TITULO ORIGINAL Долгое путешествие (Il lungo viaggio)
AÑO 1997
IDIOMA Italiano
SUBTITULOS Francés (Incorporados)
AÑO 1997
DIRECCION Andrej Khrzhanovskij
GENERO Animación
SINOPSIS Es un film de animación hecho en base a los dibujos con los que Federico Fellini bocetaba los personajes que luego animarían sus films, narrado por Tonino Guerra (el guionista de los grandes films de Fellini). Él mismo aparece dibujado por Fellini. Y lo que cuenta es un sueño que tuvo. Fue hecho en Moscú por la Slovo Mosfilm bajo la dirección de Andrei Khrjzhanovsky. En 2006 recibió un auspicio de la Presidencia de la República Italiana, que lo erigió en la mejor obra de arte del Festival del Palazzo di Venezia.
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Di disegni simili il regista ne faceva a centinaia, e non soltanto per prendere in giro gli attori in erba. Quella del disegno era per Fellini una mania quasi compulsiva.
Fellini aveva cominciato a disegnare all'età di quindici anni e non aveva mai smesso. Nei suoi schizzi si mischiavano i temi dell'erotismo, della fanciullezza, della meraviglia. Gli stessi temi che sarebbero approdati nei film. Da ragazzo non immaginava nemmeno che avrebbe fatto il cineasta, era invece convinto che avrebbe fatto il pittore. Una volta raggiunto il successo con il cinema, considerava il più grande complimento essere definito un regista pittorico. E forse ignorava che Gore Vidal, lo scrittore americano esperto anche di cinema, lo considerava un eccezionale "artista-pittore", arrivando al punto di definire la sua cinematografia una "straordinaria pinacoteca".
Un cortometraggio "particolare": i disegni di Fellini animati dal regista russo A. Khrzhanovskij.
Accanto a capolavori come Amarcord (1973), La Strada (1954), Lo Sceicco Bianco (1952), e ovviamente La Dolce Vita (1960), è stato proiettato, su concessione della Fondazione Federico Fellini di Rimini, anche un interessante e poco noto cortometraggio, Il Lungo Viaggio (1997), diretto dal regista russo Andrej Khrzhanovskij.
Questi, attraverso la sceneggiatura del poeta e scrittore Tonino Guerra, ha dato vita alle centinaia di schizzi e bozzetti che Fellini era solito disegnare come preparazione per un film.
Un cortometraggio "particolare": i disegni di Fellini animati dal regista russo A. Khrzhanovskij.
Accanto a capolavori come Amarcord (1973), La Strada (1954), Lo Sceicco Bianco (1952), e ovviamente La Dolce Vita (1960), è stato proiettato, su concessione della Fondazione Federico Fellini di Rimini, anche un interessante e poco noto cortometraggio, Il Lungo Viaggio (1997), diretto dal regista russo Andrej Khrzhanovskij.
Questi, attraverso la sceneggiatura del poeta e scrittore Tonino Guerra, ha dato vita alle centinaia di schizzi e bozzetti che Fellini era solito disegnare come preparazione per un film.
Citando le parole dello stesso Fellini: "all'inizio di un film ho bisogno di disegnare, è un modo per cominciare a guardare il film in faccia, per vedere che tipo è un espediente per trattenere il film, o meglio ancora per intrattenerlo".
L' Erotismo Caricaturale delle immagini oniriche di Federico.
L' Erotismo Caricaturale delle immagini oniriche di Federico.
Il risultato è un cartone animato nel quale trovano spazio quelle "anatomie femminili ipersessuate ossessive", come egli stesso le chiamava. In questi disegni dal tratto veloce e dal colore essenziale ma accuratissimo, la trasgressione erotica sfiora l'oscenità e la pornografia.
Il linguaggio appare allusivo e poetico allo stesso tempo, e l'eccessività delle immagini viene abilmente alleggerita dalla musica di sottofondo, che fonde la sinuosità del jazz alle note classiche di grandi maestri come J.S.Bach o P.I.Tchaikovsky.
Le figure oniriche provengono direttamente da quell'inconscio nel quale Fellini diceva di avventurarsi meravigliosamente, e dal quale tirava fuori i soggetti dei suoi film.
Protagonista assoluto degli schizzi è la donna procace, abnorme, che nel suo essere prorompente fa sì che l'uomo venga raffigurato esclusivamente dal suo "membro".
http://www.winefashioneurope.com/wine-fashion-tv/
por Amarcord
Hablar de Federico Fellini, este ser deslumbrante del siglo XX, nacido un 20 de enero de 1920 en Rimini (Italia), es sin duda hablar de uno de los pocos artistas que nunca sucumbieron ante la maquinaria industrial del cine.
De nada sirvieron las imposiciones de los productores, aquellos que invierten su dinero buscando una rentabilidad. El arte no posee como fin primordial el devengar utilidades. El artista es un ser comprometido con el mundo y es por medio de la obra artística, en este caso el film, que se comunica con sus semejantes. Podrán reprochársele a Fellini muchas cosas, pero nunca el haber hecho algo ajeno a su manera de sentir. Entre su vida y su obra hay una compenetración total, una simbiosis perfecta.
Soy un tipo que anda por la vida con unas pocas ideas, unas cuantas imágenes y los ojos abiertos. Las grandes palabras (el Arte, el compromiso) me dan un poco de risa, me parecen inventos de la gente que le tiene miedo a la vida en su desorden maravilloso y primordial. Yo no tengo miedo al desorden, al caos: en “Ocho y Medio”, cuando todo el mundo exige al director que de una vez por todas explique lo que va a hacer con las grandes escenografías que ha montado, él se esconde debajo de la mesa y deja a todo el mundo gritando y discutiendo. Ese es su espectáculo. Ese es mi espectáculo.
No soy un autor de tipo “terapéutico”; en mis películas no sugiero soluciones, métodos, no propongo ideologías, me limito a ser testigo de lo que me sucede, a interpretar y expresar la realidad que me rodea. Si a través de mis películas, es decir, reconociéndose en ellas, los espectadores alcanzan una plena conciencia de sí mismos, se supone que se ha realizado esa condición de lúcida separación de sí mismos que es esencial para poder seguir haciendo nuevas elecciones, realizar modificaciones y transformaciones.
Cada film de Fellini nace, vive y forma al otro. Su obra es una autobiografía y, a la vez, el hacer cada película es un fundamental episodio de su vida. Cada película constituye su vivir presente, tanto como el recuerdo de lo vivido. No en su anécdota inmediata, limitada y concreta, sino en la totalidad de los mundos que crea (que ha vivido), y esencialmente en ese anhelo de Fellini de hacer saltar la fantasía sobre todas las realidades.
Fellini es un poeta, un visionario que invierte el enigma de los espejos, imprime los signos de su mitología interior a toda su obra, mitología cuya esencia resulta compleja y en la que pueden verse, mezclados en el autor, la infancia siempre presente, la fidelidad a un folklore inherente a Italia y el reencuentro con ciertas tradiciones esotéricas. Parecería que en este arsenal se entremezclaran la magia, el conocimiento y la herencia.
Soy un fabricante de sueños y cuando uno fabrica sueños, en parte es como si soñara. Si uno se pone a pensar demasiado, si uno se pone a querer entenderlo todo, se despierta y el sueño terminó. Tengo que seguir algunas imágenes, tengo que dejarlas crecer con cierta libertad.
Nunca hago juicios morales, no estoy capacitado para ellos; no soy censor, ni cura, ni político. No me gusta analizarme; no soy orador, ni filósofo, ni teórico. Solo soy un narrador y el cine es mi oficio.
Me he inventado todo para luego poder contarlo: una infancia, una personalidad, nostalgias, sueños, recuerdos…
La realidad es su vida de niño en la capital de provincia, donde su padre es comerciante. Allí se recuerda a sí mismo como un pequeño histrión, siempre dispuesto a llamar la atención, de cualquier modo. Luego el colegio de religiosos: un recuerdo de soledad, dureza y tristeza. Los domingos invernales le llevan a una playa, desierta y fría, que luego será un tema predilecto de sus films. En la plaza del pueblo hay un circo modesto, se hace amigo del clown, que cuida lloroso su animal enfermo, y se va con ellos. Al día siguiente le vuelven al colegio, pero ha sentido por primera vez el maravilloso hábito de la libertad y la atracción del vagabundaje. No lo olvidará nunca.
El cine se parece mucho al circo. Es posible que si el cine no hubiese existido, si no hubiera conocido a Rossellini y si el circo continuase siendo un espectáculo de cierta actualidad, me hubiera gustado mucho ser director de un gran circo, pues es exactamente una mezcla de técnica, precisión e improvisación. Al mismo tiempo que se desarrolla el espectáculo preparado y ensayado, se arriesga verdaderamente algo, es decir, se vive a la vez.
Sus años de adolescencia y juventud, en Rimini, son los de un hijo de papá, ocioso y mala cabeza, un inútil sumido en la indolencia, de la que no quiere desprenderse. Pero, rompe el cerco y se va a la conquista de su vida.
Hace de todo. En Florencia, caricaturas por los cafés: un poco menos que artista y un poco más que mendigo. Dibuja historietas. Es redactor, en Roma, de “Il Popolo” y luego trabaja en “Marco Aurelio” como diseñador y autor de chistes y caricaturas. Así perfecciona su sentido cómico, que le llevará al cine, en 1939, como “gagman” autor de trucos bufos, para films de Macario.
Nada es más triste que la risa, nada más hermoso, magnífico, estimulante, y enriquecedor que el terror de la desesperación profunda. Creo que cada hombre, mientras vive, es prisionero de este miedo terrible, en el cual toda prosperidad está condenada a fracasar, pero que guarda, incluso en su abismo más profundo, esa libertad esperanzadora que le permite sonreír en situaciones aparentemente desesperadas. Por eso la intención de los auténticos escritores de comedia, es decir, los más profundos y honestos, no es de ningún modo divertirnos únicamente, sino abrir desgarradoramente nuestras cicatrices más dolorosas para que las sintamos con más fuerza.
La guerra mundial viene a complicar más esta vida azarosa y pintoresca, dura y muchas veces mísera. En un restaurante, donde no tiene para pagar, le saca del apuro un cómico: Aldo Fabrizi. Se hacen amigos y le lleva en su compañía. Escribe sketches, letras de canciones, pinta decorados y es actor cuando alguno desaparece. Durante más de un año hace giras por las ciudades y pueblos, en plena guerra, llenas de incidentes y escaseces. Es aquí donde Fellini encuentra el sentido para su vida y su obra. Entre estos cómicos, bohemios y pobres, abocados a las peores realidades, pero siempre de frente a todas las ilusiones y esperanzas más infundadas.
Escribe guiones para la radio y en el curso de su trabajo conoce a Giuletta Masina, con quien se casa en 1943.
Giulietta es algo más que una actriz, pero esto es un hecho tan íntimo, tan esotérico que siempre que hablo de el me veo en dificultades. Giulietta fue realmente una especie de hada que me hizo pasar cierto umbral, me hizo cruzar cierta reja y me hizo penetrar en un paisaje, en un territorio que todavía no he descrito por completo pero que espero poder traducir en imágenes, si la fantasía me dirige a él nuevamente.
El final de la guerra es el caos que nos han pintado, tan verídico y sinceramente, las películas neorrealistas. Los maleantes, los limpiabotas, los vagos, los sin trabajo, los fugitivos pululan por todas partes, dispuestos a vivir de cualquier modo. Cogen a un a americano borracho y lo venden entero. Los americanos son el negocio para todos. Fellini, con otros abre un establecimiento extraño que consiste en hacer la caricatura de los soldados norteamericanos de ocupación, redactarles un texto y grabarlo en un pequeño disco, para que enviasen todo ellos a sus familias. Allí va a buscarlo Roberto Rossellini para que le escriba el argumento de una película corta, sobre un sacerdote fusilado por los alemanes. Este primer embrión de film corto acabará por convertirse en “Roma, ciudad abierta”, la película que hará triunfar el neorrealismo en el mundo entero.
Es aquí donde Fellini tiene la revelación del cine, como arte y como profesión. El cine viene a realizar en aquel hombre perdido en la vida, en aquel pequeño artista sin rumbo, cercano a la indigencia, la revelación que de niño tuvo frente a Charlot.
Un día noté que era director. Creo que no puedo recordar el momento exacto. Fue el primer día de rodaje de “El jeque blanco”. Es una historia auténtica, pero cada vez que la cuento, todo el mundo me mira como si estuviera inventando algo.
Siempre he pensado que el cine es un medio de expresión, un idioma del todo original que no está sujeto a ninguna de las demás formas del arte. Una película no se puede describir con palabras. Si hablo de ella, surge algo parecido a una materialización que no tiene nada que ver con la película. Si nace una película sobre imágenes verbales, para el futuro espectador nacerá preconcebida, extraña a sí misma. Por otro lado ni siquiera yo sé si se parece a la que quería hacer. Ya lo he ocultado dentro de mí, la he hecho clandestina.
Una criatura cambiante, mutante. Cuando aparece por primera vez es una nebulosa vaga e indefinida. El contacto con ella tiene lugar en la imaginación: es un contacto nocturno. Puede ser y es amistoso. En ese instante la película posee todo requisito, parece que es todo, y sin embargo no es nada. Es una visión, un sentimiento: en su pureza lo que fascina.
Ha comenzado la obra de uno de los realizadores más importantes del cine mundial de cualquier tiempo. También de los más admirados, de los más discutidos, de los de mayores y más resonantes éxitos. Esta obra es, a su vez, la continuación de su aventurera existencia, y le ofrece la temática de sus películas siguientes. Ya triunfador en el cine, conoce la “alta sociedad”, los ricos y poderosos, y el mundo fabuloso del cine mismo: será “La Dolce Vita”, “Ocho y medio”, “Giulietta de los espíritus”, estos últimos en lo lindero de lo fantástico.
Ante todo trabaja por gusto, por realizar una acción en la vida, y ese espíritu de “vitellone”, que guarda en sí, le impide ser corrompido por las ofertas económicamente tentadoras que le asaltan cuando ha tenido el gran éxito. Fellini es uno de los directores más premiados pero, a pesar de ello, es siempre un incomprendido, y sus proyectos encuentran grandes dificultades para ser realizados. Tiene que cambiar de productores constantemente.
Siempre, las profecías sobre sus películas han sido desastrosas, con una falta de visión, en casi todos, verdaderamente asombrosos. Al final de cada una de estas luchas, “agotado y acribillado de deudas”, acepta cualquier condición económica, pero nunca una transacción artística. Fellini es, ante todo, un gran artista creador, que necesita decir algo concreto e ineludible a la gente y a sí mismo.
El productor cinematográfico, uno de los personajes más típicos del capitalismo moderno, aliena la vida de sus subalternos. Nuestra profesión (cuando no conservamos con total claridad la idea de “frontera hostil” entre nosotros y el hombre que se encuentra detrás de su enorme escritorio) es la de “vidas vendidas”. Los productores no solo deciden el sentido de la producción, sino también el sentido de la mentalidad y el vestuario, e incluso la atmósfera psíquica de las masas que, por lo menos una vez por semana, son víctimas de las imágenes que las pantallas despliegan ante sus ojos. Quisiera decir que el cine (en el plano comercial y únicamente desde este punto de vista) es una venta de cocaína bien organizada (por el dinero que reporta), pero injustamente autorizada. Los productores son los autores de las reacciones antiartísticas.
Sobre Fellini y su obra han caído verdaderas cataratas de literatura, casi siempre polémica, casi siempre estéril y sin sentido. Porque se adoptan posiciones ideológicas estrictas por ambos lados, que tratan de cuadricular la vida. Y Fellini lo que siente, piensa y recoge en sus películas es la vida tal cual es, o él cree que es. Incluso con ese átomo de esperanza imposible y a la vez imperecedera que lleva a los hombres adelante, a través de todo y contra todo, hasta la muerte. Ha dicho a sus contradictores: “Lo que nos separa, sin duda es una visión materialista o espiritualista del mundo”. Por eso, la obra de Fellini está llena de contradicciones y resulta inaprensible. Es, a la vez, atractiva, con una indefinible fascinación, y decepcionante, con un toque de mistificación. Fellini quiere recoger la realidad, con su imaginación y su esperanza dentro, que la hacen atractiva y engañosa. Eso es todo, y lo demás yace en lo hipotético, para unos y otros.
La realidad de la vida, por cerrada y hosca que sea, es infinita, esta más allá de nuestras ideas, nuestros sistemas y nuestros esquemas. Sobre todos los hechos concretos hay siempre una solución, por ilusoria que sea: la solución poética. Que es la solución de Fellini. Transformar la realidad en ilusión, para que la ilusión sea realidad, quizás, algún día…
Soy un mentiroso, pero sincero. Me reprochan no contar siempre de la misma manera la misma historia. Pero esto sucede porque me invento desde el principio toda la historia, y encuentro que repetirme es aburrido para mí y poco amable para los demás.
Indudablemente, aquí he expresado nada más que algunas consideraciones sobre Federico Fellini. Restan por abarcar muchos aspectos de su vida. Tampoco he comentado su obra, ni siquiera me permití contar el argumento de sus películas. En principio, porque no sería nada fácil para mí y, en principio del principio, porque comparto la idea de que si algo se puede narrar, no necesita ser filmado. Para que me entienda esta última idea: ¿Con qué palabras podría describir la sonrisa de Gelsomina en “La Strada”?
Il linguaggio appare allusivo e poetico allo stesso tempo, e l'eccessività delle immagini viene abilmente alleggerita dalla musica di sottofondo, che fonde la sinuosità del jazz alle note classiche di grandi maestri come J.S.Bach o P.I.Tchaikovsky.
Le figure oniriche provengono direttamente da quell'inconscio nel quale Fellini diceva di avventurarsi meravigliosamente, e dal quale tirava fuori i soggetti dei suoi film.
Protagonista assoluto degli schizzi è la donna procace, abnorme, che nel suo essere prorompente fa sì che l'uomo venga raffigurato esclusivamente dal suo "membro".
http://www.winefashioneurope.com/wine-fashion-tv/
FEDERICO FELLINI (20/01/1920-31/10/1993)
In memoriam
por Amarcord
Hablar de Federico Fellini, este ser deslumbrante del siglo XX, nacido un 20 de enero de 1920 en Rimini (Italia), es sin duda hablar de uno de los pocos artistas que nunca sucumbieron ante la maquinaria industrial del cine.
De nada sirvieron las imposiciones de los productores, aquellos que invierten su dinero buscando una rentabilidad. El arte no posee como fin primordial el devengar utilidades. El artista es un ser comprometido con el mundo y es por medio de la obra artística, en este caso el film, que se comunica con sus semejantes. Podrán reprochársele a Fellini muchas cosas, pero nunca el haber hecho algo ajeno a su manera de sentir. Entre su vida y su obra hay una compenetración total, una simbiosis perfecta.
Soy un tipo que anda por la vida con unas pocas ideas, unas cuantas imágenes y los ojos abiertos. Las grandes palabras (el Arte, el compromiso) me dan un poco de risa, me parecen inventos de la gente que le tiene miedo a la vida en su desorden maravilloso y primordial. Yo no tengo miedo al desorden, al caos: en “Ocho y Medio”, cuando todo el mundo exige al director que de una vez por todas explique lo que va a hacer con las grandes escenografías que ha montado, él se esconde debajo de la mesa y deja a todo el mundo gritando y discutiendo. Ese es su espectáculo. Ese es mi espectáculo.
No soy un autor de tipo “terapéutico”; en mis películas no sugiero soluciones, métodos, no propongo ideologías, me limito a ser testigo de lo que me sucede, a interpretar y expresar la realidad que me rodea. Si a través de mis películas, es decir, reconociéndose en ellas, los espectadores alcanzan una plena conciencia de sí mismos, se supone que se ha realizado esa condición de lúcida separación de sí mismos que es esencial para poder seguir haciendo nuevas elecciones, realizar modificaciones y transformaciones.
Cada film de Fellini nace, vive y forma al otro. Su obra es una autobiografía y, a la vez, el hacer cada película es un fundamental episodio de su vida. Cada película constituye su vivir presente, tanto como el recuerdo de lo vivido. No en su anécdota inmediata, limitada y concreta, sino en la totalidad de los mundos que crea (que ha vivido), y esencialmente en ese anhelo de Fellini de hacer saltar la fantasía sobre todas las realidades.
Fellini es un poeta, un visionario que invierte el enigma de los espejos, imprime los signos de su mitología interior a toda su obra, mitología cuya esencia resulta compleja y en la que pueden verse, mezclados en el autor, la infancia siempre presente, la fidelidad a un folklore inherente a Italia y el reencuentro con ciertas tradiciones esotéricas. Parecería que en este arsenal se entremezclaran la magia, el conocimiento y la herencia.
Soy un fabricante de sueños y cuando uno fabrica sueños, en parte es como si soñara. Si uno se pone a pensar demasiado, si uno se pone a querer entenderlo todo, se despierta y el sueño terminó. Tengo que seguir algunas imágenes, tengo que dejarlas crecer con cierta libertad.
Nunca hago juicios morales, no estoy capacitado para ellos; no soy censor, ni cura, ni político. No me gusta analizarme; no soy orador, ni filósofo, ni teórico. Solo soy un narrador y el cine es mi oficio.
Me he inventado todo para luego poder contarlo: una infancia, una personalidad, nostalgias, sueños, recuerdos…
La realidad es su vida de niño en la capital de provincia, donde su padre es comerciante. Allí se recuerda a sí mismo como un pequeño histrión, siempre dispuesto a llamar la atención, de cualquier modo. Luego el colegio de religiosos: un recuerdo de soledad, dureza y tristeza. Los domingos invernales le llevan a una playa, desierta y fría, que luego será un tema predilecto de sus films. En la plaza del pueblo hay un circo modesto, se hace amigo del clown, que cuida lloroso su animal enfermo, y se va con ellos. Al día siguiente le vuelven al colegio, pero ha sentido por primera vez el maravilloso hábito de la libertad y la atracción del vagabundaje. No lo olvidará nunca.
El cine se parece mucho al circo. Es posible que si el cine no hubiese existido, si no hubiera conocido a Rossellini y si el circo continuase siendo un espectáculo de cierta actualidad, me hubiera gustado mucho ser director de un gran circo, pues es exactamente una mezcla de técnica, precisión e improvisación. Al mismo tiempo que se desarrolla el espectáculo preparado y ensayado, se arriesga verdaderamente algo, es decir, se vive a la vez.
Sus años de adolescencia y juventud, en Rimini, son los de un hijo de papá, ocioso y mala cabeza, un inútil sumido en la indolencia, de la que no quiere desprenderse. Pero, rompe el cerco y se va a la conquista de su vida.
Hace de todo. En Florencia, caricaturas por los cafés: un poco menos que artista y un poco más que mendigo. Dibuja historietas. Es redactor, en Roma, de “Il Popolo” y luego trabaja en “Marco Aurelio” como diseñador y autor de chistes y caricaturas. Así perfecciona su sentido cómico, que le llevará al cine, en 1939, como “gagman” autor de trucos bufos, para films de Macario.
Nada es más triste que la risa, nada más hermoso, magnífico, estimulante, y enriquecedor que el terror de la desesperación profunda. Creo que cada hombre, mientras vive, es prisionero de este miedo terrible, en el cual toda prosperidad está condenada a fracasar, pero que guarda, incluso en su abismo más profundo, esa libertad esperanzadora que le permite sonreír en situaciones aparentemente desesperadas. Por eso la intención de los auténticos escritores de comedia, es decir, los más profundos y honestos, no es de ningún modo divertirnos únicamente, sino abrir desgarradoramente nuestras cicatrices más dolorosas para que las sintamos con más fuerza.
La guerra mundial viene a complicar más esta vida azarosa y pintoresca, dura y muchas veces mísera. En un restaurante, donde no tiene para pagar, le saca del apuro un cómico: Aldo Fabrizi. Se hacen amigos y le lleva en su compañía. Escribe sketches, letras de canciones, pinta decorados y es actor cuando alguno desaparece. Durante más de un año hace giras por las ciudades y pueblos, en plena guerra, llenas de incidentes y escaseces. Es aquí donde Fellini encuentra el sentido para su vida y su obra. Entre estos cómicos, bohemios y pobres, abocados a las peores realidades, pero siempre de frente a todas las ilusiones y esperanzas más infundadas.
Escribe guiones para la radio y en el curso de su trabajo conoce a Giuletta Masina, con quien se casa en 1943.
Giulietta es algo más que una actriz, pero esto es un hecho tan íntimo, tan esotérico que siempre que hablo de el me veo en dificultades. Giulietta fue realmente una especie de hada que me hizo pasar cierto umbral, me hizo cruzar cierta reja y me hizo penetrar en un paisaje, en un territorio que todavía no he descrito por completo pero que espero poder traducir en imágenes, si la fantasía me dirige a él nuevamente.
El final de la guerra es el caos que nos han pintado, tan verídico y sinceramente, las películas neorrealistas. Los maleantes, los limpiabotas, los vagos, los sin trabajo, los fugitivos pululan por todas partes, dispuestos a vivir de cualquier modo. Cogen a un a americano borracho y lo venden entero. Los americanos son el negocio para todos. Fellini, con otros abre un establecimiento extraño que consiste en hacer la caricatura de los soldados norteamericanos de ocupación, redactarles un texto y grabarlo en un pequeño disco, para que enviasen todo ellos a sus familias. Allí va a buscarlo Roberto Rossellini para que le escriba el argumento de una película corta, sobre un sacerdote fusilado por los alemanes. Este primer embrión de film corto acabará por convertirse en “Roma, ciudad abierta”, la película que hará triunfar el neorrealismo en el mundo entero.
Es aquí donde Fellini tiene la revelación del cine, como arte y como profesión. El cine viene a realizar en aquel hombre perdido en la vida, en aquel pequeño artista sin rumbo, cercano a la indigencia, la revelación que de niño tuvo frente a Charlot.
Un día noté que era director. Creo que no puedo recordar el momento exacto. Fue el primer día de rodaje de “El jeque blanco”. Es una historia auténtica, pero cada vez que la cuento, todo el mundo me mira como si estuviera inventando algo.
Siempre he pensado que el cine es un medio de expresión, un idioma del todo original que no está sujeto a ninguna de las demás formas del arte. Una película no se puede describir con palabras. Si hablo de ella, surge algo parecido a una materialización que no tiene nada que ver con la película. Si nace una película sobre imágenes verbales, para el futuro espectador nacerá preconcebida, extraña a sí misma. Por otro lado ni siquiera yo sé si se parece a la que quería hacer. Ya lo he ocultado dentro de mí, la he hecho clandestina.
Una criatura cambiante, mutante. Cuando aparece por primera vez es una nebulosa vaga e indefinida. El contacto con ella tiene lugar en la imaginación: es un contacto nocturno. Puede ser y es amistoso. En ese instante la película posee todo requisito, parece que es todo, y sin embargo no es nada. Es una visión, un sentimiento: en su pureza lo que fascina.
Ha comenzado la obra de uno de los realizadores más importantes del cine mundial de cualquier tiempo. También de los más admirados, de los más discutidos, de los de mayores y más resonantes éxitos. Esta obra es, a su vez, la continuación de su aventurera existencia, y le ofrece la temática de sus películas siguientes. Ya triunfador en el cine, conoce la “alta sociedad”, los ricos y poderosos, y el mundo fabuloso del cine mismo: será “La Dolce Vita”, “Ocho y medio”, “Giulietta de los espíritus”, estos últimos en lo lindero de lo fantástico.
Ante todo trabaja por gusto, por realizar una acción en la vida, y ese espíritu de “vitellone”, que guarda en sí, le impide ser corrompido por las ofertas económicamente tentadoras que le asaltan cuando ha tenido el gran éxito. Fellini es uno de los directores más premiados pero, a pesar de ello, es siempre un incomprendido, y sus proyectos encuentran grandes dificultades para ser realizados. Tiene que cambiar de productores constantemente.
Siempre, las profecías sobre sus películas han sido desastrosas, con una falta de visión, en casi todos, verdaderamente asombrosos. Al final de cada una de estas luchas, “agotado y acribillado de deudas”, acepta cualquier condición económica, pero nunca una transacción artística. Fellini es, ante todo, un gran artista creador, que necesita decir algo concreto e ineludible a la gente y a sí mismo.
El productor cinematográfico, uno de los personajes más típicos del capitalismo moderno, aliena la vida de sus subalternos. Nuestra profesión (cuando no conservamos con total claridad la idea de “frontera hostil” entre nosotros y el hombre que se encuentra detrás de su enorme escritorio) es la de “vidas vendidas”. Los productores no solo deciden el sentido de la producción, sino también el sentido de la mentalidad y el vestuario, e incluso la atmósfera psíquica de las masas que, por lo menos una vez por semana, son víctimas de las imágenes que las pantallas despliegan ante sus ojos. Quisiera decir que el cine (en el plano comercial y únicamente desde este punto de vista) es una venta de cocaína bien organizada (por el dinero que reporta), pero injustamente autorizada. Los productores son los autores de las reacciones antiartísticas.
Sobre Fellini y su obra han caído verdaderas cataratas de literatura, casi siempre polémica, casi siempre estéril y sin sentido. Porque se adoptan posiciones ideológicas estrictas por ambos lados, que tratan de cuadricular la vida. Y Fellini lo que siente, piensa y recoge en sus películas es la vida tal cual es, o él cree que es. Incluso con ese átomo de esperanza imposible y a la vez imperecedera que lleva a los hombres adelante, a través de todo y contra todo, hasta la muerte. Ha dicho a sus contradictores: “Lo que nos separa, sin duda es una visión materialista o espiritualista del mundo”. Por eso, la obra de Fellini está llena de contradicciones y resulta inaprensible. Es, a la vez, atractiva, con una indefinible fascinación, y decepcionante, con un toque de mistificación. Fellini quiere recoger la realidad, con su imaginación y su esperanza dentro, que la hacen atractiva y engañosa. Eso es todo, y lo demás yace en lo hipotético, para unos y otros.
La realidad de la vida, por cerrada y hosca que sea, es infinita, esta más allá de nuestras ideas, nuestros sistemas y nuestros esquemas. Sobre todos los hechos concretos hay siempre una solución, por ilusoria que sea: la solución poética. Que es la solución de Fellini. Transformar la realidad en ilusión, para que la ilusión sea realidad, quizás, algún día…
Soy un mentiroso, pero sincero. Me reprochan no contar siempre de la misma manera la misma historia. Pero esto sucede porque me invento desde el principio toda la historia, y encuentro que repetirme es aburrido para mí y poco amable para los demás.
Indudablemente, aquí he expresado nada más que algunas consideraciones sobre Federico Fellini. Restan por abarcar muchos aspectos de su vida. Tampoco he comentado su obra, ni siquiera me permití contar el argumento de sus películas. En principio, porque no sería nada fácil para mí y, en principio del principio, porque comparto la idea de que si algo se puede narrar, no necesita ser filmado. Para que me entienda esta última idea: ¿Con qué palabras podría describir la sonrisa de Gelsomina en “La Strada”?
Scusa, come si fa ad unire le due tracce?. Grazie.
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Grazie, molto gentile.
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