TÍTULO ORIGINAL
Mia madre
AÑO
2015
IDIOMA
Italiano
SUBTÍTULOS
Español (Separado) e Inglés e Italiano (Opcionales)
DURACIÓN
102 min.
PAÍS
Italia
DIRECCIÓN
Nanni Moretti
GUIÓN
Nanni Moretti, Francesco Piccolo, Valia Santella
FOTOGRAFÍA
Arnaldo Catanari
REPARTO
Margherita Buy, Nanni Moretti, John Turturro, Giulia Lazzarini, Beatrice Mancini, Stefano Abbati, Enrico Ianniello, Anna Bellato, Tony Laudadio, Lorenzo Gioielli, Pietro Ragusa, Tatiana Lepore, Monica Samassa, ver 10 más
PRODUCTORA
Coproducción Italia-Francia-Alemania; Sacher Film Rome, Fandango Produzione, Le Pacte, arte France Cinéma, RAI Cinema, Cinémage 8, Cofinova 10, Ciné+, Canal+, Westdeutscher Rundfunk (WDR), arte France Cinéma
GÉNERO
Drama | Cine dentro del cine. Familia. Enfermedad
Premios
2015: Premios César: Nominada a mejor película extranjera
2015: Festival de Cannes: Sección oficial largometrajes a concurso
2015: Premios del Cine Europeo: Nominada a Mejor director y actriz (Buy)
2014: 2 Premios David di Donatello, incluyendo mejor actriz (Buy). 10 Nom.
El director italiano Nanni Moretti incluye con ‘Mia Madre’ otra buena película en su filmografía. El siempre correcto Moretti, tras el tono cómico adoptado en su ‘Habemus Papam’, vuelve a explotar su lado más intimista que ya viéramos en la magnífica ‘La habitación del hijo’. Quizás ‘Mia Madre’ no pasará a la historia como una las mejores películas de Moretti o de la historia del cine, pero poco reproche se le puede hacer desde el punto de vista argumental, técnico o artístico.
El filme nos sitúa en el universo adulto, un lugar donde el equilibrio entre la vida personal y profesional es un duro ejercicio de malabares. Un espacio donde las experiencias, buenas o malas, pueden desencadenar una inesperada crisis que derriba hasta las estructuras más robustas. Crisis como característica principal de todos y cada uno de los personajes. Una madre cuyo cuerpo y mente entran en colapso y que desencadena, principalmente, que su hijos se vean envueltos en un brete personal, familiar y profesional. Una nieta que inicia la difícil etapa de la rebeldía adolescente, una estrella del cine estadounidense venida a menos con problemas de mucha índole y una sociedad obrera en crisis por la depresión económica.
Con tantos personajes y tan diferentes situaciones, Moretti es capaz de crea una historia muy bien hilada, donde cada uno tiene su razón de ser y cada diálogo y situación forma parte de un todo muy bien pensado. La protagonista, interpretada por una magnífica Margherita Buy hija de la mama enferma en la ficción, es una directora de cine en pleno rodaje que decide enfrentarse a todas sus dificultades, temores y vicisitudes con determinación sin mostrar debilidad. En contraposición, su hermano en la película, el propio Moretti, decide dar un paso atrás y ausentarse por propia precaución de sus obligaciones profesionales mientras su madre se encuentre convaleciente. Diferentes formas de afrontar los aprietos cotidianos que obviamente conlleva diferentes resultados.
Pese al duro tema que trata, la película es emotiva y no especialmente sentimental. Lo consigue construyendo la historia desde la dulce perspectiva de la gratitud de la familia hacia una matriarca que deja muy buenos recuerdos entre ellos. Y sobretodo desde el humor que aporta la intervención del famoso actor americano en desgracia que viaja a Italia a participar en la película que rueda la hija de la enferma. John Tunturro no puede estar mejor en su interpretación de excéntrico actor que apenas sabe italiano y se mueve por impulsos. La exasperación que provoca en la protagonista da lugar a escenas cómicas que ayudan a rebajar la intensidad dramática de la película y se convierten en necesarias y oportunas.
Nanni Moretti siempre nos convence y con ‘Mia madre’ lo ha vuelto a hacer, cosa que nos alegra enormemente porque no pierde su etiqueta de valor seguro. La película supone por su parte otro ejercicio de demostración de su madurez como artista y revalida su título como digno representante del mejor cine italiano y europeo.
Victor Aguado
https://macguffin007.com/2015/11/17/critica-mia-madre/
El desconcierto frente a la muerte siempre será algo inexplicable, no para la razón, pero sí para el alma.
La pérdida de un ser querido, de tu propia sangre, que es un pedazo de tu historia y tu identidad nos enfrenta a nuestras contradicciones más profundas, nuestra impotencia, el temor más íntimo a nuestra propia desaparición, nos hace preguntarnos cuan imprescindibles somos, quienes nos necesitan, como querríamos dejar este mundo y creer, o desear creer, que tenemos la chance de elegir esa partida.
Nanni Moretti, al cual conocí en 1993 gracias a su personalísimo film “Caro Diario”, me vuelve a emocionar hasta los huesos 22 años después, en los cuales pasaron grandes obras como “Aprile” (1998) y “La habitación del hijo”(2001)indiscutibles expresiones genuinas de un verdadero autor cinematográfico. Hoy siento que su discurso es aún más maduro, más intenso, más nítido, y ante todo simple, puro y cristalino, que se refleja en las imágenes que imprime en la pantalla, una característica ya originaria en él, la cual veo ahora más depurada.
La simpleza de N. Moretti es una síntesis profunda de muchos elementos: una mirada atenta y sutil dejándonos ver con fluidez un devenir de momentos, algunos felices otros tristes, que no sabemos en qué orden vienen ni cuánto durará cada uno de ellos. Su cámara nos acompaña en cada uno de esos opuestos, con calma, observadora, cercana pero nunca invasiva, como si acariciara a los personajes y a las escenas, como una compañera fiel, sin ansiedad, sin premura, expectante y exenta de vulgares preciosismos.
Pero aún no he dicho nada acerca del relato y sus personajes, argumentalmente hablando, resumo entonces en pocas líneas de que trata el film. Es la historia de Margherita (Marguerita Buy) una mujer de mediana edad, directora de cine, en pleno rodaje de una de sus nuevas producciones – que parecieran ser siempre de corte social – que un día se enfrenta, junto a su hermano Giovanni (Nanni Moretti), a la enfermedad de su madre y poco a poco a su inevitable muerte.
La alquimia que existe entre ambos actores es sublime, ya en sus personalidades complementarias: pues Marguerita está ansiosa, angustiada, en una crisis de negación, sufriendo su impotencia, frágil, nostálgica, enormemente vulnerable, mientras que Giovanni, templado, calmo, asume lo que la vida dispone, sufre en una suerte de silencio íntimo y contiene a su hermana con ese amor inexplicable que es el de la hermandad.
Se nota claramente la confianza, complicidad y conocimiento que se tienen Nanni y Marguerita, eso nos permite percibir el vínculo de una manera muy creíble y sensible, enormemente sensible. Entre ambos se abre un canal donde fluyen los sentimientos más íntimos de Moretti sobre este tema, algo ya vivido por él: su verdadera madre fallece en momentos en que él estaba trabajando en el montaje de un film. Pero esta película no es un simple exorcismo, en la que pone a una directora como alter ego y hace catarsis de sus dolores personales, es, sin duda, mucho más que eso. Lejos del golpe bajo o la lágrima fácil, Moretti nos retrata un poco a todos parados en la vida, frente a la muerte.
Completa el triángulo, La Madre (Giulia Lazzarini) que nos entrega una brillante actuación sobre una mujer que realmente tuvo una vida y que ahora no comprende porque sucede lo que sucede: estar internada, vivir en ese mundo clínico lejos de sus pequeñas cosas, esperando volver a su universo cotidiano, que poco a poco deja de entender y va perdiendo la conciencia del devenir infalible, viviendo de a momentos lúcida, de a momentos muy lejos de todo…
Marguerita también tiene una hija adolescente y un ex esposo, que lejos del cliché de “hija adolescente conflictiva” y “ex esposo problemático”, la película presenta un vínculo armonioso, sin tensiones innecesarias que no sumarían ninguna riqueza al film.
Mientras Marguerita vive el inevitable paralelo de la vida, que es una alternancia permanente, la vemos dirigiendo su film, con un actor recién llegado de USA, el antagonista de la ficción del rodaje, que personifica a un americano poderoso que viene a Italia para comprar una fábrica que está en quiebra, y decide, una vez convertido en el nuevo Dueño, que despedirá a una buena parte de sus empleados, cuestión que dispara el intenso conflicto social de esa historia.
Este personaje impecable, absurdo, perfecto e impactante es Barry (John Tunturro) que es una estrella brillando en el film, un pedante insoportable que dice haber filmado con Kubrick , que sueña que Kevin Spacey lo quiere matar , que no puede memorizar la letra y habla mal el italiano, generando escenas desopilantes. Es tan detestable como adorable, y es la postal de lo que sucede en el universo de los rodajes, lo imprevisible, lo problemático, lo inevitable. Mientras Marguerita convive con todos los avatares de ese mundo, lucha con los fantasmas interiores de su otra realidad, la que vive en su intimidad familiar.
“Todos piensan que yo soy capaz de entender lo que ocurre, de interpretar la realidad, pero yo ya no entiendo nada” piensa en silencio Marguerita frente a una rueda de prensa que la interroga acerca de la película en proceso.
Por otro lado, vemos una situación típica de rodaje donde todo se embrolla y no logran rodar una estúpida escena, entonces, hastiada, Marguerita toma una decisión radical para resolverla, al otro día, en distintas condiciones. Pero al día siguiente aparecen una serie de problemas nuevos a causa de su fatal decisión y Marguerita abrumada grita:“Porqué tienen que hacerle siempre caso al director que también puede ser un reverendo estúpido!!!”. Me reí un largo rato, me hizo recordar una vieja frase de Orson Welles que dice algo como ….en un rodaje, hay verdaderamente una sola persona que puede tomar decisiones estúpidas sin que nadie se dé cuenta: el Director.
Una clave del film es que la realidad,sueños, visiones y recuerdos se mixturan en la mente de Marguerita como una misma cosa, un contínuo. Y todo eso camina con la misma urgencia dentro de ella. Son sus sentimientos más privados expresados de diversas formas sensoriales.
Magistralmente Moretti nos muestra todos esos planos de la percepción filmados con la misma estética, unificando toda la subjetivación del personaje y transformando todas las capas de realidad (imaginarias – tangibles) en una sola.
En un momento tan simple como el de Marguerita caminando por la calle, vemos la aparición de su hermano Giovanni, una alucinación, que irrumpe en la escena con el mismo realismo que el resto de la gente que los rodea y le susurra al oído: “Hacé algo nuevo, rompé tu esquema. ¿No conseguís dejarte llevar con ligereza por un rato?”
A todo esto el relato va apuntalado por la hermosa música del compositor estonio Arvo Pärt, que te entra directamente en el estómago, llenándonos de sensaciones que ya no podremos abandonar.
Soledad y compasión son dos palabras que no he nombrado, pero que discurren entre los personajes de este film como parte de su universo, una soledad esencial, la de la existencia misma, y una compasión inevitable, la de ver sufrir a quien amas.
“Que el actor esté siempre junto al personaje” repite varias veces a sus actores Marguerita en el rodaje, una frase que parece ser antológica en su carrera. Esa frase que se refiere a “no perder la identidad” aunque te desdobles en dos partes, nos habla de una forma de estar ahí, algo que logra ampliamente Nanni Moretti y al final, sin duda alguna, Marguerita, cuando, sobre la música de Schuman que abre la última secuencia , nos enfrentamos a la mirada de Marguerita que nos atraviesa, mientras sueña o tal vez , recuerda , a su madre frente al espejo, acomodándose el cuello de la blusa, a su madre y su reflejo… eternas.
Victoria Leven
https://loscuentahistorias.com/2015/08/mia-madre-2015italia-francia-nanni-moretti-by-victoria-leven/
En Mia Madre, Margherita es una directora de cine políticamente comprometida, que está a punto de separarse de Vittorio, un actor con el que tiene una hija adolescente. Su hermano decide dejar el trabajo para dedicarse a cuidar a su madre, gravemente enferma en el hospital. La enfermedad de la ‘mamma’ y el proceso de asimilación de su inevitable pérdida alterará completamente la vida cotidiana y emocional de sus hijos.
“Quien no lucha ya está perdido.” Suena a consigna política y, sin embargo, se trata de una pancarta personal, escrita seguramente por el familiar de algún paciente grave y colgada de una ventana, en un hospital público de Roma. Cuando Margherita la ve, tal vez le suene a alguna de las consignas levantadas por los obreros de la fábrica en riesgo de achicamiento, en la película que ella misma rueda en ese momento. Ficción y realidad se le cruzan a Margherita desde el momento en que a su madre hubo que internarla, producto de una complicación cardíaca. Se cruzan también en la forma misma de Mia Madre, la nueva película de Nanni Moretti, que a pesar de ser una de las favoritas de la edición 2015 de Cannes se fue de la Costa Azul con las manos vacías. El ya sexagenario director de Caro Diario vuelve a abordar en Mia Madre el tema del duelo, tratándolo esta vez tal de la forma en que él mismo lo experimentó, durante el rodaje y edición de Habemus Papam: como una suerte de virus, que al creador de ficciones se le mezcla con el producto de su trabajo.
El contagio entre vida y obra, entre realidad y ficción, propio de la obra de Moretti, alcanzó su panacea en la trilogía magistral de Palombella Rosa (1989), Caro Diario (1993) y Aprile (1998), donde la fusión alcanzaba límites de exultante esquizofrenia. Dado su tema y el mismo hecho de que Moretti no es ya un cuarentón espléndido, es lógico que el tono y exposición de Mia madre sean más contenidos que en aquella trilogía. Los allegros previos dan lugar a un réquiem, no grave ni solemne, pero sí inevitablemente introspectivo. Un poco a la manera de Woody Allen (a quien, al menos en una época, admiraba), Moretti vuelve a sustraerse del rol protagónico, reservándose uno colateral y cediendo el centro de la escena a la sensibilísima Margherita Buy, quien tras Il Caimano (2006) y Habemus Papam (2011) da un paso al frente en la filmografía del autor.
Como Kenneth Branagh en Celebrity y Larry David en Whatever Works, Margherita Buy “hace” de Nanni Moretti, siendo al mismo tiempo otra. Cumple con lo que su personaje de directora les pide a los actores, y ninguno de éstos entiende: que se entreguen al papel, manteniéndose al costado del personaje. Los arrebatos alla Moretti –el más genial de los cuales es la escena en que, tras haber tomado una decisión que se prueba incorrecta, Margherita les grita a los miembros del equipo por haberle hecho caso, argumentando que “el director es un pelotudo”– son exabruptos de un carácter más frágil y receptivo que el del personaje-Moretti. Atenazada entre el deterioro de su madre y los actings histéricos de la estrella de Hollywood a la que contrató (Barry Huggins, interpretado por un divertido John Turturro), Margherita no explota, como lo haría Moretti en Aprile: implosiona. Se queda perpleja, los ojos muy abiertos, se le escapan soliloquios íntimos en medio del rodaje o estalla en llanto, en una de las mejores escenas, por una banalidad como no encontrar la factura de la luz de la mamma.
A la medida de su protagonista, la película entera deviene frágil, receptiva e implosiva. Los gestos más idiosincrásicos, más morettianos, quedan a cargo de mamma Ada (extraordinaria Giulia Lazzarini), ex profesora de latín que intenta recordar una palabra olvidada o se arregla, coqueta, ante el espejo, tras un regreso postrero a su casa. Efecto seguramente de la medicación, en el curso de la internación mamá Ada comienza a confundir recuerdos, sueños y realidad. Lo mismo le sucede a la película, que halla allí su zona más sugerente, más rica, más interesante. Siempre convencido de que la realidad es mucho más que lo meramente visible, Moretti no discrimina deliberadamente los distintos planos, filmando escenas de sueño como si fueran de vigilia (la muerte de la madre), escenas de ficción como reales (la secuencia inicial) y “onirizando” o teatralizando otras, mediante una iluminación de fuertes contrastes entre sombras cerradas y luces puntuales. Como resultado, el espectador es llevado a un estado de desconcierto o confusión, que lo ponen en el lugar de la protagonista. O el de su madre.
Hay tal vez en Mia Madre alguna tendencia a la reiteración, una retención emocional en algunos tramos excesiva. Flaquezas rotundamente salvadas, gracias a un Schumann que en los últimos minutos eleva el nivel emocional y, sobre todo, a un plano final extraordinario, en el que el vacío se hace presente de golpe, quedándose con la última palabra y dejando a la protagonista asomada a él, como el Scottie Ferguson de Vértigo.
http://www.panteracine.com/mia-madre-nanni-moretti/
i link 2,3,4 mediafire dice che non sono attivi
ResponderEliminarciao
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