TÍTULO
La pelle
AÑO
1981
IDIOMA
Italiano
SUBTITULOS
Español e Inglés (Separados)
DURACIÓN
130 min.
DIRECTOR
Liliana Cavani
GUIÓN
Liliana Cavani & Robert Katz (Novela: Curzio Malaparte)
MÚSICA
Lalo Schifrin
FOTOGRAFÍA
Armando Nannuzzi
REPARTO
Marcello Mastroianni, Claudia Cardinale, Burt Lancaster, Ken Marshall, Alexandra King, Carlo Giuffrè, Yann Babilée, Liliana Tari, Giuseppe Barra, Cristina Donadio
PRODUCTORA
Coproducción Italia-Francia; Opera Film Produzione / Gaumont
GÉNERO
Drama | II Guerra Mundial
Sinópsis
Nápoles, año 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. La ciudad acaba de ser liberada por las tropas americanas en una época en la que nadie sabe cuándo acaba la guerra ni dónde empieza la paz; vencedores y vencidos se enfrentan... (FILMAFFINITY)
Liliana Cavani lleva al cine "La piel", de Malaparte
Un macabro reportaje sobre los absurdos de la guerra
La novela, que apareció en 1949, está ambientada en Nápoles en 1943, durante el final de la segunda guerra mundial. Sus personajes son italianos, norteamericanos, ingleses y alemanes, y constituye una especie de macabro reportaje de todas las crueldades y absurdos de la guerra. El personaje principal -el propio Malaparte, que cuenta las historias sucesivas- estará interpretado por Marcello Mastroiani, que vuelve al cine tras un breve descanso que se tomó a raíz de interpretar La ciudad de las mujeres, de Fellini.El libro ha sido adaptado por la propia Liliana Cavani y Robert Katz. Hasta ahora, sólo otra obra de Malaparte, Cristo prohibido, había sido llevada a la pantalla y por su propio autor, en 1950. Liliana Cavani descubrió La piel hace cinco años, pues la obra de Malaparte no goza de gran actualidad ahora en Italia, donde siempre fue un personaje rebelde, ambiguo y conflictivo. Otros personajes serán interpretados por Burt Lancaster, Claudia Cardinale y los americanos Alexandra King y Ken Marshall, siendo el productor Renzo Rosellini.
«Quisiera dar una imagen vivida de aquellos años», ha declarado Liliana Cavani, «de la guerra, la llegada de las tropas aliadas y su encuentro con los napolitanos. No intento hacer neorrealismo, pero quisiera lograr una discreta pintura sobre aquellos años».
En realidad, el verdadero nombre de Curzio Malaparte, hijo de alemán e italiana y nacido en Prato en 1898, era el de Kurt Erich Suckert. Separado de su familia desde niño, criado por unos campesinos toscanos -su última obra fue precisamente un libro de relatos y crónicas titulado Malditos toscanos-, a los dieciséis años se fugó de su casa, abandonando los estudios, para enrolarse en la Legión extranjera francesa y participar de esta manera en la primera guerra mundial, donde fue herido ' condecorado y quedó inútil para el servicio militar afectado por los gases.
Entró en la carrera diplomática, asistió a la conferencia de Versalles, y fascinado por el primer Mussolini entró en el partido fascista en 1922. Al propio Mussolini le explicó el porqué de haber elegido su seudónimo de escritor: «Napoleón se llamaba Bonaparte y terminó mal. Yo me llamo Malaparte y terminaré bien». Lo cierto es que fue un fascista rebelde, más escéptico, crítico, más modernista que lo permisible en un partido, al fin y al cabo dogmático y autoritario. Dirigió el semanario La conquista del Estado, creía en la simplificación nietzscheana del superhombre, era mujeriego y bohemio, pero el mismo Mussolini sentía por él una evidente condescendencia.
Ataques a Mussolini
En 1929, tras el pacto de Letrán entre el régimen fascista y el Vaticano, atacó directamente a Mussolini en un célebre libelo, Don Camaleón, y tras numerosos viajes por Europa, Asia y Africa abandonó ruidosamente el partido, en 1931, y se fue a París, Allí publicó El buen hombre Lenin y la Técnica del golpe de Estado, que le hicieron repentinamente célebre en todo el mundo occidental. Marchó a Londres como corresponsal político, pero regresó a Italia, a manera de bravata, cuando Mussolini le llamó en 1933. Nada más bajar del tren, fue detenido por « manifestaciones antifascistas en el extranjero» y confinado durante cinco años en las islas Lípari.Cumplida la condena regresó a Roma, donde dirigió una revista de oposición, Prospectivas, en la que colaboraron distinguidos antifascistas, como Moravia y Paul Eluard. Tras el estallido de la segunda guerra mundial fue corresponsal de guerra en la campaña transalpina y en Grecia. En 1941 fue enviado al frente oriental, a Polonia, donde trató al gobernador nazi Franck, a quien retrató cruelmente en Kaputt, el libro que describe sus experiencias de aquellos años de guerra, donde también aparece otro amigo suyo, mucho mejor tratado, el poeta, escritor y diplomático español Agustín de Foxá.
Esta obra, que con La piel forma un díptico escalofriante sobre los horrores de la guerra, no fue publicada hasta 1944, en Nápoles, que ya estaba ocupada por los americanos. Tras seguir la campaña de Finlandia, al terminar la guerra se instaló, en 1945, en París, pero volvió después a Italia, a su espléndida mansión de Capri, donde pasó los últimos años de su vida. En 1956 hizo un viaje a China y pregonó su admiración por el régimen de Mao Zedong, hasta el punto de que en su testamento legó su casa a las jóvenes generaciones chinas. La piel, obra trágica, esperpéntica, tremendista, repleta de amargura y escepticismo, fue incluida por la Iglesia católica en el ya fenecido Indice de libros prohibidos, lo que no impidió la conversión final del cínico y escandaloso escritor.
Non un film di guerra, piuttosto un film dell’orrore. La guerra resta sullo sfondo, ci sono aerei, plotoni in divisa e carrarmati, nemmeno un combattimento. Non ricordo un altro film italiano così sgradevole, aspro, pieno di immagini crudeli e disperate. Mi è venuto da paragonarlo a I Diavoli di Ken Russell, e la Napoli del 1944 non appare meno pagana, satanica e depravata della Loudon ai tempi della peste e dell’Inquisizione. La regia non rinuncia a niente, e si compiace di numerose scene ripugnanti.
Tratto dall’omonimo romanzo di Curzio Malaparte, interpretato da un Mastroianni che solo di rado si accende, il film può contare sulla presenza di Burt Lancaster e Carlo Giuffré, Claudia Cardinale e Jacques Sernas, con Alexandra King nei panni della fanatica moglie aviatrice del senatore Usa e Ken Marshall del giovane ufficiale che finisce per innamorarsi della “vergine di Napoli”.
Ufficiale di collegamento con l’esercito americano, Malaparte mostra lo sguardo degli sconfitti. Difficile distinguere fra nuove macerie e vecchie miserie, la morale della sopravvivenza giustifica qualsiasi nefandezza, la Quinta Armata scivola su questi abissi senza capirne la profondità. I dollari diventano agenti di corruzione: prigionieri tedeschi ingrassati per essere venduti a peso (la Convenzione di Ginevra), un intero carrarmato smontato dagli scugnizzi mentre due soldati si illudono di ricavarci qualcosa, bambini (maschi e femmine) prostituiti dalle rispettive madri, fino all’eruzione del Vesuvio (un fatto vero, che non conoscevo), che sembra alludere al giudizio divino su questa nuova Sodoma.
https://rudighedini.wordpress.com/2015/04/28/la-pelle-id-liliana-cavani-1980-filmtv39-5/
La pelle: innocenza e crudeltà dell’Italia di MalaparteSiamo a Napoli, 1944, la Quinta Armata americana, al comando del generale Mark Cork, interpretato da Burt Lancaster, occupa la città e si prepara a marciare su Roma, ci vuole arrivare per primo e prendersi l’onore di avere liberato la Città Eterna, di vedere il papa e le rovine della Roma imperiale.
Dall’America arriva però la prima aviatrice donna, Deorah Wyatt per portare aiuti alla popolazione civile e fare propaganda per il marito senatore in corsa per la Casa Bianca, ma il generale non la vuole e le mette alle costole il Capitano Malaparte, (interpretato da Marcello Mastroiannni) come guida e accompagnatore per orientarsi in una Napoli semidistrutta e pericolosa e per fare in modo che se torni a casa.
Comincia così il viaggio nell’inferno dantesco dei bassifondi napoletani nei luoghi lugubri del degrado e della prostituzione ma dove nessuno si sente realmente degradato nemmeno quelle madri che vendono i loro ragazzini ai giannizzeri pedofili nordafricani perché la fame ed il cuore di mamma giustificano tutto.
A loro modo quelle strane prostitute malvestite e succinte, con una ridicola parrucca pubica bionda perché i soldati neri americani preferiscono le bionde, quelle frasi invitanti che fanno sembrare tutto normale e meraviglioso, riescono in qualche modo a salvare uno straccio di dignità, peggio sarebbe se si presentassero come vittime di violenza continuata dall’infanzia alla morte. E quelle madri, con bambini abbracciati mentre li vendono ai marocchini che spudoratamente toccano loro il fondo-schiena, anche loro vanno perdonate perché sono lì, condividono quel dolore e lo anestetizzano con l’amore, peggio sarebbe se li mandassero soli nelle mani dei beduini. La Wyatt si ribella, aggredisce il marocchino che le taglia soddisfatto una ciocca di capelli biondi, poi se la prende con Malaparte: Com’è possibile un tale degrado? Ma lui non fa una piega e accusa la fame e la forza corruttrice del dollaro su un popolo vinto e disperato. E lì capisci che non esiste una morale universale, una legge divina valida sempre, che tutto è relativo e tutto si può giustificare.
C’è poi l’episodio di Jimmy, ufficiale di collegamento affidato al capitano Malaparte che si innamora di una ragazzina e la vuole sposare, per accorgersi poi che il padre si fa i soldi mostrando la passera della figlia “l’ultima vergine di Napoli” a file interminabili di soldati americani per un dollaro a visita. Jimmy non lo sopporta e la svergina con le dita distruggendo l’infame commercio di quel padre sciagurato.
C’è ancora l’episodio dell’orgia omosessuale, una checca simula un parto, un’altra prepara una grande spaghettata, altri cantano e ballano una specie di tarantella e, alla fine, la checca partorisce la figura grottesca di un omino con un grande pene eretto al cielo… Mastroianni si scusa con la Wyatt, non sapeva cosa sarebbe successo. Di tutto il resto che le fa vedere non si scusa anzi sembra che sia la sua missione mostrare al mondo ipocrita e puritano americano la miseria dell’uomo.
Alla fine, anche il Vesuvio si ribella, siamo nel marzo del ‘’44, la famosa eruzione che portò le ceneri fino in Puglia, Deborah Wyatt è sconvolta dal volto cinico e amorale della città ma il peggio deve ancora venire, prende l’aereo, vuole fuggire da Napoli e tornare a casa ma il suo piccolo aereo da combattimento cade tra gli alberi, lei si salva, in abito da sera strappato vagola per la città in cerca di aiuto, alta, bionda, elegante si distingue dalla massa delle donne napoletane basse, scure e malvestite, chiede un passaggio ad un camion militare pieno di soldati americani e si lascia insultare e violentare dai connazionali senza dire un a parola, senza dichiararsi, senza farsi riconoscere come ufficiale e moglie di un senatore americano. Questa è la scena più strana e incomprensibile del film, a un certo punto tutte le difese cadono, per qualche motivo inconoscibile lei accetta di vivere il destino di una donna di un popolo vinto dalla guerra e dalla miseria.
A quel punto, però, la Wyatt è vinta e se ne torna a casa, il generale commenta: “Malaparte, lei è un genio”.
La Quinta Armata è alla porte di Roma, le donne escono di casa e abbracciano i soldati liberatori, è festa, un papà col figlio in braccio si mette festante davanti a un carro armato invocando una cioccolata per il bambino, cade, finisce spiaccicato sotto il cingolo, una scena tremenda, il bimbo riesce a sgattaiolare da sotto il carro armato e va a consolarsi tra le braccia della madre inorridita, la gente guarda smarrita ma certo non sconvolta, tanto è abituata alla morte cruenta, poi la marcia riprende alla conquista di Roma città aperta ormai da secoli: dai Galli, dai Vandali, dai Lanzichenecchi, dai Nazisti e dagli Americani.
Quando il film è uscito, ai tempi di Craxi e di Pertini, certo non fu ben accolto dalla critica e dal pubblico, nessuno voleva rivedere quell’Italia piegata dalla sconfitta, volevamo uscire dagli Anni Settanta e andare incontro ad nuovo miracolo economico, anch’io quando lo vidi in prima visione, ne rimasi sconvolto e non volli capirlo, non accettavo quello scene, quel degrado, quelle donne esposte senza vergogna, quei bambini prostituiti dalle madri, ho dovuto rivederlo per capirlo, per comprendere che sono necessari grandi quadri di negatività per staccarsi da un passato impresentabile e costruire il nuovo.
La pelle, sembra l’ultimo omaggio al Neorealismo ma non ha lo sguardo amorevole di De Sica, non è un popolo che risorge quello che viene rappresentato ma un mondo che si spera possa finire sotto i colpi del Vesuvio. E’ uno sguardo amaro, cinico, impietrito quello della Cavani-Malaparte che osserva e denuncia una realtà esplosa con la guerra ma che forse era sempre esistita dai tempi Tiberio e di Giovanna la pazza, degli angioini e degli spagnoli, dei Borboni e dell’Unità d’Italia quando soltanto una classe di generali felloni e traditori potevano permettere a Garibaldi di arrivare a Marsala indisturbato e fare finta di combattere a Calatafimi.
Cinismo, indifferenza, amoralità, tradimento e prostituzione dello spirito sono sempre esistiti nei bassifondi della storia di tutti i tempi.
Giacinto Lombardihttps://www.minervinolive.it/rubriche/4189/la-pelle-innocenza-e-crudelta-dell-italia-di-malaparte