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domingo, 15 de julio de 2012

Le Chiavi Di Casa - Gianni Amelio (2004)


TÍTULO ORIGINAL Le chiavi di casa
AÑO 2004
IDIOMA Italiano
SUBTITULOS Español (Separados)
DURACIÓN 105 min.
DIRECTOR Gianni Amelio
GUIÓN Gianni Amelio, Sandro Petraglia, Stefano Rulli (Libro: Giuseppe Pontiggia)
MÚSICA Franco Piersanti
FOTOGRAFÍA Luca Bigazzi
REPARTO Kim Rossi Stuart, Andrea Rossi, Charlotte Rampling, Pierfrancesco Favino
PRODUCTORA Pola Pandore Produktion / Achab Film / Rai Cinema / Arena Films / Pandora Produktion
PREMIOS
2004: Premios David di Donatello: Mejor sonido. 7 nominaciones
2004: Festival de Venecia: sección oficial a concurso
GÉNERO Drama | Discapacidad

SINOPSIS Adaptación de la novela "Nacido dos veces" de Giuseppe Pontiggia (1934-2003), que trata sobre la relación del autor con su hijo discapacitado. La joven madre de Paolo muere durante el parto, y él nace afectado por diversas deficiencias. Gianni, su padre, se niega a verlo y, con el tiempo, se casa y tiene otro hijo. Sin embargo, pasados quince años, toma la decisión de acompañarlo a un hospital de Berlín, donde el chico debe someterse a diversas pruebas. El viaje y la estancia en Alemania constituye para ambos una ocasión de conocerse y quizá comprenderse. (FILMAFFINITY)



Quizá para valorar en su justa medida la sinceridad cinematográfica y la sensación de verdad que transmiten sus imágenes, tan solo habría que imaginar una historia que con el planteamiento de LE CHIAVI DI CASA (Las llaves de casa, 2004. Gianni Amelio) se trasladara a Hollywood y fuera explotada por un Barry Levinson de turno. Es muy probable que incluso recibiera algún que otro Oscar, pero no es menos cierto que su resultado carecería de interés cinematográfico y, sobre todo, humano. Ha sido quizá necesario realizar ese ejercicio de suposición, simplemente para describir los senderos por los que no discurre esta brillante, serena, hermosa y, en ocasiones también algo excedida en su contención, LE CHIAVI DI CASA.
Con unos modos sencillos, en los que se ausenta la noción de dramatización, cuando se plantea una secuencia peligrosa en ese sentido, Amelio la resuelve con el uso de la elipsis, revelando al espectador toda la información. Me refiero especialmente a los momentos en los que Paolo (Andrea Rossi) se escapa viajando por tranvía en Berlin, situando la cámara delante del rostro de un estremecido y atónito Gianni (Kim Rossi Stuart), padre del muchacho.
Sin embargo, me he referido al instante más complejo en la vertiente de la dramatización. Y es que la tensión de esta película está tamizada de serenidad y de reencuentros, con un ser que el protagonista rechazó nada más nacer –con su parto, su joven esposa murió- y al que ahora acompañará hasta la capital alemana al objeto de someter a Paolo a un proceso de rehabilitación de las minusvalías físicas y mentales que le acompañan. El contacto se producirá entre un muchacho disminuido pero de alegre personalidad y su padre, un hombre atractivo y bien situado socialmente aunque definido por una personalidad bastante débil –cuando a su hijo le sacan sangre se tiene que retirar, ya que le impresiona la visión de la misma-. Gianni es un buen hombre, atormentado interiormente por el doloroso recuerdo que le producen las trágicas circunstancias que acompañaron el nacimiento de su hijo, pero que con el paso del tiempo se ha autoimpuesto el derecho de conocerlo personalmente y poder ayudarlo –Paolo tiene ya quince años-. En este sentido, justo es destacar la extraordinaria interpretación que Kim Rossi Stuart brinda de su personaje, en un trabajo definido por sus miradas, su sutileza y un enorme pudor emocional que se extiende por todos sus foros, y que constituye uno de los principales asideros en los que Amelio se apoya para aplicar su sobria y casi documentalista propuesta al terreno del drama puramente cinematográfico.
Padre e hijo iniciarán en Berlín el proceso de rehabilitación, y en las salas del hospital se encontrarán con la atractiva y veterana Nicole (Charlotte Rampling), cuya hija es deficiente cerebral de nacimiento. Nicole ha estado desde entonces centrada en el cuidado de su hija –hace ya veinte años- y se brindará como apoyo a Gianni, que se encuentra bastante desplazado en un hospital en el que lógicamente solo se habla en alemán y no se comprende el italiano, y un tanto desalentado ante la frialdad de los métodos empleados. Será precisamente la extrema dureza de dichos métodos, los que producirán una singular exteriorización del cariño entre padre e hijo, que se plasma en el conmovedor momento en el que Gianni recoge a Paolo y le hace parar sus duros ejercicios de recuperación. A partir de ese instante, y pese a los consejos de Nicole –que en una estremecedora confesión a Gianni señala que en ocasiones piensa en la conveniencia de la muerte de su hija-, intentará que Paolo pueda ir valiéndose por si mismo, al recibir como máximo apoyo el amor de un padre que lo quiere y desea que a su regreso viva en su propia casa, junto a su mujer y el pequeño hermano que tiene. La descripción de estas secuencias, quizá induzcan al lector a pensar en una vertiente melodramática compasiva. Nada hay más lejos de ello, en unos momentos en donde se respira un sentimiento de “verdad” cinematográfica, de sinceridad entre los personajes que adquieren más fuerza que nunca, y que incluso han transformado al joven y apocado padre en un hombre de personalidad más abierta –a retener el cambio de vestuario que pone en práctica-, con la alegría de describir a su hijo y verse correspondido con la complicidad con que este lo recibe.
Para que no todo parezca un cuento de hadas, poco antes de finalizar la película se produce una discusión entre padre e hijo –el pequeño se excede en la oferta del primero de intentar manejar el volante por unos instantes-. El vehículo se detiene y Gianni sale de él y finalmente llora, quizá decepcionado al pensar que avanzaría más en la enseñanza de su hijo, o arrepentido por no haber comprendido realmente que al acometer la decisión más trascendente de su vida, tenía que estar –como le dice en un momento dado la sabia Nicole- preparado para sufrir.
http://thecinema.blogia.com/2006/103006-le-chiavi-di-casa-2004-gianni-amelio-las-llaves-de-casa.php
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Gianni e Alberto si incontrano in una stazione, parlano di un bambino, del figlio di Gianni, che lui, però;, non ha mai visto. Paolo è disabile dalla nascita, nato da un parto difficile durante il quale la madre è morta. Sono passati quindici anni da allora e Gianni ora viene coinvolto in un viaggio per Berlino verso un ospedale dove curano quelli come Paolo. Il viaggio è l'occasione per iniziare ad amare il figlio ma anche per iniziare con lui a soffrire della sua disabilità.
Liberamente ispirato al libro "Nati due volte" di Giuseppe Pontiggia (a cui la pellicola è dedicata), storia che lo scrittore ha tratto dalla sua esperienza di padre di un ragazzo disabile, il film di Gianni Amelio è il doloroso racconto della fatica di vivere. Girato quasi seguendo i dettami del dogma di Von Trier, in luoghi reali con una fotografia volutamente sporca, "Le chiavi di casa" si snoda lungo un percorso emotivo e inconscio che Amelio costruisce per sottrazione. Scarno e ridotto ai minimi termini, nei gesti, nelle parole, nella recitazione degli ottimi Kim Rossi Stuart e Charlotte Rampling, il film sembra adeguarsi ai movimenti faticosi di Andrea Rossi, diciassettenne disabile. E' per questo che lo stesso Amelio considera il suo giovane attore coautore del film. Ogni ripresa è stata girata una trentina di volte e Andrea è stato guidato attraverso un microfono inserito in un orecchio. Il film è nato così con una sorta di spontaneità forzata, la stessa che a volte lo rende ostico e troppo ermetico, la stessa visibile nei movimenti faticosi ed eroici di Andrea. E' lui la grande forza del film, cui fanno da contraltare gli attori che si sono adeguati e plasmati per stargli accanto. Nel film come nella vita reale una persona disabile è chiusa in un mondo di difficile accesso e quotidianamente compie un atto eroico e uno sforzo supremo per entrare in contatto con la realtà circostante. L'occhio di Amelio, attraverso una sceneggiatura scritta (ancora una volta dopo "Il ladro di bambini") con Rulli e Petraglia, scandaglia il senso di inadeguatezza e di colpa che affligge coloro che si trovano ad accudire un disabile. Tutti gli adulti dei film di Amelio sembrano subire un senso di colpa nei confronti dei propri figli, lottano per conquistare la maturità necessaria ad essere genitori. Non fa eccezione Gianni, un padre in fuga dalla diversità del figlio, che dopo quindici anni si trova a cercare una via di comunicazione. Il film ha il merito di raccontare la difficoltà di vivere e di svelare un dramma che solo pochi conoscono. Amelio mantiene su uno stesso piano l'umorismo e il dolore, senza tralasciare l'angoscia e la disperazione: "la sera guardo negli occhi mia figlia e dentro di me penso: perché non muori?" è questa frase atroce della Rampling che, insieme al pianto infantile e liberatorio di Rossi Stuart nel finale, riassume il senso di "Le chiavi di casa".
http://www.italica.rai.it/scheda.php?scheda=chiavidicasa
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Emocionante relato del descubrimiento mutuo de un padre inmaduro y de su hijo con discapacidad
Dirigido por Gianni Amelio ("Lamerica", 1994), el film se inspira en la novela "Nati due volte" (2000), de Giuseppe Pontiggia, basada en la historia de su hijo. Se rodó en Berlín (Alemania) y Noruega, entre mayo y julio de 2003. Fue nominada al Oscar a mejor película extranjera. Se estrenó el 10-IX-2004.
La acción tiene lugar en Berlín y Noruega, en 2003, a lo largo de una semana. Narra la historia de Gianni (Kim Rossi Stuart), de unos 35 años, casado y padre de un bebé de pocos meses, técnico de una fábrica de electrodomésticos de línea blanca. A los 19 años dejó embarazada a su novia, que murió en el parto, tras dar a luz un niño, Paolo, con parálisis cerebral, del que se desentendió sin conocerle. A petición médica, cuando Paolo (Andrea Rossi) tiene ya 15 años, Gianni accede a acompañarlo a Berlín para una revisión médica.
La película explica las muchas capacidades de las personas con discapacidad como Paolo, paralítico cerebral, con discapacidad cerebral y motriz. Anda con autonomía, pero con gran dificultad, y no acierta a distinguir entre la seguridad y el peligro, lo bueno y lo malo. Es un chico dicharachero, inocente, cariñoso y simpático. En el Hospital berlinés, Gianni conoce a Nicole (Charlotte Rampling), madre de una niña discapacitada física y mental profunda, de 20 años, a la que dedica desde que nació toda su vida. Las confidencias entre ambos demuestran a Gianni que ser padre de un hijo con discapacidad puede ser fuente de felicidad. La interacción entre padre e hijo da paso a la constatación de que Paolo es una persona encantadora. Los sentimientos de culpa, ahogados en un olvido forzado, emergen en Gianni de un modo incontrolable. La tensión dramática se apoya en los temores iniciales de Gianni ante el encuentro con el hijo, la vivencia de las pruebas médicas, alguna de las cuales le resulta insoportable de ver, el extravío del chico, el relato de Nicole, el conocimiento de Nadia (Alla Faerovich) y de otros chicos y chicas con discapacidad y la explosión de los sentimientos de culpa. Durante una semana padre e hijo aprenden no sólo a convivir, sino también a conocerse mutuamente y a descubrir su afecto.
La música hace uso de emocionantes solos de piano, violín, flauta, saxo, guitarra y de marimba y vibráfono. Hacia el final añade dos canciones conmovedoras: "Deus do fogo e di justiça" (Virginia Rodrigues) y "Quanti anni hai" (Vasco Rossi). La fotografía hace uso de primeros planos psicológicos, planos largos, luces dispersas, colores tenues y encuadres marcados por una ligera inestabilidad de la cámara. El guión centra el realto en los personajes y su mundo interior, sin sentimentalismos innecesarios. La interpretación del niño es extraordinariamente natural y fluida. Sobria y soberbia Charlotte Rampling. La dirección impone un ritmo pausado, acorde con el sentido intimista y reflexivo del relato.
La película apuesta por la normalización de las relaciones entre las personas sin discapacidad y con discapacidad.
Miquel
http://www.filmaffinity.com/es/reviews/1/301658.html

“Io ho narrato la storia di un sentimento, di un miracolo laico, quelli che esistono e quelli in cui credo.”  Gianni Amelio, 2004

Le chiavi di casa è il sesto film per il cinema di Gianni Amelio, di nuovo in concorso alla Mostra del Cinema di Venezia, a sei anni di distanza dal Leone d’Oro, ottenuto con Così ridevano.
Il film è il racconto di una scoperta: un legame di sangue, ignorato per quindici anni e poi faticosamente riconquistato.
Gianni ha abbandonato il figlio Paolo al momento della sua nascita. La madre non è sopravvissuta al parto.
Paolo ha subito danni gravissimi. E’stato cresciuto dagli zii materni, ma forse l’incontro con Gianni, che nel frattempo si è rifatto una vita ed è appena diventato padre una seconda volta, potrebbe “fare il miracolo”.
Le chiavi di casa comincia in uno dei luoghi tipici del cinema di Amelio: una stazione ferroviaria.
I suoi film sono pieni di treni, stazioni, partenze, arrivi.
Lo zio di Paolo, uno straordinario Pier Francesco Favino, lo affida al padre Gianni, che non l’ha mai visto.
Il dialogo tra i due è carico di una tensione fortissima: nelle parole dello zio c’è tutta la fatica di prendersi cura di un bambino disabile e c’è contemporaneamente la paura di perderlo.
Gianni poi sale sul treno e lo vediamo osservare il figlio, in un vagone letto.
La macchina da presa resta sul padre, non c’è controcampo. Ci vorranno dieci minuti perchè Amelio inquadri Paolo frontalmente, segno che il vero protagonista, atteso e sottratto, è proprio lui.
Da lì in poi comincia il viaggio dei due attraverso un ospedale berlinese, all’avanguardia nel trattamento delle disabilità, e la Norvegia, dove i due dovrebbero incontrare Kristine, la “fidanzata” di Paolo.
Il cinema di Gianni Amelio è sempre un cinema di viaggi, di spostamenti, di attese deluse e soprattutto un cinema di padri e di figli.
Di padri incapaci ed assenti e di figli costretti ad assumersi responsabilità troppo grandi.
Anche nel suo più lucido capolavoro, Così ridevano, il rapporto tra i due fratelli calabresi è segnato da una dinamica del tutto simile a quella paterna, con le stesse amarissime delusioni e gli stessi impossibili sacrifici.
Raccontare la storia di una padre che si avvicina ad un figlio disabile, sempre respinto e rifiutato, rischiava di far precipitare il film in un sentimentalismo facile, di maniera.
Come dice il personaggio di Gianni, nel film: “Siamo tutti pronti a commuoverci davanti ad un bambino, anche se è malato”.
L’empatia spontanea, istintiva rischiava di travolgere il film e di farne un’altra di quelle parabole tanto edificanti, quanto false e vuote.
Ma Amelio rifugge da ogni lacrima facile, rifugge da ogni semplificazione.
Accetta la sfida commissionatagli dai produttori della Rai, dopo un silenzio di sei anni, dovuto alle vicissitudini del Gruppo Cecchi Gori, e si confronta con una storia, quella narrata da Giovanni Pontiggia nel suo libro Nati due volte, che non è la sua.
Ed allora, insieme a Rulli e Petraglia, comincia un lungo lavoro di adattamento del libro, che sfocia in una sceneggiatura che con il testo originario non ha più nulla a che vedere.
Il film è dedicato ad Andrea Pontiggia ed Andrea Rossi, il piccolo interprete del suo film.
E la dedica, per una volta non è priva di senso: il film nasce grazie ad Andrea Pontiggia, ma il contributo determinante è quello di Andrea Rossi: “questo è un film molto scritto, con una sceneggiatura di ferro, ma è ovvio che Andrea è stato il motore di tutto”.
Le chiavi di casa racconta una storia profondamente intima, ma tanto forte ed emozionante che in essa sembrano risuonare corde universali.
L’handicap di Paolo spesso passa completamente in secondo piano, anche grazie alla vitalità del suo interprete: come al solito ad Amelio interessano le fragilità umane, l’abbandono, la possibilità di costruire un rapporto, a prescindere dai legami di sangue.
Tutto il cinema di Amelio è il racconto di una famiglia (im)possibile.
Come spesso accade nei suoi film, il non detto, i silenzi sono fondamentali.
Le sue opere sono piene di meravigliose ellissi narrative.
Qui, non sappiamo nulla di Gianni, della sua nuova vita a Milano, della moglie, del secondo figlio, né conosciamo i rapporti di Paolo con la famiglia che lo ha cresciuto fino all’incontro con il vero padre.
Anche quando Nadine, il personaggio interpretato da Charlotte Rampling, lo incalza, gli chiede spiegazioni, Gianni è elusivo, racconta bugie, si sottrae al confronto.
Nei film di Amelio convivono echi del neorealismo, del rigore rosselliniano e del cinema classico americano, uniti ad una capacità rarissima di raccontare la Storia di questo paese, attraverso le piccole storie dei suoi uomini.
Come sostenuto da Maurizio Grande, “è la realtà che suggerisce allo sguardo il suo stile”[1], pertanto, dopo l’affresco viscontiano, straziante e durissimo, di Così ridevano, che mostrava il marcio, sotto la scintillante retorica del boom economico, Le chiavi di casa è girato in 16 millimetri, senza cavalletti o carrelli, con la macchina a mano, che sembra pedinare i suoi personaggi.
Al contempo mentre Il ladro di bambini, doloroso ed indignato, era col suo viaggio un atto di fiducia nell’Italia e nella possibilità di guardarla, con Le chiavi di casa, invece, è come se Amelio si fosse ritratto da una realtà che non ama più. Il gelo di questo strano melodramma è tutto europeo. I luoghi non significano più niente. [2]
Amelio trasporta i suoi protagonisti prima a Berlino, in una città che appare poco ospitale e incomprensibile a Gianni, che non parla il tedesco e quindi in Norvegia.
E’ come se Amelio avesse rinunciato ad indagare questo paese: alle spalle di Gianni e Paolo non c’è l’Italia devastata de Il ladro di bambini, né quella superficiale e spietata de Lamerica e neppure quella bugiarda di Così ridevano.
C’è un Europa indifferente, indistinta, fatta di treni, tram, traghetti, macchine.
Nel percorso di avvicinamento tra i due protagonisti, una delle sequenze più drammatiche è quella della visita rieducativa nella quale la dottoressa tedesca spinge Paolo a camminare sino allo sfinimento: è contemporaneamente il momento più traumatico del film, per il padre e per gli spettatori, che toccano con mano il significato concreto di un corpo straziato e quello più delicato da padroneggiare per il regista. [3]
Gianni non riesce a tollerare la seduta di riabilitazione e sottrae definitivamente Paolo a quella che gli appare come un’inutile tortura.
Amelio dimostra ancora una volta tutto il suo rigore morale, nel rifiuto, persino freddo, di abusare dei suoi personaggi, strumentalizzandone le disgrazie a fini spettacolari.[4]
Nel film il rapporto tra i due procede in un continuo alternarsi di momenti di comprensione e di rottura.
Non appena Gianni sembra aver afferrato un piccolo pezzo di verità, ecco che questa viene subito rimessa in discussione.
La fuga di Paolo in metropolitana, rappresenta l’episodio chiave ed il cuore del film.
Per quanto Gianni si sforzi di avvicinarsi al figlio, la distanza comunicativa è enorme.
Paolo, senza alcun motivo esce dal palazzetto dello sport e sale su un tram, girando per la città, senza un vero motivo.
Il padre angosciato lo cerca, e finalmente si rende conto che i gesti di Paolo spesso seguono una logica del tutto originale, non razionalizzabile.
Ogni passo avanti, nel loro rapporto è soggetto ad una repentina ritirata.
Dopo una giornata trascorsa a cercarlo insieme a Nadine, la madre coraggio, incontrata all’ospedale berlinese, Gianni trova finalmente la forza di raccontare, a lei ed a se stesso, che cosa accadde al momento della nascita di Paolo.
Il personaggio di Nadine, interpretato con sublime misura da Charlotte Rampling, si impone di infrangere ogni tabù e di dare voce ai sentimenti più segreti ed inconfessabili.
E’ lei il cuore morale del film ed è lei la sua immagine nascosta. Quella che non vorremmo mai vedere, quella che non ammettiamo possa esistere, quando confessa: “sono più di vent’anni che ogni minuto penso solo a mia figlia…. certe volte lei mi guarda con occhi disperati e io dico dentro di me: perchè non muore?”.
E’ forse l’unica sequenza in cui la macchina da presa non pedina i personaggi: Nadine è inquadrata in primo piano, Gianni le siede accanto, di profilo, poi si sente arrivare il tram, lei si alza, il controcampo inquadra ora Gianni frontalmente e Nadine di spalle, mentre lei sale e se ne va.
E’ come un passaggio di testimone: Gianni ha finalmente compreso che cosa significa vivere con Paolo, non ha ancora superato la sua insicurezza e la sua goffa premura, ma almeno ha preso atto delle amarezze profonde che il suo rapporto con Paolo gli riserverà.
Ma è nella parte finale, ambientata in Norvegia che il film raggiunge il suo magico equilibrio.
Dopo aver invano cercato di incontrare Kristine, aver buttato a mare la stampella e fatto progetti sul futuro assieme, mangiando una torta con le mani, l’idillio viene nuovamente rotto: mentre sono insieme in macchina, Paolo fa sbandare l’autovettura e ricomincia la sua incomprensibile litania: “E’ tardi, devo annà a casa, c’ho tante cose da fa’…”.
Gianni crolla, esce dalla macchina e si mette a piangere, provocando ancora una volta la reazione di Paolo che scende, lo abbraccia e lo rimprovera: “Stavi a piagne? Non devi piagne. Nun se fa’ ccosì… Sto qua co’tte e tu piagni. Nun se fa’ ccosì ”.
Come afferma Amelio, “è uno schiaffo”, che provoca un ribaltamento dei ruoli totale.
Il finale aperto, tipico di tutti i suoi film qui non può prescindere da un giudizio chiaro, fortissimo.
Riecheggiano le parole iniziali dello zio, “nun te lo meriti”.
Non bastano pochi giorni per diventare padre, quindici anni di assenze e omissioni pesano e la strada da percorrere assieme è ancora lunghissima.
Amelio suggests that redemption is not just a matter of making amends; it’s also hard, unforgiving work.[5]

[1] Maurizio Grande “L’innocenza dello sguardo non innocente” in Roberto De Gaetano, Gianni Amelio, Rubettino, 1997
[2] Emilano Morreale, Via da qui, Cineforum n.439
[3] Emanuela Martini, Gianni Amelio, Il castoro, 2006
[4] Emanuela Martini, Gianni Amelio, Il castoro, 2006
[5] Manhola Dargis, A father’s ardous trek to redemption, New York Times, 22.12.2004
http://stanzedicinema.com/2004/09/12/le-chiavi-di-casa/

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