TÍTULO ORIGINAL Il Bidone
AÑO 1955
IDIOMA Italiano
SUBTITULOS Español e Inglés (Separados)
DURACIÓN 114 min.
DIRECTOR Federico Fellini
GUIÓN Federico Fellini, Ennio Flaiano, Tullio Pinelli
MÚSICA Nino Rota
FOTOGRAFÍA Otello Martelli (B&W)
REPARTO Broderick Crawford, Giulietta Masina, Richard Basehart, Franco Fabrizi, Alberto De Amicis
PRODUCTORA Coproducción Italia-Francia
GÉNERO Drama
SINOPSIS Tres estafadores que operan en Roma, Augusto, Roberto y Picasso, preparan un golpe con la ayuda de otro timador, conocido con el sobrenombre de "El Barón". Éste les espera en una solitaria carretera para entregarles las instrucciones. El trío llega a una casa de campo donde, aprovechándose de la buena fe de unas pobres mujeres, les estafan cerca de medio millón de liras. (FILMAFFINITY)
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Critiche
Pietro Bianchi
In fondo, diciamolo chiaramente, ciò che attira in Fellini è questa sua capacità di stringere in un unico sguardo il cielo e la terra; è il suo un platonismo memore delle cose di quaggiù, incapace di scordare i legami affettuosi, le memorie, le contemplazioni, le battaglie combattute insieme, la sofferenza, non giustificata, dei buoni, dei semplici, di donne e uomini di buona volontà. E' vero che anche nel Bidone i personaggi principali sono raffigurati dal regista con sanguigna potenza: i tre birbanti, e la fungaia dei minori colleghi, vivono con una intensità vitalistica ad alto regime, sono "fusti" che vigoreggiano per merito della serena vita dell'arte. Ma è anche vero che, all'apparenza umili larve, coloro che per colpa del "bidonisti" hanno a soffrire (la moglie di "Picasso", la figlia di Augusto, la giovane paralitica) hanno un evidente rilievo, pur se la loro presenza nel racconto ha poco peso temporale.
"Maestri del cinema", Garzanti, Milano, 1972
In fondo, diciamolo chiaramente, ciò che attira in Fellini è questa sua capacità di stringere in un unico sguardo il cielo e la terra; è il suo un platonismo memore delle cose di quaggiù, incapace di scordare i legami affettuosi, le memorie, le contemplazioni, le battaglie combattute insieme, la sofferenza, non giustificata, dei buoni, dei semplici, di donne e uomini di buona volontà. E' vero che anche nel Bidone i personaggi principali sono raffigurati dal regista con sanguigna potenza: i tre birbanti, e la fungaia dei minori colleghi, vivono con una intensità vitalistica ad alto regime, sono "fusti" che vigoreggiano per merito della serena vita dell'arte. Ma è anche vero che, all'apparenza umili larve, coloro che per colpa del "bidonisti" hanno a soffrire (la moglie di "Picasso", la figlia di Augusto, la giovane paralitica) hanno un evidente rilievo, pur se la loro presenza nel racconto ha poco peso temporale.
"Maestri del cinema", Garzanti, Milano, 1972
Tullio Kezich
Ancora una volta, se dovessimo stabilire un precedente stilistico e spirituale per Fellini, dovremmo fare il nome di Kafka. L'itinerario del vecchio "bidonista" dallo sguardo stanco rispetta l'ingranaggio kafkiano del processo e della condanna, in un mondo altrettanto crudelmente oggettivato, fa uomini stanchi e indifferenti. Non c'è da meravigliarsi che Il bidone dia fastidio ai dogmatici e sfugga alle loro definizioni".
"Sipario", a. X, n. 115, novembre 1955
Ancora una volta, se dovessimo stabilire un precedente stilistico e spirituale per Fellini, dovremmo fare il nome di Kafka. L'itinerario del vecchio "bidonista" dallo sguardo stanco rispetta l'ingranaggio kafkiano del processo e della condanna, in un mondo altrettanto crudelmente oggettivato, fa uomini stanchi e indifferenti. Non c'è da meravigliarsi che Il bidone dia fastidio ai dogmatici e sfugga alle loro definizioni".
"Sipario", a. X, n. 115, novembre 1955
François Truffaut
Il bidone inizia in malo modo e finisce solennemente: questo miscuglio esplosivo può dar fastidio in un festival a tutti coloro che entrano nella sala impazienti di uscirne; ma io, che avevo tutto il tempo a mia disposizione, sarei rimasto volentieri delle ore a veder morire Broderick Crawford.
"Cahiers du Cinéma", n. 51, octobre 1955 .
http://www.federicofellini.it/node/523
Il bidone inizia in malo modo e finisce solennemente: questo miscuglio esplosivo può dar fastidio in un festival a tutti coloro che entrano nella sala impazienti di uscirne; ma io, che avevo tutto il tempo a mia disposizione, sarei rimasto volentieri delle ore a veder morire Broderick Crawford.
"Cahiers du Cinéma", n. 51, octobre 1955 .
http://www.federicofellini.it/node/523
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Segundo film de la "trilogía de la soledad", de Federico Fellini, basado en hechos reales. Se rodó en exteriores del Acueducto del Agua Feliz, Cerveti y Marino (Lacio, Roma) y Roma y en los Estudios Titanus (Roma). Fue nominado a León de oro de Venecia. Producido por Mario Derecchi, se estrenó el 9-IX-1955 (Italia).
La acción tiene lugar en Roma y alrededores en 1953/54. Augusto (Broderick Crawford), Roberto (Franco Fabrizi), Carlo "Picaso" (Richard Basehart) y el Barón Vargas (Giacomo Gabrielli) forman una banda de timadores dedicada a estafar a personas sencillas e impresionables. El cerebro del grupo es Vargas, que prepara los golpes. Augusto es el protagonista de su ejecución, tiene 48 años, se siente atrapado por la edad y la soledad. Roberto desea emular a Johnny Ray y busca divertirse y gozar de la vida. Carlo está casado con Iris (Giulietta Masina), es un pintor frustrado y roba para sostener a la familia.
La película explica una historia dramática y amarga, de personajes derrotados por la pobreza, la falta de habilidades personales y la escasez de oportunidades de la Posguerra en Italia. Son personas desesperadas y desarraigadas, que malviven abusando de la credulidad de ingenuos, a los que engañan con el timo del tesoro escondido. Usan hábitos clericales para acrecentar la verosimilitud de sus propuestas y ganar la confianza de las víctimas (viudas, labradores, discapacitados). Los hurtos que hacen en la ciudad son descubiertos con facilidad. El relato evoluciona desde la exploración del patetismo que envuelve las figuras de los timadores, los timados y las situaciones que los reúnen, hacia la emergencia gradual de la mala conciencia, el desasosiego moral y el rechazo interior de timos, cuyas víctimas son personas frágiles y desheredadas que venden medios de subsistencia (vacas) o renuncian a medios de producción (mulos), en un contexto de angustiosa y mísera precariedad. El film deja de lado las cuestiones éticas y morales, para adentrarse en los aspectos humanos. La narración, saturada de melancolía y tristeza, construye un discurso poético que extrae lirismo de la desventura. Exento de sentimentalismos, aporta un dibujo penetrante de la soledad, los sentimientos de culpa, los propósitos dificilísimos de enmienda y los deseos de redención. La escena en la que Augusto es identificado por una de sus víctimas en el cine ante su hija y la conversación que mantiene con una muchacha poliomelítica, son memorables.
La música, de Nino Rota ("El padrino", 1972) refuerza el aire melancólico y dramático con melodías jazzísticas excelentes. Añade canciones del momento en las escenas de las fiestas sociales. La fotografía realza el realismo y el sentido tragicómico. Broderick Crawford ("El político", 1949) ofrece una interpretación sentida, ajustada y rica en matices. Masina brilla en un papel breve pero deslumbrante. Considerado un film menor, contiene elementos de gran potencia cinematográfica.
(El resto de la crítica puede contar partes de la película) Ver todo
La llamada "trilogía de la soledad", de Fellini, está formada por "La strada" (1954), "Il bidone" (1955) y "Las noches de Cabiria" (1956). Los hechos reales en los que se basa el film, Fellini los conoció en Rímini durante la Posguerra. El personaje que los protagonizó se apodaba "Lupaccio": "Lobazo" en español. En ambos idiomas los aumentativos equivalen en ocasiones a disminutivos sarcásticos.
La escena final sintetiza e intensifica los sentimientos de soledad, abandono, derrota y desesperación de los personajes del relato.
Miquel
http://www.filmaffinity.com/es/reviews/1/999091.html
La acción tiene lugar en Roma y alrededores en 1953/54. Augusto (Broderick Crawford), Roberto (Franco Fabrizi), Carlo "Picaso" (Richard Basehart) y el Barón Vargas (Giacomo Gabrielli) forman una banda de timadores dedicada a estafar a personas sencillas e impresionables. El cerebro del grupo es Vargas, que prepara los golpes. Augusto es el protagonista de su ejecución, tiene 48 años, se siente atrapado por la edad y la soledad. Roberto desea emular a Johnny Ray y busca divertirse y gozar de la vida. Carlo está casado con Iris (Giulietta Masina), es un pintor frustrado y roba para sostener a la familia.
La película explica una historia dramática y amarga, de personajes derrotados por la pobreza, la falta de habilidades personales y la escasez de oportunidades de la Posguerra en Italia. Son personas desesperadas y desarraigadas, que malviven abusando de la credulidad de ingenuos, a los que engañan con el timo del tesoro escondido. Usan hábitos clericales para acrecentar la verosimilitud de sus propuestas y ganar la confianza de las víctimas (viudas, labradores, discapacitados). Los hurtos que hacen en la ciudad son descubiertos con facilidad. El relato evoluciona desde la exploración del patetismo que envuelve las figuras de los timadores, los timados y las situaciones que los reúnen, hacia la emergencia gradual de la mala conciencia, el desasosiego moral y el rechazo interior de timos, cuyas víctimas son personas frágiles y desheredadas que venden medios de subsistencia (vacas) o renuncian a medios de producción (mulos), en un contexto de angustiosa y mísera precariedad. El film deja de lado las cuestiones éticas y morales, para adentrarse en los aspectos humanos. La narración, saturada de melancolía y tristeza, construye un discurso poético que extrae lirismo de la desventura. Exento de sentimentalismos, aporta un dibujo penetrante de la soledad, los sentimientos de culpa, los propósitos dificilísimos de enmienda y los deseos de redención. La escena en la que Augusto es identificado por una de sus víctimas en el cine ante su hija y la conversación que mantiene con una muchacha poliomelítica, son memorables.
La música, de Nino Rota ("El padrino", 1972) refuerza el aire melancólico y dramático con melodías jazzísticas excelentes. Añade canciones del momento en las escenas de las fiestas sociales. La fotografía realza el realismo y el sentido tragicómico. Broderick Crawford ("El político", 1949) ofrece una interpretación sentida, ajustada y rica en matices. Masina brilla en un papel breve pero deslumbrante. Considerado un film menor, contiene elementos de gran potencia cinematográfica.
(El resto de la crítica puede contar partes de la película) Ver todo
La llamada "trilogía de la soledad", de Fellini, está formada por "La strada" (1954), "Il bidone" (1955) y "Las noches de Cabiria" (1956). Los hechos reales en los que se basa el film, Fellini los conoció en Rímini durante la Posguerra. El personaje que los protagonizó se apodaba "Lupaccio": "Lobazo" en español. En ambos idiomas los aumentativos equivalen en ocasiones a disminutivos sarcásticos.
La escena final sintetiza e intensifica los sentimientos de soledad, abandono, derrota y desesperación de los personajes del relato.
Miquel
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PREMESSA
L'esplorazione di Roma e dei suoi tipici personaggi – prevalentemente del ceto medio-borghese - continua, seppur parzialmente, con “Il bidone”, in gran parte girato nei Castelli Romani. La sequenza della "festa" sembra anticipare il mondo - talvolta equivoco - della “Dolce vita”: è situata in un sontuoso appartamento dove si celebra allegramente la fine dell'anno. Ne è proprietario un uomo facoltoso, che ha saputo mirare ai grossi affari, e non certo uno degli sciagurati "bidonisti" del film, che, pur geniali nelle loro invenzioni truffaldine, sono in fondo dei "poveracci". Il termine "bidone" è probabilmente di origine lombarda. Uno sprovveduto cliente acquista una macchina apparentemente lussuosa, ma irrimediabilmente scassata. Presto si accorge che con quell' "affare" si è trovato tra le mani un "bidone". Ogni truffa portata a termine con una certa intelligenza, alle spalle della dabbenaggine altrui, è un "bidone". E vi sono personaggi astuti, talvolta divertenti e persino simpatici, che campano sui "bidoni", sfruttando situazioni, spacciando per verità anche le più calcolate menzogne. "Bidonisti" ve ne sono in abbondanza, dilettanti e professionisti. Secondo Fellini, “dove esistono due uomini si nasconde un bidonista”. L'immagine richiama invincibilmente la coppia dei clowns il parlatore e il tonto, quello che inventa frottole e quello che le beve. Ma Fellini va anche più in là, con suprema sincerità e sicura moralità: sostiene che tutti, almeno una volta nella vita (magari vendendo un'idea, un soggetto per film) hanno fatto e. detto qualcosa di cui non possono andar sempre fieri. Nello squallore esistenziale che Fellini presenta nel suo film è un sottofondo psicologico notevole: il bidonista non può vivere che nell'allarme continuo, nell'isolamento sociale, nella solitudine, e spesso nella nausea di se stesso. E qui è il ritratto di Augusto (Broderick Crawford), vero protagonista del film.
Commentando, dopo “Il bidone”, la propria attività di sceneggiatore e quella di regista, Fellini è convinto della coerenza e della fedeltà con cui si è sviluppato il suo lavoro nel cinema.
“Le mie sceneggiature - dichiarava in occasione della Mostra di Venezia dove il film venne presentato nel 1955 - quelle cui tengo di più nella misura in cui mi hanno associato al lavoro di Rossellini (“Roma città aperta” e “Paisà”) non sono mai state un lavoro mercenario. Esse mi hanno nutrito quanto m'ha nutrito il movimento neorealista al quale mi onoro di appartenere. (...) Si trattava di guardare la vita, il mondo, gli uomini, in modo non conformista e senza pregiudizi. Ne è derivata una "attenzione attiva", l'essenza stessa del neorealismo che è una "poesia dell'amore in quanta azione". Tale atteggiamento continua a orientare i film che ho diretto e nei quali ho cercato nuove strade. Penso che ciò che li caratterizza è il rifiuto di un modo falso di pensare e di vivere la propria vita individuale e sociale. E nello stesso tempo vi è la ricerca di una vita più autentica. Anche “Il bidone” si avvicina al massimo a questa esigenza”.
Commentando, dopo “Il bidone”, la propria attività di sceneggiatore e quella di regista, Fellini è convinto della coerenza e della fedeltà con cui si è sviluppato il suo lavoro nel cinema.
“Le mie sceneggiature - dichiarava in occasione della Mostra di Venezia dove il film venne presentato nel 1955 - quelle cui tengo di più nella misura in cui mi hanno associato al lavoro di Rossellini (“Roma città aperta” e “Paisà”) non sono mai state un lavoro mercenario. Esse mi hanno nutrito quanto m'ha nutrito il movimento neorealista al quale mi onoro di appartenere. (...) Si trattava di guardare la vita, il mondo, gli uomini, in modo non conformista e senza pregiudizi. Ne è derivata una "attenzione attiva", l'essenza stessa del neorealismo che è una "poesia dell'amore in quanta azione". Tale atteggiamento continua a orientare i film che ho diretto e nei quali ho cercato nuove strade. Penso che ciò che li caratterizza è il rifiuto di un modo falso di pensare e di vivere la propria vita individuale e sociale. E nello stesso tempo vi è la ricerca di una vita più autentica. Anche “Il bidone” si avvicina al massimo a questa esigenza”.
TRAMA
Due automobili percorrono una strada della Maremma. Gli occupanti cambiano le targhe, e ne mettono due false dello Stato Vaticana. Due dei viaggiatori si travestono da sacerdoti e uno da Monsignore. È soltanto Roberto, l'autista, a restare in borghese. Eseguita la trasformazione la comitiva si dirige verso un cascinale dove il finto Monsignore racconta con molta gravità di aver ricevuto da un morente la confessione di un suo vecchio delitto: aveva sepolto la vittima in quelle terre con accanto un tesoro - la causale del delitto. Le contadine si accompagnano ai sacerdoti, scavano nel punto indicato e si scopre uno scheletro
(che era stato preventivamente messo lì dai compari) e accanto a quelle ossa il "tesoro". Molti gioielli dentro un vaso di coccio. Tutto il tesoro sarà dei proprietari del terreno purché facciano dire molte messe in suffragio del morto. I contadini credono buoni quei gioielli, versano cinquecentomila lire ai finti sacerdoti che si allontanano: "il bidone" è fatto. Augusto è un po' l'anima di questi tiri, è un uomo di quarant'anni, che ha vissuto sempre di espedienti di questo genere, e suoi soci sono un pittore fallito soprannominato Picasso e l'autista Roberto. I tre si dividono il malloppo: Picasso parta la sua parte alla moglie Iris, che nulla sa delle malefatte del marito, e alla sua bambina. Augusto invece se ne va a far baldoria in un locale notturno dove incontra Maggie, una ballerinetta straniera che si incapriccia di lui.
Un secondo bidone viene organizzato dai lestofanti e questa volta con la povera gente delle baracche alla quale con la prospettiva dell'assegnazione di una casa, viene carpita una somma - per la prima rata - che i disgraziati versano dissanguandosi.
Un terzo bidone ha per vittime i distributori di benzina ai quali vengono dati dei cappotti americani, in pessimo stato, "ringiovaniti" da alcuni bottoni e da una rinfrescatura tutta superficiale. In cambio i tre si fanno dare benzina e soldi.
Un incontro occasionale con qualche ex collega che ora si è messo in giro di affari più grande, conduce i nostri tre protagonisti - e con loro va la moglie e la figlia di Picasso - in un sontuoso appartamento dove si festeggia la morte dell'anno e la nascita del nuovo. Augusto qui si rende conto di quanto misere siano le sue truffe in confronto ai grandi colpi che i "grossi" hanno per le mani. Roberto intanto approfitta della confusione per carpire dalla tasca di uno di costoro un portasigarette d'oro. Ma qui non ha a che fare con degli ingenui. E il derubato lo affronta minacciosa obbligandola a restituire la refurtiva. Iris, la moglie di Picasso, apre finalmente gli occhi, e si rende conto che suo marito, in combutta con questa gente, trae i propri proventi da una simile attività. La festa per lei finisce in amarezza. Augusto, che è sempre alla caccia di qualche nuova fruttifera idea, si imbatte in Via del Babuino con Patrizia, sua figlia, studentessa. Egli la vede raramente e stupisce di trovarla signorina, cresciuta, e sente da lei i suoi propositi per l'avvenire, un avvenire operoso, onesto. Essa però si preoccupa per non avere di che versare la cauzione per un posto di cassiera che le è stato proposto. E Augusto medita il modo di poterle fornire questa somma. Intanto, preso da una tenerezza paterna che gli è insolita, la accompagna a cena e poi al cinematografo. Forse egli spera in una redenzione. Ma è proprio al cinematografo che un suo ex compare defraudato lo affronta, lo smaschera, lo fa arrestare. Per Augusto sono sei mesi di prigione e quel che più gli duole la perdita di ogni stima in lui da parte della figlia. Quando esce dal carcere Augusto ricerca i vecchi compagni e fatica a ritrovarli. Alla fine la banda si riforma per ripetere in altra località il trucco dei falsi preti e del tesoro nascosto. Ma questa volta i contadini da depredare toccano il cuore di Augusto; soprattutto lo commuove la vista di una ragazza paralitica la cui età ricorda la figlia sua, Patrizia. Forse con quelle trecentomila lire che è riuscito a carpire al padre dell'infelice si potrebbe tentare delle cure, farla guarire. Per questo, quando torna in macchina con i compari, Augusto dichiara di avere ridato a quella povera gente le trecentomila lire e li rimprovera per la loro insensibilità. Gli altri non credono alle sue parole, pensano che egli voglia tenersi per sè i quattrini e vogliono perquisirlo. Augusto ha veramente i soldi che pensa di rendere ai contadini, si ribella ai compari, lotta con essi, fugge di corsa, inseguito, ma cade malamente battendo la schiena su un pietrone. Non può più rialzarsi. Gli altri lo raggiungono, lo frugano, gli tolgono i soldi e lo abbandonano lì, solo, incuranti dei suoi gemiti e delle sue invocazioni di aiuto. Augusto, che ha la colonna vertebrale spezzata, trascorre lunghe ore di delirio in disperata solitudine. E quando col nuovo giorno gli par che qualcuno si avvicini, volti di bambini stupiti e impauriti, egli chiude gli occhi pe sempre sulla propria inutie e sciaguirata esistenza.
COMMENTO
(che era stato preventivamente messo lì dai compari) e accanto a quelle ossa il "tesoro". Molti gioielli dentro un vaso di coccio. Tutto il tesoro sarà dei proprietari del terreno purché facciano dire molte messe in suffragio del morto. I contadini credono buoni quei gioielli, versano cinquecentomila lire ai finti sacerdoti che si allontanano: "il bidone" è fatto. Augusto è un po' l'anima di questi tiri, è un uomo di quarant'anni, che ha vissuto sempre di espedienti di questo genere, e suoi soci sono un pittore fallito soprannominato Picasso e l'autista Roberto. I tre si dividono il malloppo: Picasso parta la sua parte alla moglie Iris, che nulla sa delle malefatte del marito, e alla sua bambina. Augusto invece se ne va a far baldoria in un locale notturno dove incontra Maggie, una ballerinetta straniera che si incapriccia di lui.
Un secondo bidone viene organizzato dai lestofanti e questa volta con la povera gente delle baracche alla quale con la prospettiva dell'assegnazione di una casa, viene carpita una somma - per la prima rata - che i disgraziati versano dissanguandosi.
Un terzo bidone ha per vittime i distributori di benzina ai quali vengono dati dei cappotti americani, in pessimo stato, "ringiovaniti" da alcuni bottoni e da una rinfrescatura tutta superficiale. In cambio i tre si fanno dare benzina e soldi.
Un incontro occasionale con qualche ex collega che ora si è messo in giro di affari più grande, conduce i nostri tre protagonisti - e con loro va la moglie e la figlia di Picasso - in un sontuoso appartamento dove si festeggia la morte dell'anno e la nascita del nuovo. Augusto qui si rende conto di quanto misere siano le sue truffe in confronto ai grandi colpi che i "grossi" hanno per le mani. Roberto intanto approfitta della confusione per carpire dalla tasca di uno di costoro un portasigarette d'oro. Ma qui non ha a che fare con degli ingenui. E il derubato lo affronta minacciosa obbligandola a restituire la refurtiva. Iris, la moglie di Picasso, apre finalmente gli occhi, e si rende conto che suo marito, in combutta con questa gente, trae i propri proventi da una simile attività. La festa per lei finisce in amarezza. Augusto, che è sempre alla caccia di qualche nuova fruttifera idea, si imbatte in Via del Babuino con Patrizia, sua figlia, studentessa. Egli la vede raramente e stupisce di trovarla signorina, cresciuta, e sente da lei i suoi propositi per l'avvenire, un avvenire operoso, onesto. Essa però si preoccupa per non avere di che versare la cauzione per un posto di cassiera che le è stato proposto. E Augusto medita il modo di poterle fornire questa somma. Intanto, preso da una tenerezza paterna che gli è insolita, la accompagna a cena e poi al cinematografo. Forse egli spera in una redenzione. Ma è proprio al cinematografo che un suo ex compare defraudato lo affronta, lo smaschera, lo fa arrestare. Per Augusto sono sei mesi di prigione e quel che più gli duole la perdita di ogni stima in lui da parte della figlia. Quando esce dal carcere Augusto ricerca i vecchi compagni e fatica a ritrovarli. Alla fine la banda si riforma per ripetere in altra località il trucco dei falsi preti e del tesoro nascosto. Ma questa volta i contadini da depredare toccano il cuore di Augusto; soprattutto lo commuove la vista di una ragazza paralitica la cui età ricorda la figlia sua, Patrizia. Forse con quelle trecentomila lire che è riuscito a carpire al padre dell'infelice si potrebbe tentare delle cure, farla guarire. Per questo, quando torna in macchina con i compari, Augusto dichiara di avere ridato a quella povera gente le trecentomila lire e li rimprovera per la loro insensibilità. Gli altri non credono alle sue parole, pensano che egli voglia tenersi per sè i quattrini e vogliono perquisirlo. Augusto ha veramente i soldi che pensa di rendere ai contadini, si ribella ai compari, lotta con essi, fugge di corsa, inseguito, ma cade malamente battendo la schiena su un pietrone. Non può più rialzarsi. Gli altri lo raggiungono, lo frugano, gli tolgono i soldi e lo abbandonano lì, solo, incuranti dei suoi gemiti e delle sue invocazioni di aiuto. Augusto, che ha la colonna vertebrale spezzata, trascorre lunghe ore di delirio in disperata solitudine. E quando col nuovo giorno gli par che qualcuno si avvicini, volti di bambini stupiti e impauriti, egli chiude gli occhi pe sempre sulla propria inutie e sciaguirata esistenza.
COMMENTO
Nel Bidone si ha la conferma che Fellini ha ormai un suo universo, che elabora e rielabora da un'opera all'altra. C'è, naturalmente, anche chi lamenta che, nel quadro sociale descritto - contadini e sacerdoti, baraccati e "nuovi ricchi" - Fellini, ancora una volta “non abbia scelto”, né più né meno come Vittorio De Sica non indicava verso quale mondo migliore volavano "i barboni" di “Miracolo a Milano”. Ma su quel miracolo di lirica e di satira che Fellini riesce a costruire, quasi tutti i critici - al momento dell'uscita di “Il bidone” nelle pubbliche sale (anche se a Venezia avevano trattato il film con sufficienza) - ora si trovano d'accordo. Anzi, dichiara un anonimo recensore francese con una formula lapidaria, ma accettabile:
“Il bidone” è “I vitelloni” moltiplicato per “La strada”. Si comincia come con una Farsa, ma si arriva ad una Passione e ad una Morte. Altri suoi colleghi e compatrioti trovano “La strada” è un'opera facile, civettuola, decorativa, a confronto di questo lavoro volontariamente nudo di ogni ornamento.
Come sempre nei suoi film, il regista ha scelto i propri interpreti a ragion veduta, in quanto aderiscono perfettamente ai personaggi loro assegnati. Broderick Crawford, cioè Augusto, è lontano dai gangsters all'americana: sa assumere toni anche paterni o meschini.
Picasso, il pittore fallito, e Roberto, l'autista della combriccola, sono rispettivamente Richard Basehart e Franco Fabrizi, con cui Fellini lavora a proprio agio, come con Iris, moglie di Picasso, che è Giulietta Masina, gentile, innocente, un po' sacrificata nel ruolo.
È forse, tra gli interpreti, la meno appariscente; ma proprio perché in minore evidenza rispetto al suo archetipo ormai definitivamente fissato da Gelsomina.
http://cinetramando.blogspot.com.ar/2012/03/il-bidone-federico-fellini.html
“Il bidone” è “I vitelloni” moltiplicato per “La strada”. Si comincia come con una Farsa, ma si arriva ad una Passione e ad una Morte. Altri suoi colleghi e compatrioti trovano “La strada” è un'opera facile, civettuola, decorativa, a confronto di questo lavoro volontariamente nudo di ogni ornamento.
Come sempre nei suoi film, il regista ha scelto i propri interpreti a ragion veduta, in quanto aderiscono perfettamente ai personaggi loro assegnati. Broderick Crawford, cioè Augusto, è lontano dai gangsters all'americana: sa assumere toni anche paterni o meschini.
Picasso, il pittore fallito, e Roberto, l'autista della combriccola, sono rispettivamente Richard Basehart e Franco Fabrizi, con cui Fellini lavora a proprio agio, come con Iris, moglie di Picasso, che è Giulietta Masina, gentile, innocente, un po' sacrificata nel ruolo.
È forse, tra gli interpreti, la meno appariscente; ma proprio perché in minore evidenza rispetto al suo archetipo ormai definitivamente fissato da Gelsomina.
http://cinetramando.blogspot.com.ar/2012/03/il-bidone-federico-fellini.html
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Tra i film del grande regista è il meno celebrato
Scarso il successo di pubblico, accoglienza tiepida alla Mostra di Venezia (addirittura parte degli spettatori abbandona la sala durante la proiezione), giudizi negativi di molti critici (non mancano però i pareri positivi: “Film spietato, ma di profondo valore morale”, scriveva Giovanni Leto e Pietro Bianchi sosteneva che, rispetto a “La strada, Il bidone è più complesso, ha un’orchestrazione più elaborata”).
E’ considerato la terza parte di una ideale trilogia -dopo I vitelloni e La strada- imperniata su “solitudine, bisogno di comunicazione e di amore, desiderio di salvazione, la Grazia” (ilMorandini), trilogia che vede restringersi via via il campo di attenzione: nel primo abbiamo un affresco corale, nel secondo spiccano tre protagonisti, nel terzo campeggia una sola figura, “una figura cupa, torva, massiccia, che sembra quasi rappresentare quanto c’è di più triste e di più acre nella cattiveria umana” (Gian Luigi Rondi).
Le varie componenti possono apparire non ben equilibrate tra loro, non tutti i personaggi sono ugualmente approfonditi… ma sono presenti scene indimenticabili, degne del miglior Fellini: basti pensare a la festa in casa dell’arricchito (un preannuncio de La dolce vita?) e la truffa a danno dei baraccati, concisa e feroce quanto l’altra è insistita e sarcastica.
E’ considerato la terza parte di una ideale trilogia -dopo I vitelloni e La strada- imperniata su “solitudine, bisogno di comunicazione e di amore, desiderio di salvazione, la Grazia” (ilMorandini), trilogia che vede restringersi via via il campo di attenzione: nel primo abbiamo un affresco corale, nel secondo spiccano tre protagonisti, nel terzo campeggia una sola figura, “una figura cupa, torva, massiccia, che sembra quasi rappresentare quanto c’è di più triste e di più acre nella cattiveria umana” (Gian Luigi Rondi).
Le varie componenti possono apparire non ben equilibrate tra loro, non tutti i personaggi sono ugualmente approfonditi… ma sono presenti scene indimenticabili, degne del miglior Fellini: basti pensare a la festa in casa dell’arricchito (un preannuncio de La dolce vita?) e la truffa a danno dei baraccati, concisa e feroce quanto l’altra è insistita e sarcastica.
Va detto però che i difetti attribuibili all’opera derivano da cause esterne. Illuminante questa dichiarazione dello stesso Fellini:
“Come poi risultò, il film era troppo ambiguo per il pubblico; se non altro, così disse il produttore, che pretese di accorciare la versione originale che durava due ore e mezzo, il che però non lo rese meno ambiguo. Mi fu detto che era necessario se volevo avere una qualche possibilità al Festival di Venezia di quell’anno. Per me non era un motivo sufficiente, ma i produttori sembrano amare i festival cinematografici. Ricevimenti. Ragazze. Quel che venne ignorato – peggio che ignorato – è che fui costretto a tagliare ulteriormente per ridurre la durata prima a 112 minuti, poi a 104 e a meno ancora, perché così esigeva la distribuzione in America. Là venne proiettato solo dopo i successi de Le notti di Cabiria, La dolce vita e Otto e mezzo. Tagliare Il Bidone fu per me un’esperienza molto triste e senz’altro lo danneggiò. Non volevo tagliarlo. Quando lo avevo completato era il mio film, quello che avevo fatto io. Costretto a tagliare, non ero sicuro su cosa togliere. In altri momenti avrei tagliato altre parti. Qualsiasi cosa eliminassi, sapevo che più tardi avrei avuto dei rimorsi. Feci il “taglio finale” ma ormai nulla importava più (Charlotte Chandler, Io, Federico Fellini, Mondadori, Milano, 1995).
“Come poi risultò, il film era troppo ambiguo per il pubblico; se non altro, così disse il produttore, che pretese di accorciare la versione originale che durava due ore e mezzo, il che però non lo rese meno ambiguo. Mi fu detto che era necessario se volevo avere una qualche possibilità al Festival di Venezia di quell’anno. Per me non era un motivo sufficiente, ma i produttori sembrano amare i festival cinematografici. Ricevimenti. Ragazze. Quel che venne ignorato – peggio che ignorato – è che fui costretto a tagliare ulteriormente per ridurre la durata prima a 112 minuti, poi a 104 e a meno ancora, perché così esigeva la distribuzione in America. Là venne proiettato solo dopo i successi de Le notti di Cabiria, La dolce vita e Otto e mezzo. Tagliare Il Bidone fu per me un’esperienza molto triste e senz’altro lo danneggiò. Non volevo tagliarlo. Quando lo avevo completato era il mio film, quello che avevo fatto io. Costretto a tagliare, non ero sicuro su cosa togliere. In altri momenti avrei tagliato altre parti. Qualsiasi cosa eliminassi, sapevo che più tardi avrei avuto dei rimorsi. Feci il “taglio finale” ma ormai nulla importava più (Charlotte Chandler, Io, Federico Fellini, Mondadori, Milano, 1995).
“Il più amaro forse, dei film di Fellini” (Gian Piero Dell’Acqua), sceneggiato con Flaiano e Tullio Pinelli e musicato da Nino Rota, vede nel cast un potente Broderick Crawford (che sostituì la “prima scelta” di Federico, Humprey Bogart, già malato), Richard Basehart (bellissimo il suo personaggio), Giulietta Masina, Franco Fabrizi, Lorella De Luca.
Dall’insuccesso de Il bidone, Fellini si rifarà con il film successivo che trionferà in tutto il mondo (Le notti di Cabiria).
“Nel corso del tempo Il bidone è stato rivalutato, e rivisto oggi appare una delle opere più interessanti e certamente la più ardita e sottovalutata del primo Fellini” (Saverio Salamino).
http://cinemaleo.wordpress.com/2010/06/11/%E2%80%9Cil-bidone%E2%80%9D/
http://cinemaleo.wordpress.com/2010/06/11/%E2%80%9Cil-bidone%E2%80%9D/
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"[...] Col suo film Fellini riesce a dire quel che si era proposto. Il racconto nella sua ricca episodica, che mai si frammenta nel bozzetto, nella divagazione, nel quadretto di maniera, ma si articola in un tutto strettamente legato da una logica e d'una coerenza stringatissime, procede verso la sua strada, verso la sua quasi ineluttabile conclusione, rivelando attrraverso i personaggi nelle loro vecende quello che è il suo altissimo significato. Un significato che è fiducia nella vita, nella bontà, nell'onestà [...]".
(G. Carancini, "Rivista del Cinematografo", 9/10, del 1955)
(G. Carancini, "Rivista del Cinematografo", 9/10, del 1955)
"Cos'è accaduto? Fellini, in 'Il bidone', ha tentato di uscire da se stesso, di mettere allo scoperto gli elementi meccanici che compongono l'unità più intima della sua personalità. Il personaggio chiave è debole perché Fellini ha voluto dargli tutto se stesso; non ha saputo alienarlo, farlo vivere di vita autonoma, dargli il riscatto o la coscienza al momento in cui lui, col suo destino di personaggio, se la sarebbe trovata. |Il bidone| è |I vitelloni |più |La strada| e cioè un pastiche estetico ed ideologico costruito dall'esterno".
(Carlo Lizzani, "Il cinema italiano 1895-1979", Editori Riuniti, 1980)
"Film spietato, ma di profondo valore morale. 'Il bidone' ha pagine di grande fascino. La festa in casa dell'arricchito, più di ogni altra, una sequenza le cui immagini riescono nello stesso tempo a rappresentare un ambiente e a giudicarlo, e in genere le parti che riguardano Broderick Crawford: la sua solitudine di uomo, i fuggevoli rapporti con la figlia, il suo arresto, l'incontro con la paralitica fino alla morte desolata sui bordi della strada dove passano ignari fanciulli".
(Giovanni Leto, "Radiocorriere TV", marzo 1962)
"Il film appare quasi prefabbricato, ritrovi in esso le stesse componenti, anche formali, delle precedenti opere, analoghe sequenze: il pianto del bambino o il cavallo de |La strada|, quel vagabondare notturno, la festa; e Picasso parla e agisce come il Matto, e Iris sua moglie ha le movenze e il tono di Gelsomina".
(Guido Aristarco, "Cinema Nuovo", 25 settembre 1955)
"Non v'è l'arcana poesia de 'La strada' data dal paesaggio indifferente e maestoso, dal passaggio lento delle stagioni estranee alla pena e alla solitudine dell'uomo. In compenso 'Il bidone' è più complesso, ha un'orchestrazione più elaborata. Il tema felliniano dei conti da rendere a qualcuno che ci trascende è meno univoco, più clamoroso, quasi gravido di presenze impalpabili ma certe perché meno metafisiche, più legate a ciò che risulta semplicemente umano".
(Pietro Bianchi, "Federico Fellini", 1955)
"Dal punto di vista stilistico, quasi non vi è più traccia di quelle compiacenze letterarie, di non buona letteratura che si avvertivano nella Strada. Dal punto di vista del contenuto, il problema della solitudine umana, che ha sempre turbato Fellini, è portato alle sua conseguenze estreme e nello stesso tempo più naturali: il delitto senza passione del bidonista si spegne nel vuoto, nel buio.
(Vittorio Bonicelli, "Il Tempo", 15 ottobre 1955)
gracias!
ResponderEliminarHola, los enlaces de los subtítulos ya no funcionan, los podrías arreglar?
ResponderEliminarGracias!