TÍTULO ORIGINAL
Notturno
AÑO
2020
IDIOMA
SUBTÍTULOS
Italiano (Incorporados) y Español (Separados)
DURACIÓN
100 min.
PAÍS
Italia
DIRECCIÓN
Gianfranco Rosi
GUIÓN
Gianfranco Rosi
FOTOGRAFÍA
Gianfranco Rosi
REPARTO
Documental
PRODUCTORA
Coproducción Italia-Francia-Alemania; 21 Unofilm, Stemal Entertainment, Les Films d'Ici, No Nation Films, Mizzi Stock Entertainment, RAI, arte France Cinéma, Istituto Luce Cinecittà, Ministero dei Beni e delle Attività Culturali e del Turismo, Doha Film Institute, Medienboard Berlin-Brandenburg
GÉNERO
Documental
Premios
2020: Festival de Venecia: Sección oficial a competición
2020: Festival de Sevilla: Mejor fotografía
2020: British Independent Film Awards (BIFA): Nom. mejor película intern. independiente
2020: Premios David di Donatello: Nominado a mejor documental
No hay muchos directores que hayan ganado el León de Oro de Venecia y el Oso de Oro de Berlín. Gianfranco Rosi es uno de ellos y quizás el menos conocido de todos. ¿El motivo? Probablemente sea su condición de documentalista. Da la impresión que los cineastas que se dedican al documental tienen menos «chapa» (o reputación) que los que hacen ficción. Hay excepciones, claro, pero Rosi no es una de ellas, al menos por ahora. SACRO GRA ganó en Venecia 2013 con su trama relacionada a la gente que vivía alrededor de una autopista y FUOCOAMMARE fue elegida como la mejor película de la Berlinale 2016. Pero poca gente, fuera del universo de documentalistas y de la gente que sigue los festivales de cine, sabe quien es.
Rosi es un realizador que va ya por su sexta película y que tiene como particularidad es que raramente se somete a las convenciones del género documental al que supuestamente pertenece. Y lo hace siempre de distintas maneras. De hecho, si bien FUOCOAMMARE y NOTTURNO tratan temas parecidos –los conflictos políticos en países de Medio Oriente o del norte de Africa–, las formas y los ejes son completamente distintos. El primero contaba la situación de una manera tradicional para los parámetros del género poniendo el eje en Italia, adonde llegaban los refugiados. Mientras que aquí funciona un sistema narrativo diferente y la película transcurre en la propia zona de conflicto.
Lejos está Rosi de hacer una clásica película sobre los conflictos de Medio Oriente. Se puede decir que NOTTURNO es algo así como un catálogo de tableaux vivant, o bien una serie de viñetas, a modo de fotografías en movimiento a través de diferentes situaciones y locaciones de conflicto bélico. Filmada a lo largo de tres años en zonas fronterizas de Siria, Líbano, Iraq y Kurdistán, la película sigue una serie de personajes y situaciones que se presentan de una forma que podría considerarse «performativa». Difícil es situar a la película dentro de los códigos más estrictos del documental. Es claro que gran parte de las situaciones son posadas, armadas para la cámara y Rosi no intenta ocultar ese mecanismo. Al contrario. Da la sensación que la propia premisa de la película funciona a partir de esa «traición».
Diego Lerer
https://www.micropsiacine.com/2020/09/festivales-critica-de-notturno-de-gianfranco-rosi-venecia-toronto/
"Notturno" confirma el talento de Gianfranco Rosi
Rodado en zonas devastadas de Siria, Irak y Líbano, el nuevo largometraje del director de "Fuocoammare" comienza con imágenes y sonidos de aquellos que empuñan las armas como modo de vida, pero a partir de ese momento se concentra en los sobrevivientes de la violencia bélica y política.
Las películas de Gianfranco Rosi suelen ser puntillosas, políticamente pertinentes y estéticamente bellas, aunque nunca preciosistas. Nacido en Italia en 1964, romano por adopción y con estudios cinematográficos realizados del otro lado del océano, el nombre comenzó a sonar con fuerza a partir de su segundo largometraje, El Sicario, Room 164, una de las estrellas de la edición 2010 del DocBuenosAires, que detallaba en primera persona las actividades de un asesino a sueldo de un cartel mexicano. Con la expansiva Sacro GRA –retrato colectivo del “conurbano” de Roma que terminó alzándose con el León de Oro en 2013– y Fuocoammare: Fuego en el mar (2016), registro de la vida en la isla de Lampedusa en plena crisis inmigratoria, el realizador terminó de cimentar su firma como una de las más relevantes en el panorama contemporáneo del cine documental. La introducción viene a cuento de su último esfuerzo, Notturno, que no hace más que confirmar el talento de un cineasta empeñado en utilizar la cámara como un arma creativa al servicio del retrato de lo real.
El trípode está plantado firmemente en el suelo, el sol todavía no se ha asomado y el playón aparece desierto. De pronto, un grupo de soldados recorre el cuadro y avanza hacia el horizonte. La mezcla de audio destaca el ruido sincrónico de los pasos y el canto de guerra de los hombres y mujeres, que van extinguiéndose a medida que se alejan. Otro grupo reemplaza al anterior y así varias veces, hasta que el espacio visual termina invadido por un auténtico pelotón del cual se desconoce origen, destino y misión. El nuevo largometraje de Rosi comienza con imágenes y sonidos de aquellos que empuñan las armas como modo de vida y profesión; el film volverá a algunos de ellos a lo largo del metraje, pero a partir de ese momento desplegará toda su atención en los sobrevivientes de la violencia bélica y política. Notturno, que tuvo su estreno el año pasado en el Festival de Venecia, fue rodada a lo largo de varios meses en zonas devastadas de Siria, Irak y Líbano, como así también en regiones de ese territorio no registrado por la cartografía oficial conocido como Kurdistán.
La película entrelaza viñetas cotidianas de hombres y mujeres, adultos, jóvenes y niños. La figura humana es relevante, pero también lo es el paisaje, así se trate de un plácido lago con fondo de fuegos industriales o las calles vacías de una ciudad destruida por los bombardeos. Un hombre sale a cazar en su pequeño bote en medio de la noche; una pareja joven conversa sobre una terraza con vista al pueblo; otro joven recorre las calles con sus cánticos religiosos; mujeres soldados descansan luego de una agotadora jornada de atención en la frontera. Casi sin diálogos, Notturno va tejiendo un tapiz de apariencia engañosamente simple, en el cual las consecuencias de la guerra y la violencia entre facciones políticas y religiosas comienza a ser cada vez más evidente. El realizador dedica varios segmentos a un puñado de internos de un hospital psiquiátrico concentrados en la puesta de una obra teatral cuyo eje no es otro que los corolarios de esas violencias. Hay un tono ensayístico en la manera en la cual se abordan los temas, dejando que el propio espectador sea el encargado de unir las líneas de puntos de las siluetas (más de una situación parece “reconstruida” especialmente para la cámara).
De pronto, entre mensajes de audio de mujeres secuestradas por el ISIS e imágenes de ruinas, una figura comienza a sobresalir del resto. Se trata de un adolescente, que no tendrá más de quince años, que todos los días sale a ganarse algunos billetes haciendo las veces de asistente de cazadores furtivos. El chico es huérfano, uno entre tantos otros. Sobre el final, Notturno destaca las conversaciones de un par de psicólogas con un grupo de niños cuyos dibujos plasman (¿exorcizan?) enfáticamente los hechos de violencia, destrucción y muerte de los cuales fueron testigos privilegiados. La cámara recorre lentamente esos gráficos de trazos inconfundiblemente infantiles, pero en los cuales el horror adquiere las formas más detalladas: los rasgos de los verdugos, sus armas, la sangre de los padres y las madres derramada. No hay consuelo posible, pero sí, tal vez, un futuro.
Diego Brodersen
https://www.pagina12.com.ar/327734-notturno-confirma-el-talento-de-gianfranco-rosi
Raccontare la guerra senza mostrarla: "Notturno", la sfida di Rosi arriva a Bologna
Raccontare la guerra senza mostrarla, interrogare le divisioni geografiche senza parlare di nazioni, denunciare le violenze dell'Isis mediante i disegni dei bambini e ancora ripercorrere le tappe della storia del Medioriente attraverso la messa in scena di un testo teatrale in un manicomio. Ma pure svelare la poesia e la bellezza del Medio Oriente attraverso un cantore che, vestito dall'amata, esce in strada la mattina presto per esaltare la gloria dell'Altissimo. Senza interviste, voci fuori campo, didascalie. Solo la forza delle immagini. È "Notturno" di Gianfranco Rosi che stasera lui stesso presenta alle 21 al cinema Odeon in dialogo con il direttore della Cineteca Gian Luca Farinelli.
-Rosi, qual è stata la scintilla per Notturno?
-"Dopo "Fuocoammare" è stato naturale andare a vedere da dove arrivavano quei barconi a Lampedusa, solo che ci sono voluti tre anni trascorsi sui confini fra Iraq, Kurdistan, Siria e Libano, c'era anche il problema della lingua. È il mio modo di lavorare, cerco le persone giuste, con cui entrare in intimità ma serve fiducia. Per questo i primi otto mesi ho girato senza cinepresa. A tutti dicevo torno tra sei mesi, un anno. Quando sono tornato, già il fatto di aver mantenuto la promessa, è stato accolto come un segno di lealtà. Questo tempo di conoscenza reciproca rappresenta il novanta per cento del mio lavoro. Solo alla fine sento che è giunto il momento di tirare fuori la cinepresa ed è un momento difficile, quello della separazione. Il racconto diventa cinema".
-Quanto ha girato in questo tempo e cosa è rimasto fuori?
-"Avrò raccolto ottanta ore di girato, ma anche quello che non si vede in qualche modo finisce nel film. Non faccio cronaca, usi il linguaggio e lo sguardo del cinema, con il peso della realtà. Le madri che piangono la morte dei figli nelle carceri abbandonate sono state un colpo di fortuna, così come aver scoperto nel manicomio un gruppo che lavorava con i pazienti sulla messa in scena di un testo sulla storia del Medioriente. Queste sono le deità del documentarista, poi le scene con i bambini sono il frutto di un lavoro di due mesi".
-È una delle parti più dure del film, tra l'altro la parte in cui la forma è quella più simile a un documentario tradizionale.
-"È un orfanotrofio dove vivono i bambini yazidi i cui genitori sono stati trucidati dall'Isis. Sono stato con loro diverso tempo, poi ho scoperto che due volte la settimana seguivano la terapia del disegno per tirare fuori le esperienze terribili vissute. Un luogo che diventa una stanza della memoria, la Norimberga del film. Ed è diventato anche il modo di narrare gli orrori del conflitto, mediato dai disegni dei bambini. C'è un momento in cui i guerriglieri dell'Isis dicono agli yazidi di mangiare le teste dei loro figli. Quella scena è entrata ed è uscita più volte nel film, rappresenta un punto di non ritorno, come quando in "Fuocoammare" mostro il barcone con i morti dentro".
-È l'unico momento in cui l'oscenità della guerra è manifesta.
-"Non volevo fare un film sulla guerra o sull'Isis, ma su quella certa "normalità" che abita i fronti del conflitto. È questa vitalità che ho voluto cogliere. "Notturno" non indaga le cause del conflitto né le molteplici problematiche religiose e territoriali in gioco. Ho voluto semplicemente rimanere il più vicino possibile alle donne, agli uomini, ai bambini la cui ostinata sopravvivenza suona come la metafora dell'assoluto che più mi appassiona: l'essere umano. Non ho seguito l'esodo dei profughi, ma sono andato loro incontro, là dove tentano di ricucire le loro esistenze. Come in un 'Notturno' di Chopin, anche qui l'oscurità è un pretesto, un'occasione per lasciar risuonare ciò che vive".
-Il fatto che il film non abbia ricevuto alcun premio alla Mostra del cinema ha destato diversi malumori.
-"I premi si ricevono, non si aspettano. Ho già vinto il Leone d'oro per "Sacro Gra", non è mai successo che un autore lo abbia vinto due volte. Ma certo ci sono altri premi e avrebbe aiutato il film. Ma non spetta a me".
-Che rapporto ha con Bologna?
-"Sono molto grato a Gian Luca Farinelli, non solo per l'attenzione che la Cineteca ha sempre dimostrato per il mio lavoro, ma perché ha restaurato i miei primi due film, "Boatman", e "Below Sea Level". Nei diversi traslochi avevo perso il negativo e con grande generosità il laboratorio mi ha aiutato a ricostruirli".
Emanuela Giampaoli
https://bologna.repubblica.it/cronaca/2020/09/17/news/notturno_film-267588576/
Lamento per la luce perduta. A proposito di ‘Notturno’ di Gianfranco Rosi
Appoggiata al muro d’una cella, tastandone le asperità con la mano destra, una madre sente la presenza del figlio che lì fu torturato e ucciso da Al Qaeda o dall’Isis. Sente e vede il suo corpo martoriato, ha la sensazione del suo sangue sul muro, anche se il sangue non si vede. Sente la presenza, lamenta l’assenza.
Dopo la marcia cadenzata di soldati in esercitazione notturna, il film di Gianfranco Rosi assume subito la forma del lamento. A ombre nell’ombra subentrano altre ombre: sono le donne, che vagano in ordine sparso in un luogo sinistro, senza saper bene dove andare, dove fermarsi. La madre tocca il muro, e il toccare è parte del lamento, trasmesso dalle parole. Scorre la traduzione, ma il lamento è nella cadenza stessa della lingua – notturno e lamento sono tutt’uno. Il notturno contagia il giorno.
Non esiste propriamente giorno, in Notturno [2020]. Un ragazzo corre su un motorino, ma già sta calando il crepuscolo. Mota su una barchetta ormeggiata tra le canne, si inoltra sul fiume quando ormai è notte. Non si capisce di cosa vada a pesca, se non di barlumi d’una luce perduta. Tutti ne vanno in cerca: le combattenti curde anti-Isis riposano sul pavimento di una casa diroccata, con fucili ed elmetti accanto. Non ci sono finestre, ma squarci nel muro, che lasciano vedere l’esterno come occhiaie spalancate sul vuoto. Dal vuoto potrebbe arrivare il nemico. Il riposo non può che essere breve.
Sempre brevissimo quello di Alì. Rannicchiato su un divano, in mezzo a fratelli che gli dormono attorno sui tappeti, avvolti nelle coperte, la madre lo sveglia continuamente, perché i cacciatori stanno già arrivando, alle prime luci dell’alba, e lui può guadagnare qualche dollaro riportando loro la selvaggina. Come un cane da caccia? Si, ma i cacciatori, in più, gli dicono “Bravo!”.
Con una full immersion di tre anni nella realtà mediorientale, Rosi esplora i limiti dell’invisibile, le sue condizioni minime di visibilità, tramite uno sguardo che è giusto definire rosselliniano; poi, però, a differenza di Rossellini, opera sull’invisibile un complesso processo di post-produzione, attraverso operazioni di montaggio (con Jacopo Quadri) e di ritocco del colore (con Luca Bigazzi). Sono queste operazioni a rendere visibile ciò che naviga ai bordi dell’invisibile, a compire il miracolo di gettare sprazzi di luce nell’oscurità, a riproporre l’enigma della bellezza, a volte (bisogna dirlo) perfino eccessiva, nel cuore di tenebra del Reale.
Di confine in confine, tra violenze, conflitti, invasioni, guerre civili, tortura e morte, non si esce dal cerchio della sofferenza: confine mobile, l’unico che non si riesce mai a varcare, perché sempre si ripropone, se non altro nella memoria. Memoria di bambini, che disegnano i barbuti dell’Isis come orchi, e appendono al muro i loro ritratti, assieme a quelli di genitori e fratelli uccisi, di sorelle rapite: traumi immedicabili, malgrado la buona volontà delle giovani psico-terapeute.
Rosi non mette in scena, non gli interessa neppure ricostruire o cogliere sul fatto. Questo irrita gli adepti del documentario come raddoppio cinematografico della realtà, che si trovano spiazzati. Quello che è successo e sta succedendo in Medio Oriente lo trasmettono più i disegni dei bambini piuttosto che le macerie, più il deserto delle strade che i palazzi crollati, più il passaggio di automezzi lungo voragini d’acqua che uno scambio di cannonate.
Lo trasmettono i pazienti di un ospedale psichiatrico, impegnati nelle prove d’uno spettacolo, davanti alle poltrone vuote d’in piccolo teatro. Il regista incita gli attori (i ricoverati) a immedesimarsi nelle loro parti, e per questo ogni tanto fa proiettare su uno schermo, in palcoscenico, filmati già abbondantemente visti (i talebani che distruggono le statue ecc.). Prove d’uno spettacolo, si, ma anche terapia di gruppo, quasi uno psicodramma alla Moreno (e qui si ha forse un altro richiamo a Rossellini).
Nel cortile di un carcere, centinaia di prigionieri si riversano per qualche minuto d’aria. Hanno tutti la stessa divisa arancione, ormai sono indistinguibili l’uno dall’altro, non hanno più identità, se non quella conferita loro dalla divisa, marchio d’infamia. Rientrando nella cella collettiva, dove dormono ammonticchiati sul pavimento, formano catene colorate, ma dolenti, d’esseri senza volto, occhi bassi di gente che ha perso anche il diritto di guardarsi attorno. Le guardie li contano, come fossero grani d’un rosario interminabile. Quando tutti sono rientrati, serrano le porte, chiudono i cancelli, cancelli che cancellano, sottraggono alla visione.
Una madre al cellulare riesce ad avere notizie da sua figlia, lontana, prigioniera dell’Isis. Comunicazione severamente proibita, pericolo d’essere scoperta, da parte della figlia – ma è troppo forte la voglia di confidarsi, di sentire una voce amica, fosse pure attraverso la mediazione d’un congegno elettronico. Per liberarla, l’Isis chiede soldi, ma la famiglia non ne ha.
Chi pagherà per lei? Chi per le violenze? Chi per le vite spezzate dall’odio? Sfilano autoblinde con la bandiera stella e strisce, ma sono parte del problema, non la soluzione. Alì, nella notte, pensa al suo destino, nell’intenso primo piano finale – ma il Notturno potrebbe non aver fine, anche se gli occhi del ragazzo esprimono una lontana speranza.
Ripetiamolo: il Notturno è la forma-lamento delle cose, il loro pianto, il rimpianto della luce del giorno, che è venuta a mancare, espresso dai corpi delle madri e dal corpo martoriato della terra. Tra oscurità e fango, Notturno coglie il silenzio disperato del mondo che piange la luce perduta.
Alessandro Cappabianca
https://specchioscuro.it/lamento-per-la-luce-perduta-a-proposito-di-notturno-di-gianfranco-rosi/
GIANFRANCO ROSI: “EL DOCUMENTAL DEBE SER ALGO MÁS EMOCIONAL”
“Elegir para cada escena el encuadre preciso”, con esta premisa el cineasta ítalo-estadounidense Gianfranco Rosi concentra el esfuerzo de su trabajo cinematográfico documental, ya que es desde esos frames desde donde contará toda su historia. En Notturno (Italia, Francia, Alemania, 2020), Gianfranco Rosi elige a las personas que reflejan toda la intensidad del momento, predice el mejor momento del día, la luz necesaria, la esquina precisa donde se ubicará la cámara. En sus propias manos recaen tanto el registro de la imagen como el del sonido, pues Rosi trabaja como one-man-crew.
Su estética y dispositivos cinematográficos los encontró Rosi para sí durante sus primeras películas. En cada obra posterior ha afianzado esta búsqueda. En 2010 realizó El Sicario, room 164, que consiste en un solo movimiento de cámara que logra un poderoso relato oral ininterrumpido, y que causó gran impresión. Rosi lo considera su film favorito. En 2013 su obra Sacro GRA fue el primer documental en obtener un León de Oro en la historia del Festival de cine de Venecia. Y en 2016, con su extraordinaria Fuoccoamare (Fire at sea) ganó el European Film Award al mejor documental y el Oso de Oro de la Berlinale.
En 2020, año de la pandemia, Rosi nos presenta Notturno, una película realizada en cuatro países, en un proceso de tres años durante los cuales filmó 80 horas de material que se destilaron en 100 minutos de cine. El área donde Rosi decidió situar su cámara esta vez fueron las zonas de frontera de cuatro países del Medio Oriente en conflicto y ocupación: Siria, el Líbano, Irak y Kurdistán; lugares desde donde además proviene gran parte de los nuevos inmigrantes que llegan hoy a Europa. Tuvimos la suerte de apreciar su película en la pantalla gigante durante la Viennale 2020, que conservó el espíritu del evento cinematográfico real hasta un día antes del segundo lockdown (encierro antipandémico) de Austria, y con azar, unos días antes del acto terrorista islamista que acaba de ensombrecer el centro de la ciudad de Viena, que es donde se encuentran la mayoría de los cines del festival.
“Mi trabajo comienza donde los breaking news terminan”
Notturno inicia con un breve texto sobre las poblaciones civiles de Líbano, Irak y Kurdistán que “pagan las consecuencias de las codicias y la ambición de poder que desencadenaron en un círculo vicioso de golpes militares, gobiernos corruptos, líderes autoritarios, intervenciones extranjeras” y terrorismo. Pero, en este film., Rosi no filma la guerra y no intenta cubrir ni profundizar en la información periodística. Lo contrario, se detiene en espacios cotidianos rodeados de signos de violencia, destrucción y tragedia, y nos da un panorama de cómo continúan sus vidas las personas de aquellos países. Notturno intenta ser “una película de luz sobre la oscuridad de la guerra”.
El contenido común inevitable: el estado de alerta permanente en las fronteras y las permanentes heridas psicológicas en los pueblos, expresados a través de escenas donde el tema de la espera y la inminencia devienen en un ostinato en medio de la pulsión tranquila o del esfuerzo para seguir viviendo. Pocas conversaciones, alguna de dos enamorados felices, mucho silencio humano y muchos bombardeos. Un intenso escenario acústico conformado por ruidos de metales, sonidos militares, de motores y de guerra.
La gama de estados de luz contenida en los paisajes abiertos – amaneceres, atardeceres, noches, cielos nublados- permite la cadencia del notturno que se busca a través del film, a través de los espacios habitables y no habitables que vemos. Desde la comodidad de nuestros asientos vemos los cuerpos de guerra, los soldados, las tropas, los guardias de frontera, a las madres que recitan responsos en las casas de torturas de sus hijos, cazadores de aves, a Alí, un adolescente que debe salir de casa y asumir responsabilidades de padre, oímos a los pequeños traumatizados y vemos sus dibujan impregnados de los uniformes de los sanguinarios terroristas de quienes lograron escapar. Los pacientes psiquiátricos adultos practican una obra de teatro sobre la historia política de su patria Siria:”Primavera de guerra”. Los presos, con traje naranja encendido, descansan en un galpón superpoblado. Una madre oye por fin juntos todos los mensajes que le dejó en secreto su hija secuestrada por el Daesh.
“Transformar lo que tienes al frente. Transformar esa realidad en algo más, eso es cine“.
“Registrar la realidad filmándolo todo, moviendo la cámara de aquí para allá, tiene más de ‘marcar territorio’ que de cine.
¿Cómo logró acceder a espacios y momentos tan íntimos de sus personajes? Rosi se dedicó ocho meses a conocer las zonas y a la gente. Cuando volvió, esta vez con su cámara, ya se había construido una base de confianza mutua y los personajes le abrieron sus puertas con naturalidad. Rosi confiesa, sin embargo, que filmar es un momento incómodo para él, porque la cámara transforma la sensación de estar rozando con ella momentos de verdad, lo reconforta, pero en general no se puede decir que disfrute aunque ponga en él todo su ser.
A propósito de su película El sicario, room 164, en una entrevista anterior, ya nos había expresado hace 10 años que: “Lo que puede borrar el límite entre el documental y la ficción es el trabajo de confianza establecido con el personaje”. Manejar con maestría esa delgada línea entre ficción y documental, continúa siendo su desafío estético: “Sí, en este proyecto continúo trabajando sobre aquella delgada línea entre documental y ficción, usando el lenguaje del cine con la autoridad del documental, es decir con la consciencia de tener frente a mí el peso de la realidad, y no una ficcionalización”.
Para Notturno, Rosi tuvo un productor de campo en cada país, así como un asistente – traductor – guía, en quien deposita toda su confianza para moverse en la zona, sin embargo todo el trabajo de registro de imagen y sonoro se concentra en sus propias manos.
Desistfilm: ¿Tienes un asistente que se ocupe del sonido mientras tú filmas?
Gianfranco Rosi: No, para mí sonidos e imágenes son una pieza, yo no los separo y lo hago todo. Cuando filmo debo tener mis audífonos puestos y así es un todo con la cámara.
Desistfilm: También, ¿registras aparte solo el sonido como un sonidista?
Gianfranco Rosi: Sí. Siempre he sido one-man-crew. Para mí son un todo los elementos que forman parte de la narración: imagen, sonido y dirección. Luego, durante la edición, trabajo el sonido como en una película de ficción, el sonido de este film me tomó cinco meses, es muy importante para mí.
Desistfilm: ¿Cómo eliges la luz? El tiempo del día que eliges en este film han sido a menudo el del amanecer y el atardecer.
Gianfranco Rosi: La luz es para mí esencial cuando trabajo. Al iniciar esta película yo quería filmar todo durante la noche, porque me sentía protegido por la luz. Luego, poco a poco, empecé a abrir la escena a más dimensiones, a los crepúsculos e incluso a la luz exterior. Pero, afuera no quería filmar con luz dura ni con cielo azul, porque sino todo se iba a convertir en otra cosa, así que siempre estuve esperando que lleguen las nubes, la lluvia. De ese modo, sí me fue posible ubicar la cámara exactamente donde yo quisiera. Por ejemplo, para una vista que tengo de 360 grados, y encontrar la distancia correcta para filmar. Hacer esto es fundamental para mí y es donde el storytelling comienza, cuando todos los elementos, luz, sonido, cámara, y todo lo que el lenguaje del cine nos brinda se ponen al servicio de la realidad que se está filmando. Yo no acepto el hecho de que filmar la realidad tenga que ser en bruto. ¿Por qué mover la cámara sería más real? Eso es algo a lo que siempre me opuse. Pienso que al elegir un encuadre y poner a la gente entrando a ese frame, uno crea una identificación con lo que se está viendo. Uno no necesita siempre atravesar el movimiento de cámara para ser más verdadero. Desde joven siempre busqué un acercamiento cinemático y busqué ser capaz de contar la historia dentro de ese encuadre, y tener una estructura, siempre. Ese es el gran desafío. Eso exige paciencia y espera, esperar mucho.
Desistfilm: Claro, para ello primero debes entender las dinámicas de tus personajes.
Gianfranco Rosi: Exacto, tienes que anticiparlas.
Desistfilm: Cuando no las conoce mucho, al contrario, es necesario danzar más con la cámara. En todo caso, tú has elegido la opción de esperar…
Gianfranco Rosi: Una parte inmensa de mi trabajo consiste en esperar. Y de algún modo esto refleja también lo que yo encontré allí. En Notturno notas que la sensación de espera es enorme, parece que todos están esperando, al enemigo, lo desconocido, al futuro, a las decisiones políticas, incluso los estadounidenses están esperando, movilizándose o esperando para movilizarse. Y eso es parte del storytelling.
Desistfilm: Parece que todos estuvieran haciendo guardia en sus fronteras. Hay un cazador en el lago…
Gianfranco Rosi: Sí, también el guardia que está cazando está esperando por las aves, y no hace un solo disparo, es una espera constante.
Desistfilm: Esta vez apreciamos que en Notturno hay mucho silencio, en el sentido de que hay ausencia de diálogos. ¿Es porque eran países donde no conocías el idioma o por otros motivos?
Gianfranco Rosi: Bueno, probablemente eso es parte de ello. Pero, esta vez sentí que este film debía ser como la música. Sentí la fuerte necesidad de incluir espacios entre las notas. El silencio es tan importante como las notas en sí mismas, porque marca separaciones en las composiciones musicales. Entonces, entre personajes, exploré bastante la sensación del silencio y blancura, eso de algún modo me ayudó a tener una zona de reconforte allí en el silencio.
Desistfilm: La situación es tan dura que la gente no habla mucho en tales circunstancias, quizá, por ejemplo cuando las mujeres soldado se alistan en la habitación y vuelven a salir.
Gianfranco Rosi: Bueno, estas mujeres están viniendo de un combate, de arriesgar sus vidas, no están precisamente en onda de fiesta. El silencio es parte de la sensación de estar suspendido del film, de no querer hablar, hay más introversión y un dolor que no se quiere compartir con todo el mundo. Muchas veces sentí que el dolor era una parte fuerte de la vida diaria, el silencio con el eco a la distancia de la guerra, constantemente.
Desistfilm: En el discurso que proviene del cine documental muchos autores repiten: “no quiero ser informativo”.
Gianfranco Rosi: Sí, porque vivimos en medio de demasiada información en este mundo. Solo vas a internet y ya la tienes. Para mí, el cine documental debe convertirse en algo más emocional. Quiero impactar a la audiencia de una forma emocional. No quiero dar una respuesta. A cada pregunta que tenga, cada audiencia debe responderse a sí misma, eso es muy importante para mí y ese es mi desafío al hacer documental. Es lo mismo que buscó Flaherty con Nanook, no querían darte respuestas sino algo más emocional. También se usa la palabra “poético”, cuando hay una sensación de suspensión. Es la misma diferencia que hay entre leer prosa o un ensayo, y leer poesía. En la poesía uno debe leer entre palabras; en un ensayo sigues con exactitud un proceso de escritura.
Desistfilm: ¿Podemos decir que tú eliges la poesía?
Gianfranco Rosi: No quisiera decir eso porque es un poco reductivo pero sí me gusta transformar las cosas en algo más, darle una sensación de suspensión a lo que veo. Transformar la realidad. Porque la realidad en sí no es interesante, ¿sabes?.
Desistfilm: ¿No lo es?
Gianfranco Rosi: No siempre.
Desistfilm: Te cuento que en el Perú nosotros no tenemos escuela de cine, incluso no tenemos registro de nuestra propia historia o hechos del presente, en ese sentido sí tenemos, como en Europa, demasiada información pero no acerca de nuestra propia historia. ¿Cómo evitamos caer en el esnobismo cuando hablamos de cine en términos de calidad frente a la precariedad de otras sociedades o cineastas que filman diferente? A veces cuando pienso acerca del cine peruano, temo que cuando desde Europa se habla mucho de que solo dejar la cámara quieta, observar, “solo eso es cine y el resto no lo es, es reportaje”, puede sonar despectivo. En nuestra sociedad lidiamos con la precariedad, incluyendo la del tiempo, yo pienso que tener tiempo es un lujo. El quality time es también al final un criterio occidental.
Gianfranco Rosi: Cuando yo pongo mi tiempo, termino de hacer la película y no tengo nada de dinero. No es que me paguen por tres años de trabajo. Me pagan para hacer un film y el presupuesto para documental no es muy grande. Tengo un budget, pero lo invierto en tiempo. Mientras más tiempo pongo, menos dinero veo. Para mí no es un asunto de ser pobre o rico o privilegiado. Yo soy un cineasta y el asunto es encontrar el lenguaje cinematográfico correcto para mí. Cuando yo era estudiante hice Boatman (1993) en la India, sin dinero, y me tomó cinco años. No fui privilegiado, fue cuestión de obsesión. No se trata de ser de alguna clase social sino de encontrar tu manera de decir la historia. Below sea level (2008) me tomó tres años, y en medio tuve que hacer otros trabajos. Entonces, no creo que ponerlo como algo snob sea lo correcto, son decisiones que toman los individuos sin llorar porque otros sean privilegiados y uno no. Puedes hacer un film que tome diez años y en medio trabajas, haces otras cosas. Mis tres primeros filmes tuvieron cero budget y costaron solo tiempo. Estuve trabajando haciéndolo todo, pero estaba obsesionado con sacar de allí una idea de hacer cine. O sea no se trata de ser del Este, del Oeste, ni rico ni pobre. Se trata de una elección artística e individual.
Desistfilm: ¿Puede que la otra opción sea una elección “histórica”, entonces, la de filmar a pesar de la precariedad y de la cámara inestable?
Gianfranco Rosi: Bueno, ahora todos pueden hacer films con el teléfono, ya no se trata de budget sino de lo que tú ves y la historia que quieres contar. Se trata de cómo un individuo ve la realidad y la filma y no del país a donde pertenece.
Entrevista realizada por Malena Martínez Cabrera, en Vienna, el 31 de octubre de 2020
https://desistfilm.com/gianfranco-rosi-el-documental-debe-ser-algo-mas-emocional/