TÍTULO ORIGINAL
Il sud è niente (South is Nothing)
AÑO
2013
IDIOMA
Italiano
SUBTITULOS
Español (Separados)
DURACIÓN
90 min.
PAÍS
Italia
DIRECCIÓN
Fabio Mollo
GUIÓN
Fabio Mollo, Andrea Paolo Massara, Josella Porto
MÚSICA
Giorgio Giampà
FOTOGRAFÍA
Debora Vrizzi
REPARTO
Miriam Karlkvist, Vinicio Marchioni, Valentina Lodovini
PRODUCTORA
B24 Film
GÉNERO
Drama | Secuestros / Desapariciones. Adolescencia. Vida rural
Sinopsis
La historia de Grazia, que vive en Reggio Calabria, situada en el extremo sur de Italia. Busca la verdad sobre su hermano, que emigró hace años a Alemania, donde le dan por muerto. (FILMAFFINITY)
Il Sud è niente: el realismo mágico inunda el Estrecho de Mesina
El director debutante Fabio Mollo utiliza un lenguaje sutil y culto, enriquecido por la naturalidad de la joven actriz Miriam Karlkvist
El director debutante Fabio Mollo utiliza un lenguaje sutil y culto, enriquecido por la naturalidad de la joven actriz Miriam Karlkvist
Una chica que parece un chico llamada Grazia y una barca azul llamada Pietro que yace sobre una playa de arena blanquísima. Nos encontramos en el Estrecho de Mesina, en el barrio Gebbione, a las afueras del norte de Reggio Calabria, donde se ambienta Il Sud è niente [+] de Fabio Mollo, seleccionada en la sección Alice del Festival de Roma. El título de esta coproducción franco-italiana procede de una frase de la abuela (Alessandra Costanzo) de la protagonista de la película, interpretada por la actriz no profesional Miriam Karlkvist: "El sur no es nada, y no pasa nada”. Lo que sucede es algo que saben todos, y es aquello que experimentan a diario en sus propias carnes los habitantes honestos.
Uno de ellos es el padre de Grazia, Cristiano (Vinicio Marchioni), vendedor de bacalao. El jefe del crimen local pretende comprar las tiendas y casas del barrio y para ello les advierte que hagan las maletas rápidamente si no quieren problemas. El hijo mayor de Cristiano, Pietro, desapareció misteriosamente hace años. Grazia está obsesionada con un hermano al que apenas conoce: en un proceso radical de identificación física, la joven niega su propia feminidad y se viste como un hombre. Además, un día le parece ver a su hermano mientras habla con un trabajador de la feria. Y no es la única.
Este realismo mágico con tintes mediterráneos es la clave de la obra y le sirve al director debutante para explorar a fondo la relación padre-hija. Abstraído en un pesado dolor, Cristiano no habla para proteger a la joven del mal que le rodea. Cuando Grazia descubre la verdad sobre su hermano y está preparada para liberar su propio cuerpo, el discurso de la obra es claro: las nuevas generaciones pueden invertir la situación, salir de la sumisión, hacer que el sur del mundo pase de ser nada a algo. Para decirlo, el director (que cuenta a sus espaldas con una diplomatura con honores de la Universidad East London) utiliza un lenguaje sutil y refinado, que cita al cine francés, enriquecido por la fotografía de Debora Vrizzi y por la naturalidad de Miriam Karlkvist.
La película, producida por B24 Film y Madakai en colaboración con Rai Cinema, ha recibido entre otros el apoyo de la Ayuda a los Cines del Mundo del CNC y el premio de producción del Torino Film Lab. Se prevé su estreno en cines italianos para el 5 de diciembre de la mano del Istituto Luce-Cinecittà. Su distribución internacional corre a cuenta del Doc & Film International, presente en el The Business Street de Roma.
Uno de ellos es el padre de Grazia, Cristiano (Vinicio Marchioni), vendedor de bacalao. El jefe del crimen local pretende comprar las tiendas y casas del barrio y para ello les advierte que hagan las maletas rápidamente si no quieren problemas. El hijo mayor de Cristiano, Pietro, desapareció misteriosamente hace años. Grazia está obsesionada con un hermano al que apenas conoce: en un proceso radical de identificación física, la joven niega su propia feminidad y se viste como un hombre. Además, un día le parece ver a su hermano mientras habla con un trabajador de la feria. Y no es la única.
Este realismo mágico con tintes mediterráneos es la clave de la obra y le sirve al director debutante para explorar a fondo la relación padre-hija. Abstraído en un pesado dolor, Cristiano no habla para proteger a la joven del mal que le rodea. Cuando Grazia descubre la verdad sobre su hermano y está preparada para liberar su propio cuerpo, el discurso de la obra es claro: las nuevas generaciones pueden invertir la situación, salir de la sumisión, hacer que el sur del mundo pase de ser nada a algo. Para decirlo, el director (que cuenta a sus espaldas con una diplomatura con honores de la Universidad East London) utiliza un lenguaje sutil y refinado, que cita al cine francés, enriquecido por la fotografía de Debora Vrizzi y por la naturalidad de Miriam Karlkvist.
La película, producida por B24 Film y Madakai en colaboración con Rai Cinema, ha recibido entre otros el apoyo de la Ayuda a los Cines del Mundo del CNC y el premio de producción del Torino Film Lab. Se prevé su estreno en cines italianos para el 5 de diciembre de la mano del Istituto Luce-Cinecittà. Su distribución internacional corre a cuenta del Doc & Film International, presente en el The Business Street de Roma.
Camillo De Marco
https://cineuropa.org/es/newsdetail/247580/
https://cineuropa.org/es/newsdetail/247580/
Magnífico film italiano sobre la omertà, o 'ley del silencio', dirigido por el debutante Fabio Mollo, al que Marco Chiani (Il sud è niente. http://www.mymovies.it), bautiza como pequeño, y que a mí me ha parecido grande; el bloguero italiano hace una breve reseña que recoge los elementos significativos y formales más destacados de la película: " (Situado) entre el realismo claro y casi mágico, la linealidad y la evanescencia, la ópera prima de Mollo es un trabajo que se centra en datos físicos y no en las palabras, siempre mutilados, enojados, susurrantes, incapaces de revelar una verdad oculta dall'omertà presente en una tierra muerta a golpes de silencio y complicidad. Situada en la frontera, en el estrecho de Messina, resulta el escenario perfecto para una historia que se coagula alrededor de todo el concepto de cambio, entendida en el sentido de evolución, renovación y cambio: en cierto modo, también presente el proceso del mismo luto, muy largo, por el hermano de Gracia se fusiona con una realidad social en la que parece que sólo es posible escapar al Norte."
Este es el análisis que se hace desde Italia, país cuyos ciudadanos conocen perfectamente la división que existe entre las regiones del Norte, más próspero y moderno, y el Sur, dominado por las mafias de forma más clara. Pocas veces existe la oportunidad de ver de forma tan directa, descarnada y cruda la forma en que incide la 'ley del silencio' en las poblaciones y la contribución de la iglesia en el mantenimiento de la situación; secuencias como la de la procesión y las tomas de los costaleros, o la contribución obligatoria de un padre, que apenas tiene dinero para dar de comer a su familia, acosado y ahogado por los mafiosos para que les venda todas sus propiedades y abandone el negocio y la localidad en la que fue asesinado su hijo, para la celebración de misas periódicas en las que se reza por el alma de Fabrizio. Pero de nada sirve proclamar a gritos una verdad que nadie quiere escuchar, unos por ser los verdugos y otros porque, aterrados, no quieren atraer la atención sobre su persona. El resultado es terrible para una población que sueña con poder escapar al Norte.
La muerte del hermano tiene unos efectos terribles en Grazia, que, aun después de conocer 'la verdad' que exige a su padre, no la acepta, y adopta un look andrógino que mantiene en ascuas al espectador hasta el final, cuando el director la desnuda dentro del agua, después de sembrar la confusión durante toda la película, con movimientos de la cámara que recorren minuciosamente las partes del cuerpo más reveladoras del sexo de una persona cualquiera, incluso algún detalle que contribuye a fomentar la desorientación, como la sorpresa que manifiesta su amigo tras tocarle por azar en la zona del pecho.
Un film valiente que sondea, no sólo en el hecho de la actitud que adopta una población miedosa en público, sino del miedo que se arrastra hasta los dormitorios, en los que el padre cierra la boca de su hija cuando pregunta. Por muy triste y lamentable que parezca la solución de estos individuos, lo mejor es arrojar al mar lo que te ata a la tierra y emprender el vuelo liberador, dejando atrás, por muy triste que parezca a tus mayores, esa abuela a la que protegía el joven Fabrizio, el verdadero protagonista de un film, en el que apenas hace acto de presencia.
Una historia narrada de forma minimalista, en la que contrasta el horror, el rencor, la desazón de Grazia con la belleza plácida y tranquila de la ciudad de Reggio Calabria, con sus aguas azules y límpidas que apenas se distinguen del cielo transparente, y en cuyas orillas descansa la barca de Fabrizio, en espera de un dueño que jamás volverá. Las atracciones de feria son contempladas desde fuera, como algo impostado, al contrario de lo que ocurre con la procesión, en la que el cámara se mete en medio de la vorágine para captar hasta la más mínima expresión de exaltación, acaloramiento, efervescencia y pérdida del control que manifiestan los devotos de una imagen de un cuadro que pasean por la población unos costaleros entre los que se mezclan mafiosos y víctimas. Fabio Mollo hace una película tan comprometida como la famosa 'Gomorra' de Matteo Garrone (2008), basada en la novela de Roberto Saviano, que tantos disgustos les ha ocasionado a guionista y director. El joven realizador evita hacer explícitas las coacciones y los asesinatos en pantalla, centrándose en los efectos de las acciones criminales, pero resulta estremecedora la imagen que muestra la maleta de Cristiano, hecha en el momento en que debe abandonar su ciudad natal, de la camiseta del hijo con un agujero a la altura del corazón y la mancha que se esparce a su alrededor.
Este es el análisis que se hace desde Italia, país cuyos ciudadanos conocen perfectamente la división que existe entre las regiones del Norte, más próspero y moderno, y el Sur, dominado por las mafias de forma más clara. Pocas veces existe la oportunidad de ver de forma tan directa, descarnada y cruda la forma en que incide la 'ley del silencio' en las poblaciones y la contribución de la iglesia en el mantenimiento de la situación; secuencias como la de la procesión y las tomas de los costaleros, o la contribución obligatoria de un padre, que apenas tiene dinero para dar de comer a su familia, acosado y ahogado por los mafiosos para que les venda todas sus propiedades y abandone el negocio y la localidad en la que fue asesinado su hijo, para la celebración de misas periódicas en las que se reza por el alma de Fabrizio. Pero de nada sirve proclamar a gritos una verdad que nadie quiere escuchar, unos por ser los verdugos y otros porque, aterrados, no quieren atraer la atención sobre su persona. El resultado es terrible para una población que sueña con poder escapar al Norte.
La muerte del hermano tiene unos efectos terribles en Grazia, que, aun después de conocer 'la verdad' que exige a su padre, no la acepta, y adopta un look andrógino que mantiene en ascuas al espectador hasta el final, cuando el director la desnuda dentro del agua, después de sembrar la confusión durante toda la película, con movimientos de la cámara que recorren minuciosamente las partes del cuerpo más reveladoras del sexo de una persona cualquiera, incluso algún detalle que contribuye a fomentar la desorientación, como la sorpresa que manifiesta su amigo tras tocarle por azar en la zona del pecho.
Un film valiente que sondea, no sólo en el hecho de la actitud que adopta una población miedosa en público, sino del miedo que se arrastra hasta los dormitorios, en los que el padre cierra la boca de su hija cuando pregunta. Por muy triste y lamentable que parezca la solución de estos individuos, lo mejor es arrojar al mar lo que te ata a la tierra y emprender el vuelo liberador, dejando atrás, por muy triste que parezca a tus mayores, esa abuela a la que protegía el joven Fabrizio, el verdadero protagonista de un film, en el que apenas hace acto de presencia.
Una historia narrada de forma minimalista, en la que contrasta el horror, el rencor, la desazón de Grazia con la belleza plácida y tranquila de la ciudad de Reggio Calabria, con sus aguas azules y límpidas que apenas se distinguen del cielo transparente, y en cuyas orillas descansa la barca de Fabrizio, en espera de un dueño que jamás volverá. Las atracciones de feria son contempladas desde fuera, como algo impostado, al contrario de lo que ocurre con la procesión, en la que el cámara se mete en medio de la vorágine para captar hasta la más mínima expresión de exaltación, acaloramiento, efervescencia y pérdida del control que manifiestan los devotos de una imagen de un cuadro que pasean por la población unos costaleros entre los que se mezclan mafiosos y víctimas. Fabio Mollo hace una película tan comprometida como la famosa 'Gomorra' de Matteo Garrone (2008), basada en la novela de Roberto Saviano, que tantos disgustos les ha ocasionado a guionista y director. El joven realizador evita hacer explícitas las coacciones y los asesinatos en pantalla, centrándose en los efectos de las acciones criminales, pero resulta estremecedora la imagen que muestra la maleta de Cristiano, hecha en el momento en que debe abandonar su ciudad natal, de la camiseta del hijo con un agujero a la altura del corazón y la mancha que se esparce a su alrededor.
Un coming-of-age movie ambientato nel profondo sud italiano: Il Sud è niente di Fabio Mollo è un racconto di denuncia e speranza che si è aggiudicato il Premio Camera d’oro Taodue per il Miglior produttore emergente di opera prima/seconda dell’ottava edizione del Festival del Film di Roma.
Costantemente oggetto di angherie da parte dei compagni di classe per via del suo aspetto androgino, Grazia vorrebbe semplicemente isolarsi e tentare di colmare in solitudine il vuoto dell’assenza del fratello, scomparso in circostanze misteriose: a pochi giorni dalla maturità la ragazza si divide fra solitarie corse in motorino e il negozio di pesce di famiglia dove aiuta il padre, Cristiano, un uomo taciturno e sempre più inquieto.
Costantemente oggetto di angherie da parte dei compagni di classe per via del suo aspetto androgino, Grazia vorrebbe semplicemente isolarsi e tentare di colmare in solitudine il vuoto dell’assenza del fratello, scomparso in circostanze misteriose: a pochi giorni dalla maturità la ragazza si divide fra solitarie corse in motorino e il negozio di pesce di famiglia dove aiuta il padre, Cristiano, un uomo taciturno e sempre più inquieto.
È in una Reggio Calabria bruciata dal sole di inizio estate che Fabio Mollo sceglie di ambientare il suo lungometraggio d’esordio, un racconto di formazione che prende le mosse dal disagio dell’adolescenza per poi puntare i riflettori sulle difficoltà del sud, schiacciato dalla criminalità organizzata e dalle sue logiche, dall’omertà e dal silenzio: Il Sud è niente nasce come ampliamento, evoluzione e sviluppo del progetto Giganti – vincitore del premio per il miglior cortometraggio alla venticinquesima edizione del Torino Film Festival – con l’obiettivo di restituire maggiore spazio e compiutezza alla denuncia del fenomeno omertoso, letto attraverso lo sguardo di una giovane che si batte contro il muro di silenzio che sembra avvolgere la sua famiglia, la sua comunità.
Fabio Mollo, regista reggino, assorbe energie e contraddizioni della sua città e le trasporta su pellicola, dove prende forma una storia fatta di parole borbottate o taciute, di sguardi bassi e inquietudini: Il Sud è niente – premiato al Festival di Roma con Camera d’oro Taodue per il Miglior produttore emergente di opera prima/seconda – accompagna la protagonista in quella fase di transizione fra l’innocenza e l’ingenuità dell’infanzia e dell’adolescenza e la consapevolezza dell’età adulta, seguendo passo dopo passo il processo di crescita di Grazia, che nasconde la sua femminilità dietro a un aspetto e atteggiamenti mascolini, forse per rievocare nei suoi gesti la presenza/assenza di quel fratello tanto amato che l’ha abbandonata senza concederle un addio.
Mollo sceglie di costruire il suo film su una struttura essenziale, sorretta prevalentemente dalle interpretazioni degli attori: Vinicio Marchioni regala fragilità e inquietudine al suo Cristiano ma è l’esordiente Miriam Karlkvist a tenere le redini del racconto, brava nel calibrare le diverse sfumature della sua Grazia, ruvida e scontrosa solo per autodifesa. Eppure malgrado l’impegno nel tentare di restituire tridimensionalità ai personaggi, le lacune di scrittura rendono sempre meno fluido il dipanarsi della storia, che fatica a dissipare la nebulosità del racconto principale e allo stesso tempo preferisce concentrarsi su segmenti narrativi secondari, per la verità poco funzionali se non superflui: l’incedere del film non è così incalzante e anzi Mollo sembra voler sottolineare i momenti di stallo e immobilismo nello sviluppo della storia, quasi a voler amplificare il senso di statica attesa e sospensione che sta alla base dell’atmosfera del progetto. Pur prendendo le mosse da un mistero come quello della scomparsa del fratello di Grazia (morto? Emigrato in Germania?), le dinamiche de Il Sud è niente non si addentrano nel territorio del thriller, seguendo soprattutto il flusso emotivo che anima i personaggi, puntando i riflettori sulle direttrici – solo apparentemente divergenti – lungo le quali si muovono la protagonista e suo padre, entrambi in lotta contro se stessi e contro l’ambiente a loro circostante.
Rabbioso e allo stesso tempo carico di speranza, il film trova la propria cifra distintiva nella compenetrazione fra un approccio generale realistico e improvvise suggestioni magiche e oniriche, in un viaggio taciturno in una Reggio Calabria dalle mille anime, con le strade assolate e poco frequentate, le sagre estive con le luci al neon e gli autoscontro, i cantieri abbandonati: qualche eccesso di didascalismo appesantisce il racconto, senza comprometterne tuttavia la compattezza, offrendo allo schermo una piccola storia di dolore, intimo e privato, nella quale ribolle l’insofferenza verso quel regime di sottomissione che fa leva sulla capacità intimidatoria della criminalità organizzata. Il silenzio e la paura divorano il futuro e la possibilità di riscatto, ma nel liquido amniotico di un mare che è fonte di vita e di morte, c’è forse lo spazio per una rinascita.
Fabio Mollo, regista reggino, assorbe energie e contraddizioni della sua città e le trasporta su pellicola, dove prende forma una storia fatta di parole borbottate o taciute, di sguardi bassi e inquietudini: Il Sud è niente – premiato al Festival di Roma con Camera d’oro Taodue per il Miglior produttore emergente di opera prima/seconda – accompagna la protagonista in quella fase di transizione fra l’innocenza e l’ingenuità dell’infanzia e dell’adolescenza e la consapevolezza dell’età adulta, seguendo passo dopo passo il processo di crescita di Grazia, che nasconde la sua femminilità dietro a un aspetto e atteggiamenti mascolini, forse per rievocare nei suoi gesti la presenza/assenza di quel fratello tanto amato che l’ha abbandonata senza concederle un addio.
Mollo sceglie di costruire il suo film su una struttura essenziale, sorretta prevalentemente dalle interpretazioni degli attori: Vinicio Marchioni regala fragilità e inquietudine al suo Cristiano ma è l’esordiente Miriam Karlkvist a tenere le redini del racconto, brava nel calibrare le diverse sfumature della sua Grazia, ruvida e scontrosa solo per autodifesa. Eppure malgrado l’impegno nel tentare di restituire tridimensionalità ai personaggi, le lacune di scrittura rendono sempre meno fluido il dipanarsi della storia, che fatica a dissipare la nebulosità del racconto principale e allo stesso tempo preferisce concentrarsi su segmenti narrativi secondari, per la verità poco funzionali se non superflui: l’incedere del film non è così incalzante e anzi Mollo sembra voler sottolineare i momenti di stallo e immobilismo nello sviluppo della storia, quasi a voler amplificare il senso di statica attesa e sospensione che sta alla base dell’atmosfera del progetto. Pur prendendo le mosse da un mistero come quello della scomparsa del fratello di Grazia (morto? Emigrato in Germania?), le dinamiche de Il Sud è niente non si addentrano nel territorio del thriller, seguendo soprattutto il flusso emotivo che anima i personaggi, puntando i riflettori sulle direttrici – solo apparentemente divergenti – lungo le quali si muovono la protagonista e suo padre, entrambi in lotta contro se stessi e contro l’ambiente a loro circostante.
Rabbioso e allo stesso tempo carico di speranza, il film trova la propria cifra distintiva nella compenetrazione fra un approccio generale realistico e improvvise suggestioni magiche e oniriche, in un viaggio taciturno in una Reggio Calabria dalle mille anime, con le strade assolate e poco frequentate, le sagre estive con le luci al neon e gli autoscontro, i cantieri abbandonati: qualche eccesso di didascalismo appesantisce il racconto, senza comprometterne tuttavia la compattezza, offrendo allo schermo una piccola storia di dolore, intimo e privato, nella quale ribolle l’insofferenza verso quel regime di sottomissione che fa leva sulla capacità intimidatoria della criminalità organizzata. Il silenzio e la paura divorano il futuro e la possibilità di riscatto, ma nel liquido amniotico di un mare che è fonte di vita e di morte, c’è forse lo spazio per una rinascita.
mega.nz dice che i link non estistono
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