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martes, 25 de diciembre de 2012

Fortunella - Eduardo De Filippo (1958)


TÍTULO ORIGINAL Fortunella
AÑO 1958
IDIOMA Italiano
SUBTITULOS No
DURACIÓN 100 min.
DIRECTOR Eduardo De Filippo
GUIÓN Eduardo De Filippo, Federico Fellini, Ennio Flaiano, Tullio Pinelli
MÚSICA Nino Rota
FOTOGRAFÍA Aldo Tonti (B&W)
REPARTO Giulietta Masina, Paul Douglas, Alberto Sordi, Piera Arico, Nando Bruno, Guido Celano, Carlo Dapporto, Eduardo De Filippo, Carlo Delle Piane
PRODUCTORA Coproducción Italia-Francia; Dino de Laurentiis Cinematografica / Les Films Marceau
GÉNERO Comedia

SINOPSIS Nanda Diotallevi, apodada Fortunella, es una pobre muchacha que vive en el barrio de los basureros, y es amante de uno de estos, Peppino. Para salvarlo va a la cárcel, asumiendo la responsabilidad de un delito cometido por él. Pero cuando sale libre, se entera de que Peppino vive con otra mujer. En las vicisitudes de su problemática existencia, Fortunella se sustenta en una ilusión, que es su razón de vivir: cree que es la hija ilegítima del príncipe Guidobaldi, cuyo palacio está justo en su barrio... (FILMAFFINITY)


En 1958, año del estreno de Fortunella, Giulietta Masina, la protagonista principal del filme, ya había rodado dos de sus títulos más célebres, bajo la batuta de su marido, Federico Fellini. Nos referimos a La Strada (La Strada, 1954) y Las noches de Cabiria (Le notte di Cabiria, 1957). El icono Giulietta había quedado establecido: personaje tierno, inocente, conmovedor, golpeado, casi descalabrado, por una existencia amarga y unos desalmados rufianes. El productor Dino de Laurentis confía la realización de Fortunella a Eduardo de Filippo, destacado comediógrafo, actor y director de origen napolitano, una leyenda viva del cine y el teatro italianos. En el guión de la película participa Federico Fellini, junto a otros escritores, incluido el mismo Di Filippo. La influencia del cineasta de Rímini planea sobre la cinta en todo momento, aunque, no hasta el punto de fagocitarla y cargarla de facto a su cuenta de resultados, según sostienen no pocos críticos cinematográficos.
Fortunella es, en efecto, obra de Federico Fellini, pero también de Dino de Laurentis, Eduardo de Filippo, Nino Rota, Giulietta Masina, Alberto Sordi y tutti quanti. No echamos de menos aquí el rugido y las garras del gran Fellini, porque percibimos las marcas dejadas en la piel del filme. Sin duda, con Federico al mando de esta nave, el resultado hubiese sido distinto, aunque no me atrevería a afirmar que de mejor calidad. Sería, sin duda, una cinta mucho más conocida y promocionada, más felliniana, más popular (especialmente, fuera de Italia) entre el público, y no una rara avis, una pequeña gema que para muchos aficionados todavía duerme en el interior de la montaña de películas por visionar.
Eccola qua, Fortunella. Una película bellísima, divertida y conmovedora, una comedia dramática de primera. Eduardo de Filippo firma acaso su título más logrado. Bajo su dirección, Giulietta Masina y Aberto Sordi consuman unos de los mejores trabajos de sus sobresalientes carreras.
Nanda Diotallevi (Giulietta Masina) es una muchacha dulce y trabajadora, despierta y voluntariosa, sacrificada y servicial, fiel y leal, pero, ay, con poca fortuna. Tal vez por esa razón irónica sea conocida en el barrio por el sobrenombre, no de Fortunata, sino de «Fortunella», naranja enana, naranja dorada. Chica inocente, ofrecida en sacrificio, sale de la cárcel tras pagar la muy justa por el gran pecador Peppino (Alberto Sordi), su fidanzato ma non troppo, en realidad, un mascalzone, un truhán de medio pelo que bordea la ley y chulea a su chica. Cobarde, gemebundo e hipocondríaco nunca da la cara, ni tampoco un palo al agua.
Nanda anda por la vida cargando con sus propias tribulaciones, más las penas y las infracciones del haragán Peppino. Arrastra como una mula el carromato con los productos del herrumbroso puesto que mantienen en el «rastro» romano de Porta Portese (colosal Giuletta, al frente del negocio, reclamando la atención de los viandantes). Acabada la jornada laboral, de vuelta al hogar dulce hogar, el muy zángano de Peppino se agarra al carro chatarrero. Dejándose llevar. Lamentándose de su mala suerte. Porque el muy bellaco detesta trabajar. Adora que le mantengan. ¡Porca miseria!
Tras la estancia en la cárcel, Nanda comprueba que el novio Peppino no está verde, o tal vez, sí. En la ausencia de la joven, se ha buscado otra mujer más rolliza y con una larga trenza: Amelia (Franca Marzi). Ahora ya son dos para mantener y cuidar. Fortunella es una Cinderella que aguanta mucho. Hasta que explota. De Filippo ha logrado «extraer» de la actriz Giuletta una faceta hasta el momento poco desarrollada en los papeles precedentes: su carácter, su genio. Su mal genio, quiero decir.
La furia, tantas veces reprimida, sale a flote cuando ya no puede más.  Maravillosa presentación del personaje. Vemos la puerta de la carcere. Por la mirilla del portón, unos ojos escrutan el exterior, la libertad. Fortunella sale a la calle y se dirige radiante hacia la cámara. De pronto frena la marcha, frunce el ceño al percatarse de la cruda realidad, de lo que le espera. Cambia la dirección y maldice su mala fortuna, ay Fortunella. Golpea con su hatillo los muros de la calle. Dos veces. ¡Maldita sea mi suerte! ¡Maldita sea mi suerte!
Pero, Fortunella, en este maravilloso cuento de hadas, tiene, asimismo, un genio bueno. Se trata de Il Professore Golfiero Paganica (Paul Douglas) ¡Aó, Professó! Tras deshacer el menàge a trois en el que no desea participar, y hecha una basilisco, abandona la chatarrería doméstica y penetra en el corazón de la noche. En una fontana romana encuentra a una especie de cachalote bañándose a la luz de la luna. No, no es Anita Ekberg. La gran Anita se mojará en la Fontana de Trevi, como ejemplo de dolce vita, según Fellini. El ballenato ahora es Il Professore, medio pez y medio mamífero, pues es la oveja negra de la familia. Vagabundo ilustrado y con rico linaje, escritor errante, duende de la noche, borrachín empedernido. Un buen hombre, en suma. O sea, un genio bueno. Fortunella le cuenta sus penas al Il Professore.
Yo, Nanda Diotallevi, chica del barrio, soy, sin embargo, hija de príncipe. ¿De un príncipe, dices, niña? Sí, sí, de un príncipe. Del príncipe Guidobaldi, vecino mío, vive a unas manzanas de casa, en un palacio precioso. Y tiene muchos criados, los muy bellacos no dejan que me acerque a la mansión. ¿Cómo sabes, criatura, que es tu padre? Lo sé porque, lo recuerdo muy bien. Siendo una niña, caminando por la vía, se paró frente a mí y dijo: «Povera figlia mia». ¿Entiende, Professó? Yo soy su hija. Ilegítima, eso sí. Además, desde la terraza de mi casa veo la suya, la que algún día será mía. En su habitación, hay un cuadro de una señora muy hermosa y elegante. ¿Y sabe qué? ¡Me parezco mucho a ella! ¿Lo ve? Somos de la misma familia, el príncipe y yo. ¡Ah, Fortunella! ¡Ay, principessa!
Pero, Il Professore es un hombre que bebía demasiado. Se enrolan en una troupe de cómicos que representan obras de Shakespeare o así, o casi. De capas y espadas, de nobles, reyes y reinas. A Fortunella le gusta actuar e interpretar papeles. Una anoche, entre el público, ve a Peppino. Peppino quiere que vuelva a casa. Pero, esa no es su casa. No, ¿eh? Te arrepentirás, Naaaanda.
Il Professore ayuda en el atrezzo de las representaciones de la compañía ambulante. Borracho de chianti, organiza un espectáculo, él solo, y acaba ingresado en el hospital San Camillo de Roma con delirium tremens. Pocos días, después muere.
Acude al hospital el príncipe Guidobaldi (Aldo Silvani), amigo de Il Professore desde la infancia. El ahora difunto le ha dado una carta para Fortunella. Le regala una casa que había heredado de sus padres. Van a palacio a arreglar los detalles de la transacción. Allí Nanda informa al Príncipe que, tal vez, sea hija suya. ¡Hija mía, qué dices! El príncipe no se indigna ante la insinuación. Sólo, que no recuerda. Pregunta a Fortunella que cuándo nació. A continuación, consulta a su mayordomo dónde estaban aquel año. ¡En la India, Alteza! ¡La India! Muy lejos. No, no puede ser, querida mía.
¡Maldita sea! Fortunella abandona abatida el palazzo. Mas, el sueño no ha acabado. La esperan en el teatrillo de cómicos. Necesitan una actriz para que haga de Princesa en la obra en ciernes. Se estrena mañana, viernes. Anda, Nanda, a escena, sube al trono y te pondremos la corona. Quedarás de fábula. La corona resbala un poco hacia la frente de la muchacha. Ella la endereza con el cetro. Está feliz. Después de todo, ella, Nanda Diotallevi, alias Fortunella, ha sido proclamada Principessa.
¿Es esto todo? No, falta ponerle música al libreto. Si notable es la historia en imágenes de Fortunella, sobresaliente resulta, finalmente, si le sumamos la banda sonora compuesta al efecto por Nino Rota. De nuevo, Rota, ese encantador de notas musicales, sabe darle el tono de chirigota, ternura y emoción según la ocasión, cuando toca, cuando es menester... de juglaría.
El aficionado reconocerá enseguida, en una de las piezas compuestas para este filme, el motivo siciliano de El Padrino, que ya da aquí sus primeros pasos por el celuloide. En el siguiente vídeo, la obertura y los primeros compases de Fortunella, puede escucharse un resumen de los temas musicales de la cinta.
Fabulosa película, cine italiano en estado puro, es imprescindible visionar Fortunella en versión original, con subtítulos o sin subtítulos. Después de todo, el idioma italiano es perfectamente comprensible para un hablante hispano. Y es un verdadero placer escuchar a los actores en su propia lengua. Non è vero, Albertone?
Fernando R. Genovés
http://cinemagenoves.blogspot.com.ar/2011/09/fortunella-1958.html

Como el cielo de una ciudad de mar
El temperamento domina su lógica. "Dispongo solamente de 45 minutos para la entrevista", se excusa Giulletta Massina al inicio de la misma. Tras casi tres horas de vivo monólogo, la Massina mira el reloj y, poniéndose precipitadamente en pie, emprende la retirada. "En un día cambio fácilmente varias veces de humor. Cuando era pequeña mi padre me decía que tenía el carácter 'como el cielo de una ciudad de mar', que en un día puede ser de mil maneras". Sus 68 años no impiden que en su rostro se puedan encontrar aún los rasgos de Gelsomina, Cabiria, Fortunella, Giulietta o, naturalmente, Ginger, su último personaje cinematográfico. En Sevilla ha asistido a los III Encuentros de Música de Cine.
La actriz rechaza hablar globalmente de su trabajo en el cine "porque siempre hay muchas cosas que se olvidan. Necesitaría estar hablando una semana entera. Naturalmente, yo no soy siempre como la imagen que la gente tiene de mí. Nosotros decimos en Italia que no se puede atravesar la vida como una oca feliz. La vida tiene momentos felices, pero también amargos. Vivimos en un momento de la historia angustioso".
Pregunta. Fortunella...
Respuesta. Yo no me conozco todavía. No tengo una idea clara sobre mí. No lo digo frívolamente. La gente me quiere, he tenido muchos éxitos... El público sabe que yo comprendo y quiero a las Gelsominas, ¡somos tantas!; a las Cabirias, ¡somos tantas!; a las Giulietas del espíritu. ¡Cuántos señores burgueses son Giulietas del espíritu! A Fortunella, a Ginger... Es como si todas esas historias de Federico [Fellini] las hubiese contado yo. Son personajes que psicológicamente podían encarnar la historia de una americana, de una española"...

Estética mediterránea
"Federico me ha dado la posibilidad, desde una estética mediterránea, de exponer problemas universales. He tenido la gran fortuna de tener un autor que hablaba sin límites determinados. Cuando me preguntan "¿Cómo es él?", nunca sé responder. Yo en un día cambio fácilmente varias veces de humor. Cuando era pequeña mi padre me decía que tenía el carácter "como el cielo de una ciudad de mar", que en un día puede ser de mil maneras: sereno, con nubes, viento, estrellas"...
P. Gelsomina...
R. El personaje de Gelsomina ha marcado muchísimo mi vida. Pero ¡por Dios!, Giulietta está separada de todos, sus papeles. Cuando llego a casa me olvido de la actriz. Tengo mi vida, que es la vida de una mujer que ha estudiado, con un marido como Fellini, que no es director en casa. Jamás hablamos de cine ni de temas profesionales en casa. En realidad, es que hablamos muy poco, porque Federico. habla poquísimo... Hace 45 años que nos casamos, ya no necesitamos hablar para comunicarnos, basta una mirada, un gesto.
P. Giulietta...
R. Trabajo más cuando no trabajo. Cuando viajo represento sólo a la actriz y para mí son vacaciones, como ahora en Sevilla. Cuando realmente trabajo es cuando no hago de actriz, que debo ocuparme de la casa, del teléfono, de la comida... Pero también me gusta estar en casa acostarme temprano y leer en la cama.
P. Ginger...
R. A pesar de lo mucho que tenía que bailar, Ginger ha sido un personaje facilísimo. ¡Hay tantas gíngeres en Italia!
P. Cabiria...
R. De todos mis personajes el que más me ha gustado ha sido Cabiria. Es el personaje que más ha influido en mi carácter. Es optimista, tiene una gran fe en la vida... Debo decir que es el personaje que me ha resultado más fácil de cuantos he interpretado.
P. Giulietta de los espíritus...
R. Federico no entiende el que yo esté viajando y moviéndome. Dice que tengo mucho valor. Yo le hablo del mundo, de ciudades maravillosas; pero es inútil, no le gusta salir de Roma. Ahora tiene que viajar algo, porque está rodando un nuevo filme, que se llamará La voz de la Luna.
Justo Romero (El Pais, miércoles, 24 de mayo de 1989)
http://elpais.com/diario/1989/05/24/cultura/611964015_850215.html

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