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miércoles, 6 de noviembre de 2013

La migliore offerta - Giuseppe Tornatore (2013)


TITULO ORIGINAL La migliore offerta 
AÑO 2013
IDIOMA Italiano
SUBTITULOS Español (Separados)
DURACION 124 min.
DIRECCION Giuseppe Tornatore
GUION Giuseppe Tornatore
MUSICA Ennio Morricone
FOTOGRAFIA Fabio Zamarion
PREMIOS 2012: 6 Premios David di Donatello, inc. mejor película y director. 13 nominaciones
REPARTO Geoffrey Rush, Jim Sturgess, Sylvia Hoeks, Donald Sutherland, Philip Jackson, Dermot Crowley, Liya Kebede, Kiruna Stamell
PRODUCTORA Paco Cinematografica / UniCredit
GENERO Intriga. Romance. Thriller. Drama | Drama romántico. Pintura

SINOPSIS Virgil Oldman (Geoffrey Rush) es un hombre solitario; un excéntrico experto en arte y agente de subastas, muy apreciado y conocido en todo el mundo. Su vida transcurre al margen de cualquier sentimiento afectivo hasta que conoce a una hermosa y misteriosa joven (Sylvia Hoeks) que le encarga tasar y vender las obras de arte heredadas de sus padres. La aparición de esta joven, que sufre de una extraña enfermedad psicológica que la mantiene aislada del mundo, transformará para siempre la vida de Virgil. (FILMAFFINITY)

Enlaces de descarga (Cortados con HJ Split)
Subtítulos (Español)


Este hombre hace películas que realmente me fascinan. Tiene un “no sé qué” en sus pelis (las que vi) que pueden ir desde la nostalgia, hasta la desesperación, pero siempre pasando en algún punto por lo romántico. Por lo visceral. 
Y en eso que sale del alma, sale su arte, y sale arte. Todas sus obras lo tienen, en mayor o menor medida, dentro de la trama. En esta, hablamos de pintura.
Y hablamos de imitación. Y hay un autómata. Y ya ustedes harán el rompecabezas, entre cada cosa. Un película que aunque predecible, atrapa en sus 130 minutos, por bella, por que emana energía y arte, y pinceladas. Belleza. Y misterio. Y querer saber aunque ya más o menos sepamos. Como un rompecabezas, que sabemos el dibujo pero nos da placer ver como vamos enganchando las piezas.
Y unos intérpretes que están a la orden del día, que encantan, y desencantan, pero nunca sabes cuándo hacen cada cosa. Y mejor no digo más, y mejor que la vean, la disfruten, y para aquellos que saben de arte, les fascinará aún más. 
Vale remarcar la autenticidad, el dilema de lo que tiene valor, el ego del humano, o el alma, vaya a saber, que sale a flor de piel, aunque no se quiera. Como esa V en las miradas de los cuadros del falsificador que nombra la peli. 
Más cercana a La Desconocida, en cuanto a género, pero con la misma polenta de siempre, Tornatore cumple, y encanta, siempre.
Muy Recomendada!!!
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En 1988, Giuseppe Tornatore hacía oficial su entrada al círculo de los directores más afamados del cine cuando estrenaba su obra más célebre: Cinema Paradiso, uno de los verdaderos clásicos del séptimo arte. Hoy, la grandeza de esa obra es suficiente argumento para que cualquiera que guste de ver películas se sienta obligado (o, por lo menos, tentado) a ver su más reciente film: La Migliore Offerta, cinta que hoy es protagonista de este espacio.
Lo primero que tengo para decir de esta película es que, desde un punto de vista mercadotécnico, está bien que este film haya sido promocionado como “la nueva de Giuseppe Tornatore, director de Cinema Paradiso”, inclusive no tengo reparos en que se la venda como “lo más reciente de Geoffrey Rush”, dado el gran talento de este ya veterano actor. Ahora, si este mundo no estuviera regido por las leyes capitalistas de la compra y la venta –como algún día yo espero que esté– lo que verdaderamente atrapa de esta película es el guión y, apenas por detrás, su estética o fotografía que es una verdadera delicia.
Virgil Oldman, el personaje de Geoffrey Rush (Piratas del Caribe, The King’s Speech, Munich), es un subastador de obras de arte. De hecho, es el mejor subastador de obras de arte. Personajes de todo el mundo viajan para ver a Virgil cuando quieren, necesitan o se ven obligados a vender tal o cual pieza de arte, llámese pinturas, esculturas o elementos decorativos varios. 
Pero a pesar del éxito laboral que acompaña a este carismático hombre de negocios, el amor le es extremadamente esquivo a tal punto de corroborar de la manera más cruel aquella frase que condena al desamor a los afortunados en el juego o las finanzas en general.
Y de a poco nos vamos a ir dando cuenta del porqué de esta situación. Resulta que el señor Oldman es extremadamente refinado, altamente elegante, obsesivamente pulcro y excesivamente exigente. Todo este combo de atributos lo hacen portador de una inmensa fortuna y éxito laboral pero, a la vez, dueño de una pobre y solitaria vida sentimental, lo que lo obliga a refugiarse en el arte, su única pasión y, más específicamente, en su orgullo personal: una colección de invaluables pinturas originales realizadas por los más afamados autores. Con un solo detalle: todas las obras que Virgil posee son retratos de mujeres.
Ahora bien, esta historia no sería película sin un desencadenante. Un buen día, el bueno de Virgil recibe la llamada de Claire, una joven que le dice que quiere vender todas las obras de arte que ha heredado ahora que sus padres han muerto. 
Diversos contactos telefónicos, numerosas reuniones truncas (justificadas por Claire con excusas cada vez más pobres) y una serie de misteriosos desencuentros entre estos disímiles personajes desembocarán en la verdadera historia de Claire, quien hace doce años vive encerrada en un cuarto secreto de su casa porque sufre de agorafobia o miedo a los espacios abiertos.
Con excelentes actuaciones protagónicas y un reparto que se completa brillantemente con Donald Sutherland (The Hunger Games, Orgullo y Prejuicio, Acoso Sexual) y Jim Sturgess (Upside Down, Across the Universe, 21), La Migliore Offerta relatará la historia de cómo un anciano subastador de arte, frío como el acero, se irá enamorando de una joven de treinta años, motivado solamente por las conversaciones que tiene con esta misteriosa dama a través de la delgada pared que la separa (y protege) del mundo exterior y de todos los horrores que, para ella, vienen con él.
Facu Franco
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Para bien o para mal, tomen nota los fans, La mejor oferta es una película muy Tornatore. Y así lo es a pesar de escapar notablemente de algunas de sus habituales señas de identidad. No transcurre en Sicilia, como así ocurría con Lo schermo a tre punte, Baaría, Malèna o El hombre de las estrellas, es la primera vez que rueda en inglés con un reparto internacional y, en fin, el resultado dista de sus mayores logros (para quien escribe, El profesor y Una pura formalidad). Pero también es cierto que, siendo una especie de juego muy cargado en su parte lúdica -quizá más de lo que parece a simple vista-, menos engolado en sus ambiciones melodramáticas y maximalistas (la observación histórica de Baaría, por ejemplo, o la melosidad de Cinema Paradiso), reúne algunas de las constantes del director italiano. Entiéndase con ello un interés por el pasado (no sólo en esos relatos historicistas, sino también en los vericuetos personales de la protagonista de La desconocida), un planteamiento de puzzle psicológico o unos principios de realismo tocados por escapes fantásticos.
La mejor oferta es un one man show vampirizado por Geoffrey Rush, superlativo en su encarnación de Virgil Oldman, un propietario de casa de subastas excéntrico, misántropo y obsesivo-compulsivo que, secretamente, colecciona retratos de féminas que almacena cuidadosamente en un santuario personal. Un hombre cuyos modales exquisitos encierran la búsqueda de la perfección más autista en un mundo sin mácula donde no cabe la imprevisibilidad. De ese modo la irrupción del interés amoroso -la carnalidad y el deseo- crea un impacto de consecuencias sísmicas: la aparición de una misteriosa mujer que esquiva el contacto visual -presunta agorafóbica- desencadenará finalmente una pesadilla, aliñada con twist en el tercer acto, que pondrá patas arriba la concepción de Oldman del mundo comercial artístico. En otras palabras, Tornatore vuelve a partir de una historia relativamente cerrada para recurrir a un quiebro narrativo que redimensiona lo que se ha visto y con ello las propias pretensiones del relato -recuérdese el final de Una pura formalidad-. La cuestión es si compramos dicho giro y, más importante aún, si lo aceptamos como forma legítima de resolución de los conflictos. Ahí está un poco la clave del éxito o el fracaso de la historia, en el posicionamiento de su enfoque.
Porque aunque está construida a partir de elementos nobles, la película termina siendo un mero pasatiempo de ambiciones elevadas y resultados populistas, dualidad reflejada ya desde su misma apuesta formal, entre la precisión narrativa y la exuberancia barroca. Por un lado La mejor oferta reflexiona entorno a las cuestiones derivadas del ámbito artístico e insinúa comentarios sobre la dicotomía de los juegos de realidad y representación, marcados por esa aparición de la mujer real, sólo reconocida por una voz, negada su visión física (algo que apunta, por cierto, a la Otra mujer de Allen). Plantea las clásicas confrontaciones entre original y copia, entre la perdurabilidad de la reproducción frente a la corruptibilidad y fugacidad de lo real. Revolotea entorno a la mítica de la creación artística y el peso del autor frente a su falsificador. Todo ello cuestiones de relativo peso, tratadas de manera autoreflexiva a lo largo de la Historia del arte, tocadas recientemente por Abbas Kiarostami.
Pero por otro lado La mejor oferta contiene ingredientes más cercanos al drama de misterio complaciente que tan bien supieron explotar en sus respectivas obras maestras Hitchcock o el Lang que trabajaba con Edward G. Robinson. Perdición amorosa, estafa artística e incluso una iconografía propia del pulp (ese autómata steampunk que parece salido de un La invención de Hugo low cost, la figura de la mujer oculta, el tono de extrañeza onírica que aporta la enana clarividente) con guiños a la fantasía de romanticismo gótico: ojo al apellido de la chica, un Ibbetson que nos recuerda aquel fantasmagórico Sueño de amor eterno. 
Como sea, el director consigue amalgamar todas sus vertientes, texturas y aspiraciones y dar un cierto empaque unitario en el que, claro, chirrían las distintas naturalezas de relato, pero también abren la puerta a interpretaciones más pop: Tornatore pueda francamente bien y el trabajo emotivo y expresivo de los espacios es excelente, así que ¿por qué no obviar desbarajustes narrativos y disfrutar de este cuento tramposo y medianamente descabellado si está tan bien presentado e interpretado? El secreto es no tomarse nada de todo esto con excesiva seriedad. Independientemente de lo que sospechemas pudiera pensar al respecto el propio realizador.
Xavi Roldan


A priori, la rúbrica de Giuseppe Tornatore debería ser un aval para La migliore offerta (2013), sobre todo cuando esta película llega a la cartelera en plena sequía estival. Antes y después de su estreno se ha mencionado hasta el hartazgo el buen sabor de boca que dejó, hace ya un cuarto de siglo, Nuovo Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988); un sabor, que, para algunos rezumaba demasiado almíbar, pero que entonces consagró a Tornatore como una joven promesa del cine europeo. Tras una carrera llena de más o menos aciertos, el cineasta italiano ha intentado ahora alejarse de sus anteriores películas con una historia más rebuscada y un reparto internacional, aunque manteniendo dos constantes: una cuidada puesta en escena y la importancia de la música como acompañamiento narrativo. Esta última cuestión es cosa, una vez más, del veterano maestro Ennio Morricone que, si bien deja entrever cierto cansancio en su trabajo (los años no pasan en balde), imprime su particular huella sonora al film.
Más allá de estos dos elementos, el tercer pilar sobre el que se asienta La migliore offerta es ese fenómeno australiano de impecable acento british llamado Geoffrey Rush. Gracias a él la cinta gana enteros y es, sin lugar a dudas, la gran baza con la que juega Tornatore para dar impulso a un guión cuajado de altibajos. Lo cierto es que los primeros minutos de la película son bastante prometedores, con Rush encarnando al subastador de arte Virgil Oldman: en apenas un par de pinceladas descubrimos a un personaje meticuloso, pulcro y obsesivo con ciertas dificultades para comunicarse con las mujeres que compensa con una ingente colección de retratos femeninos que admira con silenciosa devoción. No tardará, sin embargo, en encontrarse con la horma de su zapato cuando la misteriosa Claire Ibbetson, a quien da vida la actriz holandesa Sylvia Hoeks, llame a su gabinete. Comenzará entonces un juego de conversaciones cruzadas, encuentros sin culminar y miradas ocultas a través de una falsa pared. En este juego, el espectador podrá encontrar claras referencias al cine de Alfred Hitchcock, Roman Polanski o Fritz Lang, y es que la señorita Ibbetson, cosas del destino, resulta ser una mujer encerrada en su propia casa y en sus propios miedos como lo eran las protagonistas de The Woman in the Window (Fritz Lang, 1944) o Repulsion (Roman Polanski, 1965).
Esta prometedora primera mitad adopta las formas de un thriller en el que el espectador aguarda paciente el encuentro de esas dos supuestas almas gemelas, unidas por su incapacidad para comunicarse con los demás y separadas por el hermoso mural que decora la falsa pared. Sin embargo, cuando se inicia ese encuentro, la película comienza a perder fuelle y Tornatore acaba cayendo en los mismos vicios que otros muchos directores al alargar artificialmente el metraje. Uno de los problemas de la película es la interpretación de Hoeks, que intenta mantener el tipo como la ‘misteriosa dama en apuros’, pero acaba finalmente palideciendo en el tour de force con Rush. Tampoco ayuda mucho la historia paralela de la relación entre Virgil Oldman y un pragmático restaurador encarnado por Jim Sturgess, que a la postre ejercerá de consejero sentimental mientras monta un viejo autómata que cobrará importancia a medida que avanza la trama. El joven actor inglés le pone ganas, cierto, pero su personaje no deja de resultar poco creíble. Por último, los golpes de efecto de un guión en el que no caben más elementos bizarros juntos terminan de lastrar gravemente un mecanismo que Tornatore suponía perfecto, como el del autómata, pero que no deja de rechinar, coma si le faltasen piezas o le sobrase óxido…
Algo parecido podría decirse de la trama referente al personaje interpretado por Donald Sutherland. Por una parte, huelga decir que este veterano actor sí consigue dar una réplica solvente a Rush, y además su personaje introduce varios temas espinosos en la película, como la mercantilización del arte y el acaparamiento de los bienes culturales en manos de unos pocos privilegiados. Por otra parte, sin embargo, Tornatore explota muy poco esa línea argumental, reservándola básicamente para dar un último golpe de efecto a la trama. Mientras tanto, la historia de amor de Rush y Hoeks sólo atrapa por momentos, porque la mayor parte del tiempo resulta escandalosamente inverosímil. Al final, la mezcla de géneros no acaba de cuajar, y lo que parecía (y en realidad si que es) un thriller deriva en un drama un tanto pomposo y edulcorado. Nada nuevo tratándose de Tornatore, pero eso sí, su película no deja de perfilarse como la mejor oferta (si se me permite el juego de palabras) ante una cartelera estival trufada de terror teenager y animación infantil. En ese caso, La migliore offerta a la una, La migliore offerta a las dos y…
Davor
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L'ultimo film del regista siciliano e il vizio del nostro cinema di celebrare i soliti «celebrati»

Se questa è "la migliore offerta" del cinema italiano, verrebbe quasi da chiedersi quale sia la peggiore. Non perché l'ultimo film di Giuseppe Tornatore («La Migliore Offerta», appunto), così ampiamente omaggiato con David e Nastri (dodici riconoscimenti complessivi equamente divisi), sia un'irrimediabile schifezza. E' semplicemente cinema talmente medio da essere mediocre, più dimenticabile di un bicchiere d'acqua, con quello spruzzo internazionale della star straniera (Geoffrey Rush) e dell'ambientazione mitteleuropea che lo rendono rassicurante come solo certe aspirine.
La scappellata verso Tornatore (ricordiamo che ai Nastri, in un'overdose d'incenso, è stato premiato anche il documentario sul regista siciliano «Giuseppe Tornatore - Ogni film un'opera prima») è l'indice della paura più evidente di un cinema che è giustamente terrorizzato dall'incertezza sul tax credit, che è incapace di intercettare le novità che pure ci sono portandole (anche attraverso la vetrina dei premi più mediatici) all'attenzione del pubblico, che celebra il già celebrato quando non i celebranti piuttosto che rivolgersi agli innovatori che magari da nuovi punti di osservazione (Roma con le sue ambientazioni è sempre meno presente a favore di nuove realtà in fermento) raccontano il nostro Paese.
Il film di Tornatore, dunque. Che ai Nastri batte «La Grande Bellezza», cui è accomunato da un filo rosso evidente (sono anche le produzioni più grosse del nostro autorialismo e meglio accolte nelle sale). Entrambi hanno per protagonisti due uomini non più giovani e non ancora vecchi, azzimati ed estetici, ugualmente improbabili e sfiatati, diversamente inutili e sussiegosi. I due film cominciano con i compleanni dei rispettivi protagonisti: l'arrivo della mezza età è un momento importante, comporta molti pensieri e non solo per la prostata, c'è la prima parte di vita che è ormai andata via e l'altra metà che si annuncia, così carica di delusioni e noia ma anche di speranze e inediti slanci e bla bla bla...
Se appena considerassimo certo retorico pascolismo che segna molta nostra produzione della nostalgia (il prolifico Avati su tutti), con questi Tornatore e Sorrentino si completerebbe definitivamente il quadro per così dire da maturandi, un po' da terza liceo, del cinema italiano: Tornatore porta Svevo con la Trieste che da tempo gli piace tanto, Sorrentino il decadente d'Annunzio, e dopo gli esami tutti in vacanza.
In genere i maestri, oltre che un esempio, esercitano un'opera di guida verso i giovani, aiutandoli a produrre, promuovendone i valori, scommettendo su di loro. Pratiche da cui i nostri - la gran maggioranza dei nostri - si tengono accuratamente lontani. Esecutori spietati del ghe pensi mi (soggettisti, sceneggiatori, registi, montatori e via accentrando), chiusi in una bolla di consenso semiautomatico, confortati da sicurezze produttive ormai acquisite (naturalmente grazie al successo delle loro opere precedenti: è doveroso sottolinearlo), sono affratellati da una discreta chiusura verso il mondo, da un autobiografismo delle loro passioni riversato nelle opere pretendendo quasi che diventi cifra stilistica, da una assestata tendenza al servillismo (nel senso di Toni: al quale è stato dedicato un Nastro speciale per la bellezza di non uno, non due, non tre, ma addirittura quattro ruoli). Insomma hanno tecnica, hanno stellette appuntate sul bavero, anche una certa fama, un nome noto pure al di fuori dei nostri confini. Resta inevasa una domanda: ricominceranno a fare cinema, o continueranno a fare film?
Alberto Alfredo Tristano

3 comentarios:

  1. scusa ma tutti i link tranne l'ultimo non funzionano error 404,

    ne approfitto per ringraziarti per i film che condividi

    Wolfado

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    1. Tutti i link sono online. Provare a scaricare con JDownloader o Mipony. Un altro modo è quello di copiare il link, aprire una nuova finestra e incolla. Luck.

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    2. Ha questo film:http://it.wikipedia.org/wiki/Femmine_tre_volte Grazie.

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