. Buen ejemplo es el excepcional comienzo de la cinta, resuelto en unos pocos planos que nos muestran a María embarazada y a José, dos personas sencillas que no entienden lo que pasa y se cruzan miradas perplejas sin pronunciar una sola palabra. La impresionante fotografía de Tonino Delli Colli nos sumerge en el hermoso primitivismo de los blancos y grises más luminosos, un primitivismo estético que en la imaginación poética del cineasta va asociado al mito de los paraísos perdidos en los que los deseos se manifiestan sin la losa represora de la moralidad. Para Pasolini todo lo humano es sagrado, así que el ejercicio no consiste sólo en dar cuerpo al personaje divino, sino también en sacralizar los comportamientos sinceros y apasionados de hombres y mujeres, algo a lo que dedicó casi toda su filmografía. Una filmografía tan irregular como necesaria y única, que discurre por caminos que nunca más se han vuelto a transitar.
A pesar de su ateísmo confeso, Pasolini reivindicaba a Cristo como una figura mítico-popular, una fuerza de resistencia frente al estilo de vida del hombre moderno, una auténtica desmitificación que dota a Jesús de sentimientos humanos, que relaciona su ideología con la marxista. Una noche de octubre de 1962, Pier Paolo Pasolini, por puro aburrimiento, leyó por primera vez El Evangelio según San Mateo en el convento de Asís, en medio de los festejos por la llegada del Papa. Cuenta que en esa primera lectura sintió “una energía terrible, casi física, casi manual”, una fuerte “emoción estética” y la necesidad súbita de “hacer algo”.
Tomó la decisión inmediata de trabajar con actores no profesionales, siguiendo el camino iniciado por el neorrealismo. Para interpretar a la Virgen María de edad avanzada, Pasolini contrató a su propia madre, Susanna Pasolini. Para el papel de Jesús, Pasolini eligió a Enrique Irazoqui, un estudiante catalán de familia vasca que hizo su tesis sobre él, que viajó a conocerle y que no era, ni pretendía, ser actor profesional. Pasolini pensó como actor protagonista en Jack Kerouak o Allen Ginsberg, antes de conocer a Irazoqui. El vestuario está inspirado en la pintura del siglo XV, especialmente en la de Piero della Francesca.
El Jesús de Pasolini tiene miedo a morir, y ruega a su padre el poder evitar su sufrimiento de alguna forma, pasa hambre, llora por la muerte de Juan… sufre, como un ser humano cualquiera, y cómo dice la contraportada, “La figura del Cristo de Pasolini, tan frágil, no parece poder aguantar lo que la posteridad crearía sobre él”. Para muchos, esta película candidata a tres Oscars y con numerosos premios internacionales, es la mejor biografía de Jesucristo, la única “cinta atea”. La película, además, está dedicada al Papa Juan XXXIII, en un momento esperanzador para los reformistas de la Iglesia Católica.
http://www.claqueta.es/1963-1964/el-evangelio-segun-san-mateo-il-vangelo-secondo-matteo.html
Estupenda, si disfrutas de la lectura de la biblia tanto en el ámbito religioso como literario.
ResponderEliminarHola! muy contenta de encontrar al fin links para descargar, ya los he bajado y no sé como reproducirlos, es .ddl dice. Algún consejo??
ResponderEliminarGracias!!
Los enlaces se unen con un programa llamado 7-Zip.
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