TITULO ORIGINAL La stanza del figlio
AÑO 2001
IDIOMA Italiano
SUBTITULOS Español (Separados)
DURACION 100 min.
DIRECCION Nanni Moretti
GUION Nanni Moretti, Linda Ferri, Heidrun Schleef
MUSICA Nicola Piovani
FOTOGRAFIA Giuseppe Lanci
REPARTO Nanni Moretti, Laura Morante, Jasmine Trinca, Giuseppe Sanfelice, Silvio Orlando, Stefano Accorsi, Claudia Della Seta
PRODUCTORA Coproducción Italia-Francia; Sacher Film Rome / BAC Films / Studio Canal Paris
PREMIOS
2001: Cannes: Palma de Oro y FIPRESCI
2001: Nominada al Cesar: Mejor película extranjera
2000: Premios David di Donatello: 3 premios incluyendo Mejor película. 12 nomin.
GENERO Drama
AÑO 2001
IDIOMA Italiano
SUBTITULOS Español (Separados)
DURACION 100 min.
DIRECCION Nanni Moretti
GUION Nanni Moretti, Linda Ferri, Heidrun Schleef
MUSICA Nicola Piovani
FOTOGRAFIA Giuseppe Lanci
REPARTO Nanni Moretti, Laura Morante, Jasmine Trinca, Giuseppe Sanfelice, Silvio Orlando, Stefano Accorsi, Claudia Della Seta
PRODUCTORA Coproducción Italia-Francia; Sacher Film Rome / BAC Films / Studio Canal Paris
PREMIOS
2001: Cannes: Palma de Oro y FIPRESCI
2001: Nominada al Cesar: Mejor película extranjera
2000: Premios David di Donatello: 3 premios incluyendo Mejor película. 12 nomin.
GENERO Drama
SINOPSIS En una pequeña ciudad del Norte de Italia, vive apaciblemente una familia formada por los padres (Giovanni y Paola) y dos hijos adolescentes: Irene, la mayor, y Andrea, el pequeño. Giovanni es psicoanalista. En su consulta, situada al lado de su apartamento, sus pacientes le confían sus neurosis, que contrastan con la calma de su propia existencia. Su vida se rige por una serie de costumbres o aficiones: leer, escuchar música, aislarse y agotarse haciendo largas carreras por la ciudad. Un domingo por la mañana, un paciente llama a Giovanni por una urgencia. No puede salir a correr con su hijo tal y como le había propuesto; Andrea sale a bucear con sus amigos, pero no volverá... (FILMAFFINITY)
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Subtítulos (Español)
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Nanni Moretti consigue sumergirnos con su peculiar manera de ver el mundo en una de esas historias que, contadas sin artificios innecesarios, consiguen tocarnos el corazón profundamente. La habitación del hijo fue la gran triunfadora del Festival de Cannes del año 2001 al alzarse con la Palma de Oro. En ella Moretti vertebra un relato basado en lo que supone para una familia la pérdida de lo más preciado que se pueda pensar: un hijo.
Moretti es uno de los cineastas más preciados, si no el que más, del cine contemporáneo italiano.
Moretti es uno de los cineastas más preciados, si no el que más, del cine contemporáneo italiano.
Comparado en ocasiones con el director americano Woody Allen, Moretti es sobretodo conocido por sus espléndidas comedias, como la magnífica Caro diario (1993) o Abril (1998). Sin embargo en La habitación del hijo demuestra ser un maestro también en el arte de la tragedia. Con un realismo extraordinario, el cineasta italiano reflexiona sobre la muerte en el contexto cotidiano de una familia, logrando con ello a su vez hablar de la vida en general.
El propio Moretti interpreta al cabeza de familia, un psicoanalista de nombre Giovanni Sermonti, querido padre de familia que gusta de hacer footing por las mañanas, pasar consulta a sus pacientes (a cual más extravagante), hacer deporte con su hijo o escuchar música. El resto de la familia goza con él de una feliz rutina, sólo perturbada más adelante por el terrible acontecimiento. A partir de ahí el impecable edificio familiar se desmorona por completo.
En La habitación del hijo todo está realizado con tanta naturalidad que el espectáculo al que asistimos en su visionado no parece el producto de un cineasta, sino que más bien parece que estemos asomándonos a través de un agujero como testigos ejemplares ante la vida misma. En este sentido más que una película parece que presenciamos una trágica parcela de la realidad, un tratado acerca de las consecuencias que conlleva sufrir en las propias carnes una funesta desgracia irreparable. En definitiva, experimentamos junto a los personajes protagonistas el hecho de que la vida pende de un finísimo hilo que en cualquier momento puede romperse.
Nanni Moretti construyó un impecable guión junto a Linda Ferri y Heidrun Schleef, el cual estructura el relato en armoniosos bloques bien delimitados. La primera media hora nos presenta magníficamente la vida de esta familia antes del acontecimiento, y el tono adoptado por ello adolece de ser un tanto jocoso, desenfadado, con una exposición de la vida como algo agradable y seguro. No parece que estemos asistiendo a un drama. Hacia el primer tercio de metraje, sin embargo, surge el brusco giro que nos hunde junto a la familia Sermonti en el más desesperanzador dolor. Es hacia el final cuando la cinta toma el acertado y lógico camino de la resignación por parte de los personajes. Un coherente camino ascendente cuyo realismo es uno de los mayores que un servidor haya visto en una película. Moretti acierta de lleno en la descripción del alma humana ante el dolor como poquísimas veces se ha logrado.
El genio de este cineasta se aprecia en esta ocasión en la notabilísima habilidad para reflejar el desmoronamiento psicológico de cada personaje. Ahí es donde la película logra las mayores dosis de cine con mayúsculas. Uno a uno los miembros de la familia Sermonti van cayendo como las fichas de un dominó. Los momentos al respecto son sublimes. Magistral aquél donde Giovanni, con tan sólo una mirada, logra transmitir a su hija, una jugadora de baloncesto, que algo horrible ha pasado y ella arranca irremediablemente a llorar. O cómo Moretti muestra a través de los pensamientos de Giovanni su impotencia, su lucha inútil e íntima contra lo que ya ha ocurrido y cómo desearía con todas sus fuerzas poder cambiar a su antojo las leyes naturales, viajar al pasado e impedir de algún modo la tragedia. En definitiva unos personajes víctimas de un fatal destino que nunca volverán a ser los mismos, como sugiere el emotivo plano final en la playa.
La habitación del hijo consigue estremecernos al mismo tiempo que nos emociona. Y eso sólo lo consiguen las grandes películas, las obras maestras como es el caso. Aunque estuviera horas y horas tratando de hacer justicia al film traduciendo a palabras los sentimientos que me ha producido esta obra de arte, no sería capaz de acercarme ni un ápice a su infinita grandeza. Es como intentar atrapar el cielo con las manos. Lo he intentado y he conseguido con mayor o menor fortuna exponer los trazos fundamentales de la cinta, pero lo mejor será que guarde silencio de una vez no sin antes terminar con una recomendación: que se acerquen a la propia obra de Moretti (si no lo han hecho todavía) y dejar que hable por sí sola. No volverán a ser los mismos.
http://loquecoppolaquiera.blogspot.com.ar/2011/12/la-habitacion-del-hijo-la-stanza-del.html
El propio Moretti interpreta al cabeza de familia, un psicoanalista de nombre Giovanni Sermonti, querido padre de familia que gusta de hacer footing por las mañanas, pasar consulta a sus pacientes (a cual más extravagante), hacer deporte con su hijo o escuchar música. El resto de la familia goza con él de una feliz rutina, sólo perturbada más adelante por el terrible acontecimiento. A partir de ahí el impecable edificio familiar se desmorona por completo.
En La habitación del hijo todo está realizado con tanta naturalidad que el espectáculo al que asistimos en su visionado no parece el producto de un cineasta, sino que más bien parece que estemos asomándonos a través de un agujero como testigos ejemplares ante la vida misma. En este sentido más que una película parece que presenciamos una trágica parcela de la realidad, un tratado acerca de las consecuencias que conlleva sufrir en las propias carnes una funesta desgracia irreparable. En definitiva, experimentamos junto a los personajes protagonistas el hecho de que la vida pende de un finísimo hilo que en cualquier momento puede romperse.
Nanni Moretti construyó un impecable guión junto a Linda Ferri y Heidrun Schleef, el cual estructura el relato en armoniosos bloques bien delimitados. La primera media hora nos presenta magníficamente la vida de esta familia antes del acontecimiento, y el tono adoptado por ello adolece de ser un tanto jocoso, desenfadado, con una exposición de la vida como algo agradable y seguro. No parece que estemos asistiendo a un drama. Hacia el primer tercio de metraje, sin embargo, surge el brusco giro que nos hunde junto a la familia Sermonti en el más desesperanzador dolor. Es hacia el final cuando la cinta toma el acertado y lógico camino de la resignación por parte de los personajes. Un coherente camino ascendente cuyo realismo es uno de los mayores que un servidor haya visto en una película. Moretti acierta de lleno en la descripción del alma humana ante el dolor como poquísimas veces se ha logrado.
El genio de este cineasta se aprecia en esta ocasión en la notabilísima habilidad para reflejar el desmoronamiento psicológico de cada personaje. Ahí es donde la película logra las mayores dosis de cine con mayúsculas. Uno a uno los miembros de la familia Sermonti van cayendo como las fichas de un dominó. Los momentos al respecto son sublimes. Magistral aquél donde Giovanni, con tan sólo una mirada, logra transmitir a su hija, una jugadora de baloncesto, que algo horrible ha pasado y ella arranca irremediablemente a llorar. O cómo Moretti muestra a través de los pensamientos de Giovanni su impotencia, su lucha inútil e íntima contra lo que ya ha ocurrido y cómo desearía con todas sus fuerzas poder cambiar a su antojo las leyes naturales, viajar al pasado e impedir de algún modo la tragedia. En definitiva unos personajes víctimas de un fatal destino que nunca volverán a ser los mismos, como sugiere el emotivo plano final en la playa.
La habitación del hijo consigue estremecernos al mismo tiempo que nos emociona. Y eso sólo lo consiguen las grandes películas, las obras maestras como es el caso. Aunque estuviera horas y horas tratando de hacer justicia al film traduciendo a palabras los sentimientos que me ha producido esta obra de arte, no sería capaz de acercarme ni un ápice a su infinita grandeza. Es como intentar atrapar el cielo con las manos. Lo he intentado y he conseguido con mayor o menor fortuna exponer los trazos fundamentales de la cinta, pero lo mejor será que guarde silencio de una vez no sin antes terminar con una recomendación: que se acerquen a la propia obra de Moretti (si no lo han hecho todavía) y dejar que hable por sí sola. No volverán a ser los mismos.
http://loquecoppolaquiera.blogspot.com.ar/2011/12/la-habitacion-del-hijo-la-stanza-del.html
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La stanza del figlio: uno psicoanalista travolto dal dolore
Trama: Giovanni (Nanni Moretti) ha tutto ciò che si può desiderare dalla vita: stimato psicanalista, felicemente sposato con Paola (Laura Morante) e padre di due figli Andrea (Giuseppe Sanfelice) e Irene (Jasmine Trinca). Ma la sua vita tranquilla verrà terribilmente sconvolta dalla morte del figlio adolescente durante un’immersione in mare…. un dramma terribile che gli renderà sempre più difficile continuare il lavoro con i suoi pazienti ed i loro problemi fino alla difficile scelta che lo porterà ad allontanarsi anche dalla sua professione (non senza reazione dei suoi pazienti).
Da questo momento il dolore per questa perdita attraversa tutto il film, in modo netto e toccante, descritto anche nei piccoli dettagli (ad esempio i preparativi per il funerale, l’allestimento della camera ardente, e così via).
La famiglia precipita nel vuoto dell’assenza, di un legame spezzato per sempre. Gli equilibri della famiglia sono spezzati; inizia un percorso di elaborazione del lutto e del dolore che sembra escludere la presenza dei propri cari.
Giovanni non riesce più a seguire i suoi pazienti e ripercorre ossessivamente la fatale giornata domenicale, tentando persino coscientemente di cambiarne il corso; la sua rabbia lo porta a considerare uno dei suoi pazienti responsabile dell’incidente, della fatalità che lo ha voluto lontano dal figlio anziché insieme a lui.
Paola si chiude nel dolore, piangendo tutte le sue lacrime…
Irene diventa irascibile… scontrandosi contro la solitudine di uno o dell’altro genitore piange di nascosto in un camerino di prova e fa uscire la sua rabbia picchiando i compagni di gioco.
Uno stesso dolore, diversi modi di viverlo, diversi modi, talvolta opposti, di affrontarlo.
Un giorno arriva una lettera per Andrea. È firmata da Arianna, una coetanea che lo aveva conosciuto solo per un giorno e che si era innamorata di lui. Sarà proprio partendo da questo inatteso contatto, nel tentativo di Paola di trovare e conoscere appunto Arianna, che la vita della famiglia potrà rimettersi in moto.
Sarà questo evento che permetterà loro di avvicinarsi nuovamente, di comunicare…Ma sarà solo dopo essere passati per l’inferno della sofferenza, del rimpianto, dei sensi di colpa – soprattutto del padre, che i tre superstiti torneranno a vivere.
E sarà il ritorno “a casa”, in una giornata di sole e luce accecante, con le loro diverse esperienze, che permetterà loro di iniziare una nuova, seppur diversa, quotidianità insieme.
Un film sul rapporto padre-figlio, sul doloroso e solitario processo di elaborazione del lutto, con un terapeuta vivo, reale, senza ironia nè commedia sulla categoria professionale degli psicoanalisti.
http://www.psicologiaebenessere.it/la-stanza-del-figlio-uno-psicoanalista-travolto-dal-dolore/
La famiglia precipita nel vuoto dell’assenza, di un legame spezzato per sempre. Gli equilibri della famiglia sono spezzati; inizia un percorso di elaborazione del lutto e del dolore che sembra escludere la presenza dei propri cari.
Giovanni non riesce più a seguire i suoi pazienti e ripercorre ossessivamente la fatale giornata domenicale, tentando persino coscientemente di cambiarne il corso; la sua rabbia lo porta a considerare uno dei suoi pazienti responsabile dell’incidente, della fatalità che lo ha voluto lontano dal figlio anziché insieme a lui.
Paola si chiude nel dolore, piangendo tutte le sue lacrime…
Irene diventa irascibile… scontrandosi contro la solitudine di uno o dell’altro genitore piange di nascosto in un camerino di prova e fa uscire la sua rabbia picchiando i compagni di gioco.
Uno stesso dolore, diversi modi di viverlo, diversi modi, talvolta opposti, di affrontarlo.
Un giorno arriva una lettera per Andrea. È firmata da Arianna, una coetanea che lo aveva conosciuto solo per un giorno e che si era innamorata di lui. Sarà proprio partendo da questo inatteso contatto, nel tentativo di Paola di trovare e conoscere appunto Arianna, che la vita della famiglia potrà rimettersi in moto.
Sarà questo evento che permetterà loro di avvicinarsi nuovamente, di comunicare…Ma sarà solo dopo essere passati per l’inferno della sofferenza, del rimpianto, dei sensi di colpa – soprattutto del padre, che i tre superstiti torneranno a vivere.
E sarà il ritorno “a casa”, in una giornata di sole e luce accecante, con le loro diverse esperienze, che permetterà loro di iniziare una nuova, seppur diversa, quotidianità insieme.
Un film sul rapporto padre-figlio, sul doloroso e solitario processo di elaborazione del lutto, con un terapeuta vivo, reale, senza ironia nè commedia sulla categoria professionale degli psicoanalisti.
http://www.psicologiaebenessere.it/la-stanza-del-figlio-uno-psicoanalista-travolto-dal-dolore/
Un dolor indescriptible puede llegar en el momento en que menos se piensa. No un dolor físico, sino uno del alma. Justo cuando todo a nuestro alrededor es sinónimo de paz y estabilidad, basta un mínimo detalle para terminar siendo presa de la fatalidad. Lo peor: por lo regular solemos acostumbrarnos a los tiempos de bonanza, sin embargo, nunca tomamos en cuenta el otro extremo de la línea.
Preocupados por acercar al hogar los bienes necesarios para el confort de nuestra familia, la mayoría de las veces olvidamos los pequeños detalles que son mucho más placenteros. Decir te quiero debe ir acompañado con las muestras que lo confirmen. Si se deja pasar de largo la oportunidad de hacerlo, cuando se quiera demostrar, puede ser ya demasiado tarde.
Pero en ciertas ocasiones es el propio destino quien mueve nuestras decisiones y motiva que sea el azar el encargado de concluir la jugada. Giovanni Sermonti, psicoanalista de reconocida experiencia, atiende en un consultorio dentro de su misma casa a un grupo de pacientes, por demás diversos entre sí, pero cuyo común denominador es la necesidad de amor, carencia que en cada uno de ellos toma diversos síntomas, llevándolos a traumas potencialmente peligrosos.
Giovanni, ha sabido mantener en perfecta distancia su trabajo de su vida privada. Su relación con Paola forma un matrimonio del todo estable. Aunque, ¿Por qué no decirlo? A pesar de que ella también es una profesional exitosa, entre ambos media cierta rutina. Esta pareja tiene como principal eje rotor de sus vidas a sus hijos Andrea e Irena, dos adolescentes que complementan una familia perfectamente funcional en estos difíciles tiempos de inadaptación juvenil, donde por lo regular, los críos se ven envueltos en vorágines de droga y violencia.
Aquí los chicos son guiados por sus padres en el camino del estudio, el deporte, las buenas relaciones y el amor de familia. No son millonarios, pero gozan de una posición desahogada, que les permite vivir con tranquilidad. A pesar de todo, como es lo normal en cualquier caso -aun en las “mejores familias”- el chico se ve envuelto en un malentendido escolar que le acarrea problemas y por el que su padre tiene que responder ante las autoridades académicas. Unas cuantas investigaciones resuelven que su hijo fue víctima de una trampa. Sin mayores consecuencias las cosas parecen llegar a buen puerto. Pero Andrea continúa deprimido y, paradójicamente, su padre psicoanalista no sabe cómo hablar con él para ayudarlo en esos momentos de crisis personal.
Entre sus pacientes se encuentra uno con fuertes problemas de dependencia, maníaco depresivo y potencialmente suicida, que un fin de semana le pide urgentemente que lo atienda a domicilio, situación que contraría mucho a Giovanni, que justamente comprometió ese día con su hijo para pasear juntos y hablar.
Desgraciadamente esa charla jamás llegará, pues al regresar a casa de ver a su paciente -nervioso por una estupidez sin importancia-, descubre que su hijo sufrió un accidente. La muerte se adelantó a sus buenos deseos y ahora entre él y Andrea quedarán muchas cosas en el aire, sin la oportunidad de hablarse nunca. La estabilidad de la familia queda en entredicho, pues se descubren más vulnerables que nunca. El sólido núcleo que la conformaba ha quedado cojo. De los dos pilares que la sostenían uno ya no está, y al otro, Irena, parece que la han olvidado.
Giovanni deambula por las calles, por las tiendas, por los caminos comunes a su hijo, incluso descubre su habitación por vez primera. Finalmente se da cuenta de una cosa: no lo conocía. Vivió amándolo por años, pero no lo conocía, no sabía que es lo que pensaba, soñaba o deseaba para él y los suyos. No lo conocía y eso le atormenta aun más. Pero como el duelo no puede durar siempre, el trío vuelve a las actividades cotidianas. La hija al equipo de baloncesto escolar, la madre a los libros y él con sus pacientes.
Su dolor por la pérdida de Andrea le nubla la vista. De la misma forma en que desatiende a su ahora única hija, Giovanni pretende hacer de lado a sus pacientes, almas solitarias que ven en su psicoanalista la tabla de salvación que los mantiene a salvo de sus demonios interiores. Ahora que se atreve a decirles que no los atenderá más, se da cuenta de lo mucho que lo necesitan. En él depositaron su última esperanza, su confianza, sus deseos de vivir y ahora los abandona, pero ¿qué hacer si él esta tan a la deriva como ellos?
Sentarse a escuchar problemas que le son tan ajenos mientras su cicatriz aún está fresca es demasiado, sobre todo si tiene que escuchar los absurdos comentarios de aquél a quien atendió cancelando la cita con su hijo. Aquél a quien en el fondo condena de su suerte. Pero el descubrimiento de un amor en la vida de su hijo adolescente viene a dar un nuevo cariz a las cosas.
Preocupados por acercar al hogar los bienes necesarios para el confort de nuestra familia, la mayoría de las veces olvidamos los pequeños detalles que son mucho más placenteros. Decir te quiero debe ir acompañado con las muestras que lo confirmen. Si se deja pasar de largo la oportunidad de hacerlo, cuando se quiera demostrar, puede ser ya demasiado tarde.
Pero en ciertas ocasiones es el propio destino quien mueve nuestras decisiones y motiva que sea el azar el encargado de concluir la jugada. Giovanni Sermonti, psicoanalista de reconocida experiencia, atiende en un consultorio dentro de su misma casa a un grupo de pacientes, por demás diversos entre sí, pero cuyo común denominador es la necesidad de amor, carencia que en cada uno de ellos toma diversos síntomas, llevándolos a traumas potencialmente peligrosos.
Giovanni, ha sabido mantener en perfecta distancia su trabajo de su vida privada. Su relación con Paola forma un matrimonio del todo estable. Aunque, ¿Por qué no decirlo? A pesar de que ella también es una profesional exitosa, entre ambos media cierta rutina. Esta pareja tiene como principal eje rotor de sus vidas a sus hijos Andrea e Irena, dos adolescentes que complementan una familia perfectamente funcional en estos difíciles tiempos de inadaptación juvenil, donde por lo regular, los críos se ven envueltos en vorágines de droga y violencia.
Aquí los chicos son guiados por sus padres en el camino del estudio, el deporte, las buenas relaciones y el amor de familia. No son millonarios, pero gozan de una posición desahogada, que les permite vivir con tranquilidad. A pesar de todo, como es lo normal en cualquier caso -aun en las “mejores familias”- el chico se ve envuelto en un malentendido escolar que le acarrea problemas y por el que su padre tiene que responder ante las autoridades académicas. Unas cuantas investigaciones resuelven que su hijo fue víctima de una trampa. Sin mayores consecuencias las cosas parecen llegar a buen puerto. Pero Andrea continúa deprimido y, paradójicamente, su padre psicoanalista no sabe cómo hablar con él para ayudarlo en esos momentos de crisis personal.
Entre sus pacientes se encuentra uno con fuertes problemas de dependencia, maníaco depresivo y potencialmente suicida, que un fin de semana le pide urgentemente que lo atienda a domicilio, situación que contraría mucho a Giovanni, que justamente comprometió ese día con su hijo para pasear juntos y hablar.
Desgraciadamente esa charla jamás llegará, pues al regresar a casa de ver a su paciente -nervioso por una estupidez sin importancia-, descubre que su hijo sufrió un accidente. La muerte se adelantó a sus buenos deseos y ahora entre él y Andrea quedarán muchas cosas en el aire, sin la oportunidad de hablarse nunca. La estabilidad de la familia queda en entredicho, pues se descubren más vulnerables que nunca. El sólido núcleo que la conformaba ha quedado cojo. De los dos pilares que la sostenían uno ya no está, y al otro, Irena, parece que la han olvidado.
Giovanni deambula por las calles, por las tiendas, por los caminos comunes a su hijo, incluso descubre su habitación por vez primera. Finalmente se da cuenta de una cosa: no lo conocía. Vivió amándolo por años, pero no lo conocía, no sabía que es lo que pensaba, soñaba o deseaba para él y los suyos. No lo conocía y eso le atormenta aun más. Pero como el duelo no puede durar siempre, el trío vuelve a las actividades cotidianas. La hija al equipo de baloncesto escolar, la madre a los libros y él con sus pacientes.
Su dolor por la pérdida de Andrea le nubla la vista. De la misma forma en que desatiende a su ahora única hija, Giovanni pretende hacer de lado a sus pacientes, almas solitarias que ven en su psicoanalista la tabla de salvación que los mantiene a salvo de sus demonios interiores. Ahora que se atreve a decirles que no los atenderá más, se da cuenta de lo mucho que lo necesitan. En él depositaron su última esperanza, su confianza, sus deseos de vivir y ahora los abandona, pero ¿qué hacer si él esta tan a la deriva como ellos?
Sentarse a escuchar problemas que le son tan ajenos mientras su cicatriz aún está fresca es demasiado, sobre todo si tiene que escuchar los absurdos comentarios de aquél a quien atendió cancelando la cita con su hijo. Aquél a quien en el fondo condena de su suerte. Pero el descubrimiento de un amor en la vida de su hijo adolescente viene a dar un nuevo cariz a las cosas.
Una carta revelará que su hijo se enamoró de una joven a quien rápidamente la madre trata de contactar, y aunque ella se niega en principio a visitar a la familia, finalmente accede a conocerlos.
Arianna, la chica en cuestión, tiene ahora otra pareja, que en cierta forma les recuerda a Andrea.
Arianna, la chica en cuestión, tiene ahora otra pareja, que en cierta forma les recuerda a Andrea.
La comunicación que se establece entre la madre y Arianna saca a la luz la otra cara de su hijo, la del joven en camino de convertirse en hombre. Del niño criado por sus padres poco quedaba, esa es la principal razón por la que su padre lo conocía tan poco.
La chica y su novio viajan mochila al hombro fuera del país. Giovanni y su familia deciden llevarlos por carretera, conduciéndolos hasta el mar para despedir también el recuerdo de Andrea, el hijo a quien tanto amaron, y que con este viaje de adiós simbólico se lo demuestran de nueva cuenta. Los resquebrajamientos de una anquilosada familia quedarán enterrados en la arena. La muerte del hijo se erige como vínculo entre tres seres urgidos de un afecto que solamente alcanzarán sin miran hacia el interior de sus propios sentimientos.
http://www.claqueta.es/2001/la-habitacion-del-hijo-la-stanza-del-figlio.html
La chica y su novio viajan mochila al hombro fuera del país. Giovanni y su familia deciden llevarlos por carretera, conduciéndolos hasta el mar para despedir también el recuerdo de Andrea, el hijo a quien tanto amaron, y que con este viaje de adiós simbólico se lo demuestran de nueva cuenta. Los resquebrajamientos de una anquilosada familia quedarán enterrados en la arena. La muerte del hijo se erige como vínculo entre tres seres urgidos de un afecto que solamente alcanzarán sin miran hacia el interior de sus propios sentimientos.
http://www.claqueta.es/2001/la-habitacion-del-hijo-la-stanza-del-figlio.html
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