TITULO ORIGINAL Ludwig II
AÑO 1972
IDIOMA Italiano
SUBTITULOS Español e inglés (Separados)
DURACION 264 min.
DIRECCION Luchino Visconti
GUION Luchino Visconti, Enrico Medioli, Suso Cecchi d'Amico
MUSICA Robert Schumann, Richard Wagner, Jacques Offenbach
FOTOGRAFIA Armando Nannuzzi
REPARTO Helmut Berger, Romy Schneider, Trevor Howard, Silvana Mangano, Gert Fröbe, Helmut Griem, Isabella Telezynska, Umberto Orsini, John Moulder Brown, Sonia Petrovna
PREMIOS
1973: Nominada al Oscar: Mejor vestuario
1972: Premios David di Donatello: Mejor película (ex-aequo) y director
1973: Festival de Seminci: Espiga de Oro: Mejor película
PRODUCTORA Coproducción Italia-Francia-Alemania; Mega Film / Cinétel / Dieter Geissler Filmproduktion / Divina Film
GENERO Drama | Biográfico. Siglo XIX. Histórico
AÑO 1972
IDIOMA Italiano
SUBTITULOS Español e inglés (Separados)
DURACION 264 min.
DIRECCION Luchino Visconti
GUION Luchino Visconti, Enrico Medioli, Suso Cecchi d'Amico
MUSICA Robert Schumann, Richard Wagner, Jacques Offenbach
FOTOGRAFIA Armando Nannuzzi
REPARTO Helmut Berger, Romy Schneider, Trevor Howard, Silvana Mangano, Gert Fröbe, Helmut Griem, Isabella Telezynska, Umberto Orsini, John Moulder Brown, Sonia Petrovna
PREMIOS
1973: Nominada al Oscar: Mejor vestuario
1972: Premios David di Donatello: Mejor película (ex-aequo) y director
1973: Festival de Seminci: Espiga de Oro: Mejor película
PRODUCTORA Coproducción Italia-Francia-Alemania; Mega Film / Cinétel / Dieter Geissler Filmproduktion / Divina Film
GENERO Drama | Biográfico. Siglo XIX. Histórico
SINOPSIS n 1864, antes de cumplir los veinte años, Ludwig de Wittelsbach (Luis II, "el rey loco") ocupó el trono de Baviera. El joven rey era generoso y romántico y soñaba con traer la felicidad a su pueblo. Fue un gran mecenas que amaba el arte, la paz y la armonía universal. Sin embargo, por confiar en sus consejeros, llevó a Baviera a una desastrosa guerra que la dejaría en manos de Bismarck. Hasta sus más fieles colaboradores conspiraban contra él; lo traicionó incluso su principal protegido, Richard Wagner. Únicamente su prima Elizabeth ("Sissi"), la esposa del Emperador de Austria, que sentía por él un afecto casi maternal, le fue incondicionalmente fiel. (FILMAFFINITY)
Enlaces de descarga (Cortados con HJ Split)
CD 1
CD 1
http://www5.zippyshare.com/v/64694803/file.html
http://www5.zippyshare.com/v/16875841/file.html
http://www5.zippyshare.com/v/72490790/file.html
http://www5.zippyshare.com/v/99533713/file.html
http://www5.zippyshare.com/v/56554549/file.html
http://www5.zippyshare.com/v/89114425/file.html
http://www5.zippyshare.com/v/16875841/file.html
http://www5.zippyshare.com/v/72490790/file.html
http://www5.zippyshare.com/v/99533713/file.html
http://www5.zippyshare.com/v/56554549/file.html
http://www5.zippyshare.com/v/89114425/file.html
Subtítulos (Español)
http://www5.zippyshare.com/v/54228606/file.html
http://www5.zippyshare.com/v/54228606/file.html
Subtítulos (Inglés)
http://www5.zippyshare.com/v/13716195/file.html
http://www5.zippyshare.com/v/13716195/file.html
CD 2
http://www46.zippyshare.com/v/52620114/file.html
http://www46.zippyshare.com/v/3681680/file.html
http://www46.zippyshare.com/v/22229529/file.html
http://www46.zippyshare.com/v/25266350/file.html
http://www46.zippyshare.com/v/32122591/file.html
http://www46.zippyshare.com/v/37715381/file.html
http://www46.zippyshare.com/v/3681680/file.html
http://www46.zippyshare.com/v/22229529/file.html
http://www46.zippyshare.com/v/25266350/file.html
http://www46.zippyshare.com/v/32122591/file.html
http://www46.zippyshare.com/v/37715381/file.html
Subtítulos (Español)
http://www46.zippyshare.com/v/84248042/file.html
http://www46.zippyshare.com/v/84248042/file.html
Subtítulos (Inglés)
http://www46.zippyshare.com/v/57825846/file.html
http://www46.zippyshare.com/v/57825846/file.html
Encuadrada dentro de una especie de serie de grandes epopeyas históricas, más concretamente dentro de su trilogía alemana (junto con La caída de los dioses y Muerte en Venecia), Ludwig (1972) es la constatación de esa afirmación que asegura que Visconti ha sido el más dotado director a la hora de retratar la decadencia de las clases altas europeas. Habiendo superado la etapa neorrealista, el milanés se deslizaba por los sesenta y setenta a lo largo de una colección de títulos suntuosos para hablar de ese desmembramiento de las sociedades burguesas del último siglo y medio, personificado en esta ocasión en ese Rey a su pesar, el monarca ilustrado y atormentado que terminó cayendo en los brazos de la locura. Un Luis II que rigió Baviera -fue entre 1864 y 1886- desde una sensibilidad particular y que se rindió a los encantos del arte y la música (fue amigo y mecenas de Richard Wagner), pero también a los vericuetos, no siempre luminosos, del romanticismo y el desamor.
Material perfecto para un Visconti que venía de adaptar a Thomas Mann y que rubricaría aquí lo que para muchos es, aún hoy, su canto del cisne. Sus dos obras posteriores, Confidencias y El inocente, aun estimables (especialmente la segunda) no recibirían en su momento el reconocimiento crítico esperado y parte del público le giraría la espalda. Ludwig se presentaría así como la obra viscontiana definitiva, condensando en un metraje dilatado (cuatro horas en su versión completa, rescatada por sus guionistas tras la muerte del realizador) gran parte de sus obsesiones tardías. Y también certificaría para la posteridad no sólo las constantes formales, sino también las capacidades narrativas de uno de los más importantes creadores italianos del siglo pasado.
Así las cosas, Ludwig se percibe como una obra total, como un enorme, inabarcable lienzo en el que Visconti dispone los elementos con infinito mimo, con un nivel de detalle casi inaudito y un cuidado exquisito tanto en la concepción del atrezzo y los elementos escénicos como en su situación en plano. No es sólo que la reconstrucción histórica sea minuciosa hasta la obsesión y que los escenarios sean espectaculares y exuberantes (con unos exteriores voluptuosos, pero especialmente mediante unos interiores visualmente epatantes). Es que la planificación de Visconti está hipermedida para ponderar o ensombrecer en cada momento la función narrativa o sensorial de esos elementos. Ludwig se intuye una empresa titánica en su fase de rodaje pero especialmente en su etapa de concepción, preproducción y en la planificación de sus intenciones narratológicas. De modo que el exceso se percibe como majestuosidad, y el sentimiento barroco como plasmación de una idea muy concreta: esa decadencia de la que hablábamos y que daría continuación temática a los avatares de los personajes que movían Senso o El Gatopardo.
Al fin y al cabo, Ludwig cuenta una historia de esplendor y caída. De desmembramiento, de desmoronamiento de una monarquía, la liderada por ese Luis II de cuya degradación física y, especialmente, psicológica somos testigos de excepción y que está perfectamente capturada por un Helmut Berger en estado de gracia. Silvana Mangano, Trevor Howard, Gert Fröbe, Romy Schneider (de nuevo como la emperatriz Elisabeth, "Sissí") completan un cuarteto principal de lujo, pero es el actor austríaco quien da el auténtico do de pecho en una interpretación sin parangón en su propia carrera, ni al lado de Visconti (antes, en La caída de los Dioses o después, en Confidencias) ni tampoco junto a otros directores. Como sea, Berger canaliza a través de su interpretación, mediante los matices y aristas que va cobrando el personaje, esa destrucción que viene marcada también por una fotografía progresivamente más tenebrosa, que incluso termina sacando partido expresivo a la propia oscuridad, a la negrura absoluta.
Es la cara oscura de los tejemanejes palaciegos, claro, pero especialmente de la condición humana, a la que el realizador parece dispuesto a retratar a través de una historia maximalista que, en el fondo, resulta puramente intimista. La representación de los exteriores y la sensación operística de algunos pasajes, el extremo detalle profesado incluso en los planos generales se combinan con un forzamiento de la ficción, la intrusión de un elemento casi extraño. Esa ruptura del cuarto muro que se produce con la inclusión de constantes fragmentos en los que algunos de los implicados cuentan directamente a cámara algunos de los meandros que toma la historia. Y que amalgaman toda una historia de relaciones interpresonales de un personaje, el central, con el entorno que determinará su destino: desde su prima Elisabeth, hasta Wagner, pasando por todos aquellos actantes colaterales que dibujarán el mapa amoroso del Rey en unas coordenadas indefinidas de límites borrosos entre la convención y la homosexualidad.
Así que en resumen Ludwig se percibe como una película majestuosa, visualmente grandilocuente, excesiva en su metraje y en el alcance de sus planteamientos temáticos aun manteniendo siempre esa tremenda elegancia. Pero al mismo tiempo posibilita la lectura crepuscular y sombría del alma humana. Y representa una aproximación al personaje extensiva pero también pormenorizada. Y una película que, si bien no puede -ni falta que le hace, en realidad- medirse con las más relevantes obras maestras de Visconti (de Bellísima a Rocco y sus hermanos, de Noches blancas a El Gatopardo, de La terra trema a La caída de los dioses) sí resulta una experiencia sensorial única que posibilita infinitos visionados en virtud de lo extensivo de sus planteamientos narrativos y estéticos, de entre los cuales tampoco hay que olvidar la tremenda carga simbólica de una banda sonora compuesta por piezas de Schumann, Offenbach o, claro, Wagner.
Por eso, es una auténtica lástima que la edición de A Contracorriente, tan cuidada como de costumbre en el material presentado (en esta ocasión, de nuevo, mediante una banda de audio que incluye doblaje al castellano y versión original italiana con subtítulos), se presente privada de cualquier tipo de documentos extra que, más allá de un trailer y unas fichas artística y técnica, estos sí presentes, podrían enriquecer aún más la experiencia.
Por lo demás, otro imprescindible de la cinefilia doméstica del momento.
Xavi Roldan
http://www.lacasadeloshorrores.com/2013/04/dvd-critica-de-ludwig-luis-ii-de-baviera.html
Material perfecto para un Visconti que venía de adaptar a Thomas Mann y que rubricaría aquí lo que para muchos es, aún hoy, su canto del cisne. Sus dos obras posteriores, Confidencias y El inocente, aun estimables (especialmente la segunda) no recibirían en su momento el reconocimiento crítico esperado y parte del público le giraría la espalda. Ludwig se presentaría así como la obra viscontiana definitiva, condensando en un metraje dilatado (cuatro horas en su versión completa, rescatada por sus guionistas tras la muerte del realizador) gran parte de sus obsesiones tardías. Y también certificaría para la posteridad no sólo las constantes formales, sino también las capacidades narrativas de uno de los más importantes creadores italianos del siglo pasado.
Así las cosas, Ludwig se percibe como una obra total, como un enorme, inabarcable lienzo en el que Visconti dispone los elementos con infinito mimo, con un nivel de detalle casi inaudito y un cuidado exquisito tanto en la concepción del atrezzo y los elementos escénicos como en su situación en plano. No es sólo que la reconstrucción histórica sea minuciosa hasta la obsesión y que los escenarios sean espectaculares y exuberantes (con unos exteriores voluptuosos, pero especialmente mediante unos interiores visualmente epatantes). Es que la planificación de Visconti está hipermedida para ponderar o ensombrecer en cada momento la función narrativa o sensorial de esos elementos. Ludwig se intuye una empresa titánica en su fase de rodaje pero especialmente en su etapa de concepción, preproducción y en la planificación de sus intenciones narratológicas. De modo que el exceso se percibe como majestuosidad, y el sentimiento barroco como plasmación de una idea muy concreta: esa decadencia de la que hablábamos y que daría continuación temática a los avatares de los personajes que movían Senso o El Gatopardo.
Al fin y al cabo, Ludwig cuenta una historia de esplendor y caída. De desmembramiento, de desmoronamiento de una monarquía, la liderada por ese Luis II de cuya degradación física y, especialmente, psicológica somos testigos de excepción y que está perfectamente capturada por un Helmut Berger en estado de gracia. Silvana Mangano, Trevor Howard, Gert Fröbe, Romy Schneider (de nuevo como la emperatriz Elisabeth, "Sissí") completan un cuarteto principal de lujo, pero es el actor austríaco quien da el auténtico do de pecho en una interpretación sin parangón en su propia carrera, ni al lado de Visconti (antes, en La caída de los Dioses o después, en Confidencias) ni tampoco junto a otros directores. Como sea, Berger canaliza a través de su interpretación, mediante los matices y aristas que va cobrando el personaje, esa destrucción que viene marcada también por una fotografía progresivamente más tenebrosa, que incluso termina sacando partido expresivo a la propia oscuridad, a la negrura absoluta.
Es la cara oscura de los tejemanejes palaciegos, claro, pero especialmente de la condición humana, a la que el realizador parece dispuesto a retratar a través de una historia maximalista que, en el fondo, resulta puramente intimista. La representación de los exteriores y la sensación operística de algunos pasajes, el extremo detalle profesado incluso en los planos generales se combinan con un forzamiento de la ficción, la intrusión de un elemento casi extraño. Esa ruptura del cuarto muro que se produce con la inclusión de constantes fragmentos en los que algunos de los implicados cuentan directamente a cámara algunos de los meandros que toma la historia. Y que amalgaman toda una historia de relaciones interpresonales de un personaje, el central, con el entorno que determinará su destino: desde su prima Elisabeth, hasta Wagner, pasando por todos aquellos actantes colaterales que dibujarán el mapa amoroso del Rey en unas coordenadas indefinidas de límites borrosos entre la convención y la homosexualidad.
Así que en resumen Ludwig se percibe como una película majestuosa, visualmente grandilocuente, excesiva en su metraje y en el alcance de sus planteamientos temáticos aun manteniendo siempre esa tremenda elegancia. Pero al mismo tiempo posibilita la lectura crepuscular y sombría del alma humana. Y representa una aproximación al personaje extensiva pero también pormenorizada. Y una película que, si bien no puede -ni falta que le hace, en realidad- medirse con las más relevantes obras maestras de Visconti (de Bellísima a Rocco y sus hermanos, de Noches blancas a El Gatopardo, de La terra trema a La caída de los dioses) sí resulta una experiencia sensorial única que posibilita infinitos visionados en virtud de lo extensivo de sus planteamientos narrativos y estéticos, de entre los cuales tampoco hay que olvidar la tremenda carga simbólica de una banda sonora compuesta por piezas de Schumann, Offenbach o, claro, Wagner.
Por eso, es una auténtica lástima que la edición de A Contracorriente, tan cuidada como de costumbre en el material presentado (en esta ocasión, de nuevo, mediante una banda de audio que incluye doblaje al castellano y versión original italiana con subtítulos), se presente privada de cualquier tipo de documentos extra que, más allá de un trailer y unas fichas artística y técnica, estos sí presentes, podrían enriquecer aún más la experiencia.
Por lo demás, otro imprescindible de la cinefilia doméstica del momento.
Xavi Roldan
http://www.lacasadeloshorrores.com/2013/04/dvd-critica-de-ludwig-luis-ii-de-baviera.html
Ludwig II di Baviera è conosciuto anche come il re delle favole, per i maestosi castelli fatti erigere, il più noto dei quali è senz'altro Neuschwanstein. Neuschwanstein in italiano significa “nuova pietra del cigno”: la denominazione deriva dal nome del protagonista di una delle più celebri composizioni wagneriane, Lohengrin, detto anche “Il cavaliere del cigno” e, secondo il ciclo arturiano, il figlio di Parsifal. Il castello venne progettato sotto la stretta supervisione del re, in onore di Richard Wagner, di cui Ludwig era un grande ammiratore. L'analisi del rapporto con Wagner è solo uno dei tanti punti di forza del film Ludwig di Luchino Visconti. Questo lungometraggio (e lungo lo è davvero, quasi quattro ore!) del 1973 è il terzo capitolo di una trilogia tedesca, iniziata nel 1969 con La caduta degli dei e proseguita nel 1971 con Morte a Venezia. Visconti meditava una tetralogia, con la trasposizione de La montagna incantata di Thomas Mann, ma durante le riprese di Ludwig il regista fu colto da ictus cerebrale, restando semi-paralizzato.
Helmut Berger è perfetto nei panni del protagonista, grazie a un'eccezionale somiglianza fisica con il personaggio reale e per la comune capacità di sperperare una quantità incredibile di denaro. Ludwig investe soprattutto nell'arte, poiché «il regalo più grande che si possa fare a un popolo è quello di arricchire il suo spirito». L'opera di Wagner realizza la perfetta commistione tra musica e poesia: tale unione permette la trasmissione delle idee e lo sviluppo culturale di una nazione. Nel giugno 1886, Ludwig viene dichiarato ufficialmente pazzo, anche se alcuni studiosi sostengono la teoria del complotto, di cui egli sarebbe stato vittima. Dello stesso parere è Elisabetta - per la quale Ludwig prova un profondo amore, paragonandosi a Sigfrido, protagonista del terzo dramma musicale del ciclo L'anello del Nibelungo, («l'unico momento nella storia in cui l'eroe ha paura è quando per la prima volta nella sua vita vede una donna», ossia Brunilde)-, che considera il cugino un individuo semplicemente eccentrico, confinato in un personale mondo onirico.
La pellicola di Visconti si conclude con la morte del sovrano, il 13 giugno 1886. Nel film, il vissuto di Ludwig segue delle tappe ben precise: l'iniziale idealismo si scontra ben presto con la disillusione e le frustrazioni legate ai doveri di monarca da cui egli vorrebbe emanciparsi – e il più delle volte ci riesce, mediante un fatale disinteressamento ai propri compiti che porterà i suoi nemici a ordine un piano per destituirlo. Rinchiuso nei suoi castelli, il re si abbandona a ogni forma di piacere, vittima della sua follia, che in tutto il cinema di Visconti non assume mai toni di degrado, ma sfumature quasi liriche: la pazzia di Ludwig serve solo a sottolineare ancora di più la passionalità, la sensibilità e l’indecifrabilità dell'individuo («Voglio rimanere un eterno enigma, per gli altri e anche per me stesso»), nonostante ne decreti anche l'irreversibile devastazione psichica.
http://www.labottegadihamlin.it/cinema/1559-luchino-visconti-ludwig.html
Helmut Berger è perfetto nei panni del protagonista, grazie a un'eccezionale somiglianza fisica con il personaggio reale e per la comune capacità di sperperare una quantità incredibile di denaro. Ludwig investe soprattutto nell'arte, poiché «il regalo più grande che si possa fare a un popolo è quello di arricchire il suo spirito». L'opera di Wagner realizza la perfetta commistione tra musica e poesia: tale unione permette la trasmissione delle idee e lo sviluppo culturale di una nazione. Nel giugno 1886, Ludwig viene dichiarato ufficialmente pazzo, anche se alcuni studiosi sostengono la teoria del complotto, di cui egli sarebbe stato vittima. Dello stesso parere è Elisabetta - per la quale Ludwig prova un profondo amore, paragonandosi a Sigfrido, protagonista del terzo dramma musicale del ciclo L'anello del Nibelungo, («l'unico momento nella storia in cui l'eroe ha paura è quando per la prima volta nella sua vita vede una donna», ossia Brunilde)-, che considera il cugino un individuo semplicemente eccentrico, confinato in un personale mondo onirico.
La pellicola di Visconti si conclude con la morte del sovrano, il 13 giugno 1886. Nel film, il vissuto di Ludwig segue delle tappe ben precise: l'iniziale idealismo si scontra ben presto con la disillusione e le frustrazioni legate ai doveri di monarca da cui egli vorrebbe emanciparsi – e il più delle volte ci riesce, mediante un fatale disinteressamento ai propri compiti che porterà i suoi nemici a ordine un piano per destituirlo. Rinchiuso nei suoi castelli, il re si abbandona a ogni forma di piacere, vittima della sua follia, che in tutto il cinema di Visconti non assume mai toni di degrado, ma sfumature quasi liriche: la pazzia di Ludwig serve solo a sottolineare ancora di più la passionalità, la sensibilità e l’indecifrabilità dell'individuo («Voglio rimanere un eterno enigma, per gli altri e anche per me stesso»), nonostante ne decreti anche l'irreversibile devastazione psichica.
http://www.labottegadihamlin.it/cinema/1559-luchino-visconti-ludwig.html
El rey Luis II de Baviera (Ludwig II) (25 de agosto de 1845 – 13 de junio de 1886) sucedió a su padre el rey Maximiliano II de Baviera en el año 1864, a la edad de 18 años. Tuvo siempre como ideal los reinados absolutos y, debido a la desilusión de gobernar en su época, Luis II se fue retirando cada vez más de la capital constitucional, Munich, en que debía residir un número mínimo de meses al año, cumpliendo tan sólo el mínimo exigible, y haciendo que sus ministros se dirigieran al castillo de Neuschwanstein, donde residía habitualmente, para firmar las leyes propuestas por éstos. Volcó sus mayores energías en paraísos artificiales, diseñando y construyendo cuatro grandiosos castillos siguiendo el estilo historicista imperante en la época: Linderhof, Hohenschwangau, Neuschwanstein y Herrenchiemsee.
En esto perpetuaba la tradición de su familia, que había construido grandes avenidas en Munich, y castillos por toda Baviera. Contrariamente a lo que se piensa, Luis II gastó su fortuna familiar para la construcción de estos castillos, sin arruinar las arcas del Estado. Su vida excéntrica originó su declaración de incapacidad para gobernar (aunque la rumorología apunta a que esto no fue sino una estratagema familiar en busca de arrebatarle el trono) y pasó sus últimos días bajo atención psiquiátrica. Su muerte se produjo en el lago de Starnberg el 13 de junio de 1886, acompañado de su psiquiatra, bajo extrañas circunstancias (de hecho, Luis era un gran nadador, y se dice que fueron dos hombres los que “amablemente” le acompañaron hasta el lago).
Fue el gran mecenas de Richard Wagner, al que admiraba desde que era príncipe heredero. De hecho, el rechazo del pueblo y el gobierno de Baviera a los Wagner (debido, entre otras cosas, a sus continuas interferencias en política), le sumieron en la melancolía (Wagner acabó buscándose otro mecenas), y fueron un factor determinante en su alejamiento de la corte y de las responsabilidades de gobernante. Dicen que se trataba de probablemente del rey más cercano a los cuentos de hadas: de hecho, admiraba estos relatos desde su juventud, sus narraciones preferidas (y en las que se basaron sus palacios), fueron las leyendas tradicionales alemanas (“Tristán e Isolda” la que más), y su propio retrato en el momento de la coronación (la cual refleja la forma en que se presentó ante los bávaros) no andan muy lejos de la representación clásica de un príncipe azul. Según este punto de vista, Luis II, también llamado “El Rey Loco”, deseaba vivir en un mundo de fantasía, y no en uno de verdad, y de ahí su búsqueda de refugio en los palacios de cuento de hadas que construyó.
No obstante, la otra versión de la historia dice que la propia construcción de Neuschwanstein (donde acabó viviendo al final de su vida, supervisando su edificación, aunque su muerte acaeció muy poco después de que el castillo se terminara definitivamente) desmonta la supuesta locura del gobernante, la cual no sería sino una distorsión de su figura a posteriori realizada por los que le robaron el trono. La construcción de este palacio, que Luis exigió que estuviera hecho de cabo a rabo por trabajadores bávaros, con materiales bávaros, sin apenas exportaciones extranjeras, desarrolló una poderosa artesanía que hace que, hoy por hoy, Baviera siga siendo uno de los enclaves industriales más poderosos de Alemania, haciendo que en el año 2006, con una crisis económica y de empleo galopante en toda Alemania, Baviera sólo posea un 5% de trabajadores parados.
A pesar de que ciertas películas hayan insinuado una relación amorosa entre Luis II y la futura emperatriz Sissí, esta relación es carente de fundamento, sin base real, e imposible por la misma edad de los protagonistas.
A través de su reinado, Ludwig tuvo una serie de enamoramientos con hombres apuestos, incluyendo su principal caballerizo de casa real Richard Hornig, la estrella de teatro húngara José Kainz y el cortesano Alfons Weber. En 1869, comenzó a llevar un diario en el cual registró sus pensamientos privados y habló de sus tentativas de suprimir sus deseos sexuales y mantenerse fiel a sus dogmas católicos. Los diarios originales de Ludwig se extraviaron durante la II Guerra Mundial, y todo lo que queda hoy son copias de escritos hechos antes de la guerra. Estos escritos copiados del diario, junto con cartas privadas y otros documentos personales que han sobrevivido, sugieren que Ludwig luchó contra su homosexualidad.
Hoy en día ya casi nadie se acuerda de los reinos europeos de esa época convulsa en la que se fueron formando alianzas y fusiones, entre revoluciones y luchas de poder, pero para el que no lo recuerde digamos que Baviera forma hoy en día parte de Alemania, pero que en su momento fue independiente y mantuvo lazos de unión muy importantes tanto con Austria (de la que su prima Elisabeth era emperatriz) y también con Prusia cuando su imperio estaba en su apogeo. Durante estos años y en base a uniones de países de culturas semejantes se forjaron países como Alemania por ejemplo y poco a poco fueron decayendo otros imperios. Recordemos que es una época de muchos cambios en muy poco tiempo, en la que el mapa político se modifica rápidamente, especialmente en Europa.
En lo que se refiere a Baviera, era un reino con una gran antigvºedad, con raíces germánicas y que estuvo en la época que narra la película continuamente entre la disputa y la alianza con los países más importantes de la Europa de la época, tanto Prusia, como Austria o Rusia, con enlaces reales entre ellos, de modo que sus primos y primas reinaban tanto en Austria como en Prusia, contra quién además mantuvo una guerra.
Conviene conocer un poco por encima el clima político de la época, lo nos permitirá entender mejor la película.
La película es narrada por las personalidades que intervinieron en la investigación encargada para determinar si la salud mental del rey le permitía seguir desempeñando sus tareas de gobierno o si por el contrario debía ser depuesto de su cargo.
Como es bien sabido, durante muchos años las alianzas en Europa se establecían conforme a enlaces matrimoniales entre los herederos o los reyes de las principales casas reales europeas, lo que conllevaba a que en muchos casos se realizaban enlaces entre familiares más o menos directos. Los problemas que causó la consanguinidad fueron en ocasiones del todo desafortunados, de modo que en algunos casos los reyes sufrían claros síntomas de locura, de hecho la familia de Ludwig era ya conocida por los síntomas de locura que solía experimentar en alguno de sus miembros.
Desde que empezó a gobernar se vio claro que Ludwig era un rey muy diferente al que solía gobernar en la Europa de la época, un rey que no estaba interesado en las labores de estado, que no quería saber nada de alianzas ni de luchas de poder, que vivía sólo para el arte y para la construcción de sus suntuosos e inútiles, pero muy caros castillos. De esta manera se convirtió en el mecenas de uno de los músicos más geniales de la historia, Richard Wagner. Su única obsesión era la de llevar a Wagner a Munich (capital de Baviera) para que compusiese y estrenase sus obras bajo su protección en su reino, para ensalzar la grandeza de su país. Wagner que por la época huía de los acreedores, vio clara su oportunidad y aceptó mudarse a Baviera junto con Hans Von Bvºlow director de sus obras y la mujer de éste, Cosima, con la que Wagner tenía una aventura. Recordemos que Cosima Von Bvºlow (Cosima Listz) era la hija de otro gran compositor, Franz Listz. Años después tanto Wagner como ella se casarían y tendrían varios hijos.
Se nos narra la historia de Ludwig II de Baviera desde que muere su padre Maximiliano II y tiene que convertirse en rey a los 18 años, hasta el día de su, todavía hoy, inexplicable muerte.
Se trata de una espléndida recreación de aquel universo desaparecido en el que los poderes tradicionales (aristocracia, ejercito, clero…) asisten a su inevitable declive histórico con toda la fastuosidad de su decadencia estética y ornamental, la cual discurre paralela al derrumbe físico y moral del personaje real que lo representa.
Luis II surge así como epígono de la monarquía absoluta en vías de extinción, por más que encarnara su propia negación al desentenderse de su papel ejecutivo para erigirse en un mero protector de las artes.
La admiración que el rey mantenía hacia Richard Wagner era tal, que colmaba todos sus caprichos, desde sueldos desorbitados hasta la construcción de un nuevo teatro de representaciones, el teatro de Bayreuth, de una gran modernidad en la que el propio Wagner colaboró. Recordemos que el compositor alemán cambió por completo la concepción musical de la época, concibiendo sus obras como un todo en el que tanto la música como el espectáculo visual tenían una gran importancia, desdeñando la vieja idea de que lo único que importaba era la música, y los efectos en el escenario así como una total oscuridad en las representaciones no tenían gran valor. Hoy en día el festival de Bayreuth sigue siendo un referente mundial de la música Wagneriana.
A pesar de que su condición de mecenas no fuera reconocida como hubiera deseado, ni por la corte, ni siquiera por su artista predilecto, Richard Wagner, que no sale bien parado en la versión de Visconti -hipócrita y aprovechado-, al llegar a calificar al monarca ausente como “joven descerebrado, el último lunático de una familia de lunáticos”.
De este modo, el severo juicio del genio alemán dejaba traslucir el influjo de luna teoría de la degeneración, entonces en boga en el contexto del alienismo europeo, a partir del caso singular de los Hohenzollern que gobernaban a sus súbditos durante diez largos siglos de linaje endogámico.
La película intercala con parsimonia historicista -a lo largo de cuatro horas de metraje original- las sucesivas intervenciones de los miembros de la comisión encargada de examinar la capacidad del rey para ejercer su alta responsabilidad, con el desarrollo cronológico de su vida y acontecimientos, que son recreados con meticulosidad esteticista y una acertada selección musical, hasta llegar al dictamen pericial de los expertos que concluyen el carácter crónico e incurable de su patología mental.
Las escenas siguientes alcanzan el punto álgido de una trayectoria fatal que va desde las primeras tinieblas de una psique inestable hasta el desmoronamiento de su frágil equilibrio y el dominio final de la locura, entre tristes acordes wagnerianos, que son representados con toda la grandeza de una tragedia clásica dictada por un destino inevitable, lejos del alcance de los hombres.
En lo que se refiere a la labor de Luchino Visconti, la verdad es que construye una película histórica muy alejada de lo que viene siendo la tónica normal en el cine, muy distanciada de películas con una vertiente más dramática e incluso romántica para ofrecernos una visión mucho más parecida a lo que es un documental de lo que suele ser habitual. Por ese motivo la película resulta un poco más fría de lo habitual, de esta manera da siempre la impresión de estar contando las cosas como en realidad sucedieron, sin adornos ni tapujos. Pero para mostrarnos la vida de Ludwig hay que adentrarse en su faceta sexual, algo que le traumatizó y le atormentó durante su vida. La labor de Visconti en este punto es esencial porque en la época, la tolerancia de los espectadores no era igual a la de ahora, de modo que muy inteligentemente trata la situación de una manera muy delicada, a través de miradas y frases con doble sentido, y alguna que otra imagen en la oscuridad.
Aun manteniendo imperturbable esa narración digamos “honesta”, se permite filmar algunas secuencias de gran belleza, sobre todo al comienzo de la película, enseñándonos una Baviera cubierta por la nieve en unos planos que parecen sacados del Doctor Zhivago de David Lean.
Es justo mencionar que la fotografía de la película es magnífica, combinando desde las fases de mayor claridad para los momentos en los que Ludwig aún mantenía su ilusión, hasta la tétrica, casi fantasmagórica fotografía de su época más oscura.
Ludwig II de Baviera recibió la Palma de Oro de Cannes y el David de Donatello.
http://www.claqueta.es/1972/ludwig-ii-de-baviera-ludwig.html
En esto perpetuaba la tradición de su familia, que había construido grandes avenidas en Munich, y castillos por toda Baviera. Contrariamente a lo que se piensa, Luis II gastó su fortuna familiar para la construcción de estos castillos, sin arruinar las arcas del Estado. Su vida excéntrica originó su declaración de incapacidad para gobernar (aunque la rumorología apunta a que esto no fue sino una estratagema familiar en busca de arrebatarle el trono) y pasó sus últimos días bajo atención psiquiátrica. Su muerte se produjo en el lago de Starnberg el 13 de junio de 1886, acompañado de su psiquiatra, bajo extrañas circunstancias (de hecho, Luis era un gran nadador, y se dice que fueron dos hombres los que “amablemente” le acompañaron hasta el lago).
Fue el gran mecenas de Richard Wagner, al que admiraba desde que era príncipe heredero. De hecho, el rechazo del pueblo y el gobierno de Baviera a los Wagner (debido, entre otras cosas, a sus continuas interferencias en política), le sumieron en la melancolía (Wagner acabó buscándose otro mecenas), y fueron un factor determinante en su alejamiento de la corte y de las responsabilidades de gobernante. Dicen que se trataba de probablemente del rey más cercano a los cuentos de hadas: de hecho, admiraba estos relatos desde su juventud, sus narraciones preferidas (y en las que se basaron sus palacios), fueron las leyendas tradicionales alemanas (“Tristán e Isolda” la que más), y su propio retrato en el momento de la coronación (la cual refleja la forma en que se presentó ante los bávaros) no andan muy lejos de la representación clásica de un príncipe azul. Según este punto de vista, Luis II, también llamado “El Rey Loco”, deseaba vivir en un mundo de fantasía, y no en uno de verdad, y de ahí su búsqueda de refugio en los palacios de cuento de hadas que construyó.
No obstante, la otra versión de la historia dice que la propia construcción de Neuschwanstein (donde acabó viviendo al final de su vida, supervisando su edificación, aunque su muerte acaeció muy poco después de que el castillo se terminara definitivamente) desmonta la supuesta locura del gobernante, la cual no sería sino una distorsión de su figura a posteriori realizada por los que le robaron el trono. La construcción de este palacio, que Luis exigió que estuviera hecho de cabo a rabo por trabajadores bávaros, con materiales bávaros, sin apenas exportaciones extranjeras, desarrolló una poderosa artesanía que hace que, hoy por hoy, Baviera siga siendo uno de los enclaves industriales más poderosos de Alemania, haciendo que en el año 2006, con una crisis económica y de empleo galopante en toda Alemania, Baviera sólo posea un 5% de trabajadores parados.
A pesar de que ciertas películas hayan insinuado una relación amorosa entre Luis II y la futura emperatriz Sissí, esta relación es carente de fundamento, sin base real, e imposible por la misma edad de los protagonistas.
A través de su reinado, Ludwig tuvo una serie de enamoramientos con hombres apuestos, incluyendo su principal caballerizo de casa real Richard Hornig, la estrella de teatro húngara José Kainz y el cortesano Alfons Weber. En 1869, comenzó a llevar un diario en el cual registró sus pensamientos privados y habló de sus tentativas de suprimir sus deseos sexuales y mantenerse fiel a sus dogmas católicos. Los diarios originales de Ludwig se extraviaron durante la II Guerra Mundial, y todo lo que queda hoy son copias de escritos hechos antes de la guerra. Estos escritos copiados del diario, junto con cartas privadas y otros documentos personales que han sobrevivido, sugieren que Ludwig luchó contra su homosexualidad.
Hoy en día ya casi nadie se acuerda de los reinos europeos de esa época convulsa en la que se fueron formando alianzas y fusiones, entre revoluciones y luchas de poder, pero para el que no lo recuerde digamos que Baviera forma hoy en día parte de Alemania, pero que en su momento fue independiente y mantuvo lazos de unión muy importantes tanto con Austria (de la que su prima Elisabeth era emperatriz) y también con Prusia cuando su imperio estaba en su apogeo. Durante estos años y en base a uniones de países de culturas semejantes se forjaron países como Alemania por ejemplo y poco a poco fueron decayendo otros imperios. Recordemos que es una época de muchos cambios en muy poco tiempo, en la que el mapa político se modifica rápidamente, especialmente en Europa.
En lo que se refiere a Baviera, era un reino con una gran antigvºedad, con raíces germánicas y que estuvo en la época que narra la película continuamente entre la disputa y la alianza con los países más importantes de la Europa de la época, tanto Prusia, como Austria o Rusia, con enlaces reales entre ellos, de modo que sus primos y primas reinaban tanto en Austria como en Prusia, contra quién además mantuvo una guerra.
Conviene conocer un poco por encima el clima político de la época, lo nos permitirá entender mejor la película.
La película es narrada por las personalidades que intervinieron en la investigación encargada para determinar si la salud mental del rey le permitía seguir desempeñando sus tareas de gobierno o si por el contrario debía ser depuesto de su cargo.
Como es bien sabido, durante muchos años las alianzas en Europa se establecían conforme a enlaces matrimoniales entre los herederos o los reyes de las principales casas reales europeas, lo que conllevaba a que en muchos casos se realizaban enlaces entre familiares más o menos directos. Los problemas que causó la consanguinidad fueron en ocasiones del todo desafortunados, de modo que en algunos casos los reyes sufrían claros síntomas de locura, de hecho la familia de Ludwig era ya conocida por los síntomas de locura que solía experimentar en alguno de sus miembros.
Desde que empezó a gobernar se vio claro que Ludwig era un rey muy diferente al que solía gobernar en la Europa de la época, un rey que no estaba interesado en las labores de estado, que no quería saber nada de alianzas ni de luchas de poder, que vivía sólo para el arte y para la construcción de sus suntuosos e inútiles, pero muy caros castillos. De esta manera se convirtió en el mecenas de uno de los músicos más geniales de la historia, Richard Wagner. Su única obsesión era la de llevar a Wagner a Munich (capital de Baviera) para que compusiese y estrenase sus obras bajo su protección en su reino, para ensalzar la grandeza de su país. Wagner que por la época huía de los acreedores, vio clara su oportunidad y aceptó mudarse a Baviera junto con Hans Von Bvºlow director de sus obras y la mujer de éste, Cosima, con la que Wagner tenía una aventura. Recordemos que Cosima Von Bvºlow (Cosima Listz) era la hija de otro gran compositor, Franz Listz. Años después tanto Wagner como ella se casarían y tendrían varios hijos.
Se nos narra la historia de Ludwig II de Baviera desde que muere su padre Maximiliano II y tiene que convertirse en rey a los 18 años, hasta el día de su, todavía hoy, inexplicable muerte.
Se trata de una espléndida recreación de aquel universo desaparecido en el que los poderes tradicionales (aristocracia, ejercito, clero…) asisten a su inevitable declive histórico con toda la fastuosidad de su decadencia estética y ornamental, la cual discurre paralela al derrumbe físico y moral del personaje real que lo representa.
Luis II surge así como epígono de la monarquía absoluta en vías de extinción, por más que encarnara su propia negación al desentenderse de su papel ejecutivo para erigirse en un mero protector de las artes.
La admiración que el rey mantenía hacia Richard Wagner era tal, que colmaba todos sus caprichos, desde sueldos desorbitados hasta la construcción de un nuevo teatro de representaciones, el teatro de Bayreuth, de una gran modernidad en la que el propio Wagner colaboró. Recordemos que el compositor alemán cambió por completo la concepción musical de la época, concibiendo sus obras como un todo en el que tanto la música como el espectáculo visual tenían una gran importancia, desdeñando la vieja idea de que lo único que importaba era la música, y los efectos en el escenario así como una total oscuridad en las representaciones no tenían gran valor. Hoy en día el festival de Bayreuth sigue siendo un referente mundial de la música Wagneriana.
A pesar de que su condición de mecenas no fuera reconocida como hubiera deseado, ni por la corte, ni siquiera por su artista predilecto, Richard Wagner, que no sale bien parado en la versión de Visconti -hipócrita y aprovechado-, al llegar a calificar al monarca ausente como “joven descerebrado, el último lunático de una familia de lunáticos”.
De este modo, el severo juicio del genio alemán dejaba traslucir el influjo de luna teoría de la degeneración, entonces en boga en el contexto del alienismo europeo, a partir del caso singular de los Hohenzollern que gobernaban a sus súbditos durante diez largos siglos de linaje endogámico.
La película intercala con parsimonia historicista -a lo largo de cuatro horas de metraje original- las sucesivas intervenciones de los miembros de la comisión encargada de examinar la capacidad del rey para ejercer su alta responsabilidad, con el desarrollo cronológico de su vida y acontecimientos, que son recreados con meticulosidad esteticista y una acertada selección musical, hasta llegar al dictamen pericial de los expertos que concluyen el carácter crónico e incurable de su patología mental.
Las escenas siguientes alcanzan el punto álgido de una trayectoria fatal que va desde las primeras tinieblas de una psique inestable hasta el desmoronamiento de su frágil equilibrio y el dominio final de la locura, entre tristes acordes wagnerianos, que son representados con toda la grandeza de una tragedia clásica dictada por un destino inevitable, lejos del alcance de los hombres.
En lo que se refiere a la labor de Luchino Visconti, la verdad es que construye una película histórica muy alejada de lo que viene siendo la tónica normal en el cine, muy distanciada de películas con una vertiente más dramática e incluso romántica para ofrecernos una visión mucho más parecida a lo que es un documental de lo que suele ser habitual. Por ese motivo la película resulta un poco más fría de lo habitual, de esta manera da siempre la impresión de estar contando las cosas como en realidad sucedieron, sin adornos ni tapujos. Pero para mostrarnos la vida de Ludwig hay que adentrarse en su faceta sexual, algo que le traumatizó y le atormentó durante su vida. La labor de Visconti en este punto es esencial porque en la época, la tolerancia de los espectadores no era igual a la de ahora, de modo que muy inteligentemente trata la situación de una manera muy delicada, a través de miradas y frases con doble sentido, y alguna que otra imagen en la oscuridad.
Aun manteniendo imperturbable esa narración digamos “honesta”, se permite filmar algunas secuencias de gran belleza, sobre todo al comienzo de la película, enseñándonos una Baviera cubierta por la nieve en unos planos que parecen sacados del Doctor Zhivago de David Lean.
Es justo mencionar que la fotografía de la película es magnífica, combinando desde las fases de mayor claridad para los momentos en los que Ludwig aún mantenía su ilusión, hasta la tétrica, casi fantasmagórica fotografía de su época más oscura.
Ludwig II de Baviera recibió la Palma de Oro de Cannes y el David de Donatello.
http://www.claqueta.es/1972/ludwig-ii-de-baviera-ludwig.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario