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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Mamma Roma - Pier Paolo Pasolini (1962)


TÍTULO Mamma Roma
AÑO 1962
IDIOMA Italiano
SUBTITULOS Español (Separados)
DURACIÓN 110 min.
DIRECTOR Pier Paolo Pasolini
GUIÓN Pier Paolo Pasolini & Sergio Citti
MÚSICA Antonio Vivaldi
FOTOGRAFÍA Tonino Delli Colli
REPARTO Anna Magnani, Franco Citti, Ettore Garafalo, Silvana Corsini, Luisa Orioli, Paolo Volponi, Luciano Gonini, Vittorio La Paglia
PRODUCTORA Arco Film Roma
GÉNERO Drama | Prostitución. Neorrealismo

SINOPSIS Mamma Roma es una prostituta que sueña con un bienestar pequeño-burgués. Tras la boda de su protector, Garmine, se traslada con su hijo Héctor a un barrio decente. Allí regenta un puesto de frutas en el mercadillo popular. Héctor es un muchacho de carácter débil e influenciable que se deja arrastrar por los amigos y se enamora de Bruna, una chica que lo inicia en los secretos del amor. (FILMAFFINITY)

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Subtítulos (Español)

Mamma Roma (Anna Magnani) es una prostituta romana que sueña con un bienestar pequeño-burgués. Tras la boda de su protector, Carmine (Franco Citti), Mamma Roma abandona el edificio y con sus ahorros, se instala con su hijo Ettore (Ettore Garofolo) en un barrio decente. Mientras ella regenta un puesto de frutas en el mercadillo popular, Ettore, un muchacho de carácter débil e influenciable, se deja arrastrar por los amigos y se enamora de Bruna (Silvana Corsini), una chica que lo inicia en los secretos del amor.
Mamma Roma se estrena en 1962 y es la segunda obra de Pasolini tras Accattone, que fuera presentada en el Festival de Venecia con la aprobación general de la crí­tica. La historia cuenta las esperanzas de redención de una prostituta, “Mamma Roma”, interpretada por Anna Magnani. En ocasión de la boda de su ex-protector, “Mamma Roma” decide cambiar de vida y mudarse al barrio de casas populares que está construyendo la administración pública. Las mismas casas que, el 23 de abril de 1962, Pasolini define “altares de la gloria popular” en una poesí­a escrita mientras rueda los exteriores de la pelí­cula. Mamma Roma desea firmemente rehabilitar su vida y la de su hijo Ettore, con una nueva casa y una vida construida sobre el mito burgués. Pero los sueños de bienandanza se topan con la realidad. Un cura de barrio, interpretado por el escritor Paolo Volponi, hace temer a Mamma Roma que su voluntad, por fuerte que sea, no alcanzará para sacar a Ettore del fango en que ha nacido. El protector vuelve a ella para reanudar su negocio. Ettore, mientras tanto, empieza a cometer pequeños robos con unos chicos de la calle. Al final acaba en la cárcel y muere en ella. Pasolini enaltece la imagen de este adolescente desencantado, que podrí­a ser el hermano pequeño del Accattone de la pelí­cula anterior, con explí­citas alusiones a la pintura renacentista. En efecto, el director construye la escena de la muerte de Ettore inspirándose en el Cristo muerto de Mantegna. Mamma Roma vuelve a hacer la calle en un suburbio de Roma, resignada a una derrota ineluctable y total. Junto a esta mujer y a su hijo, Pasolini retrata una galerí­a de personajes del subproletariado urbano de los años setenta. Los fruteros del mercado de Cecafumo, el pequeño burgués propietario de un restaurante, el cura con ideas modernas pero lúcido hasta la frialdad, y Bruna -una prostituta simplona, pero firme en su ingenua serenidad- son figuras tristemente reales que se integran en el microcosmos pintado por el director en su primer filme.
Pier Paolo Pasolini fue uno de esos directores debutantes en el cine italiano de la década de los 60, que en su momento logró una relativa notoriedad en su trayectoria, por más que en la actualidad permanezca poco menos que en el olvido. No he sido realmente un especial seguidor de su obra -en la cual aún me restan muchos tí­tulos por contemplar-, pero lo cierto es que lo que he visto de ella no me mueve a una especial admiración, máxime cuando en aquellos años surgieron obras de nombres señeros como Fellini, Visconti, Antonioni o el poco apreciado Monicelli, por citar algunos ejemplos.
El caso de Pasolini es quizá el ejemplo de un artista más preocupado por plasmar en sus obras unas constantes personales y descriptivas, antes que aplicar un estilo visual propio y perdurable. Es más, creo que al margen de sus posibles aciertos su trayectoria como director de cine es más conocida por el alcance “escandaloso” de sus propuestas -a lo que cabrí­a añadir su trágica muerte- que por su intrí­nseco valor cinematográfico -el cual no le niego-. Sin embargo, la narrativa del director es sencilla y simple, por instantes serena y por otras desmañada.
Buena parte de esas oscilaciones de estilo se dan cita en la que supuso su segunda pelí­cula -y personalmente la que más me ha gustado de cuantas he visto hasta ahora de su artí­fice-. Mamma Roma surge en el pleno periodo del auge del cine italiano, en la confluencia del desarrollismo urbano de una sociedad que progresivamente abandona el campo y se desplaza a las grandes ciudades para acceder a un status de aparente bienestar. Este es el epicentro y el marco de desarrollo de la pelí­cula, que se inicia con la secuencia de la boda de Carmine (Franco Cinti), el chulo de Mamma Roma (Anna Magnani), una prostituta que decide trasladarse a uno de los nuevos barrios obreros ubicados en el extrarradio de la ciudad y para lo que decide que le acompañe su joven hijo Ettore (Ettore Garofalo).
La ya veterana prostituta abandona su “modus vivendi” y decide trabajar en un puesto de verdura en un mercadillo, integrándose en una sociedad y forzadamente urbana mientras su hijo descubre los secretos del amor por medio de la joven Bruna. Ettore se relacionará con jóvenes desarraigados y desocupados vecinos suyos, con los que comparte pequeños hurtos, fracasando en el empleo de camarero que su madre le ha conseguido de forma pí­cara. La relación madre/hijo se va deteriorando al paso que ello deriva en la enfermedad de Ettore, hasta que la misma se convierte en algo sin remedio.
Hay varios elementos de especial interés en la pelí­cula. Por supuesto, el primero de ellos es la magní­fica descripción de ambientes que plasma Pasolini. Por medio de una excelente fotografí­a en blanco y negro se nos brinda una excelente descripción de esos recién edificados exteriores urbanos caracterizados por barrios obreros, puestos de compra/venta marginal en plena calle, mercadillos, calles recién asfaltadas y aún con el polvo de su mezcla campo/ciudad. Incidiendo en esa tendencia el realizador logra unos excelentes exteriores en las afueras del barrio ocupado por nuestros protagonistas, a los que aún rodea el campo y -hermoso detalle- unas casi fantasmagóricas ruinas que se erigen como elemento de estilo. En ese marco visual se desarrollan las andanzas de Ettore con sus amigos, unos chavales que Pasolini retrata de forma muy cercana, ya que responden al estereotipo juvenil masculino que rodeó todos sus filmes.
Al propio tiempo Mamma Roma se caracteriza por su extraña sobriedad de tono. Siendo como es una propuesta que podrí­a alcanzar un alto voltaje como melodrama -la presencia de Anna Magnani serí­a proclive a ello-, se caracteriza en todo momento por sus rasgos descriptivos antes que una dramatización de su argumento. Incluso la secuencia final -muy emotiva- que se prestaba para un estallido en ese sentido, transcurre de forma elí­ptica y sincrética. La elipsis es otro de los elementos utilizados en la pelí­cula, que permite saltear su progresión narrativa. Es evidente que Pasolini nos quiere ofrecer ante todo el contraste de un joven que procede del campo -hacia el final se queja que quiere volver a su pueblo-, y una mujer empeñada en integrar a su hijo en una sociedad dominada por el progreso, renunciando a un pasado del que no se puede desenmarañar.
La pelí­cula muestra muchas de las constantes temáticas de su realizador. Desde la simbologí­a cristiana -el hijo apresado y casi crucificado, la cadena que Ettore regala a Bruna, la secuencia de Mamma con el sacerdote-, la presencia de los rostros brutales, jóvenes y atractivos fundamentalmente masculinos, los bajos fondos, las extrañas relaciones madre/hijo. Una serie de elementos que irá prolongando en sus posteriores obras pero que en esta ocasión son más deudores -afortunadamente-, con el cine que en aquel entonces surgí­a de Italia, heredero de un neorrealismo evolucionado. Narrativamente, Pasolini combinará con personalidad el uso de las panorámicas, los travellings descriptivos de los entornos urbanos a los que se dirigen nuestros protagonistas -y que abandona Mamma en el instante final-. Algunos planos largos como aquel en el que Romma abandona inicialmente el lugar nocturno en el que ejercí­a la prostitución -una extensa secuencia-, se entremezclan con otros deliberadamente estáticos y la presencia de tres leves movimientos al “ralent-” que subrayan la evolución de los personajes: la liberación de Mamma de su protector al final de la secuencia inicial en la boda; el momento en que Ettore se queda solo en las ruinas de las afueras de su nuevo barrio; y aquel en el que Mamma y Ettore discurren en la nueva moto que ella le ha comprado.
De cualquier manera, el desaliño que siempre acompañó la obra de Pasolini hace acto de presencia también en Mamma Roma. Hay situaciones que apenas de explican, personajes que aparecen y desaparecen de forma arbitraria -¿qué sucede con Carmine tras retornar a la nueva casa de Mamma?-. Es evidente que a Pasolini no le preocupaba dejar todos los cabos atados. Antes al contrario elegí­a dejar un fresco, unas impresiones -ocasionalmente envueltas en música clásica-, y que en esta ocasión plasmó con bastante sinceridad y, sobre todo, sencillez y acierto expositivo.

La extraña comunión de lo proletario y lo cristiano

La segunda pelí­cula de Pasolini es, en gran medida, una continuación de su desgarrada y magní­fica ópera prima (1961, Accatone) desarrollándose una vez más un drama familiar y de desarraigo, presidido por lo mí­sero y lo pobremente urbano, con la predominación del plano medio (la búsqueda/consecución de la cómplice equidistancia) y un aire postneorrealista entre el desengaño y lo netamente autoral.
Narra el conflicto entre una madre (Magnani), ex-prostituta, y su hijo (Garoffolo), en la ciudad de Roma. Ella representa lo titánico lo rocoso, la belleza frágil surcada por ojeras alimentadas de sufrimientos y verborrea, ella es la actividad, lo femenino; él (y por extensión el chulo extorsionador de aquella) es la pasividad, lo masculino, la comodidad que desemboca en tragedia, dónde ambos personajes, al fin, son uno solo.
Hay ramalazos edí­picos y de tragedia griega (algo muy querible en Pasolini), incluso no se rehuye un humor desengañado.
Resulta excelente el emocionante y metáforico final: el hijo crucificado y débil, moribundo, acudiendo, por fin, a la titánica “mamma” (excelente interpretación de Anna Magnani), la antivirgen en el sexo, la virgen y ejemplar en el resto madre, que llega tarde para ver siquiera con vida a su pusilánime hijo. Es la comunión, extraña pero comprensible, de lo proletario con lo cristiano (algo en lo que Pasolini fue un maestro: hay quedó El evangelio según San Mateo (1964). Muy buena la fotografí­a de Tonino Delli Colli.
¡Ojo al detalle!: nada menos que Joselito cantando en italiano en algunos pasajes. ¡Mamma mía!
http://www.claqueta.es/1962/mamma-roma-2.html



Mamma Roma è il secondo film di Pier Paolo Pasolini, e come il precedente, Accattone, si muove sullo sfondo della periferia romana. C'è comunque una differenza sostanziale tra i due film, cioè un passaggio da una responsabilità individuale, di Accattone, a una  responsabilità collettiva di Mamma Roma. Il personaggio interpretato dalla Magnani assomiglia molto di più al Tommaso Puzzilli di Una vita violenta rispetto al disperato personaggio di Accattone, nel senso che Mamma Roma ha un moto di riscatto sociale che, prostituta sottoproletaria, vede nell'integrazione piccolo-borghese. Il loro  trasferimento nella nuova casa, i consigli dati a Ettore di cambiare amicizie e tutti i tentativi di assimilazione a un modello piccolo-borghese rappresentano per Mamma Roma un riscatto. Dice Mamma Roma a Ettore: 
"Ecchela laggiù casa nostra, cu' a finestra lassù n'do ce batte er sole, n'do ce stanno qué mutande stese, lassù all'urtimo piano. Guarda che qua ce stamo solo n'artro po' de giorni, vedrai in che casa te porta tu madre. Vedrai quant'è bella, proprio 'na casa de gente perbene, de signori. Tutto 'n quartiere de n'artro rango". (1)
Non vi è nel personaggio di Ettore nulla che possa far pensare a una sua 
integrazione nel mondo piccolo-borghese. Se lavora nella trattaria è solo per far piacere alla madre, e quando la fiducia in lei verrà meno, perché Bruna gli confiderà la vera vita di Mamma Roma, non esiterà a lasciare il lavoro e a vivere di espedienti, quali il furto. 
Dice Ettore nella scena della motocicletta: 
"I signorini so' tutti stupidi, nu i posso vede', 'sti fji de papà, perché c'hanno 'n po' de grana 'n saccoccia se credono da esse quarcuno". 
Ma la contaminazione tra la società borghese e le esperienze di prostituta faranno nascere il caos, che porterà al suo definitivo fallimento, figurativamente rappresentato dalla morte di Ettore. Vi è in Mamma Roma una progressiva presa di coscienza della propria responsabilità, una presa di coscienza che si intravede dall'incontro col prete che la mette di fronte a problematiche morali. Dirà lo stesso Pasolini: 
"Questo primo momento di problematica morale però non basta, rimane un puro e semplice flatus vocis in lei: infatti non conta per nulla, tanto che decide di fare il ricatto per poter dare al figlio una sistemazione piccolo borghese appunto, servendosi delle sue conoscenze e della sua esperienza di prostituta. Quando però, anche dopo il ricatto, - e lei ne ha il presentimento perché piange vedendo il figlio che lavora in un posto da lei 
ottenuto in quel modo così sordido, così abietto, - quando anche questo fallisce, allora la pulce che le aveva messo nell'orecchio il prete comincia a farsi sentire, quel primo moto di coscienza comincia a lavorare dentro di lei. Finché - nella seconda lunga carrellata al viale delle prostitute - dira fra sé, pressapoco: 'Certo la responsabilità probabilmente è mia, quel prete aveva ragione, però se io fossi nata in un mondo diverso, se mio padre fosse stato diverso, mia madre diversa, il mio ambiente diverso, probabilmente sarei stata diversa anch'io'. Cioè comincia ad allargare questo senso della responsabilità della propria persona, individua quello che aveva colto il prete, al proprio ambiente". (1) 
Proprio le lunghe carrellate sul viale notturno delle prostitute rappresentano, secondo me, le scene più suggestive del film. L'ambiente circostante è quasi invisibile, vi è una profonda astrazione, con una serie di personaggi che si affiancano a Mamma Roma per accompagnarla per un tratto: Biancofiore, un militare, due omosessuali. Nella seconda lunga carrellata Mamma Roma consapevole del suo fallimento dice: 
"Di quello che uno è la colpa è sua [...] Prete, nun ho voluto ricominciare da zero, ma che te credi che nun l'ho capito? [...] Spiegamelo te allora peché io nun so' nessuna e te sei er re dei re". 
In Mamma Roma vi è minore staticità nelle scene rispetto ad Accattone. Il montaggio è risultato molto più rapido, ma è da notare una minore incidenza del paesaggio circostante, perché come spiegò Pasolini: 
"Mentre la vicenda di Accattone si svolgeva nella borgata, Mamma Roma vive la sua vita nella Roma piccolo-borghese, nel mondo dell'Ina-Casa, in un mondo cioè che per forza è meno epico e quindi meno impressionante visivamente. Il personaggio interpretato dalla Magnani infatti, va subito ad abitare in una casa della periferia moderna, in uno di quei palazzoni bianchi che in realtà sono meno fotogenici, direi, delle catapecchie della Borgata Gordiani. Inoltre i personaggi sono più staccati dall'ambiente, perché  effettivamente si tratta di un film che si interna un pochino di più nelle anime. [...] Ciò che interessa di più nel film è lo svilupparsi di un dibattito morale, sia pure rozzo, dentro queste anime". (1)
Per quanto riguarda le musiche, in questo film Pasolini ha scelto Vivaldi. Il motivo che accompagna sempre l'amore di Ettore e Bruna, è il Concerto in re minore; mentre il Concerto in do maggiore torna in tutti i momenti in cui appare Carmine, ossia il destino di Mamma Roma; per ultimo un motivo che accompagna la morte di Ettore. Mentre in Accattone c'è una evidente frizione tra Bach e il personaggio di Accattone, in Mamma Roma la differenza con Vivaldi è meno marcata, perché, come scrisse Pasolini: 
"Probabilmente questi motivi di Vivaldi che ho scelto sono motivi popolari ed io ho ridato loro la loro vera natura, sentimentale, dolce, melodica e quindi popolare". (1) 
Da notare in alcune scene del film la presenza di ruderi, fatto non casuale che lo stesso Pasolini spiegò con queste parole: 
"In realtà questi ruderi mi sono piaciuti appunto come potrebbero essere piaciuti al Pontormo, cioè mi riconducono in fondo sempre ad una ispirazione rinascimentale [...], per quanto in realtà il pittore che mi ispira figurativamente più di tutti anche come colore direi, è Masaccio soprattutto: cioè un pittore più fermo. [...] Anche la fotografia, vorrei assomigliasse un po' alle riproduzioni in bianco e nero del Masaccio. [...] In quanto ai ruderi, dirò anche che in una sequenza, quando Ettore va per la prima volta con Bruna a far l'amore ne ho scelto uno che è un po' un simbolo fallico, senza per altro sottolineare troppo questa simbologia". [1] 
L'agonia di Ettore, costretto al letto di contenzione, ritorna per tre volte, con l'intento di creare un motivo ossessivo, e, visto il cambiamento di luci, di dare il senso delle ore che scorrono, di un'agonia lunga e dolorosa. Un'agonia scandita dalle parole deliranti del ragazzo e da una serie di riprese, tre per l'esattezza, che scorrono, partendo dal viso, tutto il corpo di Ettore, in un movimento lento e delicato, quasi fossero delle carezze su quel corpo morente. La corsa di Mamma Roma, lo sguardo verso quello stesso panorama di palazzi che apparve come una speranza di riscatto, rappresenta l'incomunicabilità tra due mondi inevitabilmente lontani. la sconfitta.
MASSIMILIANO VALENTE
(1) Quaderni di Filmcritica. Con Pier Paolo Pasolini, a cura di Enrico Magrelli, Bulzoni 1977.
http://www.pasolini.net/cinema_mammaroma.htm

4 comentarios:

  1. Los links están offline.
    Por favor, podrías resubirlos.
    Un saludo y gracias por tanto regalo.

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  2. Muchas gracias, ya me estoy relamiendo de poder volver a ver esta obra maestra.
    Este blog es como la "Galleria degli Uffizi" del Cine.
    Un saludo.

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  3. Por favor, podrías resubir los enlaces. Muchísimas gracias.

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