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viernes, 14 de diciembre de 2012

La finestra di fronte - Ferzan Ozpetek (2003)


TÍTULO ORIGINAL La finestra di fronte
AÑO 2003
IDIOMA Italiano
SUBTITULOS Español (Separados)
DURACIÓN 106 min. 
DIRECTOR Ferzan Ozpetek
GUIÓN Ferzan Ozpetek & Gianni Romoli
MÚSICA Andrea Guerra
FOTOGRAFÍA Gianfilippo Corticelli
REPARTO Giovanna Mezzogiorno, Massimo Girotti, Raoul Bova, Filippo Nigro, Serra Yilmaz, Maria Grazia Bon, Massimo Poggio, Ivan Bacchi 
PRODUCTORA Coproducción Italia-GB-Turquía-Portugal
PREMIOS 2002: Premios David di Donatello: 4 premios, incluyendo Mejor película. 11 nominaciones
GÉNERO Drama. Romance | Drama romántico 

SINOPSIS Giovanna lleva nueve años felizmente casada. Trabaja en una granja de pollos, cocina pasteles para un café local y cuida niños. Todo va bien hasta que su marido lleva a casa a un hombre amnésico que ha encontrado en la calle. En su intento de ayudarle, Giovanna pasa cada vez más tiempo con él y, poco a poco, va descubriendo su misterioso pasado: un número tatuado en su antebrazo, su experiencia en el mundo de la pastelería, un nombre: Simone... Cada vez más irritada con la pasividad de su marido, empieza a fijarse en el vecino de enfrente, en el que pone la esperanza de algo nuevo y excitante en su vida. (FILMAFFINITY)



Ammettiamo un vago disagio a scrivere de La finestra di fronte: forse andrebbe rivisto un paio di volte, magari pure una decina, aguzzando bene la vista come in un gioco enigmistico. Quello che infatti lascia perplessi, con il dito alzato sulla tastiera, è il plebiscito di pubblico e critica a favore di un film che, anche al di là dei normali e variabili giudizi di valore, ha enormi difetti di scrittura e una credibilità visibilmente traballante. La falla su cui ci arrovelliamo (sarà una nostra svista madornale?) è la mancanza di nesso tra le due storie parallele di Giovanna e del vecchio Davide, che si spartiscono il film: l’una intenta ad accarezzare un adulterio con il bel tipo del palazzo di fronte, l’altro segnato dal ricordo di un clandestino amore omosessuale, a cui si aggiungevano i pregiudizi contro gli ebrei dell’epoca delle leggi razziali.
Qual è la relazione, palese o sotterranea che sia, tra la vicenda di quest’ultimo, tragica e intensa, e i vacillamenti matrimoniali di una giovane moglie, destinata a tornare doverosamente all’ovile? È un vuoto niente affatto marginale, ma un gigantesco non-senso piazzato al cuore stesso del film. Il nesso dovrebbe in teoria stabilirsi, dopo il contatto casuale (Davide perde la memoria e viene accolto dalla famiglia della protagonista), nel momento in cui Giovanna ricavi qualche insegnamento da quella storia, in cui questa segni in qualche modo la crescita e il destino della sua, facendole da contrappunto: ma la scelta di rinunciare a Lorenzo non è forse segnata più che altro da quell’improvviso capovolgimento del punto di vista, quando dalla casa dell’uomo si trova davanti alla propria finestra, diventata improvvisamente l’estranea finestra di fronte? E, soprattutto, quanta consapevolezza c’è in questa rinuncia, vista l’enfasi (furba) con cui Ozpetek sottolinea il vano inseguimento finale per le scale? Giovanna grazie a Davide sceglie di abbandonare la polleria per dedicarsi ai dolci. Questa è l’unico contatto tangibile, in termini di scrittura ragionata, tra i due personaggi.
Anche volendo accettare l’assoluta incompatibilità delle due trame, assistiamo sconcertati al fatto che la storia di Davide si conclude effettivamente a due terzi del film, con il colpo di scena che ci chiarisce come Simone non sia lui ma il suo amante, mentre il Nostro si riveli un ricchissimo genio della pasticceria. La sua vicenda si conclude qui (decesso escluso, ma ininfluente): la sua unica, necessaria giustificazione diventa così quella che si connetta e continui in quella di Giovanna. Ma non succede. È una vicenda chiusa e conclusa, un corpo estraneo capitato nel film come Davide è capitato a caso nella vita di Giovanna, una meteora precipitata a movimentare i sonnolenti ménage condominiali dei protagonisti e a tentare di dare spessore a un cinema di consumo che finge di non rinunciare a un presunto impegno. Per il resto, La finestra di fronte sarebbe l’ormai consueta parata di furbizie sentimentali ed effusioni stilistiche del nuovo cinema italiano, che almeno ha scoperto una strada per il botteghino e già questo sembra un miracolo: tuttavia rendersi conto che a riuscire nel colpaccio sia un prodotto così disarticolato e incongruo, lascia storditi.
Per trovare conferme, riguardiamo il trailer: qui, non a caso, non si accenna affatto alla storia di Davide e l’unica inquadratura del faccione contrito di Massimo Girotti cade nel vuoto, quasi a giustificare il nome nei credits. Forse al potenziale pubblico, qualcuno avrà ragionato, non interessa ascoltare la storia di un vecchio rincoglionito; forse, aggiungiamo noi, nessun montatore sarebbe riuscito a tenere insieme le due storie in quel breve condensato di senso che è un trailer, non esistendo un raccordo minimo neanche in tutto il film. Forse, a conti fatti, più che tornare a vedere il film, conveniva limitarsi al trailer. Forse conveniva anche più che vederlo.
Stefano Finesi
http://www.offscreen.it/rece/finestradifronte.htm
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El joven matrimonio formado por Giovanna (Giovanna Mezzogiorno) y Filippo (Filippo Nigro), verá alterada su rutina existencial con un hecho fortuito. Los protagonistas de LA FINESTRA DI FRONTE (La ventana de enfrente, 2003. Ferzan Ozpetek) son dos jóvenes ya con hijos que intentan sortear las dificultades de su modo de vida, sobrellevando la evidente demostración del fracaso de su vida en común. El encuentro en la calle de un hombre bien vestido y caballerosos modales que ha perdido la memoria, supondrá para la pareja un insospechado revulsivo al trasladarlo a la vivienda de ambos, antes de que las autoridades se hagan cargo de devolverlo a sus previsibles familiares. Aunque esta presencia en su hogar sea aparentemente breve, Giovanna acogerá con desagrado la intromisión de este enigmático y al mismo tiempo amable personaje, aunque de forma casi inescrutable llegará a sentirse seducida por el misterio que rodea su figura. El elegante anciano solo señalará que se llama Simone, y a partir de los escasos rasgos que va captando, podrá descubrir que se trataba de un veterano pastelero homosexual que en plena II Guerra Mundial logró salvar a muchos vecinos del ghetto romano, quizá para lograr con ello alcanzar el respeto de una comunidad que no aprobaba la relación amorosa que mantenía con un joven que murió en aquellas circunstancias, y con el que fundamentalmente se comunicaba amorosamente mediante sentidos escritos de carácter romántico y pasional. De forma paralela a la evocación de ese pasado frustrado, la joven esposa alcanzará el relacionarse con un atractivo vecino –Lorenzo (Raoul Bova)-, al que desde hace largo tiempo había observado a través de la ventana de su cocina. Lo que no sospechaba es que este también se había fijado en ella, iniciándose una relación que para ambos bien pudiera proporcionarles una nueva oportunidad en sus vidas.
Son muchas las sugerencias que emanan de esta sensible y emotiva película del turco Ferzan Ozpetek –del que recuerdo con bastante agrado su previa HAMAM (Hamah: el baño turco, 1997), de la que conserva varios rasgos retomados en el título que comentamos-. El peso de la memoria, del recuerdo, la presión que ejerce en cualquier ser la cultura y el entorno que le rodea, la originalidad y los giros de su planteamiento, la búsqueda de la realización personal… Sin embargo, en esta ocasión Ozpetek apuesta por la incorporación de dos historias en apariencia lejanas, que van integrando e influyendo una en otra de forma sutil, en ocasiones casi imperceptiblemente, dentro de un conjunto dominado por la delicadeza, y al cual ciertos recursos quizá demasiado fáciles, no evitan que la efectividad –y en ocasiones incluso la intensidad y emotividad del relato-, alcance una fuerza y rotundidad casi, casi, apasionante.
El realizador turco logra en este sentido girar la evolución del relato, centrándolo en los cambios que describe su personaje protagonista, la inicialmente hastiada y arisca Giovanna (de la que Giovanna Mezzogiorno ofrece un retrato francamente admirable). Poco a poco, con una marcada sutileza, iremos asistiendo a la madurez de esta joven, que inicialmente ve con rechazo la llegada de este misterioso anciano, pero sin que ella lo advierta, este supondrá un referente que modificará el devenir de una existencia dominada por la frustración y la alienación, y que se irá abriendo a la curiosidad –representada en la búsqueda del pasado de ese caballero con el que gradualmente se ha encariñado-, hasta llegar a representar en la trayectoria vital de este hombre –Davide Veroli (Máximo Girotti)-, la oportunidad de aprender de la historia de renuncia que este sufrió en su juventud, cuando se enamoró de un joven de buena familia con el que solo se comunicaría con apasionados escritos, por temor a ser rechazados por la sociedad de aquella época tan convulsa. Una auto represión que le impidió ser feliz con su amado, arrepintiéndose de haberlo salvado en un bombardeo al ghetto romano en la II Guerra Mundial, puesto que previamente lo había hecho con otros tantos de esos mismos vecinos que lo habían mirado con recelo por su condición homosexual. La evocación de este pasado se proyectará con fuerza en el presente de Giovanna, que verá al mismo tiempo hecha realidad la fantasía de conocer al atractivo y amable Lorenzo, a quien tantas veces había deseado interiormente tras contemplarlo furtivamente tras la ventana al culminar tantas y tantas jornadas laborales. Para ella el hecho de que él secretamente albergara los mismos deseos sobre ella, supondrá una nueva ilusión que le llevará a plantearse la posibilidad de un futuro junto a su secretamente añorado príncipe azul, sorprendiéndose cuando este le plantea una vida en común, ya que ha de trasladarse de ciudad.
Ozpetek logra combinar pasión, emotividad, elegancia y, ante todo, proyectar la experiencia del pasado de Davide, en el presente vivido por Giovanna. Una faceta que traslada a la pantalla con soluciones visuales atrevidas y envolventes –como ese largo plano circular que logra incorporar pasado y presente en la misma imagen, o la elegante panorámica que, con fondo de un bolero, logra trasladar la imagen del hogar del joven matrimonio, al guateque que propició en el pasado el encuentro entre Davide y Simona, basado en miradas casi imperceptibles-. Combinando esas cualidades visuales, el director ofrece un experto uso de la pantalla ancha –los planos que muestran en segundo término esa ventana tras la que se muestra a Lorenzo, el objeto de las fantasías de la protagonista-, logrando además una notable intensidad en la dirección de actores. En este sentido, además de la labor de su protagonista, cabe destacar la serenidad que nos transmite la labor del veteranísimo Máximo Girotti –galán emblemático en el cine italiano de los años cuarenta-, basada prácticamente en la presencia cansada y carismática de un intérprete que falleció poco después del rodaje, y a cuya memoria está dedicada la película.
LA FINESTRA… logra en su conjunto mostrar giros de guión de notable atractivo –como el que nos permite descubrir la verdadera identidad del anciano inicialmente desmemoriado-, presenta algunas debilidades –centradas precisamente en la búsqueda de la originalidad argumental a toda costa-, y no soy el primero en señalar que guarda ciertas semejanzas con la interesante película española EN LA CIUDAD SIN LÍMITES (2002, Antonio Hernández). Sin embargo, me permito preferir esta cinta italiana por su emotividad, y por la valentía de romper con cualquier perspectiva que el espectador pudiera forjarse a lo largo de todo su metraje. Bellamente acompañada por una intensa banda sonora de Andrea Guerra, me gustaría destacar en esta ocasión una delicadeza y pudor a la hora de trasladar sentimientos que quizá en manos menos expertas fueran proclives al exceso, y que me resultan francamente superiores al que ofrece nuestro aclamadísimo Almodóvar –con quien podría compartir algunos elementos formales y temáticos-. En esa misma línea podremos encontrar sus admirables instantes finales, que destrozan por completo el deseo implícito del espectador –que apuesta abiertamente por que Giovanna y Lorenzo vivan su historia de amor-, llevándonos a una reflexión posterior de la protagonista –de la que atisbamos ha llegado a una madurez y realización personal absoluta-, quien ya casi ha olvidado el recuerdo de Lorenzo –“he empezado a olvidar los perfiles de su rostro” llegará a pensar-, aceptando con lucidez el devenir de su existencia y, sobre todo, siendo consciente de la intensidad de los pequeños momentos que son, en definitiva, los que marcan una vida. Un sorprendente y prolongado primerísimo plano de sus ojos –que se extienden a los títulos de crédito finales-, cerrarán una propuesta puede que no totalmente redonda, pero que sin duda destaca por su sensibilidad, elegancia, destreza cinematográfica y, fundamentalmente, por llevar al espectador a compartir el sentimiento vivido por sus protagonistas.
http://thecinema.blogia.com/2008/071201-la-finestra-di-fronte-2003-ferzan-ozpetek-la-ventana-de-enfrente.php

RECENSIONI
Da "FilmUp": "Dopo il grande successo de "Le fate ignoranti" di due anni fa, Ozpetek ci riprova con un film ambientato in due città parallele: Roma oggi e Roma del '43. La storia è quella di Giovanna (Giovanna Mezzogiorno) e Filippo (Filippo Nigro) che tirano avanti una relazione che sembra un po' stanca. Un giorno incontrano Davide, un anziano che non si ricorda neanche più come si chiama (Massimo Girotti). Nell'intento di portare il vecchietto al commissariato, i due finiscono col prenderselo in casa. La vita nascosta di Davide finirà per influenzare la vita di Giovanna più di quanto lei avesse creduto (o voluto). Il film si snoda tra vari livelli di realtà. Una vita immaginata, come vista da una finestra, ed una vita più dura che vuole fuggire dalle convenzioni rimanendone tuttavia intrappolata. Nella sua ultima interpretazione Massimo Girotti (un attore che ha attraversato gran parte della storia del cinema italiano) offre un personaggio che è pieno di chiaroscuri, mentre gli altri sembrano meccanicamente intrappolati nei propri ruoli. E forse è proprio questo il limite del film: una specie di meccanicità che rende il tutto fin troppo pulito. Il dolore che dovrebbe scaturire da una storia del genere, non si avverte mai. Sembra che tutti i personaggi siano stanchi più per dovere che per "sentire". È tutto trattato con una sorta di estetismo, che alla fine risulta un po' stucchevole. Con ciò non voglio dire che il film sia brutto, anzi è piuttosto gradevole. Ma la cosa che più dispiace, e che penso stia diventando una tendenza di parte del cinema giovane italiano, è questo sbrodolarsi in una forma intimista che poi così sincera non è. Il riavvicinarsi ad una sorta di melodrammaticità per rappresentare i dubbi di una generazione borghese (Giovanna Mezzogiorno, che è brava, interpreta i panni di un'operaia, che in un ambiente come quello rappresentato è poco credibile), è cosa che può andar bene in televisione. Non dico che al cinema bisogna per forza identificarsi con i personaggi, ma almeno tifare per loro. Qui non ci si riesce. Sembra che tutto sia ovattato. La guerra, la deportazione, l'omosessualità nascosta, il rapporto con la persona con cui vivi, gli amori clandestini: tutto questo trattato in modo più terreno avrebbe assunto un altro significato. Alla fine l'unica cosa veramente priva di orpelli è la dedica con cui il film inizia: A Massimo".

 Da "La Repubblica": "Il cinema italiano è vivo e sta bene. Ce lo conferma oltre ogni aspettativa (e sì che avevamo già fiducia in lui...) il nuovo film di Ferzan Ozpetek: un film molto bello, intenso, ben scritto e dove le cose giuste avvengono al momento giusto, con motivazioni psicologiche precise. La finestra di fronte contiene due storie, un "mistery" e una passione d'amore.(...) Commossa senza cedere alle trappole della retorica, la regia di Ozpetek fa convivere presente e passato nella stessa inquadratura(...) C'è un solo problema nella Finestra di fronte: evidentemente, sul set, tra Giovanna Mezzogiorno (bravissima) e Raoul Bova non è scattato il "chimismo" necessario per motivare una passione come quella raccontata dal film. Tutto il resto, però, è ineccepibile, realistico e affettuoso, toccante e sincero".

 Da "Il Corriere della Sera": "Ferzan Ozpetek (...) ci trasmette una sincera inquietudine, un malessere morale che sfocia nel racconto di un amore impossibile (...) La finestra di fronte convince per la fede che ha nella confusione delle memorie, nella costanza del tempo, nella voglia di avere a disposizione un mondo più giusto e nella tecnica con cui mescola i ricordi di ieri e di oggi. (...) Splendida prova degli attori, dalla sensibilissima Mezzogiorno a un Massimo Girotti che non poteva dirci addio con tale intensità, consapevolezza, eleganza.(...)".

 Da "Il Messaggero": "(...) Un film che è una specie di lettera d’amore alla nostra città, La finestra di fronte. E’ una lettera esigente, come ogni vero messaggio d’amore, perché non solo dichiara i propri sentimenti ma chiarisce l’origine, la portata e le condizioni grazie alle quali quei sentimenti potranno crescere e fiorire oppure spegnersi e appassire (...) Ed è una lettera illuminante anche perché a scriverla — complice lo sceneggiatore e produttore Gianni Romoli — è il turco Ferzan Ozpetek. Che come ogni straniero vede e sente cose nascoste dalla consuetudine agli stessi romani: il peso del passato, le sue tracce indelebili per quanto semicancellate, la vergogna e il dolore di certe pagine di storia (il rastrellamento e la deportazione degli ebrei, il 16 ottobre 1943) (...)".

 Da "La Stampa": "(...) La finestra di fronte di Ferzan Ozpetek non è un film, è due film: sulla tragedia del Novecento e sullo scontento del Duemila, su un vegliardo e su una coppia trentenne, sul rimpianto e sulla rinuncia, le due storie s'intrecciano, si condizionano, s'arricchiscono una con l'altra. (...) Ferzan Ozpetek (...) è uno dei pochi registi attivi in Italia che non insegua la rappresentazione della borghesia, piccola, grande o media: questo dà ai suoi film un esotismo, una originalità fuori del comune. La narrazione non è sempre fluida (...), ma il piacere di raccontare è più forte degli schemi: la famiglia giovane e scontenta è analizzata con realismo intelligente, più che voler costituire un simbolo sociologico. Gli interpreti sono tutti ben scelti e bravi, ma tutti surclassati dalla presenza importante e misteriosa di Massimo Girotti, grande portatore di Storia".
http://digilander.libero.it/biblionogara/lafinestradifronte.htm
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Un film con Raul Bova e la bella Mezzogiorno. Per essere un bel fim, lo è: senz'altro per il significato, un po' meno per il ritmo narrativo. E' il racconto di due vite parallele: un ex deportato, certo Simone, perde la memoria (non sa più chi è) così come una giovane coppia (con 9 anni di matrimonio e due figli ) non sa più perché sta insieme e del proprio matrimonio sta per perdere memoria e senso. A lei-che non ne può più di accompagnare i figli a scuola, far la spesa... -capita l'occasione di finire tra le braccia di un giovane amante. Trattasi dello scapolone della finestra di fronte (Bova). La vita dell'altro è come "l'erba del vicino": è sempre più verde. A parte il parallelo improbabile tra l'amore del deportato Simone (M. Girotti) per Davide (gay) e quello della protagonista per l'amante, assunti in un'unica trasgressione francamente strana- è geniale il suggerimento che ne viene sulla dinamica dell'amore: quando esso è vero è capace di rinnovarsi, si cambia insieme...ma non partner, se stessi! Da questo punto di vista si tratta di un film sulla fedeltà vera: l'altro è l'altro e non si può pretendere che corrisponda all'idea che ce ne facciamo, cosa che untualmente accade quando perdiamo la memoria degli inizi! All' inizio si accettava l'altro gratuitamente, per quello che era. Perciò il tradimento nasce e si consuma sempre come perdita di una memoria...d'inizio!
Geniale intuizione. Infatti ciò che salva la bella Giovanna dal consumare l'infedeltà è la memoria della vita in famiglia costruita in anni di quotidiana fatica e icasticamente ben espressa dalla finestra di fronte (questa volta la propria) dietro la quale vede - pirandellianamente - svolgersi la vita propria, quella dei propri figli e del marito.«Perché rinunciare?» dice l'amante...all'amante. Il film non dà risposte. Il tradimento non ci sarà (?) grazie alla memoria e al sussulto di ragionevolezza in essa implicita ma non ci sarà anche perché interviene il caso! Solo l' imprevisto talvolta ci salva dalle nostre stesse belle intenzioni. L'imprevisto o il caso irrompono per sorreggere e dare una svolta impensabile alla libertà, specie se questa è carente di ragioni (come nel caso della protagonista). «Perché rinunciare?» Ci vogliono ragioni
per restare fedeli. E tuttavia- quand'anche ci fossero le ragioni per non tradire, ciò non significa che uno poi non tradisca! la fragilità è grande, è insita nel come siamo fatti. Ci vuole altro...ci vuol altro direbbe don
Abbondio; fortuna, buona sorte, provvidenza?... va bene tutto purché sia e noi non si sia lasciati a noi stessi! perché "la sostanza della vita è un'assoluto pericolo, una fondamentale problematicità" (José Ortega). Senza ragioni e "provvidenze" casuali, ogni proposito di rinuncia finirà alle ortiche. E' scritto sul libro del ...realismo!
Giuseppe Emmolo
http://www.orarel.com/estetica/cinema/recensioni/finestra_fronte/finestra_fronte.shtml

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