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viernes, 11 de junio de 2021

I tre volti della paura - Mario Bava (1963)

TÍTULO ORIGINAL
I tre volti della paura
AÑO
1963
IDIOMA
Italiano
SUBTÍTULOS
Español (Separados)
DURACIÓN
96 min.
PAÍS
Italia
DIRECCIÓN
Mario Bava
GUIÓN
Mario Bava, Alberto Bevilacqua, Marcello Fondato. Historias: Ivan Chekhov, F.G. Snyder, Aleksei Tolstoy
MÚSICA
Roberto Nicolosi
FOTOGRAFÍA
Ubaldo Terzano
REPARTO
Boris Karloff, Mark Damon, Michèle Mercier, Susy Andersen, Massimo Righi, Glauco Onorato, Rika Dialina, Lidia Alfonsi, Jacqueline Pierreux
PRODUCTORA
Co-production Italia-Francia-Estados Unidos;
GÉNERO
Terror | Sobrenatural. Película de episodios

Sinopsis
Tres cuentos de terror con mujeres amenazadas por llamadas misteriosas, vampiros en las estepas rusas y sangrientas venganzas:
"El teléfono": una mujer, que vive sola, comienza a recibir inquietantes llamadas. Al otro lado del teléfono, una voz masculina profiere amenazas de muerte y de deseo. Aunque, en principio, todo parece una broma...
"Los Wurdalak": el viajero ha encontrado el cadáver de un hombre apuñalado. También una sombría mansión y, entre sus habitantes, una bella mujer. Y esa noche se cumple el plazo: si el señor del lugar regresa pasada la medianoche vendrá convertido en Wurdalak, horrible ser sin vida que se alimenta de la sangre de sus víctimas...
"La gota de agua": una anciana espiritista muere mientras intentaba comunicarse con el Más Allá. La enfermera que la atendió roba un valioso anillo al cadáver. A partir de ese momento sufrirá la venganza de la difunta... (FILMAFFINITY)
 
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Se narran tres historias de miedo. Correspondiéndose cada una de ellas con un tipo de terror concreto: El teléfono (terror real), Los Wurdalak (terror sobrenatural) y La gota de agua (terror psicológico).

El teléfono: Rosy (Michèle Mercier), una joven que vive sola en su apartamento, comienza a recibir una serie de inquietantes llamadas en las que un desconocido que parece ver todo lo que hace, amenaza con matarla.
Tras un breve prólogo de presentación a cargo del gran Boris Karloff, que actúa en el segundo de los episodios, nos introducimos en este terrorífico tríptico de la mano de Il Telefono; un hitchcockiano relato en el que encontramos vouyerismo, lesbianismo, engaños, venganza y asesinatos. Su medida puesta en escena, su precisión narrativa y su conseguido sentido del suspense lo convierten en un excelente bocado inicial. A destacar la sensualidad desplegada por la guapa actriz francesa Michèle Mercier.

Los Wurdalak: a un pequeño pueblo de Serbia, llega un joven viajero (Mark Damon) en busca de alojamiento para pasar la noche. Le dará hospedaje una humilde familia de campesinos que se muestra preocupada por la ausencia de su padre (Boris Karloff). Al parecer, éste salió unos días atrás en busca de un bandolero turco que estaba asolando la región con sus crímenes. Gorcha, que así se llama el padre, advirtió a sus hijos que lo esperasen durante cinco días. Pero que, una vez pasado ese tiempo, no lo dejaran entrar en la casa, ya que podría volver convertido en un Wurdalak: un vampiro sediento de la sangre de sus seres más queridos.
Magistral plasmación en imágenes del cuento de vampiros La familia del vurdalak, escrito en 1839 por el literato ruso Alekséi Tolstói. Se trata, sin duda, de la más lograda de las tres historias y, a mi parecer, una de las cumbres del cine de Bava. De alucinante y lúgubre ambientación gótica (cerros escarpados, fantasmal viento, abadías semiderruidas, aullidos, niebla densa, profundos bosques, árboles pelados…), el episodio destaca por estar espléndidamente narrado y por suponer la única vez que Karloff (como siempre enorme) dio vida en pantalla a un vampiro. Una pequeña obra maestra.

La gota de agua: una enfermera (Jacqueline Pierreux) le roba un anillo al cadáver de una anciana espiritista de la que cuidaba. Este pequeño hurto la atormentará de tal modo, que acabará creyendo que la vieja regresa del más allá para vengarse de ella.
Escalofriante (da miedo de verdad) y ambiguo cuento con el que se cierra el filme de manera inmejorable. Partiendo de una decadente y colorista puesta en escena, Bava utiliza brillantemente los efectos sonoros (la gota de agua que cae sin cesar, el zumbido de la inquieta mosca, la tormenta, los chirridos de las puertas) y visuales (esa farola exterior de luz verdosa que centellea de manera intermitente) para crear una atmósfera malsana y desasosegante. ¿Todo es producto de la autosugestión o en verdad la anciana (menudo rigor mortis el suyo) ha vuelto de entre los muertos? Juzguen ustedes mismos. De todos modos, seguro que tras visionar este aterrador episodio, jamás se les pasa por la cabeza la idea de robarle a un muerto. No vaya a ser que…
http://johannes-esculpiendoeltiempo.blogspot.com/2012/04/las-tres-caras-del-miedo-i-tre-volti.html

Las tres caras del miedo (1963), de Mario Bava, son 3 historias de terror magníficas. La primera solamente es algo sencilla, pero notable de todas maneras. La primera se llama "El teléfono". Inicialmente el teléfono se dedica a acosar a una bella mujer, a Rosy (Michele Mercier), a soltar amenazas de muerte. Se implanta el miedo, la inquietud, el suspenso. El teléfono suena y suena, propone nervio, tensión. Rosy deambula sola en el interior de su apartamento-sótano cada vez más preocupada, deja de ser un objeto sexual y sensual -dentro de un toque clásico-, para ser propuesta como víctima. Al rato entra a tallar una sutil relación lésbica pasada. El filme toma un giro algo curioso y luego otro más humilde, y en el transcurso llega la acción violenta. El siguiente cuento se llama "Los wurdalak", adaptación de una famosa novela corta de Aleksey Tolstoi, y es una historia de vampiros, que tiene en escena al gran Boris Karloff que a los 75 años de edad todavía sigue en forma para poder asustarnos. Éste relato dura 45 minutos más o menos, y es el más extenso del grupo. En éste se distingue la idea de la familia vs la pareja romántica, donde una mujer debe elegir entre uno de los dos, con una familia tóxica de por medio. Se trata de una familia dominante liderados por un patriarca que quiere que Sdenka nunca se vaya de su lado, del hogar, del territorio. Pero la idea más poderosa del relato es la de poner a escoger el amor de madre con el de pareja, dejando en claro que el de madre es superior. Hay una escena magistral donde un niño pequeño llama desde afuera por el frío que padece implantando el terror a todos menos a la madre que yace desesperada por velar por él. Karloff da miedo, luce un semblante de tipo monstruoso, como si no durmiera hace días, estuviera enfermo o personificara un adicto a las drogas en estado de desesperación. En el presente relato hay su buen suspenso. También es notable toda la contextualización gótica. El mejor relato de los tres, aun cuando el de Los Wurdalak es bastante bueno, es el último, "La gota de agua". En éste se ve una historia clásica de terror, de intimidación y muerte por parte de un fantasma y una especie de maldición. Una gota de agua ubicua penetrando en el cerebro, un anillo gigante como tentación de corrupción, un rostro temible, macabro y significativo, una mosca enorme molestando, salida a cada rato de la nada, todos ingredientes maestros para concretar una gran historia de miedo. La cara burlona y enloquecida persecutoria de la anciana médium es de antología, de las mejores del género, del tipo de una muñeca antigua con expresión de payaso grotesco. También es magistral cómo Bava hace lentamente de quedarse solo en casa un infierno, plástico/flexible con cada pequeña pieza saltando de una a otra y viceversa, como si se estuviera tocando una partitura de piano hasta llegar al paroxismo del miedo. La codicia por lo ajeno como leitmotiv.
Mario Salazar
http://nenufaresefervescentes.blogspot.com/2020/08/black-sabbath-i-tre-volti-della-paura.html


Hablar de cine fantástico de los sesenta y de Mario Bava en concreto es hablar de obra maestra con mayúsculas.  Mario Bava (San Remo, 1914 - 1980) fue un director de cine italiano, hijo del director de fotografía y escultor Eugenio Bava, y padre del también director Lamberto Bava. Pese a que había estudiado bellas artes, Mario Bava pronto se pasó al mundo del cine, comenzando como camarógrafo y más tarde pasando a director de fotografía. Como director de fotografía trabajó a las órdenes de directores como Jacques Tourneur. Después de dirigir algunos documentos musicales y algunas escenas de Caltiki, el monstruo inmortal o La batalla de Marathon, dirigió su primer film completo, “La máscara del diablo”, obra mítica del cine de terror italiano.

Después de continuar en un par de films de terror con actores de la talla de Boris Karloff.  Sus siguientes trabajos sirven para iniciar una nueva corriente cinematográfica, el Giallo. Generalmente se considera a Seis mujeres para el Asesino la primera muestra de esta corriente. Mario Bava y Dario Argento son los directores más represantativos de este género. Otro de sus clásicos es Bahía de Sangre, que puso de moda el cine de psicópatas. En sus últimos años vuelve al cine de terror y fantástico. Su última película fue Shock, antes de fallecer de un paro cardíaco.

A pesar de su inmenso sentido estético, Mario Bava a menudo era un narrador farragoso y aburrido. No son pocas sus películas que, mientras entran por los ojos, estiran de forma imposible la historia. Esta es la principal razón por la que "Las tres caras del miedo" es su mejor película; es una antología de tres episodios, historias cortas que duran lo que tienen que durar, sin la necesidad de irse a los 90 minutos que perdió a Bava varias veces. Tiene todo su despliegue visual, su increíble maestría de la fotografía, pero por una vez conjuntados con una narrativa concisa.

Como en el mejor cine italiano de terror, el rasgo definitorio es uno: el color. Exagerado, expresivo, juguetón y muy efectivo, porque ayuda a crear un ambiente de terror, que es de lo que se trata. Las tres historias representan las tres formas de entender el género más importantes, inspiradas en la literatura clásica de Tolstoi, Chejov y Maupassant; todo lo mejor de lo añejo con todo lo mejor de lo moderno. Casi podría entenderse "Las tres caras del miedo" como un tratado sobre el género de terror, una recopilación referencial de las teclas que hay que pulsar para que funcione y se quede en la memoria. Una teoría que cobra fuerza si se piensa en el final, en el que se admite con humor que todo es un artificio.

Con “Las tres caras del miedo” Bava se acerca a un territorio del terror clásico que ya había explorado en la extraordinaria La máscara del demonio. Basada en tres famosos relatos de dos maestros de la literatura clásica (Tolstoi y Chéjov) y otro que desconozco (Snyder), el italiano ofrece una amplia perspectiva de sus inquietudes estéticas y narrativas acometiendo su tríptico con una mirada que equipara formas y tonos para divergir en el germen del suspense y el terror. En “El teléfono”, por ejemplo, el miedo aparece de forma mucho más real y temible, a la vez que preludia el inicio del Scream de Craven y homenajea a Hitchcock en su milimétrico y engañoso desarrollo dramático y en su perverso sentido del voyeurismo.

Con “Los Wurdalak”, sin embargo, Bava se enfrenta a una tradicional historia de vampiros (eso son y no otra cosa los tal wurdalak) con el pulso firme y el gusto por el detalle que le caracteriza, y beneficiado por la asombrosa interpretación del inmenso Boris Karloff (que también ejerce de maestro de ceremonias de la película, todo un lujo). Desplegando una puesta en escena sencillamente insuperable (esa fotografía no tiene nombre) y un aliento entre trágico y poético que le añade charme a la narración, Bava logra filmar uno de sus trabajos más potentes y conseguidos, una historia sencilla que desborda los sentidos y subyuga como los cantos de esos seres sin alma que la protagonizan (amén de funcionar como bello homenaje a las pelis que la Hammer producía por aquel entonces).

El último episodio, “La gota de agua”, es el más terrorífico de todos. La historia la firma Chéjov, pero es muy Poe en su discurso sobre la codicia y la visión de los espectros como representaciones del remordimiento y la conciencia herida. Y es, ante todo, Bava al 100%: luces verdes que parpadean, pasillos largos teñidos de rojo, violeta y dorado, y pequeños signos de terror que desembocan en ese inolvidable y escalofriante final (pocas veces una aparición fantasmal había dado tan mal rollo). Una pequeña obra maestra.

Aunque en general se piense lo contrario, yo creo que los autores suelen tener razón al decir cuál es su obra favorita de entre todas sus creaciones, y Mario Bava se quedaba con "Las tres caras del miedo".
http://diariocinefiloclasico.blogspot.com/2013/11/las-tres-caras-del-miedo-i-tre-volti.html


Dopo lo sfolgorante debutto col capolavoro gotico La maschera del demonio (1960), il successo dell’ottimo peplum Ercole al centro della terra (1961) e la codifica del giallo all’italiana con La ragazza che sapeva troppo (1963), il maestro Mario Bava, talento della regia e autorevolezza in fatto di effetti e fotografia, sempre nel 1963 diresse un film che ha fatto la storia dell’horror, una pellicola che ha influenzato numerosi cineasti di fama mondiale e che a distanza di più di 50 anni continua ancora a spaventare e affascinare: I tre volti della paura.
Quest’opera, realizzata con pochi spiccioli e tanta inventiva, resta uno dei migliori esempi di horror ad episodi mai concepito, riuscendo ad emergere dal marasma di prodotti simili usciti fra gli anni 60 e 70 soprattutto in Inghilterra e influendo sui classici successivi del sottogenere come il campione d’incassi Creepshow (1982) di George Romero.

Passando all’analisi del film vero e proprio, I tre volti della paura si apre con Boris Karloff (totem decaduto del cinema dell’orrore che Bava rilanciò proprio con questo lungometraggio) intento a presentare al pubblico l’opera, composta da tre segmenti di diverso genere e di qualità crescente; questa soluzione, non cosi usuale per l’epoca, introduce fin da subito lo spettatore nel clima allo stesso tempo vintage e innovativo della pellicola.

Il primo episodio, Il telefono, è un giallo all’italiana molto classico, con tutti i topoi del filone: il killer che spaventa la protagonista con telefonate minatorie; morbosità e sensualità che viaggiano sugli stessi binari; ambiguità di alcuni personaggi e nevrosi del protagonista; twist finale e ambientazione in interni opprimente. Pur essendo prevedibile agli occhi dello spettatore scafato, questo primo episodio è un validissimo saggio sul come girare un giallo alla nostra maniera, una specie di antipasto di Sei donne per l’assassino (1964) dello stesso Bava,  pietra angolare dei thriller italiani che spezzò la tradizione con i titoli inglesi legati ai classici di Doyle e della Christie e che fondò in definitiva un sottogenere che conoscerà il successo mondiale con Argento e Fulci.

Il secondo spezzone di film è I Wurdalak, classico horror gotico  che prende spunto da un racconto di Tolsoj. Il corto vede come protagonista Karloff stesso, padre di famiglia che torna trasformato da uno scontro con un Wurdalak straniero. Il film segue da vicino il tracciato del sottogenere gotico, riuscendo tuttavia a mantenere una freschezza invidiabile malgrado i tanti anni dall’uscita grazie a tre elementi complementari fra loro: la regia, il senso estetico di Bava e la scenografia. Il regista sanremese difatti gestisce con sapienza una storia tutto sommato prevedibile, costruendo ogni snodo narrativo nel miglior modo possibile, sfruttando a fondo tutte le risorse a disposizione. La scenografia, credibilissima e stupenda nonostante il budget risicato, ricostruisce attorno ai protagonisti  una credibile zona boschiva dell’est Europa, appestata da una maledizione centenaria e avvolta da un’atmosfera tetra e mefitica. A ciò va aggiunto l’eccezionale senso estetico di Bava, che riesce a piazzare almeno 2-3 sequenze ancora oggi davvero spaventose. Infine, a chiudere un secondo episodio di eccelso livello, la prestazione di un Karloff tornato ai fasti di un tempo.

Chiude il trittico il segmento migliore del lotto, ovvero La goccia d’acqua, tipica ghost story vecchio stampo che ancora oggi non ha perso un’oncia del suo fascino. La trama vede un’infermiera trafugare dalla casa di una contessa deceduta da poco un prezioso anello. Ovviamente tale gesto non avrà conseguenze piacevoli per la giovane donna. Quest’ultimo spezzone è indubbiamente il migliore dei tre: pur seguendo canovacci già solcati già al periodo, La goccia d’acqua è un’opera terrificante, capace di perturbare generazioni di spettatori e registi nella sua fantastica semplicità. Spicca naturalmente il tremendo spettro della defunta contessa, ma è proprio l’atmosfera funerea e sinistra che angoscia e dà quel tocco in più alla vicenda, senza dimenticare i numerosi dettagli disseminati da Bava all’interno della magione spettrale dell’anziana trapassata o l’oscurità che avviluppa la casa dell’infermiera oramai colpita dalla maledizione.  Anche a questo giro ci sono almeno 3 sequenze di grande impatto, riprese e citate anche da registi come Landis o Raimi. Infine, non è sottovalutare la critica sociale intrinseca alla storia, che esplica il pensiero di Bava su determinate tematiche.

In conclusione, I tre volti della paura è un caposaldo delle antologie horror nonché del dell’horror in generale. Un titolo imperdibile, ancora oggi attuale e da recuperare ad ogni costo per qualsiasi amante del cinema fantastico. Con questo suo lavoro Bava conferma un talento smisurato e una versatilità non comune, l’ennesimo tassello di una filmografia quanto mai attuale.

Due curiosità finali: a fine visione, c’è una squisita chicca metacinematografica che svela l’inganno del cinema 50 anni prima gli extra degli odierni supporti digitali. Infine, il titolo americano del film è Black sabbath, che funse da ispirazione a Ozzy e Tony Iommi per il nome della loro nascente band: i Black Sabbath.
https://www.nonapritequestoblog.it/i-tre-volti-della-paura-recensione/


Cult intramontabile dell’horror nostrano al punto da influenzare i registi più vari sia a livello nazionale (Lucio Fulci e Dario Argento) che internazionale (John Carpenter, Ridley Scott e Quentin Tarantino), I tre volti della paura è il frutto più maturo e sofisticato della carriera di Mario Bava, un genio che ha contribuito a definire generi preesistenti e persino a inventarne di nuovi (lo slasher, per esempio, nasce con Reazione a catena).

Il titolo si riferisce ai tre episodi autoconclusivi che compongono la struttura narrativa del lungometraggio, il quale mette in scena tre modalità differenti di intendere l’orrore attingendo da racconti classici di Maupassant, Tolstoj e Cechov.
 
Visto al giorno d’oggi, I tre volti della paura potrebbe far discutere per l’estrema artigianalità degli effetti speciali, ma la capacità di Bava di riuscire a tirare fuori grande arte cinematografica dalla povertà di mezzi ha permesso di conferire al progetto un’atmosfera spesso imitata ma mai eguagliata, con un accostamento di cromie dal sapore onirico degno del miglior David Lynch.

I tre episodi, uno più bello dell’altro, si susseguono in un crescendo di tensione hitchcockiana e inquietudine forse non proprio originale nelle dinamiche ma di sicuro impatto. L’appartamento di Rosie, la casupola della famiglia di Gorca o la camera ardente della medium sono dei piccoli capolavori di décor che ben fanno da sfondo alle trame, dimostrando la maestria di Bava nel saper inquadrare ambienti ristretti e pochi personaggi in modo sempre intrigante, che inchioda alla poltrona.
 
Mosche, nebbia, acqua gocciolante e alberi spogli si amalgamano compatte in un immaginario gotico suggestivo oltre ogni misura, annullando persino quella sgradevole sensazione di vuota disomogeneità che è piuttosto tipica dei film antologici. E poi c’è il finale, con Karloff a cavallo e in costume di scena pronto a lanciarsi in una delle più geniali, ironiche e toccanti celebrazioni alla Settima Arte mai ammirate in un film. Una sequenza che da sola basta a conferire a I tre volti della paura quel titolo di capolavoro che merita.
 
Un film tanto bello da dare il nome persino a una band rock.
https://www.locchiodelcineasta.com/itrevoltidellapaura/


 

 
 

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