TÍTULO ORIGINAL
Figlia mia
AÑO
2018
IDIOMA
Italiano
SUBTÍTULOS
Español (Separados)
DURACIÓN
97 min.
PAÍS
Italia
DIRECCIÓN
Laura Bispuri
GUIÓN
Francesca Manieri, Laura Bispuri
MÚSICA
Nando Di Cosimo
FOTOGRAFÍA
Vladan Radovic
REPARTO
Valeria Golino, Alba Rohrwacher, Sara Casu, Udo Kier, Michele Carboni, Maria Loi, Giuseppe Boy, Monica Piseddu, Lia Careddu
PRODUCTORA
Coproducción Italia-Suiza-Alemania; Vivo Film, Colorado Film Production, RAI, Match Factory Productions, Bord Cadre Films
GÉNERO
Drama | Adopción. Infancia
Premios
2018: Festival de Berlín. Sección oficial de largometrajes en competición
Los hechos de que la italiana Laura Bispuri ya compitiera por el Oso de Oro con su ópera prima, la notable Vergine giurata [+], y que el Festival de Berlín la haya vuelto a invitar este año para participar en la competición con Figlia mia [+] son elocuentes. Bispuri conjuga guiones tremendamente finos y precisos con una puesta en escena de lo más sensual a la vez que pudorosa, desprendiendo así un cine que resulta al cabo de tan solo dos largometrajes reconocible, potente y lleno de frescura.
Su último trabajo vuelve a contarnos, en un contexto rural junto al mar que sirve ya no como telón de fondo arcaico sino como elemento de comunidad y sencillez, la historia de una hija y de su relación con uno de sus progenitores… o con dos, al tratarse de dos madres: una adoptiva (encarnada, como mandan los cánones, por Valeria Golino), Tina, prototipo de la mamma italiana, y la madre de sangre, Angelica (Alba Rohrwacher), que vive cotidianamente rodeada por los animales de su granja. La pequeña Vittoria descubre su existencia al principio de la película, en unos páramos áridos no muy lejos del pueblo. Poco a poco, como la llegada de Angelica a su vida aportará confusamente una respuesta a los sentimientos de diferencia que la perturban desde siempre, la chiquilla pelirroja teje en secreto con la nueva mujer un vínculo instintivo que la fusional Tina verá como una amenaza.
Bispuri abraza las fluctuaciones sin acabar de dar una respuesta definitiva, desplegando así a lo largo de la cinta una búsqueda por la identificación de Victoria y una rivalidad ambigua, doblada por una extraña complicidad, entre estas dos figuras maternas que viven y aman de formas tan distintas, hasta un impactante sacrificio por parte de la “verdadera” madre que no deja de recordar el desenlace del juicio de Salomón (y que contrasta con un acto, por parte de la más protectora de las dos, extremadamente violento, que expone a la chiquilla al peor de los traumas, con la intención de desacreditar a la otra como el tipo de mujer que no ha de verse como madre) y subraya bien la complejidad del personaje de Angelica. Este personaje absolutamente formidable por su libertad total (que da lugar a réplicas demoledoras de simple sinceridad y hasta de buen juicio: "¿¡Por qué tener miedo del vacío si no es nada!?”) y por su singular manera de dar amor, igualmente incondicional (“Este amor no se toca”, tararea a menudo) para seres humanos o animales y también salvaje, permite a la directora explorar la naturaleza del amor mismo y su relación, extrañamente persistente, con el sentimiento de posesión. A este respecto, cabe señalar que el dinero, cuya presencia es insistente en la película, es siempre, fundamentalmente, la menor de las preocupaciones de los personajes.
La exquisita sensibilidad de Figlia mia y su riqueza en el guion destacan perfectamente con la fotografía de Vladan Radovic, que nos deleita con sus juegos de texturas, ensalzando el ardiente decorado sardo, y con el empleo temático del lugar, con mención especial para el estrecho agujero de la "necrópolis" donde Vittoria renacerá.
Figlia mia es una producción de las italianas Vivo Film y Colorado Film en coproducción con la suiza Bord Cadre Films y la alemana Match Factory Productions. La detentora de sus derechos es The Match Factory.
Bénédicte Prot
https://cineuropa.org/es/newsdetail/348186/
Dos mujeres con vidas y personalidades muy diferentes viven en un pueblecito de Cerdeña, conectadas a través de una niña de diez años. Una tiene una posición económica segura, una pareja estable y unas ideas claras de cómo educar y cuidar a su hija. La otra se encuentra hundida en deudas, pasa las noches emborrachándose y manteniendo encuentros sexuales esporádicos con desconocidos. A las tres las une una relación que pone a prueba su manera de ver el mundo cuando la pequeña Vittoria descubre que el indescifrable personaje de Alba Rohrwacher es en realidad su madre biológica. Si ya es importante de adulto conocer nuestros orígenes para entender quiénes somos, mucho más en un momento previo a la adolescencia cuando cada día supone un paso enorme en una dirección distinta según el impacto de las experiencias vividas y los descubrimientos. Y a partir de esto Laura Bispuri elabora en Daughter of Mine un triángulo dramático maternofilial que centra su mirada en la experiencia de las dos mujeres al tener que afrontar y asumir las decisiones del pasado y las consecuencias que las mismas han supuesto para la niña. Una víctima de las circunstancias que se encuentra de un momento para otro con dos madres y la tremenda confusión de desconocer qué se espera de ella y qué rol debe asumir para contentar a ambas.
La cámara en mano sigue de cerca a las tres actrices desde una aproximación naturalista y no deja fuera las motivaciones ni el impacto psicológico de ninguno de sus personajes, alternando entre ellas para explorar los efectos de sus pequeñas y grandes decisiones en el transcurrir de lo cotidiano. Un juego, una canción, una comida, una fiesta de cumpleaños, una discusión, un paseo… ¿Tiene el vinculo biológico una capacidad de influencia emocional comparable en alcance al de la crianza y cuidados durante años? Las dudas y los temores del personaje de Valeria Golino a que su hija establezca unos lazos más fuertes que con ella la obsesionan progresivamente según avanza el metraje. Se encuentran aquí dos formas contrapuestas de entender no sólo la maternidad, sino el mundo y la experiencia del mismo, el placer, el riesgo y las expectativas de dos mujeres que pertenecen a clases sociales muy alejadas una de la otra en prioridades y forma de subsistencia. Este retrato familiar no queda aislado nunca del contexto socioeconómico de la región del sur de Italia en el que transcurre todo, capturando las dificultades del día a día y la situación de sus habitantes.
En este escenario con elementos de realismo social surge la cuestión intrínseca al conflicto del film: ¿qué es ser una buena madre? Si bien es cierto que la manera de representarlas es extremadamente polarizada, esto sirve para implicar moralmente al espectador desde el principio y obligar a posicionarse. Un posicionamiento del que sin embargo huye Bispuri, buscando una cercanía que ayuda a comprender su psicología mostrando sus acciones y el dolor que provocan en los demás y en ellas mismas. Un proceso en el que poco a poco se incluye la misma Vittoria, que demuestra su capacidad para aceptar y adaptarse a las peculiaridades de su nueva situación tal como sólo alguien de su edad puede hacer. Al final se crea una múltiple proyección narrativa entre las tres a varios niveles. Primero la madre adoptiva y la biológica ven una en la otra lo que pudo haber sido su vida si hubieran tomado quizá otro camino al que eligieron en su día. Segundo, la niña ve reflejada en las adultas algunas de sus características propias asumidas y reproduce otras ajenas a modo de prueba. Tercero y último, los personajes de Golino y Rohrwacher encuentran en su hija los valores positivos y negativos de si mismas y de la otra, que provoca el rechazo pero al mismo tiempo revela su profundo —aunque no buscado— vínculo que trasciende y desafía cualquier planteamiento tradicional de la familia.
Ramón Rey
https://www.cinemaldito.com/daughter-of-mine-figlia-mia-laura-bispuri/
Entrevista: Laura Bispuri • Directora
“El cine está hecho de mujeres en un segundo plano”
En su segundo largometraje, Figlia mia [+], presentado a concurso por el Oso de Oro del Festival de cine de Berlín, Laura Bispuri relata la historia de Vittoria, una joven que de repente se ve entre dos mujeres: Tina (Valeria Golino), que la ha criado desde que tiene uso de memoria, y la misteriosa Angelica (Alba Rohrwacher).
Cineuropa: Figlia mia es una película sobre mujeres. No hay otra manera de catalogarla. ¿Es algo deliberado por tu parte?
Laura Bispuri: Siempre me apetece hablar de mujeres. Ha sido mi misión en la vida y en el trabajo. Es un alegato político y constituye mi viaje desde mis inicios. Las mujeres han sido apartadas en un segundo plano a lo largo de la historia del cine. Ha habido esposas que esperaban pacientemente a que sus maridos volvieran a casa y se les ha retratado de una manera muy superficial. Va siendo hora de cambiar esa imagen. Cuando esta película reciba críticas porque no haya hombres, una parte de mí se congratulará. Tiene que ser así. No olvidemos que el cine está hecho de mujeres en un segundo plano y nunca nos oirás quejarnos.
La historia que cuentas es bastante universal. Hay algo casi bíblico en ella.
Cuando empecé la película, no pensaba en la Biblia. El punto de partida, para mí, fue la historia real de una chica que, a los veintitantos de edad, decidió ser adoptada por otra mujer, aún cuando su madre biológica seguía con vida. Cuando empecé a trabajar en ello, me topé con el juicio de Salomón [en él, el rey Salomón tenía que decidir quién era la mujer real de un niño]. Hay algunos vínculos con las tragedias griegas también. En definitiva, hay una dimensión antigua en torno a la historia pero, al mismo tiempo, quería inundarla de reflexiones contemporáneas, tal y como hice en Vergine giurata [+], y tener la imagen de lo que sería que una familia saltara por los aires de repente en nuestra cara. Las figuras maternas, sobre todo en Italia, siempre se perciben como iconos de perfección; sin embargo, es un símbolo falso y debemos empezar a ponerlo en tela de juicio.
¿Siempre tuvo la intención de que Tina y Angelica fueran tan diferentes entre sí? Al principio, una parece casi una santa y la otra, una puta que vive en los márgenes de esta pequeña comunidad, casi como Saraghina en 8½, de Federico Fellini.
Lo que quería mostrar en un principio era a Tina convencida de ser la madre perfecta para la hija perfecta. A causa de Angelica, se ve obligada a cuestionarse esas ideas de perfección, tanto para consigo misma como para con su hija. Se da cuenta de que su pequeña, Vittoria, es mucho más compleja de lo que pensaba, y que al cabo de todos estos años, debe admitir el papel que desempeña Angelica en su vida o no mantendrá relación alguna con ella. Angelica, por su parte, se siente al principio de su viaje como una mujer inadecuada para cumplir como madre. Es una marginada. Sin embargo, cuando entra en contacto con la chica, se percata de que sí que puede amar y ser amada. No digo que la una se convierta en la otra, pues eso resulta demasiado simple, pero sí que se cruzan sus caminos al final.
¿Por qué optó por rodar la película en Cerdeña? No cabe duda de que juega un papel importante en Figlia mia, tal y como Albania lo hacía en Vergine giurata.
Tengo una conexión personal con ese lugar. Solía pasar allí mis vacaciones de niña. Luego fui allí con mi propia hija y aquel viaje de alguna forma se me quedó grabado. Es un eje en nuestra relación. En mi cine, siempre busco lugares con una fuerte personalidad. Me aterroriza la idea de acabar con una postal pero esta vez, cuando buscábamos localizaciones, algo realmente bonito pasó. Estaba viajando con un hombre de 45 años de edad, muy humilde y muy alejado de lo que es el cine: trabaja con animales. Una noche, le dije: “Pero, Pierpaolo, tú no has visto mi anterior película. Aquí mismo tengo un trailer. Puedo enseñártelo en el teléfono”. Lo hice y me dijo: “Me gustó porque vi cómo trabajabas con el paisaje. Haces que la gente se percate de su importancia y luego centras tu atención en los actores”. Es verdad: siempre intento dar con ese equilibrio perfecto, que es la razón por la que paso mucho tiempo buscando los lugares adecuados. Cuando los encuentro, ya puedo centrarme en mis personajes. En pocas palabras, él resumió cómo trabajaba.
Marta Bałaga
https://cineuropa.org/es/interview/348215/
Dopo un esordio importante, l’opera seconda è sempre uno scoglio non facile da superare. Laura Bispuri, con il suo secondo lungometraggio presentato in concorso all’ultima edizione della Berlinale, non è entrata nel palmarès ma ha ricevuto molti consensi, più dalla critica straniera che da quella italiana – un dato, questo, molto preoccupante. La regista romana, quarantenne, non ha voluto sorprendere, ha lavorato all’insegna di una continuità che dimostra un’idea forte e definita di cinema, sia nei contenuti che nella forma. Già nel 2015, con Vergine giurata, Bispuri aveva partecipato con successo al concorso berlinese: tratto da un romanzo di Elvira Dones, il film era ambientato in una comunità montana dell’Albania, un mondo arcaico e maschilista dove, in assenza di eredi di sesso maschile, una ragazza rinuncia a essere femmina e a ogni forma di rapporto amoroso per acquisire i diritti di un maschio, salvo poi, fuori da quel mondo, comprendere che la libertà non può avere come prezzo la prigionia del proprio corpo.
La questione femminile, non celebrata in nome di un idealismo standardizzato ma indagata in contesti inattesi, attraverso il confronto con forme di cultura distanti ma allo stesso tempo collegate a problematiche urgenti della contemporaneità, affiancata all’uso tematico del paesaggio, è al centro anche di Figlia mia. In questo caso, per offrire un ritratto della complessità della figura materna e per mettere in discussione il dogma della maternità, Bispuri ha guardato alla Sardegna selvaggia e aspra di Cabras e di altri piccoli centri delle province di Oristano e di Nuoro. Un contesto antropologico ed etnografico, questo, in cui sono fortemente radicate tradizioni arcaiche come quella dei “figli dell’anima”: usanza per cui a una coppia che non ha figli viene in soccorso una coppia prolifica, che affida, che presta – perché possa sempre rivendicarne il diritto di appartenenza – uno dei figli ai due che sono senza, ignorando ogni forma di burocrazia; tale comportamento di compensazione delle mancanze della natura vale, peraltro, anche per il bestiame.
Un patto femminile
Nel film, scritto dalla regista insieme a Francesca Manieri, due donne hanno stipulato un patto: Angelica (Alba Rohrwacher) ha affidato, sin dalla nascita, sua figlia Vittoria (Sara Casu, magnifica) a Tina (Valeria Golino) e al marito (Michele Carboni), in cambio di un costante aiuto economico. Nell’estate dei suoi dieci anni, la bambina scopre – conosce e riconosce – la madre biologica: la drammaturgia è incentrata quindi sulla rottura del patto e sulla conseguente frantumazione dell’equilibrio, peraltro precario, del prima. In relazione al contendersi drammaticamente l’affetto di una figlia, i caratteri delle due madri sono stati costruiti in maniera decisamente contrapposta: Tina, la madre adottiva, è amorevole certo, ma anche morbosa fino a voler stabilire con Vittoria un rapporto simbiotico, per paura di perderla; invece Angelica è un’anima persa, beve troppo, per bisogno di affetto si concede a uomini che la sfruttano soltanto sessualmente: la razionalità moralistica e il pregiudizio la vorrebbero incapace, sia psicologicamente sia fisicamente, di crescere una figlia, ma quando la bambina, che all’inizio la chiama “signora”, le si avvicina e capisce, da sola, che quella è sua madre, senza che nessuno glielo spieghi, Angelica avverte che, pur nella sua maniera sregolata, anche lei è capace di amare e può essere riamata a sua volta.
Sembrerebbe che Tina abbia in mano le redini della situazione, in quanto Angelica sta per perdere la casa, dovrebbe vendere le sue amate bestie e partire per il continente, ma il conflitto non si risolve con il prevalere dell’una sull’altra: è Vittoria a ristabilire un nuovo ordine delle cose, perché lei vuole tenersele entrambe, le sue mamme, e spetterà a loro mettersi in discussione e accettare questa famiglia allargata, dove il peso del legame di sangue e quello del legame adottivo vengono a trovarsi sullo stesso piano.
L’ottima direzione delle due attrici protagoniste e di tutto il resto del cast composto principalmente di persone selezionate sul luogo; la messa in scena sobria e asciutta, con l’utilizzo della macchina da presa a mano per ottenere un realismo di stampo documentaristico – alla Dardenne – senza concessioni a nessuna forma di estetismo preconfezionato; la fotografia ruvida e sgranata di Vladan Radovic; la composizione narrativa fatta di strappi netti, di cesure e di ellissi, che intenzionalmente non danno luogo a un racconto fluido e prevedibile; soprattutto, uno sguardo che si limita a mostrare, ma che non giudica – e chiede di fare altrettanto allo spettatore: per tutti questi aspetti, Figlia mia è un film pregevole, seppure non perfetto; non è un film riempi-sala, bensì un esempio del miglior cinema d’autore italiano – quello che si ritrova nelle selezioni dei più importanti festival cinematografici internazionali.
Francesco Pettinari
https://www.lindiceonline.com/focus/cinema/laura-bispuri-figlia-mia/
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