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miércoles, 18 de noviembre de 2020

Suspiria - Luca Guadagnino (2018)

 

TITULO ORIGINAL Suspiria
AÑO 2018
IDIOMA Italiano
SUBTÍTULOS Español (Separados)
DURACIÓN 152 min.
PAÍS Italia
DIRECCIÓN Luca Guadagnino
GUIÓN Dave Kajganich (Personaje: Dario Argento, Daria Nicolodi)
MÚSICA Thom Yorke
FOTOGRAFÍA Sayombhu Mukdeeprom
REPARTO Dakota Johnson, Tilda Swinton, Chloë Grace Moretz, Mia Goth, Jessica Harper, Sylvie Testud, Angela Winkler, Malgorzata Bela, Renée Soutendijk, Ingrid Caven, Lutz Ebersdorf, Vanda Capriolo, Toby Ashraf, Fabrizia Sacchi, Elena Fokina, Christine Leboutte, Olivia Ancona, Doris Hick, Alek Wek, Jessica Batut, Clémentine Houdart, Brigitte Cuvelier, Vincenza Modica, Marjolaine Uscotti, Charo Calvo, Elfriede Hock, Iaia Ferri, Gala Moody, Sara Sguotti, Anne-Lise Brevers, Halla Thordardottir, Stephanie McMann, Majon Van der Schot, Maria Bregianni, Josepha Madoki, Navala 'Niko' Chaudhari, Karina El Amrani, Mikael Olsson, Fred Kelemen, Greta Bohacek, Joel-Dennis Bienstock
PRODUCTORA Coproducción Italia-Estados Unidos; First Sun, Frenesy Film Company, MeMo Films, Amazon Studios, Mythology Entertainment, K Period Media, Muskat Filmed Properties, Vega Baby Releasing, Videa. Distribuida por Amazon Studios
GÉNERO Terror. Fantástico. Thriller | Remake. Años 70

Sinopsis
Susie Bannion (Dakota Johnson) es una joven estadounidense que viaja a Berlín para cursar sus estudios de danza en una de las escuelas más prestigiosas del mundo, dirigida por Madame Blanc (Tilda Swinton). El mismo día en el que ingresa en la escuela, una de las alumnas, recientemente expulsada, es asesinada. No se trata de un hecho aislado, lo que hace sospechar a la brillante estudiante sobre la implicación de la escuela en los homicidios. Su desconfianza aumenta cuando una compañera le cuenta que antes de que Pat muriera, ésta le confesó que conocía un terrorífico secreto. Remake del clásico giallo homónimo, dirigido por Dario Argento en 1977.(FILMAFFINITY)

Premios
2019: Premios David di Donatello: 6 nominaciones, incluyendo mejor música
2018: Festival de Venecia: Sección oficial largometrajes a concurso
2018: Critics Choice Awards: Nominada a Mejor film de terror y Maquillaje
2018: Premios Independent Spirit: Mejor fotografía y Premio Robert Altman
2018: Asociación de Críticos de Chicago: Nominada a Mejor banda sonora

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La forma es sustancia
Por Diego Barboni

¿Qué sentido puede tener el remake de una «obra maestra»? ¿Cómo hacer que una operación tan ambiciosa valga la pena? Luca Guadagnino, recién salido del éxito planetario de Call me by your name (2018), dispuesto a realizar su propia versión de la Suspiria (1977) original de Dario Argento —un hito en la historia del cine de terror—, tenía dos opciones: por un lado, realizar una copia del original, como podría ser el caso de Psycho (1998) de Gus Van Sant o del auto-remake de Funny Games (2007) realizado por Michael Haneke, casos en los que el remake adquiere un sentido conceptual, ya sea de reflexión metacinematográfica o de juego con el espectador. La segunda opción posible era la de modificar totalmente la obra base, hasta el punto de producir un filme que no mantuviera de la primera más que el título y el esqueleto narrativo. Esta última es la elección que tomó el director siciliano, quien de hecho se refiere a la película más como un homenaje a su homónima de hace cuarenta años.

Y es que, desde la escena de la llegada de Susie al aeropuerto, la nueva Suspiria (2018) empieza a marcar diferencias con respecto a la vieja: mientras que en la versión anterior la música hipnótica y fuerte insistencia en el color rojo marcaban el ingreso a un mundo de pesadilla, en esta, dicha escena —que de por sí llega diez minutos después del prólogo—, se caracteriza por el color gris y por la total ausencia de música. En adelante, casi todas las elecciones de Guadagnino serán orientadas a la creación de un objeto fílmico mucho más sobrio que el original, sobre todo a nivel de impacto audiovisual. En el aspecto sonoro, la inolvidable banda sonora de Goblin, expresionista y alucinante, es reemplazada, en las pocas ocasiones en que la música se hace presente, por las suaves melodías de voz y piano de Thom Yorke; en el aspecto visual, las tonalidades cromáticas plúmbeas, tal vez porque la narración está ambientada en los llamados Años de plomo, sustituyen (salvo en la escena del Sabat) al triunfo de colores primarios que contribuía a la creación de una atmósfera sobrenatural en la película de Argento. El mismo concepto de miedo es radicalmente diferente. En la película de Guadagnino no hay sustos, la atmósfera se va construyendo paulatinamente, con un climax lento pero constante. Tal vez un parecido interesante, en este aspecto así como por el tema central, se pueda encontrar con la notable The Lords of Salem (2012) de Rob Zombie.

Sin embargo, más allá de las comparaciones, la nueva Suspiria también cuenta con algunas propuestas, más o menos interesantes o acertadas. La más evidente, y probablemente la menos convincente, es la fuerte insistencia en las referencias históricas. Por un lado, el presente de la película, ambientada en 1977, está marcado por la atmósfera típica de los Años de plomo, y principalmente por la actividad del grupo Baader-Meinhof, sin olvidar que el mismo edificio de la escuela de danza, en sí mismo un protagonista de la narración, está ubicado frente al Muro de Berlín (mientras que la película original estaba ambientada en Friburgo). A su vez, toda la parte relativa a la historia personal de Klemperer, único personaje masculino importante, está fuertemente relacionada con los eventos de la Segunda Guerra Mundial. Lamentablemente, y a pesar de las intenciones de los autores, estas referencias históricas se quedan a un nivel bastante superficial sin lograr integrarse a la narración principal de manera fértil. Otro aspecto a resaltar de la película, y en parte relacionado con el anterior, es su dimensión feminista: en un mundo dominado por los hombres (y con resultados terribles, como nos dejan claro las referencias históricas), la escuela de danza dominada por las brujas representa un enclave regido por un poder matriarcal totalmente ajeno y alternativo a la sociedad masculina, de hecho el personaje masculino referido antes es interpretado por una mujer, la siempre magistral Tilda Swinton. Sin embargo, también en este caso, dicho componente feminista parece tener una dimensión solamente anecdótica, a falta de una más profunda puesta en discusión de la sociedad patriarcal, la cual no parece constituir un interés central del filme.

El último aspecto está relacionado con la preminencia que se le da aquí, en relación a la primera Suspiria, a la danza. Y es que, si en la película de Argento la ambientación en una escuela de danza tenía su razón de ser principalmente a nivel narrativo, como lugar eminentemente femenino, en la de Guadagnino la danza adquiere, desde todos los puntos de vista, un papel central. Si a nivel narrativo la progresiva afirmación de la personalidad de Susie empieza y se desarrolla a través de la danza, desde una mirada conceptual, la centralidad del baile tiene otos tantos matices. En primer lugar, como disciplina donde se afirma el control de la mente sobre el cuerpo (tema central, tratándose de una película de brujas, como vemos en una de las escenas más impactantes, en la que el baile de Susie tiene efectos directos y devastadores sobre el cuerpo de otra chica), en segundo lugar, como se decía, el ballet Volk tiene una serie de connotaciones metahistóricas, como nos explica Madame Blanc, la maestra de baile. Finalmente, toda una serie de indicaciones de la misma Madame Blanc acerca del sentido de la danza pueden ser tomadas en su conjunto e interpretadas como una especie de manifiesto estético del mismo Guadagnino. Pienso, por ejemplo, en la escena en que la maestra habla del movimiento como lenguaje, palabras que muy bien se podrían adaptar al arte cinematográfico. Y precisamente la calidad puramente visual y abstracta del ballet Volk, en la poderosa escena de su estreno frente al público, es también la mejor cualidad de este objeto cinematográfico curioso e inasible: una película visualmente refinada, hasta el punto de resultar a veces fría, tal vez menos profunda de lo que pretende ser, pero a la vez una sincera declaración de amor al cine y al arte, o al menos a lo que sus creadores entienen de ello.
http://correspondenciascine.com/2019/01/suspiria-de-luca-guadagnino/

Adaptaciones, historias y hermanas 

Lo primero que hay que entender de la adaptación de Luca Guadagnino es que no se trata de una adaptación a partir de la película de Dario Argento, sino a través del guión que escribió con Daria Nicolodi. Desde ahí nos podemos adentrar en las profundas diferencias entre estas cintas. Porque, claro, se trata de dos realizaciones libres a partir de un mismo guión.

La idea original de Suspiria -y su posterior desarrollo en la genialmente onírica Inferno (1980) y el bodrio de La Terza madre (The Mother of Tears)- viene de un libro de ensayos del gran escritor y connotado opiómano inglés Thomas De Quincey. En su libro Suspiria de Profundis, De Quincey introduce un relato ensayístico sobre las tres hermanas que acompañan a la diosa del aprendizaje en el camino hacia el duelo: la madre de las lágrimas, la madre de los suspiros y la madre de las tinieblas.

Fue ahí en donde Argento encontró la inspiración para volver literal la alegoría del escritor inglés y presentar estas calamidades como viejas entidades sobrenaturales que habitan la tierra en diferentes puntos cardinales sin ceder a su poder y sin poder morir. Al considerar el escrito de De Quincey, vemos que la inspiración de Guadagnino va mucho más lejos que el simple pastiche u homenaje. La fuente misma del guión de Argento está presente en la mención de las tres madres (Mater Lachrymarum, Mater Suspiriorum, Mater Tenebrarum) y en la inusual inspiración que ronda a la misteriosa figura de Viva Blanc.
El ensayo de Thomas De Quincey comienza con una descripción de la diosa romana Levana, la diosa que da a luz, la diosa del renacer, de la enseñanza y, claro, la figura de la elevación (del verbo latín e italiano “Levare”). Es una figura misteriosa que nunca revela su verdadero rostro y que se oculta en los sueños.

Todas las relaciones entre Levana, la fuerza renovadora y Mme. Blanc toman sentido en el escrito de De Quincey y la forma en que lo replantea Guadagnino al interior de una lucha de poder en la academia. Sabemos que Mme. Blanc es la coreógrafa encargada de la compañía y que fueron sus bailes los que levantaron al grupo de Markos en la posguerra. Así, es en ella que se encarna la figura de la instructora, de la que aprende a saltar, de la fuerza renovadora en la estructura del Tanzgruppe. Es ella la que hace soñar a las alumnas para arrancar, de las profundidades inconscientes de sus pesadillas, un talento único.

Es por eso que la figura de Mme. Blanc está en el centro de un cisma: ella es la figura del cambio y el renacimiento; la figura de una revolución en el seno de un comuna democrática de compleja jerarquía matriarcal. Y el cisma que divide a esta comunidad de brujas imita el cisma ideológico y social de un Berlín dividido por el Otoño Alemán. Mientras Mme Blanc es la fuerza que busca innovar (con una nueva obra que tratará sobre renacimientos: Wieder Öffnen o Abierto Nuevamente) la academia de baile y sus rituales, Helena Markos es la fuerza autoritaria que mantiene sometidas a las alumnas con un yugo de poder vanidoso. Blanc cree en la llegada de algo, cree en una renovación (que finalmente vendrá con el renacimiento de una verdadera Mater) y cree en proteger a las alumnas de los designios egoístas de Markos.

Cuando las maestras de la academia mantienen una votación de grupo, Markos gana encima de Blanc por una vieja superstición que alimenta la vieja bruja: ella misma se hace llamar Mater, haciendo alusión a que es, en realidad, una de las tres madres. Bajo esta insignia de poder, Markos pide un cuerpo joven y poderoso para continuar un reinado despótico que se debilita por el peso de las enfermedades. Ahí está la verdadera relación entre el contexto histórico-político que plantea Guadagnino y lo que sucede dentro del Tanzgruppe: dos movimientos revolucionarios están despertando para denunciar la pervivencia de viejos autoritarismos traumáticos.
Así como el Tanz gruppe, Berlín está dividido por el recuerdo doloroso del Holocausto traído a flote por el grupo de Baader-Meinhof. Hay que recordar que la RAF secuestra, en ese año de 1977, a un portentoso empresario y líder de la Asociación Alemana de Trabajadores, Hanns Martin Schleyer por su participación en el movimiento Nacionalsocialista y, en particular, por ser parte de la SS. Fuera de la brutalidad de los ataques de la RAF y de las muertes colaterales que causaron (nada más en el secuestro de Schleyer mataron a cinco personas), las demandas de los revolucionarios recordaron a toda la sociedad alemana la permisividad con la que habían vuelto a aceptar, en el servicio público, a líderes Nazis.

Los recuerdos del holocausto salen a flote con las menciones de la RAF y su lucha antifascista, pero también por los dolorosos recuerdos del Dr. Joseph Klemperer y por la vieja obra con la que Mme Blanc había salvado a la academia Markos en 1948. Esa obra, con todas las insinuaciones que eso admite, se titulaba Volk (pueblo), un concepto favorito de la propaganda de Goebbels durante el Tercer Reich. El poder renovador de la protesta de Mme Blanc toma efecto, entonces, contra el autoritarismo que sigue permeando en su academia, contra el reinado despótico y egoísta de una líder votada democráticamente y a la que todos se someten bajo sueños de viejas glorias impostadas.

En espejo, como si de un baile se tratara, la lucha dentro de la academia es también una lucha contra el recuerdo de autoritarismos basados en viejas ideas de poder; una lucha por la renovación, el amanecer, una nueva apertura. Por algo la confusión de Patricia -que el Dr. Klemperer quiere ver como un desplazamiento- entre deseos revolucionarios y el apego que tiene por Mme Blanc. Por algo, también, el comentario de Susie Bannion al despertar su poder interno, erótico, transformador, cuando comenta, en espejo, sobre la situación del aquelarre y del mundo que lo rodea: “Qué desorden el de afuera, qué desorden el de aquí adentro.”
En la revelación de la verdadera Mater Suspiriorum, Mme Blanc no puede ver el éxito de su enseñanza. Como mártir de su causa, muere después de lograr el despertar animal, erótico, memorioso e inconsciente, de Susie como una vieja deidad dormida entre reencarnaciones. Los pecados autoritarios de quienes se quisieron imponer bajo falsos pretextos y de quienes los siguieron -como quien solamente sigue órdenes- da lugar a un festín de renacimiento en el que los colores opacos, pastel, discretos que Guadagnino escogió como referencia setentera alemana, explotan en tonos rojos que inundan la pantalla como revelación única… y como el regreso impresionista al giallo.
La luz que inunda las escenas finales, escenas desplazadas en el tiempo que hacen pensar en los cuadros de Häxan, escenas pautadas por tiempos desarticulados, escenas que regresan a la explosión colorida de Mario Bava y Dario Argento, mezclan el gore -hasta entonces contenido- con movimientos en cámara lenta y articulaciones coreográficas únicas para causar un fuerte contraste. Ya no estamos aquí en los colores opacos del cine alemán de los setenta, ni en las pinturas de Balthus que Guadagnino usó como inspiración. El final explota para mostrar, en un clímax único, que mezcla a Christensen con Argento, el periodo de transición, el fin de una época y la victoria agridulce de Levana, la diosa revolucionaria del renacer, encarnada en Viva Blanc.

El tiempo de Markos sucumbe, el tiempo de un pasado culposo muere y la academia renace bajo una nueva insignia. Afuera, el grupo Baader-Meinhoff se extingue, dejando fuertes dudas sobre el autoritarismo del gobierno de la República Federal Alemana. En ambos casos, el martirio de los líderes revolucionarios se paga con un renacer, un cambio drástico, un clímax liberador. Y todo el ciclo se reinicia. ¿Quién puede saberlo? Tal vez el aquelarre es una de las ruedas ocultas que mueve al mundo de los hombres.
https://codigoespagueti.com/resenas/suspiria-remake-horror-sensual/ 


Guadagnino, Suspiria di sollievo

Il coraggio non manca di certo a Luca Guadagnino che oggi presenta alla Mostra del Cinema di Venezia Suspiria, remake dell’omonimo classico di Dario Argento che diventa un’opera molto diversa negli occhi del regista di Chiamami col tuo nome: un dramma orrifico e fassbinderiano sulla Storia e sul corpo come luogo di battaglie politiche e fisiche.

“Ho in testa di raccontare questa storia, di darle un nuovo volto, dal 1985, dopo che a 14 anni vidi per la prima volta il film di Argento, un film che fu per me uno shock fortissimo nel mio immaginario e come ho scoperto anche in quello di tutto coloro con cui ho lavorato in questi anni. E così ho lavorato con attori, sceneggiatori e tecnici per fare di questo Suspiria una summa delle emozioni che ci ha suscitato”.
Guadagnino ha scelto di ambientare il film nel 1977, l’anno in cui il vecchio Suspiria uscì nelle sale: “Avevo solo 6 anni, ma ricordo piuttosto bene l’atmosfera che si respirava in quegli anni che furono detti di piombo: il terrorismo, la paura politica e la vitalità artistica. Volevo che il film avesse quell’atmosfera e quei ricordi, che fosse uno specchio della Storia e del passato”.

Il nazismo e il terrorismo, quindi, ma anche lo spirito dei nostri tempi che nel raccontare una storia di streghe nel contesto di un’accademia parlano anche di femminismo e di #MeToo: “Credo che il cinema detti il tempo della realtà e la trasfiguri, lo anticipi e lo rifletta: il film di Dario brulicava dei fermenti della sua epoca e vale lo stesso anche per me che guardo a quei tempi con maggiore controllo e riflessione, anche per poter trasfigurare la realtà. Abbiamo cominciato a lavorare al film molto prima dello scandalo Weinstein e dell’ondata del fenomeno che ne è scaturito, ma è inevitabile che il film viva di quest’aria, parlando di donne potenti, della rinascita del femminino”.

Per rendere i toni coloristici e l’atmosfera narrativa, Guadagnino cita varie opere, ma soprattutto Germania in autunno, un film collettivo del nuovo cinema tedesco anni ’70 (oltre a Fassbinder vi parteciparono Kluge, Reitz, Schlöndorff), ma il lavoro per costruire il senso di un’epoca e renderlo attuale non si ferma alla citazione: “Cerco sempre di entrare nella testa degli autori che amo quando mi ispiro a loro e così ho cercato di fare in questo caso. Il lavoro con Thom Yorke alle musiche è stato in questo senso fondamentale per me, perché avevo una forte urgenza di parlare alla mia generazione e il leader dei Radiohead era la voce giusta, con lui abbiamo cercato un suono che non provocasse tensione, ma entrasse sotto pelle. Lo stesso abbiamo fatto con le coreografie in cui abbiamo guardato a Pina Bausch, Mary Whitman e Sasha Waltz e per la resa visiva dei luoghi, delle scene e delle luci”.
Suspiria è un lavoro che parte da un film entrato nell’immaginario di almeno due generazioni e che cerca di andare da tutt’altra parte, di sfidare quell’immaginario e provare a riscriverlo. Un’impresa folle, probabilmente: “Da sempre sono un megalomane. Ma come mi ha detto più volte Tilda Swinton: senza rischi, questo lavoro che lo fai a fare?”.

Emanuele Rauco
https://www.cinematografo.it/news/guadagnino-suspiria-di-sollievo/

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