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miércoles, 1 de mayo de 2013

Galileo - Liliana Cavani (1968)


TÍTULO ORIGINAL Galileo
AÑO 1968
IDIOMA Italiano
SUBTITULOS Español (Incorporados)
DURACIÓN 105 min.
DIRECTOR Liliana Cavani
GUIÓN Liliana Cavani, Tullio Pinelli
MÚSICA Ennio Morricone
FOTOGRAFÍA Alfio Contini
REPARTO Cyril Cusack, Georgi Kaloyanchev, Nicolai Doicev, Miroslav Mindov, Georgi Cherkelov, Nevena Kokanova
PRODUCTORA Fenice Cinematografica / Rizzoli Film / Kinozenter
GÉNERO Drama | Biográfico

SINOPSIS
*La vida de Galileo, desde el comienzo de sus conflictos con la Iglesia Católica, su relación con Giordano Bruno y su abjuración final. (FILMAFFINITY)

*La vita e il dramma di Galileo Galilei. Il fisico italiano studia le stelle con un telescopio da lui perfezionato e dichiara che il Sole è posto al centro dell'universo. Processato per eresia dopo la pubblicazione delle sue teorie, Galileo preferisce ritrattare piuttosto che subire la tortura.


Con Galileo Liliana Cavani nel 1968 realizza un film dedicato al grande scienziato italiano, ove il fuoco è spostato dall’interesse del ruolo individuale, ai problemi di dialogo e di conflitto sociale che la scienza può portare con sé.
Un atto di accusa contro l'arroganza del potere che assume una strana contemporaneità in questo inizio secolo ove le problematiche scientifiche diventano sempre più fattori sociali e, quindi, politici.
Il suo "Galileo" si rivela dunque emblema del «grande scontro tra la libertà della ricerca scientifica ed il diktat imposto dalla Chiesa». Lo scienziato, come evidenziato anche nel film, cercò di evitarlo proponendo la teoria dei due linguaggi: uno scientifico, con il quale si possono descrivere le ricerche effettuate sulla natura, ed uno di fede, che può essere utilizzato per parlare di Dio. Tuttavia, i timori
della Chiesa sulle ricerche scientifiche che confutavano l'idea dell'uomo come centro dell'Universo e, soprattutto, sugli effetti che esse
avrebbero potuto produrre sugli uomini, portarono ad una posizione intransigente nei confronti di Galileo. Tanto più che, come ricorda la Cavani, la questione riguardante lo scienziato e le sue teorie è stata risolta dalla Chiesa soltanto nel 1992, ossia tre secoli più tardi. La battaglia contro Galileo è stata «una perdita secca della Chiesa; la scienza forse ha ritardato in qualche modo lo sviluppo - continua la Cavani - però, credo che sia stata una rottura che poi difficilmente poteva sanarsi, anzi si è sanata un poco, ma non credo del tutto».
La regista ha raccontato inoltre alcuni aneddoti relativi alla realizzazione di "Galileo", uno dei primi film "delocalizzati", visto che si trattò della prima coproduzione Italia-Bulgaria ed è stata girata nella "Cinecittà" del Paese dell'ex blocco comunista, per contenere i costi di produzione. La lavorazione è durata 10 settimane, e le difficoltà, come confessa la Cavani, sono state molte. In Bulgaria non esisteva un laboratorio di sviluppo, perciò, per evitare di dover spedire le pellicole in Italia con l'unico volo settimanale, si è deciso di costruirne uno sul posto. Un elogio è andato, infine, agli attori bulgari impiegati in "Galileo", a confermare l'esistenza di una eccellente scuola di recitazione nel Paese.
http://www.atistoria.ch/atis/atis25/component/content/article/161-mediateca/film-a-carattere-storico/220-qgalileo-galileiq-di-liliana-cavani-1968.html
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El siguiente texto, fechado el 12 de enero de 1977, es una nota didáctica que Manuel Sacristán Luzón (1925-1985) escribió para estudiantes preuniversitarios con la siguiente observación manuscrita: “Ficha para la proyección del Galileo de Cavani a estudiantes de BUP. Pedida por Juliana”. Probablemente, sin poderlo asegurar, se trató de una petición de su amiga Juliana Joaniquet.

No es nuevo que un científico destacado sea objeto de una película, pero tampoco es cosa frecuente. Tiene que tratarse de personajes que, además de impresionar a la inteligencia por la importancia de sus trabajos, muevan la imaginación y el sentimiento por las consecuencias de sus aportaciones o por las circunstancias de su vida, o por ambas cosas a la vez. Eva Curie [1] o Roberto Koch son ejemplos característicos. Eva Curie por ser una de las pocas mujeres que han podido destacar como grandes científicos en una sociedad dominada por los hombres. Koch por la impresión que produjo su aportación a la lucha contra una de las plagas más temidas en su época: la tuberculosis.
A medida que el trabajo científico se va haciendo más colectivo, por su riqueza de aspectos y su complicación, van cambiando los criterios que dan interés literario, dramático o cinematográfico a una aventura científica. Pero en la época de Galileo, la época en la que precisamente empezó a florecer el individualismo en todos los terrenos -desde la economía hasta el arte, la religión y la ciencia-, los dos puntos de vista de la importancia de la aportación personal y del dramatismo de la biografía alcanzaban una vigencia que no habían tenido nunca hasta entonces en la historia. No conocemos los nombres de casi ningún constructor de las catedrales e iglesias medievales, ni los nombres de los que construyeron el admirable sistema de la geometría griega que hemos recibido bajo los símbolos, más que nombres, “Pitágoras" y “Euclides”. En cambio, conocemos la biografía del menos afortunado de los discípulos de Galileo, de Newton o de Einstein.
Galileo es inolvidable desde los dos puntos de vista indicados.
Galileo ha aportado logros de mucha consideración en varios campos del conocimiento de la naturaleza. Ha promovido con un éxito desconocido hasta entonces la penetración de la matemática en la investigación de la naturaleza, la matematización de la cosmología. En la mecánica ha formulado (1604) la ley de la caída libre de los graves esencialmente tal como la conocemos hoy. Con la idea de gravedad Galileo desarraigaba dos ilusiones casi míticas de la concepción del mundo antigua y medieval: que haya un lugar natural para cada cuerpo (al que el cuerpo tiende a volver, y por eso cae) y que, consiguientemente, haya un movimiento natural (aquel por el cual cada cuerpo se mueve hacia su místico 'lugar natural') y un movimiento violento (aquel por el cual se le fuerza a alejarse de dicho lugar). Ya desde 1591 (lo más tarde) afirmaba Galileo la posibilidad del vacío, precisamente para poder justificar sus ideas sobre la gravedad; y también con esta tesis se oponía a otra creencia mítica aún dominante en su tiempo: la creencia en que “la naturaleza siente horror del vacío” [2], por lo que éste es imposible. La idea de inercia, fundamento de la dinámica moderna, es otra de las aportaciones de Galileo.
En astronomía, Galileo, que desde 1564 era copernicano (es decir, estaba convencido de que es la Tierra la que se mueve alrededor del Sol, y no al revés, contra la creencia profesada por las autoridades eclesiásticas de la época), consigue observar en 1604 una estrella de las llamadas “nuevas” (novae), lo que le confirma contra el prejuicio antiguo de la inmutabilidad del Cielo de las estrellas. En 1609 Galileo construye la lente de aproximación o anteojo astronómico de cuyo comercio en Holanda y en Venecia ha tenido noticia. En este como en muchos otros puntos de la obra de Galileo se manifiesta la importancia que tuvo para el nacimiento de la ciencia moderna la aparición de una vida económica y una cultura mercantiles, en las que una incipiente acumulación de capitales en dinero permitía potenciar las industrias artesanales. Los sabios de dos siglos antes no habrían podido contar con un arte como el de los ópticos holandeses o el de los vidrieros venecianos (uno y otro imprescindibles para la obra de Galileo), pero, sobre todo, no habrían imaginado que la actividad industrial tuviera algo que ver con la ciencia pura, y hasta se habrían sentido humillados si alguien lo hubiera sugerido. Galileo, que vive en los comienzos de la cultura burguesa, siente ya que las artes industriales están íntimamente relacionadas con la investigación de la naturaleza, se interesa por ellas y hasta se ejercita en ellas, como lo muestra, por ejemplo, su construcción del anteojo.
Con él consigue Galileo descubrimientos que socavan irreparablemente la astronomía medieval: descubre que la Luna tiene montañas; que la Tierra difunde luz como cualquier planeta (corroboración de la astronomía copernicana); que hay muchas más estrellas que las catalogadas hasta entonces: que los cometas son astros, no meteoros (y, por lo tanto, que el viejo Cielo inmóvil está bastante animado); que Júpiter tiene satélites (lo que elimina lo que parecía ser una anomalía del sistema copernicano, a saber, el hecho de que la Luna gire alrededor de la Tierra, y no alrededor del Sol); que Venus tiene fases; que desde a Tierra se ve siempre la misma cara de la Luna. Desde el punto de vista filosófico, para la concepción general del cosmos, el descubrimiento más sensacional de Galileo fue que el Sol presenta manchas variables (1610, 1612). Esto era la puntilla para la idea del Empíreo inmutable. Así lo vio Galileo: “Creo que estas novedades serán el funeral, o más bien el final y el juicio último, de la falsa filosofía; han aparecido ya signos en la Luna y el Sol. Y espero oír sobre este punto grandes cosas (...) para mantener la inmutabilidad de los Cielos; no se ya cómo podrá salvarla y mantenerla.”
Ya esa lista de descubrimientos -que es sólo parcial- bastaría para explicar la celebridad de Galileo, y el que su memoria pueda disputar metros de cinta cinematográfica a otros temas. Pero la importancia de Galileo no se aprecia del todo si no se contempla dos puntos más.
Uno es su fecunda aportación a la constitución de la idea moderna de ciencia, la condición que tiene la obra de Galileo de ser paradigma de la ciencia moderna. Esta se caracteriza por unos rasgos aparentemente contradictorios, en realidad muy unidos: es empírica y experimental [3], pero, al mismo tiempo, muy teórica, incluso idealizadora y matematizadora. Por otro lado, su tendencia idealizadora no le impide ser una energía práctica, principalmente industrial: una fuerza productiva. Una teoría de la moderna ciencia de la naturaleza es un artificio intelectual abstracto, ideal, matematizado en muchos casos, que no refleja la naturaleza ni tiene, muchas veces, el menor parecido con ella; pero con esa teoría es posible (mientras que era imposible con la ciencia medieval) hacer experimentos exactos, prever hechos delicados y complicados, fabricar máquinas y, con ellas, productos, etc. Todo eso está presente en la práctica científica de Galileo, visitador asiduo de talleres artesanos y convencido, al mismo tiempo, de que “el libro de la naturaleza está escrito con caracteres matemáticos.”
La otra razón por la cual Galileo Galilei es inolvidable es que encarna dramáticamente la noción de verdad característica de la ciencia en sentido moderno: verdad objetiva, independiente de consideraciones subjetivas, que puede, por lo tanto, entrar en conflicto con el poder social, pero que, por otra parte, no necesita de adhesión moral.
Galileo no ha tenido ningún deseo de ser rebelde. Más bien -como piensa Bertolt Brecht en el drama que le ha dedicado- ha pecado de acomodaticio, al modo de tantos científicos modernos. Hasta bien entrado en su edad había vivido como un tranquilo profesional de éxito. Había sido profesor en Pisa, su ciudad natal, por nombramiento del Gran Duque de Toscana; luego había enseñado en Padua, llamado por el senado de Venecia; por último. el Gran Duque le había recuperado para la universidad de Florencia.
Galileo había tenido un primer roce con la Inquisición, cosa nada rara en la época. Peor augurio fue el que se tratara de la misma autoridad con que había chocado Giordano Bruno antes de morir en la hoguera el año 1600 (cuando Galileo tenía 36 años): el cardenal San Roberto Belarmino. La Inquisición intimó a Galileo a que no hablara del heliocentrismo más que como de una simple hipótesis irreal calculística, sólo útil para facilitar cálculos, pero sin valor descriptivo de la naturaleza; como realidad había que proclamar que el Sol se mueve alrededor de la Tierra. Por decreto de 24 de febrero de 1616 la Iglesia declaraba “absurda y falsa en filosofía, y por lo menos errónea en la fe” la tesis de que la Tierra se mueve alrededor del Sol.
La aparición de la obra de Galileo Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo (Florencia, 1632), en la que Galileo discute el heliocentrismo copernicano y el geocentrismo tradicional, hizo cristalizar las sospechas del Santo Oficio, que procesó al sabio y le condenó a retractación y a severas penas que le fueron conmutadas por la de destierro (22 de junio de 1633). En el momento de su abjuración Galileo tenía setenta años y era ciego.
También la abjuración de Galileo se ha visto como característica del científico moderno, el cual, se dice, ha ido disociando cada vez más conciencia moral de su conciencia teórica:
Yo, Galileo Galilei, hijo del difunto Vincenzo Galileo de Florencia, a los setenta años de mi edad, constituido personalmente en juicio y arrodillado ante vos, eminentísimos y reverendísimos cardenales, Inquisidores generales en toda la República Cristiana contra la herética maldad; teniendo ante mis ojos los sacrosantos Evangelios, los cuales toco con mis propias manos, juro que siempre he creído, creo ahora y con la ayuda de Dios, creeré en el futuro todo aquello que sostiene, predica y enseña la Santa Católica y Apostólica Iglesia. Pero como por este Santo Oficio, luego de haberme sido jurídicamente intimado con precepto del mismo que debía abandonar totalmente la falsa opinión de que el Sol es el centro del mundo y no se mueve y que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve, y que no sostuviera, defendiera ni enseñara de ninguna manera, ni de viva voz ni por escrito, dicha falsa doctrina, y tras haberme notificado que dicha doctrina es contraria a la Sagrada Escritura, he escrito y dado a la estampa un libro en el cual trato la misma doctrina ya condenada y aporto razones con mucha eficacia en favor de ella, sin aportar ninguna solución, he sido juzgado como vehemente sospechoso de herejía, es decir, de haber sostenido y creído que el Sol es el centro del mundo e inmóvil, y que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve.
Por tanto, queriendo yo quitar de la mente de Vuestras Eminencias y de todo fiel cristiano esa vehemente sospecha, justamente concebida sobre mí, con corazón sincero y fe no fingida abjuro y maldigo y detesto dichos errores y herejías, y en general cualquier otro error, herejía o secta contra a la Santa Iglesia; y juro que en el futuro no diré nunca más ni afirmaré de viva voz o por escrito cosas tales por las cuales se puede tener de mí semejante sospecha; y si conociera algún hereje o sospechoso de herejía lo denunciaré a este Santo Oficio, o al Inquisidor u Ordinario del lugar en que me encuentre
Yo, Galileo Galilei, antedicho, he abjurado, jurado, prometido y me he obligado como queda dicho; y en fe de la verdad, con mi propia mano he firmado la presente cédula de abjuración y la he recitado palabra por palabra en Roma, en el convento de la Minerva, este día 22 de junio de 1633.
Yo, Galileo Galilei, he abjurado como queda dicho, de mi propia mano.
¿Es inevitable que la conciencia científica se escinda de la conciencia moral en el científico? El invento de que, después de abjurar negando el movimiento de la Tierra, Galileo habría murmurado “Y sin embargo se mueve” ¿no ha nacido del malestar moral de algún discípulo de Galileo?”4
*
Notas de edición:
[1] Sobre Manya Sklodowska (1867-1934), Marie Curie, esta nota escrita en colaboración con Mª Angeles Lizón para el calendario Temps de gent 1985: “Física de origen polaco, hija de un matemático y una institutriz procedentes de Varsovia, llega a París en 1892 para realizar sus estudios. Contrae matrimonio con el célebre científico francés Pierre Curie de quien obtiene la nacionalidad y con quien comparte la mayoría de los experimentos sobre radioactividad. Concentrada en su trabajo de tesis sobre el estudio de los rayos uránicos (recién descubiertos por Becquerel), fue la primera en observar la radioactividad del torio y señalar la intensidad anómala de la radiación emitida por el mineral de uranio. Junto con Pierre Curie, quien abandona sus estudios de cristalografía y se asocia con ella en la investigación sobre radioactividad, descubren sucesivamente, dos elementos radiactivos nuevos: el polonio y el radio (1898), así como las emanaciones de radio sobre los cuerpos que le rodean. En 1902, Manya Sklodowska logra preparar un gramo de cloruro de radio puro y determinar la masa atómica del elemento con lo que da por concluida su investigación de tesis doctoral. En 1903 los esposos Curie, junto con Henri Becquerel, reciben el Nobel de Física.
Para 1910, con ayuda de otros científicos, particularmente Debierne, aíslan finalmente el radio en estado metálico. Un nuevo campo: el de la física y química nuclear queda entonces establecido.
Mujer de prodigiosa memoria, a la muerte accidental de Pierre (1906) da un nuevo rumbo a su carrera. Sucede a su marido en la cátedra, llegando a profesor titular en 1908.
Fue así la primera mujer que enseñó en la Sorbonne.
En el momento cumbre de su fama (1922) -junto con su hija Irene- se dedicó a la investigación de la química radiactiva y a las sustancias radioactivas con aplicaciones médicas. Antes de morir presenció la fundación de la Fundación Curie en Paris, y en 1932 la del Instituto del Radio en Varsovia.”
[2] Sobre la medición de este horror de la naturaleza, señalaba Sacristán en “La tarea de Engels en el Anti-Dühring” (Sobre Marx y marxismo, Icaria, Barcelona, 1983, pp. 35-36): “[…] Más en general, el análisis reductivo practicado por la ciencia tiende incluso a obviar conceptos con contenido cualitativo, para limitarse en lo esencial al manejo de relaciones cuantitativas o al menos, materialmente vacías, formales. Esto se aprecia ya claramente en los comienzos de la ciencia positiva moderna. Así, por ejemplo, lo que hoy llamamos “presión atmosférica” fue manejado durante algún tiempo por la naciente ciencia moderna con el viejo nombre de “horror de la naturaleza al vacío”, sin que el uso de esta noción tuviera grandes inconvenientes, pues lo que de verdad interesaba al análisis reductivo del fenómeno (desde Galileo hasta su discípulo Torricelli) era la consecución de un número que midiera la fuerza en cuestión, cualquiera que fuera la naturaleza de ésta”.
El análisis reductivo practicado por la ciencia, proseguía Sacristán, tenía regularmente éxito, un éxito que era descomponible en dos aspectos: “por una parte, la reducción de fenómenos complejos a nociones más elementales, más homogéneas y, en el caso ideal, desprovistas de connotaciones cualitativas, permite penetrar muy material y eficazmente en la realidad, porque posibilita el planteamiento de preguntas muy exactas (cuantificadas y sobre fenómenos “elementales”) a la naturaleza, así como previsiones precisas que, caso de cumplirse, confirman en mayor o menor medida las hipótesis en que basa, y, caso de no cumplirse, las falsan definitivamente. Por otra parte, el análisis reductivo posibilita a la larga la formación de conceptos más adecuados, aunque no sea más que por la destrucción de viejos conceptos inadecuados. Así, aunque todavía no en Galileo, en Torricelli y Pascal aparece ya el concepto de presión atmosférica, una vez que Galileo ha relativizado y minimizado el contenido cualitativo del concepto tradicional del horror de la naturaleza al vacío.”
[3] El siguiente paso de las clases de Metodología de las Ciencias Sociales del curso 1983-1984 en torno al papel de la experiencia y/o los experimentos en la contrastación de las teorías científicas no intenta, obviamente, defender la creencia de que todo trabajo teórico elaborado y artificioso es bueno per se, independiente de toda empiria potencial, pero sí hacer plausible la tesis de que el rechazo precipitado de una construcción teórica por su carácter supuestamente rebuscado, artificioso o sofisticado puede tener efectos paralizadores. El ejemplo dado por Sacristán toma el caso de Galileo como ilustración. Comentaba aquí el traductor de Ludovico Geymonat:
“[…] Varios físicos de la universidad del París del siglo XIV, y belgas, habían llegado prácticamente a nociones que serían poco tiempo después características de la nueva física. Por ejemplo, la noción de inercia (que no llamaban inercia, la llamaban “impetus”, pero la noción es muy análoga). Era la idea -completamente nueva, revolucionaria entonces, y contrapuesta a la física antigua y medieval- de que el estado de movimiento era una cosa tan natural como el estado de reposo, de que un cuerpo en movimiento puede seguir indefinidamente en ese estado, que es la base de la idea de la inercia, que el cuerpo permanezca en su estado sea cualquiera ese estado del principio y dejando aparte cuestiones de roce, etc. Esos físicos del XIV (Nicolás de Oresme, Buridán) llegaron a esa idea simplemente por crítica de la teoría del movimiento antiguo, de la teoría del movimiento mecánico aristotélico y escolástico. Por ese camino llegaron a deducciones ya galileanas. Por ejemplo, muy cerca de la ley de caída libre de los graves que es quizá el punto angular del nacimiento de la ciencia moderna, está la tesis de Galileo según la cual, en el vacío, todos los cuerpos, cualesquiera que sea su densidad, caen a la misma velocidad. Los físicos parisienses del siglo XIV llegan a resultados muy parecidos y a cálculos sobre la base de esta idea de “impetu”, esta premonición de la idea de inercia, pero su aparato experimental les arroja constantemente una diferencia de resultados empíricos respecto de los resultados previstos por la teoría, y entonces, muy sensibles al carácter artificioso de la teoría, se atienen al dato numérico obtenido empíricamente y renuncian a la teoría que estaban desarrollando. Eso ocurre en el siglo XIV, desde 1340 hasta 1400”.
Dos siglos más tarde, proseguía el profesor de metodología de la UB, cuando el mismo Galileo desarrolla la ley también observa discrepancias entre los datos empíricos y los calculados a partir de la teoría, pero Galileo considera que esas discrepancias serán fruto de factores que están interviniendo en el proceso “y que él no controla; en vez de sentir la teoría como artificiosa la siente como esencial, puesto que es una teoría deductiva y cuantificable, para él -que cree más o menos místicamente en la naturaleza matemática del universo- tiene todas las seguridades, y si los datos de los sentidos y las mediciones empíricas no concuerdan exactamente, será que las mediciones tienen algún defecto”.
Esta conciencia teórica, señalaba Sacristán, llegaba al extremo de que cuando “un gran físico tradicional, un físico escolástico, un dominico, repite las mediciones de Galileo (la caída por el plano inclinado de las bolas de plomo, de mármol, de madera) y no le sale el mismo resultado y escribe a Galileo diciendo que ha repetido su experimento y no sale (tiene una discrepancia), Galileo ni siquiera se digna contestar. Encarga la contestación a un discípulo, Toscanelli, el cual escribe una carta, una breve carta, que puede que suene como una provocación maleducada pero que lleva dentro toda la idea de teoría. Es una sucinta carta que dice: si sus bolas de plomo, de mármol, de madera, de hierro, no cumplen la ley del señor Galileo, peor para ellas”.
Se preguntaba entonces Sacristán: ¿qué es lo que hay por debajo de esta impertinencia? La fuerte convicción de que lo que importaba realmente era la teoría. “La convicción teórica y el reproche a este hombre de no haber entendido eso, de no haber entendido que lo esencial es el lado explicativo de la teoría, que las discrepancias empíricas no son mayores que con la teoría anterior. Al contrario -esto está empíricamente a favor de los galileanos-, sus discrepancias eran de todos modos menores, su margen de error, y su margen de diferencia en resultado teórico y resultado empírico era una diferencia menor que con la teoría anterior, la teoría aristotélica que proponía que cada cuerpo cayera a una velocidad proporcional a su densidad, o sea su peso; esa teoría es más discrepante de la realidad como es obvio”.
Conclusión: si muchas veces la especulación teórica podía ser ociosa e incluso vacía, en otras, por el contrario, rechazarla por su aparente artificiosidad o sofisticación podía tener efectos paralizadores para el avance del conocimiento. Sacristán remataba su argumento recordando la postulación fuertemente especulativa de Pauli, sin anclaje experimental, de la existencia del neutrino para “salvar” el principio de conservación de la energía.
Manuel Sacristán Luzón
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=112719


Galileo di Liliana Cavani è una coproduzione tra Italia e Bulgaria, dove il film, della durata di 108 minuti, viene interamente girato, col sostegno finanziario della Cineriz e un esiguo contributo della Rai, che avrebbe dovuto trasmetterlo alla televisione, senza mai farlo. La pellicola viene presentata in "prima" assoluta alla Mostra cinematografica di Venezia del 1968. Suscita un notevole interesse, soprattutto per l'attualità del tema affrontato e per il dibattito a cui spinge sia la critica che il pubblico. Molto buone le recensioni apparse sui principali quotidiani italiani. La trama segue la storia di Galileo - interpretato da Cyril Cusack - dal periodo padovano fino al processo e si chiude con l'abiura della teoria copernicana di fronte all'autorità ecclesiastica.
Il film, che alla sua apparizione è molto avversato da una certa area cattolica (all'ingresso delle parrocchie viene etichettato: "per adulti con riserva"), è particolarmente legato al periodo storico durante il quale viene realizzato. In una nota ai giornali dell'epoca la Cavani spiega: "Trovo attuale parlare di Galileo. Nel 1964, al Concilio, se pure ad opera dei soli progressisti, è stato detto: "Ci sia concesso deplorare certi atteggiamenti morali derivati dal non aver sufficientemente percepito la legittima autonomia della scienza e che trascinarono molti spiriti a ritenere che scienza e fede si oppongano fra loro". La Chiesa ha diffidato della scienza e ne diffida in gran parte anche oggi. Scienza vuol dire fisica economia sociologia antropologia etnologia, ricerche che hanno portato la conoscenza molto lontano. La Chiesa avrebbe dovuto andare molto lontano di pari passo con loro; viceversa, assistiamo tuttora a lotte sorde o scoperte tra i cosiddetti tutori dell'autorità e tutti quei cristiani che "contestano". Perché in definitiva oggi come ieri quello che si cerca di difendere non è lo spirito della Parola trasmessa, ma l'autorità dell'istituto ecclesiastico".
Quanto alla corrispondenza con il Galileo storico la Cavani continua: "Il mio film vuole raccontare soltanto lo spirito di una lotta: quella tra l'uomo di cultura, che ha compreso ormai il diritto della libertà di indagine e l'autorità, un'autorità che si dichiara religiosa e che quindi si direbbe fondata sullo spirito e viceversa agisce come un istituto che pare credere soltanto nelle proprie fondamenta". E ancora: "Quando si parla del mondo d'oggi con tutto il pessimismo dei predicatori infastiditi, dovremmo reagire e capire che i mali di oggi sono il frutto della disabitudine a pensare con la propria testa, a cercare di capire le parole che pronunciamo, la disabitudine alla responsabilità individuale dei fatti sociali, e il demandare ad una fantomatica "Provvidenza" la risoluzione di tutte le ingiustizie (tipo fame sperequazione abuso violenza intolleranza ignoranza). Questa è l'educazione. Galileo fu punito perché metteva in discussione i dettami della Chiesa".
http://portalegalileo.museogalileo.it/igjr.asp?c=36299
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Galileo di Liliana Cavani racconta la vita di Galileo Galilei (1564-1642) dai 28 anni, quando ha i primi dubbi sulla veridicità del sistema tolemaico, ai 69 anni quando abiura. Imperniato sul tema del dialogo e del conflitto (tra uomo di cultura e autorità; tra il credente e la Chiesa o, meglio, gli uomini che la rappresentano; tra la Curia e la Chiesa conciliare), è, insieme, la tragedia di un uomo in anticipo sui tempi e la storia di una ingenuità. Fu vietato ai minori di 18 anni. I censori ne intuirono l'impianto profondamente anticlericale. Prodotto dalla Rai, il film non è stato mai trasmesso in tv. La nuova versione è restaurata dal Centro Sperimentale di Cinematografia - Cineteca Nazionale. Controverso nel tema e innovativo nel linguaggio, Galileo - interpretato da Cyril Cusack - mette a fuoco il conflitto secentesco tra scienza e religione, tema capitale al centro di un dibattito mai completamente risolto. Il film era stato presentato in Concorso alla Mostra del Cinema di Venezia il 2 settembre 1968, suscitando parecchio clamore.
Era ed è un Galileo che conduceva su di sé i rigori di un Est Europa ancora vivo e profondamente segnato. Girato quasi interamente in Bulgaria, e con molti attori bulgari, una delle eccezioni importanti è rappresentata proprio dal personaggio di Galileo interpretato dal sudafricano Cyril Cusack, ovvero il Katzmann del Sacco e Vanzetti di Giuliano Montaldo, riusciva a riflettere la spartana ed essenziale maniera di molta cinematografia d'ispirazione non hollywoodiana.
Sono molte le eccezioni rappresentate dal film della Cavani sulla vita, e sulla abiura, di Galielo Galilei. E' l'unico film biografico italiano dedicato alla vita dello scienziato. E' uno dei pochi film con un sostanziale interesse storico che non è mai stato trasmesso in televisione, e forse l'unico film scritto da Tullio Pinelli (in collaborazione con la regista) a non contattare da subito il grandissimo pubblico. Film di eccezioni, ma anche di grande impatto ideologico, fermo e sicuro nella stesura del suo teorema. Atto di accusa contro l'essenza coercitiva del potere che, nell'espressione di questa istanza, è carico di una sua contemporaneità, proprio in questo inizio millennio che vede le problematiche scientifiche profondamente connesse ai fattori sociali e, quindi, a quelli politici. Il Galileo della Cavani è, dunque, ancora l'emblema del "grande scontro tra la libertà della ricerca scientifica ed il diktat imposto dalla Chiesa". E' lo stile scarno che caratterizza il cinema della Cavani che in questo film esce dagli schemi del cinema biografico per attualizzare l'azione passata.
SONIA CINCINELLI
http://www.celluloidportraits.com/film/5726_1_Galileo__.html

5 comentarios:

  1. Querido Amarcord, me la he descargado pero la calidad es muy baja... no hay circulando otra versión que esté mejor? ciertamente esta no se puede visionar :(

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  2. Realmente es muy baja calidad, encontré una version en torrent,que es un poco mejor, todavia no termino de bajar, por lo tanto no se si los srt calzan...

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  3. Aqui está el Magnet Link:

    magnet:?xt=urn:btih:ZNTJ7AHU5B2KHDOQ6NWXKLCMDY3MC3S4&dn=%5bDivX%20-%20ITA%5d%20Liliana%20Cavani%20-%20Galileo%20%5bcolombo-bt%5d.avi&tr=http%3a%2f%2ftracker.openbittorrent.com%2fannounce

    La calidad es bastante buena y los subtitulos que estan en las paginas coinciden.

    Me gusta mucho el blog, para mi que me encanta el cine italiano es como un IMDB dedicado...
    Gracias por tu trabajo.
    Ah.. la pelicula me parece buena.

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  4. Gracias por colaborar.
    Es la copia que conseguí y traté de compartirla. Si aparece otra mejor... bienvenida.

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  5. No quiero ser molesto, pero no es la misma. La del torrent es sin srt y mejor calidad.
    Los subtitulos son estos:
    http://www.subdivx.com/X6XMTA1MzI4X-galileo-dir-liliana-cavani-1968.html

    Saludos

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