TÍTULO ORIGINAL Conviene far bene l'amore
AÑO 1975
IDIOMA Italiano
SUBTITULOS No
DURACIÓN 104 min.
DIRECTOR Pasquale Festa Campanile
GUIÓN Pasquale Festa Campanile
MÚSICA Fred Bongusto
FOTOGRAFÍA Franco Di Giacomo
REPARTO Gigi Proietti, Agostina Belli, Eleonora Giorgi, Christian De Sica, Mario Scaccia, Adriana Asti, Franco Agostini, Quinto Parmeggiani, Gino Pernice, Mario Pisu, Monica Strebel
PRODUCTORA Clesi Cinematografica Production / R.M. Ernstoff & A.P. DeSimone
GÉNERO Comedia. Ciencia ficción | Erótico
AÑO 1975
IDIOMA Italiano
SUBTITULOS No
DURACIÓN 104 min.
DIRECTOR Pasquale Festa Campanile
GUIÓN Pasquale Festa Campanile
MÚSICA Fred Bongusto
FOTOGRAFÍA Franco Di Giacomo
REPARTO Gigi Proietti, Agostina Belli, Eleonora Giorgi, Christian De Sica, Mario Scaccia, Adriana Asti, Franco Agostini, Quinto Parmeggiani, Gino Pernice, Mario Pisu, Monica Strebel
PRODUCTORA Clesi Cinematografica Production / R.M. Ernstoff & A.P. DeSimone
GÉNERO Comedia. Ciencia ficción | Erótico
SINOPSIS A finales del siglo XX las reservas energéticas del planeta han acabado por agotarse, sumiendo al mundo en un nivel de vida similar al de épocas anteriores a la industrialización. Con el fin de encontrar una solución al problema, los científicos investigan posibles formas de energía alternativa. Entre ellos se encuentra el profesor Enrico Coppola, quien estudia la posibilidad de que los impulsos sexuales del ser humano puedan producir electricidad. (FILMAFFINITY)
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Nel 1980 una crisi energetica ha messo in ginocchio l'Occidente industrializzato: scomparsa l'illuminazione pubblica, spenti i motori delle macchine e delle fabbriche, il mondo sembra dover regredire agli anni bui del Medioevo. Al Politecnico di Roma, un professore rispolvera una vecchia teoria di Wilhelm Reich e attraverso un esperimento con due volontari prova che l'atto sessuale produce energia elettrica. La clamorosa scoperta, impiegata su scala industriale, potrebbere risolvere il grave problema energetico, ma per trasformarla in una politica nazionale occorre il consenso del governo e della Chiesa cattolica. I politici non oppongono resistenza e la Chiesa stessa, superate le prime perplessità, riconosce l'utilità pratica della proposta e gli indubbi benefici che essa comporterebbe per la salvezza della società. Il piano di emergenza viene dunque varato e si finanzia con il sostegno statale l'amore fatto con mentalità imprenditoriale.
Nel futuro immaginato da Campanile, i benestanti circolano a cavallo per le strade della città; gli inguaribili nostalgici perdono la testa seduti nelle automobili non più funzionanti, mimando la guida come dei bambini che giocano; la Chiesa riconsidera le proprie posizioni e si adegua agli imperativi dello sviluppo economico. Il sentimento ben presto scompare; il sesso diventa un'attività meccanica e stancante; la fantasia cerca stimolo e trasgressione nelle immagini di uomini e donne completamente vestiti...Satira e fantapolitica si mescolano in questo racconto tratto da un romanzo di successo. Ma se sulla pagina la storia funziona, sullo schermo si sviluppa ben presto sui binari della commedia erotica perdendo via via mordente e interesse.
http://forum.tntvillage.scambioetico.org/?showtopic=195271
Nel futuro immaginato da Campanile, i benestanti circolano a cavallo per le strade della città; gli inguaribili nostalgici perdono la testa seduti nelle automobili non più funzionanti, mimando la guida come dei bambini che giocano; la Chiesa riconsidera le proprie posizioni e si adegua agli imperativi dello sviluppo economico. Il sentimento ben presto scompare; il sesso diventa un'attività meccanica e stancante; la fantasia cerca stimolo e trasgressione nelle immagini di uomini e donne completamente vestiti...Satira e fantapolitica si mescolano in questo racconto tratto da un romanzo di successo. Ma se sulla pagina la storia funziona, sullo schermo si sviluppa ben presto sui binari della commedia erotica perdendo via via mordente e interesse.
http://forum.tntvillage.scambioetico.org/?showtopic=195271
A finales del siglo XX las reservas energéticas del planeta han acabado por agotarse, sumiendo al mundo en un nivel de vida similar al de épocas anteriores a la industrialización. Con el fin de encontrar una solución al problema, los científicos investigan posibles formas de energía alternativa. Entre ellos se encuentra el profesor Enrico Coppola, quien estudia la posibilidad de que los impulsos sexuales del ser humano puedan producir electricidad.
Wilhelm Reich fue un pensador, psiquiatra y psicoanalista nacido a finales del siglo diecinueve en lo que por entonces era parte del Imperio Austrohúngaro. Destacado discípulo de Freud en sus inicios, durante su primera etapa parte de sus teorías se centrarían en denunciar como “la moral sexual era una superestructura ideológica impuesta por las clases dirigentes para controlar a las clases trabajadoras”[1]. Para escapar a esta tiranía, Reich proponía la libre manifestación y ejecución de los deseos e impulsos sexuales del individuo, una solución que opinaba traería consigo el final de muchos de los males endémicos del mundo. Sin embargo, si por algo hoy es aún recordada su figura es por ser el “descubridor” del orgón, un supuesto tipo de energía vital surgida del orgasmo cuyos principios enunciaría en su obra La superposición cósmica (Cosmic Superimposition: Man’s Orgonotic Roots in Nature, 1951).
Tomando como base la obra de Reich, en 1975 Pasquale Festa Campanile daría forma a su comedia Conviene hacer bien el amor (Convene far bene l’amore), adaptación al medio de una novela homónima propia. En ella, el escritor y cineasta italiano satiriza alguno de los aspectos más destacados de la sociedad de la época, como los problemas energéticos derivados de la llamada crisis del petróleo de principios de década, o la creciente oleada de erotismo que invadía los mass media. Con tal objetivo, la trama de la película se ambienta en un futuro cercano en el que las reservas naturales del planeta han sido extinguidas, retrotrayendo a la sociedad a un nivel de vida similar al que se daba antes de la era industrial. Para remediar tan difícil papeleta, diversos científicos se afanan en encontrar nuevas fuentes de energía. De entre ellos, será el profesor Enrico Coppola quien acabe dando con la solución al problema al conseguir canalizar la electricidad producida durante el acto sexual por dos individuos.
Pensar que la intención que escondía Campanile tras este planteamiento era la de rebatir las primeras teorías de Reich utilizando sus posteriores investigaciones quizá resulte demasiado pedante. Pero lo cierto es que esa es la disposición que se extrae a poco que se analicen la sucesión de acontecimientos que conforman su argumento. Así, una vez el gobierno y las altas esferas tengan conocimiento de la viabilidad del sexo como fuente de energía sostenible, fomentará su obtención instalando una serie de “fábricas” a las que los ciudadanos deberán de acudir de forma obligatoria para dar rienda a su libido, a condición de no mediar sentimiento amoroso hacia su partenaire, ya que tal circunstancia afectaría negativamente a sus niveles productivos. Es decir, si bien la existencia del orgón acabaría por provocar la supresión de los tabúes sexuales, su desaparición estaría propiciada por los poderes fácticos (banca, iglesia, ejército, estado), quienes tendrían así una nueva forma de esclavizar a la población utilizándoles como meras máquinas sexuales, en el más amplio sentido de la palabra.
Ni qué decir tiene que, de ser cierta, esta lectura se antoja demasiado intelectual y rebuscada para el más común de los espectadores, lo que en buena parte vendría a justificar la fama de título fallido que guarda la cinta. Y es que, despojada de dicho discurso, toda la posible carga subversiva subyacente en su jugoso punto de partida apenas es aprovechada para arremeter contra la Iglesia Católica, la cual es mostrada como un órgano interesado, capaz incluso de modificar sus posiciones en dos cuestiones tan fundamentales en su doctrina como el amor y el sexo con tal de no perder su posición de privilegio. Esta situación se ve además acentuada por un esqueleto narrativo demasiado formulario y repetitivo en el que buena parte de su desarrollo se consume en relatar los sucesivos experimentos de su científico protagonista por descubrir y calibrar la verdadera potencia de la energía orgón.
Otro de los aspectos que también contribuye a la baja consideración de la cinta está en su adscripción a los parámetros del coetáneo movimiento de la sexy comedia italiana. No tanto por la proliferación de desnudos durante su metraje, en todo caso justificados y sin llegar a caer en la vulgaridad de los habituados en las cintas de Alvaro Vitali, Renzo Montagnani y compañía, como por un sentido del humor basado en cierta medida en el más elemental slapstick que hace que, pese a tratarse de una comedia, sean escasos los momentos en que esta es capaz de arrancar una sonrisa. Pero lo peor de este tratamiento no es que logre empañar alguno de los aciertos parciales que presenta la cinta, como la creíble y acertada ambientación de ese mundo distópico en el que discurre su historia, sino lo que éste se contradice con el mensaje último del film: el cómo la ausencia de amor rebaja al acto sexual a un mero ejercicio físico. Algo un tanto paradójico viniendo de una obra que, por muy elevados que fueran sus planteamientos subyacentes, tenía uno de sus principales reclamos comerciales en la exhibición de epidermis a cargo de actrices del atractivo de Agostina Belli y Eleonora Giorgi.
José Luis Salvador Estébenez
Wilhelm Reich fue un pensador, psiquiatra y psicoanalista nacido a finales del siglo diecinueve en lo que por entonces era parte del Imperio Austrohúngaro. Destacado discípulo de Freud en sus inicios, durante su primera etapa parte de sus teorías se centrarían en denunciar como “la moral sexual era una superestructura ideológica impuesta por las clases dirigentes para controlar a las clases trabajadoras”[1]. Para escapar a esta tiranía, Reich proponía la libre manifestación y ejecución de los deseos e impulsos sexuales del individuo, una solución que opinaba traería consigo el final de muchos de los males endémicos del mundo. Sin embargo, si por algo hoy es aún recordada su figura es por ser el “descubridor” del orgón, un supuesto tipo de energía vital surgida del orgasmo cuyos principios enunciaría en su obra La superposición cósmica (Cosmic Superimposition: Man’s Orgonotic Roots in Nature, 1951).
Tomando como base la obra de Reich, en 1975 Pasquale Festa Campanile daría forma a su comedia Conviene hacer bien el amor (Convene far bene l’amore), adaptación al medio de una novela homónima propia. En ella, el escritor y cineasta italiano satiriza alguno de los aspectos más destacados de la sociedad de la época, como los problemas energéticos derivados de la llamada crisis del petróleo de principios de década, o la creciente oleada de erotismo que invadía los mass media. Con tal objetivo, la trama de la película se ambienta en un futuro cercano en el que las reservas naturales del planeta han sido extinguidas, retrotrayendo a la sociedad a un nivel de vida similar al que se daba antes de la era industrial. Para remediar tan difícil papeleta, diversos científicos se afanan en encontrar nuevas fuentes de energía. De entre ellos, será el profesor Enrico Coppola quien acabe dando con la solución al problema al conseguir canalizar la electricidad producida durante el acto sexual por dos individuos.
Pensar que la intención que escondía Campanile tras este planteamiento era la de rebatir las primeras teorías de Reich utilizando sus posteriores investigaciones quizá resulte demasiado pedante. Pero lo cierto es que esa es la disposición que se extrae a poco que se analicen la sucesión de acontecimientos que conforman su argumento. Así, una vez el gobierno y las altas esferas tengan conocimiento de la viabilidad del sexo como fuente de energía sostenible, fomentará su obtención instalando una serie de “fábricas” a las que los ciudadanos deberán de acudir de forma obligatoria para dar rienda a su libido, a condición de no mediar sentimiento amoroso hacia su partenaire, ya que tal circunstancia afectaría negativamente a sus niveles productivos. Es decir, si bien la existencia del orgón acabaría por provocar la supresión de los tabúes sexuales, su desaparición estaría propiciada por los poderes fácticos (banca, iglesia, ejército, estado), quienes tendrían así una nueva forma de esclavizar a la población utilizándoles como meras máquinas sexuales, en el más amplio sentido de la palabra.
Ni qué decir tiene que, de ser cierta, esta lectura se antoja demasiado intelectual y rebuscada para el más común de los espectadores, lo que en buena parte vendría a justificar la fama de título fallido que guarda la cinta. Y es que, despojada de dicho discurso, toda la posible carga subversiva subyacente en su jugoso punto de partida apenas es aprovechada para arremeter contra la Iglesia Católica, la cual es mostrada como un órgano interesado, capaz incluso de modificar sus posiciones en dos cuestiones tan fundamentales en su doctrina como el amor y el sexo con tal de no perder su posición de privilegio. Esta situación se ve además acentuada por un esqueleto narrativo demasiado formulario y repetitivo en el que buena parte de su desarrollo se consume en relatar los sucesivos experimentos de su científico protagonista por descubrir y calibrar la verdadera potencia de la energía orgón.
Otro de los aspectos que también contribuye a la baja consideración de la cinta está en su adscripción a los parámetros del coetáneo movimiento de la sexy comedia italiana. No tanto por la proliferación de desnudos durante su metraje, en todo caso justificados y sin llegar a caer en la vulgaridad de los habituados en las cintas de Alvaro Vitali, Renzo Montagnani y compañía, como por un sentido del humor basado en cierta medida en el más elemental slapstick que hace que, pese a tratarse de una comedia, sean escasos los momentos en que esta es capaz de arrancar una sonrisa. Pero lo peor de este tratamiento no es que logre empañar alguno de los aciertos parciales que presenta la cinta, como la creíble y acertada ambientación de ese mundo distópico en el que discurre su historia, sino lo que éste se contradice con el mensaje último del film: el cómo la ausencia de amor rebaja al acto sexual a un mero ejercicio físico. Algo un tanto paradójico viniendo de una obra que, por muy elevados que fueran sus planteamientos subyacentes, tenía uno de sus principales reclamos comerciales en la exhibición de epidermis a cargo de actrices del atractivo de Agostina Belli y Eleonora Giorgi.
José Luis Salvador Estébenez
[1] “Orgón, el disparate cósmico de Wilhelm Reich” de Miguel Ángel Pérez Oca. Artículo aparecido en “El escéptico digital”
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