TÍTULO ORIGINAL
Anno uno
AÑO
1974
IDIOMA
Italiano
SUBTÍTULOS
Español (Incorporados)
DURACIÓN
115 min.
PAÍS
Italia
DIRECCIÓN
Roberto Rossellini
GUIÓN
Roberto Rossellini, Marcella Mariani
MÚSICA
Mario Nascimbene
FOTOGRAFÍA
Mario Montuori
REPARTO
Luigi Vannucchi, Dominique Darel, Rita Calderoni, Valeria Sabel, Carlos de Carvalho
PRODUCTORA
Istituto Luce, Italnoleggio
GÉNERO
Drama | Política
"Ningún film, ni ninguna obra literaria, plantea los temas que preocupan de manera concreta a la nueva humanidad, por este motivo no se ha encontrado un nuevo sentido dramático. Por eso digo que considero necesario examinar otra vez cada cosa desde sus orígenes, hacer como el maestro de escuela elemental que intenta explicar de la manera más simple y lineal los grandes hechos de la naturaleza y la historia".
(Roberto Rossellini)
“Anno Uno adopta opciones utilizadas por Rossellini en sus otras películas“ didácticas ”, como el uso de diálogos extensos, casi literales, tomados a veces de obras literarias, a veces de discursos y biografías. Cualquiera que se haya acostumbrado a la propuesta naturalista del cine actual puede sorprenderse. Después de todo, hoy todo el crédito se le da al coloquial. En Anno Uno, como en las películas sobre Sócrates, Pascal, Descartes y Agustín, filósofos perfilados por Rossellini, el discurso parece literario. De Gasperi era un maestro en coser fuerzas opuestas, un conciliador natural. La explicitación de este arte de la política es lo mejor del trabajo de Rossellini ”. Luiz Zanin
http://substantivoplural.com.br/anno-uno-de-rossellini/
La carta de Roberto Rossellini
Poco tiempo antes de su muerte, el 3 de junio de 1977, el gran cineasta y humanista italiano Roberto Rossellini escribió una carta muy especial dirigida a su hijo Renzo, que había sido el asistente de dirección y el productor de algunas de sus películas. Rossellini, a pesar de los contratiempos y fracasos de su larga andadura cinematográfica, ya era reconocido por críticos y cineastas como un pilar fundamental del neorrealismo italiano y uno de los directores más originales del cine moderno tal como se desarrolló desde mediados hasta finales del siglo XX. Su última aventura había sido un magno proyecto audiovisual difundido por la televisión pública italiana (RAI) que contara la historia del hombre eligiendo para ello algunas etapas y personajes relevantes: unas sesenta horas de las cuales realizó la mitad, entre 1963 y 1974.
Cuando escribió la carta citada el cineasta tenía ya 70 años y una impresionante estela de películas realizadas, desde los primeros cortos y largometrajes didáctico-propagandísticos rodados durante el fascismo, en los años 30 y 40, hasta sus últimas obras, como El Mesías (Il Messia, 1975), ejemplo final de su maestría narrativa. Pero probablemente advirtió la necesidad de que alguien fijara el legado de su obra y lo transmitiera según pautas precisas. ¿Quién mejor que su hijo Renzo, que había sido uno de sus más cercanos colaboradores, para darle forma unificada a ese proyecto enciclopédico, impulsado por una reflexión sobre la condición del hombre que situaba al mismo nivel las mínimas pero decisivas peripecias vitales de los individuos y los grandes impulsos históricos?
La carta es breve, y en ella, luego de disculparse por si la proyección de su figura había limitado las aspiraciones de su hijo como cineasta, Rossellini deposita en Renzo el encargo de terminar su obra, ordenándola no en el sentido cronológico de una simple filmografía sino de acuerdo a la sucesión de temas históricos abordados tanto en sus películas para el cine como en las obras realizadas para la televisión.
Renzo tiene actualmente 69 años, habla pausadamente y desgrana su explicación probablemente con la conciencia de estar en el cruce de un encargo casi familiar pero de proyecciones universales. Ha estado recientemente en el Instituto Italiano di Cultura de Madrid, una mañana invernal, explicando ante pocas personas el fruto de su último trabajo: la Enciclopedia Audiovisual de la Historia de Roberto Rossellini (Enciclopedia Audiovisiva della Storia di Roberto Rossellini) (1). Un trabajo inspirado por un afán totalizador, pero a la vez didáctico y multifacético, destinado a ser una herramienta invalorable de estudio e información profunda sobre la obra del cineasta.
Renzo da la impresión de haber librado muchas batallas en el mundo del cine durante casi medio siglo: realizador, productor, director de escuelas cinematográficas, lleva el mismo nombre de su tío, el compositor (1908-1982) que escribió la música de un buen número de películas de Roberto Rossellini.
Encargado de la producción de casi un centenar de films de los principales directores italianos (de Federico Fellini a Francesco Rosi) e internacionales (como Joseph Losey, Francis Ford Coppola o Ingmar Bergman), Renzo Rossellini vivió casi dos décadas en Estados Unidos, donde fue responsable de marketing internacional de varias productoras. Coautor, con Osvaldo Contenti, del libro Chat room con Roberto Rossellini (2002) y editor del texto inédito de su padre El Islam, aprendamos a conocer el mundo musulmán, comenzó al regresar a Italia a poner las bases de la Enciclopedia Rossellini. En esa tarea estaba cuando reencontró, al cabo de los años, la carta que sellaba un legado.
En Madrid contó que antes de obtener la financiación oficial para realizar ese proyecto --que requirió reunir materiales dispersos en varios países y el trabajo de un equipo de especialistas-- cosechó negativas de anteriores ministros de Cultura italianos, uno de los cuales hasta ignoraba el concepto de enciclopedia audiovisual. Pero, finalmente, la obra pudo realizarse.
Las tres utopías. Renzo divide la obra de Rossellini en tres grandes grupos, definidos por la impronta visionaria que atraviesa toda su producción. Las llama utopías. La primera es la utopía de la paz. “Mi padre realizó muchas películas sobre la guerra, contra la guerra”, dice. La segunda es la utopía contra el prejuicio: recuerda que Rossellini dio un gran protagonismo en sus películas a la mujer, como transmisora de sentimientos, inteligencia y valores humanos. Este afán de combatir el prejuicio contra la mujer también incluyó su postura en favor de la diversidad social. Finalmente, el último tramo dedicado a las obras de divulgación histórica alienta la utopía contra la ignorancia. “Él pensaba que en su época era posíble liberar al hombre de la enfermedad y también de la ignorancia”, señala.
La Enciclopedia Rossellini está organizada en cuatro grandes bloques: 1. La Máquina del tiempo. 2. Una completísima Filmografía. 3. Una parte llamada Palabras. 4. Y finalmente otra catalogada como Cine.
La Máquina del tiempo abarca desde el Neolítico hasta la llegada del hombre a la Luna y va describiendo las características de cada período histórico en relación con los films de Rossellini dedicados a ellos. Esta sección reúne los documentos originales utilizados por el creador italiano en cada película, fotos de estudio, bocetos, notas autógrafas, recensiones, etc.
La Filmografía incluye todas sus películas y numerosos documentos sobre la realización y la repercusión de las mismas, testimonio de las actrices y actores que las protagonizaron, la censura que debieron afrontar, la recepción crítica y hasta el presupuesto de los films (Renzo recuerda que por ejemplo Roma, ciudad abierta --Roma, città aperta, de 1945--, rodada al iniciarse la posguerra en una Italia postrada, se hizo con sólo 5000 liras). Aunque recogía experiencias de películas que el propio director había realizado años antes, este film, junto con Paisà (1946), marcaron, sin que fuera un propósito expreso de Rossellini, un cambio revolucionario en la forma de entender el cine.
A continuación, en el capítulo Palabras se agrupan los pronunciamientos fundamentales del cineasta, la expresión de sus principios éticos, y está dividido en tres partes: una dedicada al hombre, otra a la sociedad y otra a la ciencia y el progreso. La lista de estas palabras, los conceptos que cada una encierra en la obra rosselliniana, está ilustrada con escenas de películas en las que estas ideas están en juego.
Finalmente, en la parte llamada Cine se agrupan todas las experiencias, recursos y prácticas que formaban el método de trabajo del director, incluyendo las obras para televisión, que ocuparon un lugar central en su producción. También se alude a un aspecto más desconocido de Rossellini, su faceta de inventor de técnicas para los rodajes. “Un hombre que realizó películas desde los años 30 hasta los 70 como él –comenta Renzo— ha recorrido también toda la evolución tecnológica: desde las películas en blanco y negro con poca sensibilidad hasta la introducción del color y la adaptación del lenguaje a los nuevos medios. Una lección de cine”.
Una inteligencia libre. En la presentación de un libro sobre Rossellini (2) del crítico barcelonés José L. Guarner, el director francés Francois Truffaut decía en 1972: “Rossellini es uno de los raros cineastas que prefieren la vida al cine, la realidad a la ficción, la reflexión a la inspiración, el hombre al actor, el contenido al continente” y su obra “es la de una inteligencia libre que querría ayudar a los demás hombres a ser más inteligentes y más libres”. En ese excelente libro, escrito antes de la muerte del director, Guarner analiza la irrupción de una nueva mirada al referirse a Roma, ciudad abierta, y señala: “Como en el nacimiento del cine, todo parece milagrosamente como visto por primera vez”.
Por su parte, el crítico Ángel Quintana señala en otro libro sobre el director romano editado en 1995 (3): "Para Rossellini, toda búsqueda en el lenguaje cinematográfico era sobre todo una búsqueda moral. El cineasta utilizó como único dogma de comportamiento la búsqueda de la verdad. Rechazó que se hablara de su obra a partir de una posición ideológica y siempre se consideró una personalidad antidogmática. Para él, la aproximación que realizó hacia personajes y situaciones místicas no constituyó nunca un acercamiento ortodoxo al catolicismo".
En el mismo libro se recogen unas declaraciones autobiográficas hechas por Rossellini al diario italiano Paese Sera en 1977. Dice allí: "Siempre temí no tener nada de mí mismo para proyectar en un relato. Detesto observarme, describirme. No soy un virtuoso del diálogo, ni tampoco un intelectual. Tampoco me he limitado a ser sólo un director de cine. Soy un hombre. Vivo una vida plenamente humana, nada más. Vivo una vida corriente: he sido marido, he sido un padre lleno de orgullo, y he sido abuelo. Pero no estoy contento de mí mismo. Ni tampoco estoy contento de mi época. Vivo solo en Roma, soy pobre, pero tengo lo necesario. No he ido nunca a la caza del dinero. He vivido coherentemente".
Estas palabras revelan perfectamente la aproximación a la realidad que anima sus películas y hablan también de su biografía vinculada al cine. Hijo del arquitecto Giuseppe Rossellini, quien entre otras obras romanas reconstruyó el cine Barberini, el infante Roberto comenzó en esa sala a apasionarse por el lenguaje de las películas. Desde entonces el apellido estuvo vinculado de formas diversas al cine. Su hermano Renzo fue compositor y crítico musical, y creó como se ha dicho partituras para algunas de sus películas. Tras casarse con la actriz sueca Ingrid Bergman, esta se convirtió en la figura central de algunas de los films más memorables de Rossellini, como Stromboli (Stromboli, terra di Dio, 1949), hasta la separación en 1957 del matrimonio, una de cuyas hijas es la actriz Isabella Rossellini. Isabella rindió tributo a su padre, al que consideraba en 2006 "un genio olvidado", en el libro En el nombre del padre, de la hija y de los espíritus santos y en el cortometraje del mismo año Mi papá tiene cien años.
En su libro Ver y poder (Editorial Aurelia Rivera, Buenos Aires, 2007), el documentalista y teórico francés de origen argelino Jean Louis Comolli sitúa el momento en el que Rossellini decide, en los primeros años sesenta, dejar la vía del cine para emprender una tarea de largo aliento en el nuevo medio televisivo: "El mundo está en crisis, constata Rossellini. Los esfuerzos de la educación fueron vanos o se limitaron al progreso de una elite alejada de las realidades de la vida. Los medios de comunicación modernos no han cumplido su papel de formadores y han privilegiado el entretenimiento mediocre". "La ignorancia engendra el miedo --prosigue-- y éste los comportamientos irracionales colectivos (léase: los fascismos). Hay que volver a colocar la razón en el centro de la civilización (...) Sin ninguna duda, Rossellini se ve como promotor de un nuevo Renacimiento".
Comolli, que fue jefe de redacción de la revista Cahiers du Cinema entre 1962 y 1978 y es autor del documental La última utopía. La televisión según Rossellini, precisa: "No existen dos Rossellinis, por un lado el cineasta y por otro el hombre de televisión, sino un solo camino que combina realismo y humanismo, descripción fría, sin compromiso ni complacencia, del mundo tal como es; y convicción de que es sólo a partir de esta prueba de conocimiento de las verdades, por cruel que resulte, que la conciencia de los hombres puede formarse". También persiguen esos objetivos escritos del cineasta italiano como los reunidos en Un espíritu libre no puede aprender como un esclavo (4).
Cuando elige trabajar para la televisión, Rossellini ya ha rodado, entre otros films: La nave bianca (1941), Un pilota retorna (1942), Roma, città aperta (1945), Paisà (1946), Germania, anno zero (1947), Stromboli (1949), Francesco, giuglare di Dio (1950), Viaggio in Italia (1953, Te querré siempre), Giovanna d´Arco al rogo (1954, Juana de Arco en la hoguera), L´ India vista da Rossellini (1958, para la RAI), Il generale della Rovere (1959) y Viva l´Italia! (1960).
Defensor de la televisión estatal para difundir las imágenes de un proyecto didáctico que no se diferenciara en su factura del rodaje para el cine, Rossellini realiza a partir de entonces, entre otras: L´età del ferro (1964, La edad del hierro), cinco capítulos de 60 minutos cada uno, con actores no profesionales; La prise de pouvoir par Louis XIV (1966, La toma del poder por Luis XIV), producida por la Radiodifusión Francesa; La lotta dell´uomo per la sua sopravvivenza (1967-69, La lucha del hombre por su supervivencia), dirigida por su hijo Renzo, con guión y supervisión de Roberto Rossellini; Atti degli apostoli (1968, Los Hechos de los apóstoles); Socrate (1970, Sócrates); Blaise Pascal (1971); L´età dei Medici: Cosimo de Medici e Leon Battista Alberti (1972); Cartesius (1973, Descartes), y El Messia (1975).
De un siglo a otro. Como resulta evidente, medio siglo después de que la RAI acogiera estos proyectos, en un momento en que de la cultura italiana surgían creaciones y proyectos renovadores de gran calidad e importancia, la situación actual de Italia bajo el dominio berlusconiano no puede ser más contrapuesta. No sólo en el terreno audiovisual privado sino en el de los medios públicos y en zonas más amplias del campo cultural. Precisamente parte de los comportamientos políticos que sitúan a Italia en las horas más bajas de su historia reciente se fueron amasando en el mensaje de las televisiones de Silvio Berlusconi, para anudarse luego en zonas más profundas de la sociedad italiana, que ya iba gestando este clima decadente de módico final de reinado, justamente lo contrario del renacimiento al que aspiraba Rossellini.?
Sin embargo, de esa edad de oro italiana que ya se ha ido, tal vez definitivamente, siguen llegando señales dispersas --como la realización de esta Enciclopedia Rossellini-- en busca de nuevos receptores. A pocos metros de la sala de actos del Instituto Italiano de Cultura madrileño en la que Renzo Rossellini presentó esta obra, había por casualidad una exposición de fotos sobre Pier Paolo Pasolini, Imágenes corsarias, en tributo a la obra total de un creador que también anticipó algunas de las claves de la decadencia con mil rostros de la sociedad contemporánea. Al mismo tiempo, no lejos de allí, en la Fundación La Caixa, una amplia muestra repasaba, bajo el título Federico Fellini, el circo de las ilusiones, la obra del creador de La dolce vita.
Resulta difícil saber de qué manera un proyecto articulado en torno de los grandes relatos históricos e inspirado en la Ilustración como el de Rossellini, que basaba su estrategia en la pedagogía a través de medios masivos, puede ser releído en el mundo de hoy. El desplome de algunos de los supuestos en que se basaba las certezas históricas en el siglo XX no ha anulado sin embargo del todo dos características definitorias del cineasta italiano: su creencia en el debate de las ideas y la importancia que otorgó al individuo en el devenir de la historia. Por esa brecha puede que circule su legado rico en profecías, al margen del espacio que ya tiene como clásico del cine, que finalmente es un lenguaje sólo centenario. Rossellini optó por la televisión cuando ésta tenía pocos años de desarrollo. Naturalmente para darle un cariz y un sustento que se fue perdiendo con el tiempo en Italia y que hoy está casi ausente en todas partes. Pero el cineasta miraba con interés y curiosidad los signos de avance tecnológico que comportaba el futuro. La obra presentada por su hijo Renzo surge en medio de otro vertiginoso cambio de esa naturaleza, al que está plenamente integrada. Hay algún parentesco entre una y otra circunstancia.
La Enciclopedia Rossellini está en algunas universidades y escuelas de cine y probablemente sea distribuida fuera de Italia a través de los Institutos de Cultura de ese país. Pero tal vez no baste. Renzo busca resolver los problemas técnicos y económicos con el objeto de poder situar en el futuro esta obra de largo aliento en Internet, al alcance de todos los interesados en ella, en especial los estudiantes de cine de cualquier parte del mundo.
(1) Presentación de la Enciclopedia Audiovisiva della Storia di Roberto Rossellini en el Festival de Cannes de 2010.
http://www.youtube.com/watch?v=HzY2YEm5SFk
(2) Roberto Rossellini, de José Luis Guarner. Editorial Fundamentos, Madrid 1973; tercera edición, 2006.
(3) Roberto Rossellini, de Ángel Quintana. Editorial Cátedra, Madrid 1995.
(4) Ediciones Paidós Ibérica, 2001.
http://carlostarsitano.blogspot.com/2011/02/la-carta-de-roberto-rossellini.html