ESPACIO DE HOMENAJE Y DIFUSION DEL CINE ITALIANO DE TODOS LOS TIEMPOS



Si alguién piensa o cree que algún material vulnera los derechos de autor y es el propietario o el gestor de esos derechos, póngase en contacto a través del correo electrónico y procederé a su retiro.




domingo, 24 de febrero de 2013

Una giornata particolare - Ettore Scola (1977)


TÍTULO ORIGINAL Una giornata particolare
AÑO 1977 
IDIOMA Italiano
SUBTITULOS Español e Inglés (Separados)
DURACIÓN 105 min. 
DIRECTOR Ettore Scola
GUIÓN Ruggero Maccari & Ettore Scola
MÚSICA Armando Trovajoli (AKA Armando Trovaioli)
FOTOGRAFÍA Pasqualino De Santis
REPARTO Sophia Loren, Marcello Mastroianni, John Vernon, Françoise Berd, Patrizia Basso, Nicole Magny
PRODUCTORA Campagnia Cinematografica Champion S.P.A. / Conafox Films lnc. / Carlo Ponti
PREMIOS
1977: 2 nominaciones al Oscar: Mejor actor (Marcello Mastroianni) y película extranjera
1977: Globos de oro: Mejor película extranjera
1977: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (mejor película)
1977: Premios David di Donatello: Mejor director y actriz (Sophia Loren)
1977: Premios César: Mejor Película extranjera
GÉNERO Drama | Años 30 

SINOPSIS El 6 de mayo de 1938, Hitler visita Roma. Es un día de fiesta para la Italia fascista, que se vuelca en el recibimiento. En una casa de vecinos sólo quedan la portera, un ama de casa, Antonietta, y Gabriele, que teme a la policía por algún motivo desconocido. Al margen de la celebración política, Antonietta y Gabriele establecen una relación afectiva muy especial que les permite evadirse durante unas horas de la tristeza y monotonía de la vida cotidiana. (FILMAFFINITY)





Hoy dos críticas de cine por el precio de una. La anterior, una película vista hace un par de años; la de ahora, un clásico visto (repasado) anoche. Y nos vamos al pasado. Roma, 6 de mayo de 1938. Adolf Hitler, Führer de la Nueva Alemania, ha llegado a Roma, tras un periplo en tren, del norte al sur. De un hermano a otro. Le han recibido el Duce de la Italia Imperial, Benito Mussolini, y el pequeño (mucho...) rey-emperador, Víctor Manuel III. Y podrá asistir a un desfile de las fuerzas armadas italianas. Y Roma le recibirá con los brazos abiertos. Tras un prólogo con imágenes de época, como si fuera la reproducción de un particular NO-DO, arranca la película en un edificio de la capital. Un edificio de estética moderna para la época, fascista diría incluso. Una mole impersonal, un  patio central, unas escaleras que son visibles tras unos enormes ventanales verticales. Son las primeras horas de la mañana. La portera extiende la bandera nazi por uno de los soportales del patio; luego hace lo propio con la alemana. La ocasión lo requiere. Visita de Estado. Y Roma se echará a las calles, toda ella, para saludar al líder alemán y para presumir de fuerzas armadas. Comienza el día. Una giornata particolare.
Antonietta Tiberi (Sophia Loren) es una madre de familia numerosa. Son las seis de la mañana. Empieza un día especial para los habitantes de Roma. Despierta a los hijos, uno a uno, finalmente al marido. La casa en esa mole impersonal es pequeña para tantos habitantes. Antonietta luce una bata, zapatillas de estar por casa. La familia desayuna y se viste para acudir a los fastos facistas en honor a Hitler. Todos se ponen las mejores galas, la camisa negra, empezando por el padre de familia, un tosco funcionario fascista. Todos salen de casa, el edificio se vacía. Todos se van, menos Antonietta y la portera, una bigotuda señora de la que más vale no fiarse. Y la casa por hacer... Antonietta no se ha vestido para salir. Una carrera en las medias. Hay que empezar las labores del hogar propias de toda mujer (fascista) italiana. La cocina, las camas, la comida. Da de comer al pájaro, Rosamunda, que apenas sabe pronunciar el nombre de su dueña (¡Atonetta, Atonetta!). Pero el pájaro se escapa cuando ella le cambia las pipas. Y sale al patio. Antonietta se desespera. Pero Rosamunda se queda al fondo, al lado de la ventana de uno de los pisos de la mole impersonal. Que está habitada, inexplicablemente ocupada por alguien en ese edificio en un día como ése. Ella le hace señales al hombre, Gabriele (Marcello Mastroianni); él no la ve, ocupado en una tarea que le enfurruña y que le hace tirarlo todo al suelo. Se oye el timbre de la puerta; reticente, acude a abrir. Es Antonietta. Comienza una giornata particolare.
Si decimos que el director de esta película es Ettore Scola y que está protagonizada por la gran pareja italiana cinematográfica de todos los tiempos, Sophia Loren y Marcello Mastroianni, decimos palabras mayores. Si añadimos que refleja de un modo fidedigno el día a día (o en este caso, un día en particular) de la Roma fascista, la Roma de los mejores años de Mussolini, cuando el eco del triunfo en Etopía sigue fresco y los desastres militares están por llegar, diremos una certeza. Porque la película es notablemente detallista en cuanto a ese fascismo asumido por los italianos en su vida cotidiana. Antonietta tiene un álbum en el que acumula fotografías del Duce, de una persona que un día se encontró cuando él iba a caballo, y cuya visión (y saludo impertérrito del capitoste) le provocaron un desmayo. Ella forma parte de esa masa de mujeres fascistas (o también podríamos decir alemanas) que idolatran al Duce (o al Führer). Pero su vida es anodina. Madre de familia numerosa, sin alegrías, sabiendo que su marido es un putero con más labia que talento (y además sin la suficiente maña como para ocultárselo a su esposa), que la vida, ay la vida, es como el desfile de las fuerzas armadas italianas en ese gran día en Roma: la ve pasar. Y se encuentra con Gabriele, un hombre triste, que sin embargo es capaz de dejarse llevar por encima de un patinete, que le regala Los tres mosqueteros, que finalmente le echa morro y le pregunta si no le va a ofrecer un café. Pero que no será su caballero andante rescatándola de esa torre, esa mole impersonal. Porque Gabriele oculta su desazón: locutor de radio despedido, deja entrever que le han echado por no ser la voz que busca el régimen fascista (la voz que entone con alegría los parabienes de la Nueva Italia). No, Gabriele ha sido despedido por homosexual. Es un depravado, un sovversivo, como le echa en cara todo el mundo, desde los que le echaron a la portera... e incluso Antonietta. Pero ambos personajes, no pueden evitar congeniar, más allá de la frialdad inicial, la mera cortesía; se atraen y se repelen, se buscan y finalmente se encuentran. ¿Se enamoran? Cuando el mundo, TU mundo se hunde, encuentras el amor en quien menos te lo esperas: Antonietta en el hombre sovversivo; Gabriele en una mujer que poco antes llamó obtusa. Todo sucede en una giornata particolare.
La película de Ettore Scola es una delicia... pero deja entrever esa amargura de quienes, o bien son meras marionetas del régimen, o bien han sido apartados por él. La amargura de Gabriele, cuya pareja ha sido recluida en Cerdeña. La amargura de Antonietta, que no es feliz, aun siendo la matrona romana casi perfecta. La amargura soterrada de un país que sale a la calle pero esconde en casa sus miserias. La portera pone la radio a todo volumen desde el patio y se escucha la retransmisión del desfile por las calles de Roma. Giovinezza, giovinezza, primavera di bellezza...; el Horst Wessel Lied, la canción nazi... las soflamas de Mussolini y Hitler... la voz del locutor narrando y describiendo el desfile de las diferentes armas del ejército italiano... se superpone por encima de Antonietta y Gabriele durante gran parte de la película, también una particolare banda sonora. Pero nada puede ahogar el silencio que, desde el interior de sus almas, sacan a la luz Antonietta y Gabriele. Nada puede apagar tampoco el fuego que les quema por dentro. Incluso cuando se pelean, ya sea recogiendo la colada en el terrado (¡qué escena!) o en casa de Gabriele. Porque, a pesar de todo, pueden compartir una tortilla. Y un poco de amor. Amor en dos seres incompatibles pero que se buscan y se encuentran.
Quizá no haya una película que recoja con tanto detalle ese fascismo cotidiano como Una giornata particolare. Y quizá no haya una pareja mejor que Sophia Loren y Marcello Mastroianni para interpretar a dos personas que viven su desarraigo interior. Dos personas a la deriva personal. El final no es feliz: Gabriele deja el edificio para ser confinado también en una isla; Antonietta, tras esta giornata particolare, vuelve a la rutina de una familia y un marido al que ahora ya no puede ver con los mismos ojos (cansados) de antes. No, le queda el libro de Dumas que Gabriele le dio. Y quizá esperanza. Y al espectador le queda el consuelo de que, a diferencia del régimen nazi, el fascista italiano fue bastante benigno con aquellos a los que confinaba o encarcelaba. Y quizá Gabriele se salvara. Y Antonietta, a su manera, también...
Oscar González
http://respvblicarestitvta.blogspot.com.ar/2012/09/critica-de-cine-una-giornata.html
---
Le coppie nel cinema: Una giornata particolare
Il rapporto fra Antonietta (Sophia Loren) e Gabriele (Marcello Mastroianni) comincia e finisce in un giorno solo: il 6 maggio 1938, il giorno in cui Mussolini e Hitler si incontrano a Roma. Vivono entrambi in un grande condominio di quelli allora moderni, composti da diverse costruzioni alte che danno tutte su un cortile. All'ingresso c'è la portineria, che è una funzione di servizio, ma anche di controllo. La portinaia (Françoise Berd) tiene la radio condominiale al massimo volume in modo che tutti sentano la cronaca della radiosa giornata, fatta con voce scandita da Guido Notari. Di prima mattina il condominio - come tutta Roma - era in agitazione, tutti ad indossare divise, a raggrupparsi con bandiere e gagliardetti, ma adesso, se non fosse per la vociona di Notari, ci sarebbe un gran silenzio: praticamente tutti sono andati alla manifestazione, tranne la portinaia - occorre che qualcuno vigili - e pochi altri, fra cui Antonietta e Gabriele.
Antonietta, e siamo ancora di mattina, è stanca, ma ci è abituata: i lavori, sei figli da accudire fra grandi e piccoli, il marito Emanuele (John Vernon), che è il padrone di casa, in quanto unico percettore di reddito: fa l'usciere in un ministero. Ha una gabbia sul davanzale in cui tiene un merlo che vola via, ma si posa pochi metri in là su un altro davanzale. Antonietta si tranquillizza e va a suonare il campanello di quell'appartamento; non sa chi ci abita. Le apre Gabriele, che in quella mattina era messo peggio di Antonietta, perché l'hanno licenziato dall'Eiar, che era un ottimo lavoro, anche se Gabriele non ha la voce tonante di Notari; inoltre sa che in giornata lo verrà a prendere la polizia per scortarlo al confino in Sardegna. Il motivo non è politico, ma privato, perché Gabriele è omosessuale ed all'Eiar gente così non ci deve essere, e va punita con provvedimenti amministrativi, tipo il confino. Così li si allontana dagli amici, cosa che fa soffrire Gabriele, lo si capisce da una telefonata.
Gabriele non è fascista per cultura e per modi, ma il suo è un caso umano, non politico, è un problema di sopravvivenza, difatti, quando suona Antonietta sta pensando se non sia il caso di farla finita perché è solo, e sa che sempre più lo sarà in futuro. Il fatto stesso che una persona abbia bisogno del suo aiuto per recuparare un merlo e che glielo chieda per favore, lo predispone a favore: già è gentile di suo, lo è ancora di più visto il momento. Antonietta apprezza, si trova di fronte ad una persona a cui non è abituata, sempre alle prese fra le richieste dei figli e gli ordini privi di garbo del marito. Però finisce lì, anche perché Gabriele le dà del lei invece del voi regolamentare.
Antonietta torna in casa, ma è Gabriele a farsi vivo, di compagnia ha bisogno come del pane, in un giorno così difficile. Le porta "I tre moschettieri" di Dumas perchè lo legga, Antonietta rimane sorpresa, e credendo di fargli un piacere, gli mostra un suo diario con le fotografie e con i motti del Duce. Si potrebbe dire che Antonietta è fascista: certo che lo è, ma di tipo diverso dalla portinaia spiona a libro paga perché tutto si svolga come vogliono quelli che stanno sopra: una così, veramente fascista, una roba come il diario di Antonietta non si sognerebbe mai di farla, è una roba gratis, e la portinaia non crede alle robe gratis. Però Gabriele non la vede così, e ironizza sul diario, le foto e i motti. Lo fa leggermente, ma Antonietta se ne accorge, e ci si aggiunge che la portinaia sparla di Gabriele dicendo che è un sovversivo.
Quindi cala il freddo, ma le due solitudini hanno troppo bisogno l'una dell'altra, e si ritrovano a stendere i panni sul terrazzo in cima al condominio. Antonietta è quella che fa il passo di abbracciarlo, il confronto con quell'animalone che si trova in casa è troppo a favore di Gabriele, che si ribella e le dice in faccia che è pederasta, prendendosi uno schiaffo.
Ma Antonietta, in poco tempo, ha scoperto cose che non sapeva: la gentilezza, la finezza, anche la bellezza, perché Gabriele è bello, anche lei lo era, e si ricorda come piaceva agli uomini. E' quasi un suo puntiglio quello di prendersi Gabriele e ci riesce, anche se lui la prima cosa che le dice dopo è: "Sì, ma questo non cambia niente". Tutto, ha cambiato. Cosa è mai il sesso di dieci minuti rispetto al fatto che i due si sono conosciuti per come sono fatti dentro, ed hanno saputo volersi bene pur senza avere nessun futuro davanti? E' che tutti e due credevano di essere a terra, ma hanno scoperto che anche nella situazione più amara c'è la possibilità di voler bene, e quella - ancora più difficile da ammettere - di essere voluti bene. Ma non c'è bisogno di scambiarsi parole, di ricamarci su, tanto il tempo ormai è scaduto.
Stanno tornando tutti dalla radiosa giornata, Gabriele torna nel suo appartamento ad attendere gli eventi ed a fare la valigia. Antonietta lo vedrà andar via dopo un po' con due poliziotti in borghese. In casa sua c'è un gran chiasso fra i figli e il marito, che si sente il Duce di casa, benevolo però, tanto da dire ad Antonietta che per festeggiare a notte faranno il settimo figlio. Antonietta dovrebbe essere contenta, le altre radiose giornate Emanuele per festeggiare andava in casino vantandosene, ma non è contenta, senza però darlo a vedere. Andrà in camera dal Duce di casa, ma un po' più tardi del solito: prima ha voluto leggersi qualche pagina de "I tre moschettieri" lasciatole da Gabriele. Credo che continuerà a leggerlo, quel libro così tosto le piacerà di più che accudire il diario del Duce.
P.S. Ho imparato tre cose che non sapevo, durante la ricerca di informazioni sul film.
La prima è che nel 1938 le donne impiegate nella pubblica amministrazione non potevano essere più del 5% del totale degli impiegati.
La seconda è che la tassa sul celibato non era uno scherzo: veniva trattenuto un quarto dello stipendio.
La terza è che fu in discussione in quegli anni una legge ad hoc per punire la pederastìa. Non se ne fece niente perché si preferì adottare provvedimenti amministrativi (per comportamenti socialmente pericolosi et similia) equivalenti a quelli che ci sarebbero stati nella legge. Il motivo fu che la pederastìa in Italia non doveva esistere, quindi non esisteva.
http://abbracciepopcorn.blogspot.com.ar/search?q=una+giornata


"Una giornata particolare", di Ettore Scola del 1977. Bellissima interpretazione del film con Marcello Mastroianni e Sophia Loren, coppia che ritroveremo lavorare insieme in tanti altri film. Nel cast possiamo ricordare anche la giovanissima Alessandra Mussolini, nipote di Benito Mussolini.
E’ il 6  Marzo 1938, giornata memorabile, ultimo giorno del fuhrer a Roma. In un edificio popolare, simile a un casermone, è già stata appesa a festa la grande bandiera rossa con disegnata la svastica.
Tutti si stanno preparando in alta uniforme per andare a sentire il discorso che il fuhrer terrà in piazza dei Fori Imperiali. Il condominio ormai era deserto, la portiera era pronta con la sua radio a sintonizzarsi per ascoltare anche lei il discorso.
Soli nel condominio rimarranno una casalinga, Antonietta Tiberi (Loren), frustrata dal marito con sei figli, e un ex annunciatore della radio, Gabriele (Mastroianni), cacciato via dalla radio perché omosessuale.
Antonietta conoscerà  Gabriele, mai conosciuto prima d’ora, andando a recuperare la sua pappagallina, finita nel balcone del suo vicino
Per Gabriele l’arrivo a casa sua di quella donna sarà una fortuna datosi che stava per compiere un insano gesto. Il suo lavoro ormai era quello assegnatogli da un ente pubblicitario di trascrivere gli indirizzi su delle buste. Aveva un amico, deportato a Olbia, omosessuale come lui, con il quale ogni tanto durante lo sconforto parava la telefono.
Da quell’incontro, tra i due nascerà un colpo di fulmine alternato da momenti di amore, da litigi pesanti come la scena di quando vanno in terrazza a ritirare i panni e lei scopre dopo un bacio che era omosessuale e la finiscono a urla nel pianerottolo, di confidenze e di disavventure amorose.
Però ahimè  il loro colpo di fulmine finirà presto quando tutti rincaseranno dalla giornata memorabile. Antonietta tornerà a combattere le vicende quotidiane di gestione della casa, marito e figli e Gabriele aspetterà il momento che delle persone andranno a prenderlo per portarlo al treno che lo condurrà via da Roma.
Ad accompagnarci in tutto il film sarà la radio della portiera che ascolta il discorso del fuhrer.
Questo film è  un classico esempio di come un regime, come quello nazista, possa imporre alle persone leggi crudeli, razziali e costringa le persone ad essere quello che non vogliono essere.
Lo stesso Scola ne dà esempio in tutti i suoi film, concretizzandosi in qualche avvenimento o fatto storico che sta al di sopra le parti e che esse possono solo adeguarsi senza poter fare niente perchè ciò non accada.
I nostri due personaggi, prima di incontrarsi si sentivano esclusi, frustrati con anche poca voglia di vivere, invece il loro incontro si è tradotto in “ una giornata particolare”.
L’intero film è stato girato all’interno di un condominio popolare, condominio che ritroveremo uguale a distanza di diciasette anni più avanti da “Una giornata particolare”, nel film “Romanzo di un giovane povero” con il mitico Albertone.
La musica e le colonne sonore danno sempre un tocco di classe al film. Infatti in  "Una giornata particolare" si sentono durante vari momenti del film lo strimpellare di un pianoforte che intona la canzone “ Aranci” di cui esiste peraltro una interpretazione della stessa, di Wilma de Angelis.
http://www.cinemecum.it/newsite/index.php?option=com_content&view=article&id=1900:quna-giornata-particolareq-di-ettore-scola&catid=130:cinema-e-il-bianco-e-nero&Itemid=426
---
Ese día el Gran Hermano también se fue al desfile…
… y dejó a solas a Mastroniani y a Loren.
El encontronazo entre ambos es un momento culminante en el sinsentido de sus vidas. Apenas unas horas, mientras nos radian la retórica del discurso fascista en las calles de Roma, la pareja escapa a la cerrazón del régimen, a la opresión que se respira fuera de ese edificio que les sirve de refugio. El inmueble que se hace cómplice de sus confesiones, frustraciones existenciales, abusos maritales, orientaciones sexuales.
La película, magistralmente interpretada por estos dos grandes, con una Loren abatida y en bata, de zapatillas rotas, cabello descuidado y un Marcelo impecable pero deprimido, guasón pero destronado de su propia vida, es una apuesta por internarse en la psicología de una mujer que acepta lo que le ha venido dado, sin posibilidad de renuncia o siquiera escarceo hasta el momento en que conoce al vecino homosexual amante de las novelas de Alexandre Dumas. Él, encuentra en esa mujer madre de seis hijos, esclava marital, ignorante, rendida a los encantos de Mussolini a su confidente. A la única persona en el mundo que será capaz de comprender cuáles son sus ansias, cuál su indolencia, dejadez, apatía.
El único momento en sus vidas en que se han recuperado el uno al otro, en que han vuelto a ser ellos mismos, en que han sido libres. En el que dos completos desconocidos empatizan al grado de salvarse el uno al otro.
Hitler y Mussolini en las calles, arrastrando a la muchedumbre, han dejado por una jornada particular, que dos personas recuperen y vivan las únicas horas de libertad de sus anodinas vidas.
Sin duda lo mejor de esta magistral película es el logro de esa atmósfera asfixiante que se cuela de la calle al inmueble y a través de las ondas y los megáfonos que radian el desfile de cuando Adolf, encontró a Benito. Además de las sublimes interpretaciones, en especial de Sofía. El momento sublime, el baile bajo las sábanas rotas en la terraza. El momento culminante, esa tortilla compartida.
Qué poco hace falta para convertir una película en una obra maestra que rinde homenaje a algo tan grande como escaso: la libertad.
Haciendo alusión a la crítica de Pas, que os gustará; amigo: yo no me avergonzaría de ser italiana. Al contrario, me enorgullecería de que Ettore Escola haya impartido una clase magistral sobre la idisincrasia de su propio pueblo. Qué buena es la autocrítica y qué poco la valoramos en este país en el que no nos aguantamos los unos a los otros.
Cuando llegue el día en que una película denuncie lo que Franco hizo en su Patria, sin demagogias, sin rojos y fascistas a la gresca, sin escatológicos momentos como los de Berlanga en “La Vaquilla” (único cineasta digno de obrar el milagro, por cierto) quizás en ese momento, puede ser, llegue sentir algo de eso que Escola consiguió para Italia, con esta obra maestra y para su redención: orgullo.
Muy recomendable, primero para Berlusconi; luego, para todos vosotros.
Valkiria
http://www.filmaffinity.com/es/reviews/1/655985.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario